El Encuentro hoy con Cristo
Resucitado, Aleluya.
Objetivo. Buscar de corazón los lugares más especiales que nos hemos
encontrar de Jesús Resucitado para tener encuentros con él y con los suyos para vivir
para sus pensamientos, sus sentimientos, sus intereses, sus preocupaciones y
sus luchas.
Iluminación. Pero él les dijo: «¿Por qué os turbáis? ¿Por
qué alberga dudas vuestra mente? Mirad mis manos y mis pies; soy yo mismo.
Palpádme y pensad que un espíritu no tiene carne y huesos como véis que yo
tengo.» Dicho esto, les mostró las manos y los pies. Como no acababan de
creérselo a causa de la alegría, y estaban asombrados, les dijo: «¿Tenéis aquí
algo de comer?» Ellos le ofrecieron un trozo de pescado. Lo tomó y comió delante de ellos. (Lc 39- 40)
El Pastor que busca a las ovejas.
“¿Quién de vosotros, si tiene cien
ovejas y pierde una de ellas, no deja las noventa y nueve en la estepa y va a
buscar la que se perdió, hasta que la encuentra? Y cuando la encuentra, se la
pone muy contento sobre los hombros. Luego, al llegar a casa, convoca a los
amigos y vecinos, y les dice: ‘Alegraos conmigo, porque he hallado la oveja que
se me había perdido” (Lc 15, 3- 6) Jesús es el Pastor que busca a las ovejas
perdidas; a los hijos pródigos para hacerlos volver a Casa. El hombre es
también un buscador. Busca sentirse bien; quiere ser feliz, pero lo que no sabe
es que, buscando la felicidad, realmente lo que busca es a Dios. Como vive en
las tinieblas lo busca en las tumbas vacías, en el alcoholismo, la droga, la
fama, las moda, el dinero, los placeres de la vida. Esos son los caminos que
deshumanizan y despersonalizan. Jesús las busca hasta encontrarlas aún a los
que se pierden, para levantar los, cargarlos sobre sus hombros y llevarlos al
encuentro de la Comunidad.
Dejarse encontrar. La experiencia me dice que no fui yo quien encontré
a Jesús, sino que Él me encontró a mí, es más, “me dejé encontrar por Jesús”
cuando yo iba enfurecido, lanzando maldiciones, con un vacío existencial, buscando razones para
sentirme bien en el alcohol, la droga el sexo, el dinero. Trabajando los siete
días de la semana y parrandeando de noche, comprando amores y amigos. Viviendo
en las apariencias. Ese era mi camino, de seguro ancho, pues llevaba a la
perdición y deshumanización. En una autopista en los Ángeles, California me
encontré con Jesús. Un vehículo con letreros: Cristo salva. El rey que viene… a
esto respondí: “Fanáticos de la religión, y descargué maldiciones, groserías y obscenidades. En la parte trasera
de aquel vehículo llevaba una calcomanía pequeña con tres palabras que fue
cambiando mi vida: “DIOS TE AMA”. La
Palabra del Señor me dejó huella. Y en la medida que escuchaba su Palabra
recuperaba el ánimo y las ganas de conocer y amar a Dios y a su Iglesia.
Los lugares del Encuentro con el Resucitado.
a) La oración acompañada
por el deseo de cambiar de vida. En mi vida sólo había tres “Aves Marías”, y a
veces borracho o en pecado de lecho. Hasta el Padre Nuestro se me había
olvidado, la razón, no vivía como hijo de Dios.
b) La escucha
de la Palabra. Palabra escuchada, meditada y reflexionada a los Padres de la
Iglesia. Muchos días después de mi encuentro por el camino leía la Biblia pero
no la entendía. Sólo hasta que Cristo entró en mi vida, Él me abrió la mente y explicó
su Palabra
c) La Liturgia
de la Iglesia. Mis Sacramentos, Confesiones y Eucaristías con el servicio a la
Comunidad.
d) Donde dos o
tres se reúnen en mi Nombre (Mt 18, 20). La Pequeña comunidad de la Parroquia,
Me enseñaron a orar, a leer la Biblia y a servir a la comunidad. Sin Comunidad
no hay crecimiento en la fe
e) En el encuentro con los
hombres especialmente en los pobres. La práctica de las obras de misericordia,
la evangelización de persona a persona, a los enfermos, a los migrantes,
viudas, huérfanos y a los presos (Mt 25, 31ss).
f) En el
Apostolado: Un compromiso, bautismal, eclesial enraizado por la pertenencia a
Cristo, al amor y al servicio: “Yo estaré con Ustedes todos los días” (Mt 28,
20).
La experiencia en el encuentro con Cristo resucitado:
a) En el camino de la vida. “Aquel mismo día iban dos de ellos a un
pueblo llamado Emaús, que dista sesenta estadios de Jerusalén, y conversaban
entre sí sobre todo lo que había pasado. Mientras conversaban y discutían, el
mismo Jesús se acercó a ellos y se puso a caminar a su lado. Pero sus ojos
estaban como incapacitados para reconocerle. Él les preguntó: «¿De qué vais
discutiendo por el camino?» Ellos se pararon con aire entristecido. (Lc 15, 13.
17) El camino de Emaús es nuestro camino.
Ellos iban tristes, derrotados, confundidos. Iban de regreso de Jerusalén a su
aldea. Habían perdido a su Esperanza, a su Líder. Quieren volver al pasado, a
la sinagoga, a las redes, al trabajo de su tierra. Todo está perdido; ya no hay
ilusiones. “Uno de ellos, llamado
Cleofás, le respondió: «¿Eres tú el único residente en Jerusalén que no se ha
enterado de lo que ha pasado allí estos días?”
En el primer anuncio. Él les
dijo: «¿Qué ha ocurrido?» Ellos le contestaron: Lo de Jesús el Nazoreo, un
profeta poderoso en obras y palabras a los ojos de Dios y de todo el pueblo:
cómo nuestros sumos sacerdotes y magistrados lo condenaron a muerte y lo
crucificaron. Nosotros esperábamos que iba a ser él quien liberaría a Israel;
pero, con todas estas cosas, llevamos ya tres días desde que eso pasó. El caso
es que algunas mujeres de las nuestras nos han sobresaltado, porque fueron de
madrugada al sepulcro y, al no hallar su
cuerpo, vinieron diciendo que incluso habían visto una aparición de ángeles que
decían que estaba vivo. Fueron también algunos de los nuestros al sepulcro y lo
hallaron tal como las mujeres habían dicho. Pero a él no lo vieron.»
b) En la Palabra de Cristo. Hubo una
cátedra de Cristología y el Maestro fue Cristo Resucitado. Él les dijo: «¡Qué
poco perspicaces sois y qué mente más tarda tenéis para creer todo lo que
dijeron los profetas! ¿No era necesario que el Cristo padeciera eso para entrar
así en su gloria?» Y, empezando por Moisés y continuando por todos los
profetas, les fue explicando lo que decían de él todas las Escrituras (Lc
24,25- 27).
c) En la hospitalidad. En la hospitalidad nos
podemos encontrar con Jesús Resucitado. Al acercarse al pueblo a donde iban, él
hizo ademán de seguir adelante. Pero ellos le rogaron insistentemente: «Quédate
con nosotros, porque atardece y el día ya ha declinado.» Entró, pues, y se
quedó con ellos (Lc 24, 28- 29). A eso venía a quedarse con ellos y con todos
los hombres, esa era su alegría quedarse con los hombres.
d)
En la
fracción del Pan. La primera Misa de Cristo resucitado. Sentado a la
mesa con ellos, tomó el pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo iba
dando. Entonces se les abrieron los ojos y lo reconocieron, pero él desapareció
de su vista. Se dijeron uno a otro: «¿No ardía nuestro corazón en nuestro
interior cuando nos hablaba en el camino y nos iba explicando las Escrituras?» (Lc
24, 30- 33).Lo reconocen al partir el pan, ya no lo vieron, pero pEl no se fue,
se quedó en Pan. La fracción del Pan es la inmolación y la consagración de
Cristo Jesús a su Padre y darse a los hombres para invitarlos al Banquete de
Bodas. Cómo olvidar la experiencia de encuentro con Cristo. Pasarán los años y
su experiencia estará viva: “Nuestros
corazones nos ardían al escuchar sus Palabra”.
e) En el Estado de Misión. Levantándose
al momento, se volvieron a Jerusalén y encontraron reunidos a los Once y
a los que estaban con ellos, que decían: «¡Es verdad! ¡El Señor ha resucitado y
se ha aparecido a Simón!» Ellos, por su parte, contaron lo que había pasado en
el camino y cómo lo habían reconocido al partir el pan (Lc 24, 13- 35) De esa
primera Misa nace la Iglesia misionera, enviada por el Resucitado a dar
testimonio de la resurrección. La Iglesia es por excelencia misionera, enviada
a todas las naciones. La promesa de Jesús para los misioneros: “Yo estaré con
ustedes hasta el fin” (Mt 28, 20)
f) En el lugar de la Familia. (Mt 18, 19- 20) Estando la Familia reunida se hizo presente
entre ellos. «Os aseguro también que si dos de vosotros se ponen de acuerdo
en la tierra para pedir algo, sea lo que fuere, lo conseguirán de mi Padre que
está en los cielos. Porque donde están dos o tres reunidos en mi nombre, allí
estoy yo, en medio de ellos.» Estaban hablando de estas cosas, cuando él se
presentó en medio de ellos y les dijo: «La paz con vosotros.» Sobresaltados y
asustados, creían ver un espíritu. Pero él les dijo: «¿Por qué os turbáis, y
por qué se suscitan dudas en vuestro corazón? Mirad mis manos y mis pies; soy
yo mismo. Palpadme y ved que un espíritu no tiene carne y huesos como veis que
yo tengo.» (Lc 24, 36- 39)
Los regalos de Cristo Resucitado a su iglesia: Estaban
comentando todo esto, cuando se presentó Jesús en medio de ellos y les dijo:
«La paz con vosotros.» Sobresaltados y asustados, creyeron ver un espíritu. El
primer regalo de Cristo Resucitado es la Paz para reconciliar a los hombres con
Dios y con los hombres. Y es a la vez vocación de sus Apostales. Ser
embajadores y Ministros de la reconciliación. Toda la Iglesia ha recibido de su
Fundador el Ministerio de la Reconciliación. “Entonces
se presentó Jesús en medio de ellos y les dijo: «La paz con vosotros.» Dicho
esto, les mostró las manos y el costado. Los discípulos se alegraron de ver al
Señor. Jesús les dijo otra vez: «La paz con vosotros. Como el Padre me envió,
también yo os envío.» Dicho esto, sopló y les dijo: «Recibid el Espíritu Santo.
A quienes perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los
retengáis, les quedan retenidos.» (Jn 20, 19- 23)
Los regalos de Jesucristo
resucitado es para que la Iglesia pueda prolongar en la historia la Misión de
Cristo a los largo de los siglos. Son los medios para construir las Comunidades
cristianas, fraternas, solidarias, misionera y serviciales.
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