El Espíritu Santo y la vida
cristiana
Iluminación: «No
es cosa vuestra conocer el tiempo y el momento que el Padre ha fijado con su
propia autoridad; al contrario, cuando el Espíritu Santo venga sobre vosotros,
recibiréis una fuerza que os hará ser mis testigos en Jerusalén, en toda Judea
y Samaría, y hasta los confines de la tierra» Hechos 1, 7- 8)
A partir del Bautismo, el Espíritu de
Dios habita en el cristiano como en su propio templo. Gracias a la fuerza del
Espíritu que habita en nosotros, el Padre y el Hijo vienen también habitan en
cada uno de creyentes. Podemos afirmar que el Espíritu hace y reproduce en
nosotros a Jesús, nos conforma el él: Nos
hace vivir con Jesús y como Jesús; nos hace hijos en el Hijo, nos sumerge en la
Trinidad. El Espíritu inicia y lleva en nosotros una obra duradera, nos hace
partícipes de la vida del Resucitado.
Los dones del Espíritu Santo son, en
primer lugar, ante todo, la gracia santificante, la filiación, el amor de Dios derramado
en nuestros corazones (Rom 5, 5); en segundo lugar son las virtudes teologales:
la fe la esperanza y la caridad (cfr Col 3, 1-4), expresiones de la vida de
Jesús. En tercer lugar son las continuas mociones del Espíritu en nuestra vida (cfr Jn 16, 8-13).
El don del Espíritu Santo es el que: nos
eleva y asimila a Dios en nuestro ser y en nuestro obrar; nos permite
conocerlo, amarlo y servirlo; hace que nos abramos a las divinas personas y que
se queden en nosotros (cfr Jn 14, 21. 23). El Espíritu Santo es el alma de la
Iglesia, sin Él, nosotros somos cadáver
La vida del cristiano es una existencia
integral (Corporal, intelectual, espiritual, social e histórica); una vida
animada y guiada por el Espíritu hacia la santidad o perfección en la caridad.
Gracias al Espíritu Santo y guiado por Él, el cristiano tiene la fuerza
necesaria para luchar contra todo lo que se opone a la voluntad de Dios, ya que
la vida cristiana, no solo es don, sino también lucha y proceso (Gál 5, 16- 22).
La vida cristiana como don de Dios.
“Pero Dios, rico en misericordia, movido por el gran amor
que nos tenía, estando muertos a causa de nuestros delitos, nos vivificó
juntamente con Cristo —por gracia habéis sido salvados—,y con él nos resucitó y
nos hizo sentar en los cielos en Cristo Jesús. De este modo, puso de manifiesto
en los siglos venideros la sobreabundante riqueza de su gracia, por su bondad
para con nosotros en Cristo Jesús. Pues habéis sido salvados gratuitamente,
mediante la fe. Es decir, que esto no viene de vosotros, sino que es un don de
Dios; tampoco viene de las obras, para
que nadie se gloríe. En efecto, hechura
suya somos: creados en Cristo Jesús para que hagamos buenas obras, que de
antemano dispuso Dios que practicáramos”. (Ef 2, 4-11)
La vida cristiana exige una
respuesta nuestra
Jesús les habló otra vez; les dijo: «Yo soy la luz del
mundo; la persona que me siga no caminará en la oscuridad, sino que tendrá la
luz de la vida. (Jn 8, 12ss) Con
la teología de san Pablo decimos: “Que vuestra caridad no sea fingida; detestad
el mal y adheríos al bien; amaos cordialmente los unos a los otros, estimando
en más cada uno a los otros. Sed diligentes y evitad la negligencia. Servid al Señor
con espíritu fervoroso. Alegraos de la
esperanza que compartís; no cejéis ante las tribulaciones y sed perseverantes
en la oración. Compartid las necesidades
de los santos y practicad la hospitalidad (Rom
12, 9- 13).
Practicar las buenas obras
“Para revestirse de luz; es decir, de
Cristo para estar llenos de la energía de Dios. “Por lo demás, fortaleceos por medio del
Señor, de su fuerza poderosa. Revestíos de las armas de Dios para poder
resistir a las acechanzas del diablo. Porque nuestra lucha no va dirigida
contra simples seres humanos, sino contra los principados, las potestades, los
dominadores de este mundo tenebroso y los espíritus del mal que están en el
aire. Por eso, tomad las armas de Dios, para que podáis resistir en el día
funesto; y manteneros firmes después de haber vencido todo” (Ef 6, 10-13)
Las
armas del cristiano para luchar.
“Tened en cuenta el momento en que vivís e id pensando en
espabilaros del sueño, pues la salvación está más cerca de nosotros que cuando
abrazamos la fe. La noche está avanzada; el día se acerca. Despojémonos, pues,
de las obras de las tinieblas y revistámonos de las armas de la luz. Vivamos
con decoro, como en pleno día: nada de comilonas y borracheras; nada de
lujurias y desenfrenos; nada de rivalidades y envidias. Revestíos más bien del
Señor Jesucristo, y no andéis tratando de satisfacer las malas inclinaciones de
la naturaleza humana” (Rm
13, 11ss)
Los
Dones del Espíritu Santo, las virtudes y los frutos del Espíritu.
Para que el cristiano pueda luchar y
alcanzar la perfección cristiana, el Espíritu Santo le regala sus siete dones,
que son disposiciones permanentes que hacen al hombre dócil para seguir los
impulsos del Espíritu. Estos dones son:
- Don de Ciencia: es el don del Espíritu Santo que nos permite
acceder al conocimiento. Es la luz invocada por el cristiano para sostener
la fe del bautismo.
- Don de consejo: saber decidir con acierto, aconsejar a los otros
fácilmente y en el momento necesario conforme a la voluntad de Dios.
- Don de Fortaleza: es el don que el Espíritu Santo concede al fiel,
ayuda en la perseverancia, es una fuerza sobrenatural.
- Don de Inteligencia: es el del Espíritu Santo que nos lleva al
camino de la contemplación, camino para acercarse a Dios.
- Don de Piedad: el corazón del cristiano no debe ser ni frío ni
indiferente. El calor en la fe y el cumplimiento del bien es el don de la
piedad, que el Espíritu Santo derrama en las almas. Este me hace saber que
soy hijo amado de Dio y hermano de los demás.
- Don de Sabiduría: es concedido por el Espíritu Santo que nos
permite apreciar lo que vemos, lo que presentimos de la obra divina.
- Don de Temor: es el don que nos salva del orgullo, sabiendo que lo
debemos todo a la misericordia divina.
La vida nueva exige espiritualidad: amor y
servicio.
Por eso, tampoco nosotros hemos
dejado de rogar por vosotros desde el día que lo oímos, y de pedir que lleguéis
al pleno conocimiento de su voluntad, con total sabiduría y comprensión
espiritual, para que procedáis de una manera digna del Señor, agradándole en
todo, fructificando en toda obra buena y creciendo en el conocimiento de Dios. Le
pedimos también que os fortalezca plenamente con su glorioso poder, para que seáis
constantes y pacientes en todo y deis con alegría gracias al Padre, que os hizo capaces de
participar en la luminosa herencia de los santos. Él nos libró del poder de las
tinieblas y nos trasladó al Reino de su Hijo querido, por quien recibimos la
redención: el perdón de los pecados. (Col
1, 9- 13) Servir es dar
vida, es ayudar a crecer en la fe, la esperanza y el amor.
Los frutos del Espíritu Santo
- Caridad. “Todo el que ama conoce a Dios y ha nacido de Dios. Todo
el que ama no peca. San Agustín decía: Ama y haz lo que quieras.
- Gozo. “El Gozo del Señor es mi fortaleza”, nos dice el profeta Habacuc.
El gozo que brota de la amistad con Dios, de la entrega y de la donación a
Cristo, a la Iglesia y a los pobres (una misma realidad)
- Paz. El Espíritu Santo es la Paz que Cristo da a sus discípulos. (Jn
20, 23) es decir a aquellos que lo aman y le sirven. Por otro lado decimos
que Cristo es nuestra Paz. Paz que brota del amor que ha sido derramado en
nuestros corazones y de nuestra respuesta libre y generosa a la voluntad
de Dios. Nuestra paz es relativa a la comunión con Dios y a la comunión
con su voluntad. Es decir, es relativa a la práctica de la justicia.
Justicia a Dios y a los hermanos, Paciencia.
Longanimidad. Bondad. Benignidad. Mansedumbre. Fe. Modestia. Continencia o
castidad, templanza o dominio propio
(Gál 5, 22)
La práctica de las
virtudes para revestirnos de Cristo.
“Así que, como elegidos de Dios,
santos y amados, revestíos de entrañas de misericordia, de bondad, humildad,
mansedumbre y paciencia, soportándoos
unos a otros y perdonándoos mutuamente, si alguno tiene queja contra otro. Como
el Señor os perdonó, perdonaos también vosotros. Y por encima de todo esto,
revestíos del amor, que es el broche de la perfección. Que la paz de Cristo
reine en vuestros corazones, pues a ella habéis sido llamados formando un solo
cuerpo. Y sed agradecidos”. (Col 3, 12- 15)
Con la fuerza del Espíritu
Santo seremos testigos de Cristo
“Su divino poder nos ha concedido
cuanto necesitamos para la vida y la piedad, mediante el conocimiento perfecto
del que nos ha llamado por su propia gloria y virtud. Por medio de ellas nos
han sido concedidas las preciosas y sublimes promesas, para que por ellas os
hicierais partícipes de la naturaleza divina, huyendo de la corrupción que hay
en el mundo a causa de la concupiscencia. Por esta misma razón, poned el mayor
empeño en añadir a vuestra fe la virtud, a la virtud el conocimiento, al
conocimiento la templanza, a la templanza la paciencia activa, a la paciencia
activa la piedad, a la piedad el amor fraterno, y al amor fraterno la caridad. Pues
si poseéis estas cosas en abundancia, no os dejarán inactivos ni estériles para
llegar al conocimiento perfecto de nuestro Señor Jesucristo. Quien no las tenga
es ciego y corto de vista, y ha echado en olvido que ya ha sido purificado de
sus pecados pasados. Por tanto, hermanos, poned el mayor empeño en afianzar
vuestra vocación y vuestra elección. Obrando así nunca caeréis. Y así se os
dará amplia entrada en el Reino eterno de nuestro Señor y Salvador Jesucristo” (2 de Pe 1, 5, 11)
P Uriel Medina Romero
Publicar un comentario