De la Servidumbre e Idolatría a la Misericordia y a la Libertad interior.
Iluminación. Cuando Israel era niño, yo le amé, y de Egipto llamé
a mi hijo. Cuanto más los llamaba, más se alejaban de mí: a los Baales
sacrificaban, y a los ídolos ofrecían incienso. Yo enseñé a Efraím a caminar,
tomándole por los brazos, pero ellos no conocieron que yo cuidaba de ellos. Con
cuerdas humanas los atraía, con lazos de amor, y era para ellos como los que
alzan a un niño contra su mejilla, me inclinaba hacia él y le daba de comer. (Os
11, 1- ss)
En toda obra buena y santa Dios toma la iniciativa, es Él
quien busca al hombres para sanar las heridas de su corazón: Dijo Yahveh: «Bien
vista tengo la aflicción de mi pueblo en Egipto, y he escuchado su clamor en
presencia de sus opresores; pues ya conozco sus sufrimientos. He bajado para
librarle de la mano de los egipcios y para subirle de esta tierra a una tierra
buena y espaciosa; a una tierra que mana leche y miel, al país de los cananeos,
de los hititas, de los amorreos, de los perizitas, de los jivitas y de los
jebuseos. (Ex 3, 7-8) La leche y la miel son la ternura, la paz, el amor, la
justicia, la verdad… En el corazón de Dios existe eternamente el deseo de dar a
los hombres el Espíritu Santo para que libere, los reconcilie, los transforme y
haga de todos una gran Familia cimentada en la Verdad, el Amor y la Justicia (cf
Jn 14, 6)
El profeta Jeremías nos afirma lo
que nosotros sabemos por experiencia que somos de corazón duro: “Maldito sea aquel que fía en hombre, y hace
de la carne su apoyo, y de Yahveh se aparta en su corazón. El corazón es lo más retorcido; no tiene arreglo:
¿quién lo conoce? (Jer 17, 5.
9) El Señor Dios sacó a Israel de Egipto, de la tierra de esclavitud, para
llevarlo al desierto para hacer Alianza con su pueblo, pues Dios no hace
Alianza con esclavos, primero los libera para luego, reconciliarlos
.
¿Qué sucede
después de la Alianza? Moisés se encuentra con Dios en la Montaña y permanece
de retiro 40 días, al cabo de este tiempo, el Señor rebela a su siervo Moisés
lo que está pasando en su ausencia: “Entonces habló Yahveh a Moisés, y dijo: «¡Anda, baja! Porque
tu pueblo, el que sacaste de la tierra de Egipto, ha pecado. Bien pronto se han
apartado el camino que yo les había prescrito. Se han hecho un becerro fundido
y se han postrado ante él; le han ofrecido sacrificios y han dicho: “Este es tu
Dios, Israel, el que te ha sacado de la tierra de Egipto.” Y dijo Yahveh a Moisés: «Ya veo que este
pueblo es un pueblo de dura cerviz. Déjame ahora que se encienda mi ira contra
ellos y los devore; de ti, en cambio, haré un gran pueblo.» (Ex 32- 10) Dios
muestra a Moisés la situación de su pueblo idolatra, ha roto la alianza, ha
pecado. Su pueblo es de dura cerviz, y con palabras de Pablo: de mente
embotada, de corazón duro, abandona “el amor” y se arrastra ante los ídolos (Ef
4, 18- 19)
¿Cómo entender las palabras del escritor sagrado? “Déjame
ahora que se encienda mi ira contra ellos y los devore.” En Dios no hay tinieblas, no hay ira, ni hay
odio, ni devora a nadie. Es una manera propia de hablar propia del hombre. Dios
es Amor, Misericordia y Santidad que rechaza el pecado y la maldad del hombre,
pero, a éste lo ama, lo perdona y lo salva.
Pero Moisés trató de aplacar a Yahveh su Dios, diciendo: “¿Por qué, oh
Yahveh, ha de encenderse tu ira contra tu pueblo, el que tú sacaste de la
tierra de Egipto con gran poder y mano fuerte? En Moisés
ha habido un crecimiento espiritual, moral y solidario. Ahora es un hombre
comprometido por su Pueblo e intercede por él con una oración que toca las
entrañas del Dios de la Alianza: “¿Van a
poder decir los egipcios: Por malicia los ha sacado, para matarlos en las
montañas y exterminarlos de la faz de la tierra? Abandona el ardor de tu cólera
y renuncia a lanzar el mal contra tu pueblo.”
“Acuérdate de Abraham, de Isaac y de Israel, siervos tuyos, a los cuales
juraste por ti mismo: Multiplicaré vuestra descendencia como las estrellas del
cielo; toda esta tierra que os tengo prometida, la daré a vuestros
descendientes, y ellos la poseerán como herencia para siempre.” “Y Yahveh renunció a lanzar el mal con que había
amenazado a su pueblo” (Ex 32, 7- 14) El mensaje de los profetas de Dios,
es relativo, por un lado amenazan con un castigo y por otro lado, prometen
bendiciones. Cuando el pueblo se arrepiente no hay castigo, pero, si el
pueblo se desvía no hay bendiciones.
El mensaje de san Pablo: “Doy gracias
a aquel que me revistió de fortaleza, a Cristo Jesús, Señor nuestro, que me
consideró digno de confianza al colocarme en el ministerio, a mí, que antes fui
un blasfemo, un perseguidor y un insolente. Pero encontré misericordia porque
obré por ignorancia en mi infidelidad. Y la gracia de nuestro Señor sobreabundó
en mí, juntamente con la fe y la caridad en Cristo Jesús. Es cierta y digna de
ser aceptada por todos esta afirmación: Cristo
Jesús vino al mundo a salvar a los pecadores; y el primero de ellos soy yo.
Y si encontré misericordia fue para que en mí primeramente manifestase
Jesucristo toda su paciencia y sirviera de ejemplo a los que habían de creer en
él para obtener vida eterna. Al Rey de los siglos, al Dios inmortal,
invisible y único, honor y gloria por los siglos de los siglos. Amén.” (1 Tm 1,
12- 16) De blasfemo, perseguidor e insolente a siervo de Jesucristo y apóstol
de los gentiles.
¿Cuál ha sido la clave para su cambio? «¿Quién de vosotros que
tiene cien ovejas, si pierde una de ellas, no deja las 99 en el desierto, y va
a buscar la que se perdió hasta que la encuentra? (Lc 15, 4) La respuesta es el “Encuentro con Jesús qué nos amó
primero” y entregó su vida por los pecadores (cf 1 Jn 4, 10; Rm 5. 6; Gál 2,
19-20; Ef 5, 1- 2; 5, 25)En Apóstol se siente agradecido y fortalecido por lo
que Cristo ha hecho en él: “ser en Cristo una nueva creación” (2 Cor 5, 17) Un
hombre justificado, salvado y santificado (cf Rm 5, 1; Gál 2, 16)
¿Qué fue lo que Pablo hizo para lograr ser hombre nuevo? Dejarse
encontrar por el Buen Pastor: Jesucristo, crucificado y resucitado. Dejarse
encontrar significa reconocer que estoy vacío de amor, de paz y de alegría, es
decir estoy vacío de fe, de Cristo, de Dios. Dejarse encontrar es reconocer que
soy pecador. Qué he errado en el blanco. No soy lo que otros piensan o dicen de
mí. “No soy buena gente” “Ni puedo salvarme a mí mismo.” Dejarse encontrar
significa aceptar que tengo una necesidad que no ha sido inventada por otros,
ni siquiera por mí. “Yo sólo no puedo realizarme como persona ni puedo
humanizarme.” Dejarse encontrar es aceptar que sólo Cristo puede llenar los
vacíos de mi corazón y darle sentido a mi vida. Cristo es mi Salvación y mi
Salvador el Único que puede darme vida eterna y darme “Espíritu Santo” (Jn 6,
39-40; Lc 3, 16)
El itinerario de Pablo estuvo en
recorrer el camino de la fe, siguiendo a Cristo (1 Ts 1, 9) Con los ojos fijos
en Jesús (Hb 12, 2) Para hacer todo en referencia a Cristo y ser de Él el
centro de su Vida. El arrepentimiento para Pablo fue un caminar con alegría
despojándose del hombre viejo y revistiéndose del hombre nuevo (Ef 4, 23- 24;
Rm 13. 11- 14) para fortalecerse con la energía del Señor en la lucha contra el
mal (cf Ef 6, 10) para darle muerte a las pasiones del hombre viejo, desde la
cruz, para vivir para Dios en donación y servicio a su pueblo (cf Gál 5, 24)
San Juan en su primera carta nos presenta un itinerario semejante al del
Apóstol Pablo:
Romper con el pecado. “Si decimos:
«No tenemos pecado», nos engañamos y la verdad no está en nosotros. Si
reconocemos nuestros pecados, fiel y justo es él para perdonarnos los pecados y
purificarnos de toda injusticia. Si decimos: «No hemos pecado», le hacemos
mentiroso y su Palabra no está en nosotros.” (1 Jn 1, 8-10)
Buscar la reconciliación. Hijos míos, os escribo esto para
que no pequéis. Pero si alguno peca, tenemos a uno que abogue ante el Padre: a
Jesucristo, el Justo. El es víctima de propiciación por nuestros pecados, no
sólo por los nuestros, sino también por los del mundo entero. (1 Jn 1- 2)
Guardar los Mandamientos. En esto sabemos que le conocemos: en que guardamos sus mandamientos.
Quien dice: «Yo le conozco» y no guarda sus mandamientos es un mentiroso y la
verdad no está en él. Pero quien guarda su Palabra, ciertamente en él el amor
de Dios ha llegado a su plenitud. En esto conocemos que estamos en él Quien
dice que permanece en él, debe vivir como vivió él. (1 Jn 2, 3- 6)
La práctica de las virtudes cristianas. En esto hemos conocido lo que es amor: en que él dio su vida por
nosotros. También nosotros debemos dar la vida por los hermanos. Si alguno que
posee bienes de la tierra, ve a su hermano padecer necesidad y le cierra su
corazón, ¿cómo puede permanecer en él el amor de Dios? Hijos míos, no amemos de
palabra ni de boca, sino con obras y según la verdad. (1 Jn 3, 16- 18)
La Libertad interior es un don de
Dios y una conquista del cristiano. Para ser libre de corazón hay que ser
pobres de espíritu. Sólo los pobres son libres para amar y servir al prójimo y
dar gloria a Dios. El itinerario de la pobreza espiritual lo encontramos en dos
textos del Evangelio de san Juan: “El que tiene mis mandamientos y los guarda,
ése es el que me ama; y el que me ame, será amado de mi Padre; y yo le amaré y
me manifestaré a él.” “Si alguno me ama, guardará mi Palabra, y mi Padre le
amará, y vendremos a él, y haremos morada en él.” (Jn 14, 21.23)
El que ama a Jesús y lo
sigue va encarnando los bienaventuranzas: “Bienaventurados los pobres de espíritu, porque de
ellos es el Reino de los Cielos. Bienaventurados = los mansos =, porque =
ellos poseerán en herencia la tierra. = Bienaventurados los que lloran,
porque ellos serán consolados. Bienaventurados los que tienen hambre y
sed de la justicia, porque ellos serán saciados. Bienaventurados los
misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia. Bienaventurados los
limpios de corazón, porque ellos verán a Dios. Bienaventurados los que
trabajan por la paz, porque ellos serán llamados hijos de Dios. Bienaventurados
los perseguidos por causa de la justicia, porque de ellos es el Reino de los
Cielos. Bienaventurados seréis cuando os injurien, y os persigan y digan
con mentira toda clase de mal contra vosotros por mi causa. Alegráos y
regocijaos, porque vuestra recompensa será grande en los cielos; pues de la
misma manera persiguieron a los profetas anteriores a vosotros.” (Mt 5,
3- 12)
Lo anterior lo podemos sintetizar
en dos palabras que Jesús dirige a los suyos: “Ámame y Sígueme. Dos palabras que son dirigidas a sus
discípulos a partir del Encuentro con Jesús. Son la invitación a despojarse del
hombre viejo y a revestirse del hombre nuevo, para ser como Él: santos y
solidarios, para configurarnos con Él, y para vivir como él vivió.
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