Servir
en la Oración
1. Orar es invocar el Nombre de
Dios.
Para un
cristiano invocar el Nombre de Dios es afirmar su Presencia en medio de
nosotros (Mt.18, 20). La Oración que nos garantiza la presencia de Dios es la
Oración Comunitaria en la cual, unidos con otros hermanos nos dirigimos juntos
a un mismo y único Padre.
2.
El
Fundamento de la verdadera oración
Toda oración
debe apoyarse en las Promesas de Dios y nunca en nuestros méritos personales. “Todo
lo que pidan al Padre en mi Nombre…”. Podemos afirmar que Dios es Fiel, El
siempre cumple lo que promete. El es la “Roca”, El es eternamente firme para llevar
a cumplimiento hasta los más mínimos detalles de sus promesas. Sin embargo
hemos de tener presente que Dios no nos escucha por que hagamos maravillas, ni
por que nos gastemos trabajando por su causa, eso podría llevarnos a caer en
una oración farisaica que nos haría pensar que nosotros, lo que somos y tenemos
lo hemos ganado a punta de oración. Aunque haya cierta verdad, no debemos
olvidar que lo que somos es obra de la Misericordia de Nuestro Buen Padre.
3. El Origen de la Oración.
En la Oración
Dios siempre toma la iniciativa, pero a la misma vez espera nuestra respuesta
para que se dé el diálogo. La respuesta que nosotros le damos a Dios aparece
como nuestra búsqueda de su Rostro. Nuestra oración no ha de ser desesperada ni
llena de angustia porque el Señor es Paz y Orden.
Orar para un
ministro de Cristo es aceptar la noche fría, la aridez, el cansancio, etc. Orar
para un ministro es dialogar con su Señor, recibir los secretos de su corazón e
interceder por los hermanos, por la
Comunidad a la cual debe amar hasta el extremo. Quien intercede por los demás,
va adquiriendo un sentido profundo de hermano y de amigo de Dios al estilo de
Moisés.
4. Exigencias de la Oración.
- Disponibilidad para ir al desierto. El lugar para
conocerse a sí mismo, conocer la voluntad de Dios y hacer alianza con Él. El
desierto es sinónimo de soledad, de aislamiento, pide hacer un alto en la
vida para recogerse interiormente. Ir al desierto es disponibilidad para
la escucha (1 De Re. 19,12)
- La disponibilidad para el desprendimiento y la
renuncia (Ex. 3.4ss). Renunciar a sí mismo para poder servir a Dios. Renunciar
a la comodidad, a todo lo que no permite que el Reino de Dios crezca en
nosotros. Romper con ataduras y ligamentos que en últimas no son mas que
pecado o consecuencias del mismo.
- La disponibilidad para la misión (Ex.3, 10; Is.
6, 8). Renunciar a sí mismo para poder servir a los demás.
5. Razones por las que oramos.
1.
Oramos para estar unidos a Dios como sus hijos. Oramos por que Cristo oraba y porque somos hijos de Dios y oramos como
hijos.
2.
Oramos porque sólo Cristo da el crecimiento. El orante reconoce su necesidad de caminar, de seguir adelante. Se
reconoce proyecto de Dios que necesita orar para pedir, dar gracias y alabar a
Dios por las maravillas que está haciendo en él.
3.
Oramos para que nuestra fe se
apoye en el poder de Dios, y no en nuestras propias
fuerzas. Sólo el orante podrá reconocer que lo que tiene es don de Dios.
4.
Oramos porque nuestra lucha no es contra los hombres, sino contra los Poderes espirituales, frente a los cuales nuestras
solas fuerzas son insuficientes para derrotarlos (Ef. 6,10ss). La oración es
una de las armas más poderosas de los cristianos, Satanás sencillamente le teme
a la auténtica oración.
5.
Oramos porque somos ministros de la multiforme gracia de Jesús. Somos sus canales, portadores de su Palabra, de su Luz y de su Gracia.
Quien ora está dispuesto siempre
para ministrar gracia divina a los hombres.
6.
Oramos para poder ser cristianos aprobados. Cuando el servidor pierde
de vista a Jesús es porque ha dejado de orar. Podrá estar trabajando mucho y
sin descaso, pero, la verdad es que un
Ministerio sin oración, es un auténtico
activismo, vacío de la verdadera esencia de la Evangelización: Jesús.
7.
Oramos para ser los hombres de la ofrenda a Dios por la salvación de
nuestros hermanos. (Rm12, 1)
No
dudo en afirmar que sólo los que oran se convierten y se salvan. “Si no quieren
salvarse no oren.” Jesús pide a sus discípulos: Orad y vigilad para no caer
en tentación”. Vigila tus sentimientos, tus pensamientos, tus actitudes, tu
relación con los demás,
6. Características de la
Verdadera Oración.
1. La
primera y fundamental característica es la Confianza filial. El sentir que cuando oramos
estamos frente a un Dios amoroso al que podemos llamar Padre (Gál.4,6; Rom 8,16).
2. La
segunda característica de nuestra oración ha de ser la Humildad del publicano que nos lleva a reconocer
nuestra situación de pecadores y a buscar el perdón de un Dios lleno de misericordia que no niega
su amor a quien de todo corazón lo busque (Jer.
29,13). La actitud de humildad nos lleva
a la oración de vaciamiento; vomitar todo
aquello que es incompatible con los intereses del Reino.
3. La
tercera característica es la Reverencia que hemos de guardar ante el
Señor. Actitud fundamental que
nos permite no tomar a Dios, ni a las cosas sagradas, tan a la ligera. Dios es Dios y merece nuestro respeto,
admiración y reverencia. Una oración llena
de reverencia es una oración llena de amor filial donde se expresa todo el
sentir del servidor.
4. La
cuarta característica es la Perseverancia en la oración. Esta característica es manifestación de madurez, de constancia
y de verdaderos deseos de ver la Manifestación
de Dios, en su día y no cuando nosotros lo queramos. Quien persevera ve la Gloria de Dios.
5. La
quinta característica es la actitud de Oferta (Heb.9, 7; Rom.12, 1-2). "Heme aquí oh Dios para hacer tu
Voluntad." A Dios le gusta el reconocimiento por parte nuestra de la total dependencia de sus hijos
respecto a bondad paternal. Y sí todo lo nuestro
viene de Dios, no dudemos que a Él le fascina que le ofrezcamos de la pureza de sus dones.
6. La
sexta característica es el Silencio. El servidor que aprende a guardar silencio en la
presencia de Dios, fácilmente pasa a una oración de experiencia de Dios. La
oración de experimentar el Amor del Padre nos exige dejarnos contemplar por la
mirada de Jesús desde el Sagrario o desde el silencio confiado de nuestro
corazón. El Profeta Elías sólo en el silencio escuchó la voz de Dios
(IRe.19,12)
7. La Oración y el Espíritu
Santo.
El Espíritu
Santo es el autor de la oración cristiana. El es el Maestro de oración, el
Intercesor que hace nacer en nosotros los buenos deseos y quien nos manifiesta
las necesidades propias y ajenas parta que intercedamos en favor de los santos.
Quien ha padecido la acción del Espíritu Santo en su vida puede comprender las
siguientes afirmaciones:
1. El Espíritu Santo invade al cristiano
que ora, lo invade para convertirlo en Orante en favor de otros.
2. Cuando el Espíritu Santo invade el
corazón del cristiano, es para conducirlo a los terrenos del Amor de Dios y de la entrega sin límites a
los demás. Para conducirlo al compromiso
evangélico.
3. El Espíritu Santo ilumina la mente del
cristiano orante. Al iluminarlo le revela los Misterios
del Reino. No lo trata como siervo, sino como amigo (Jn. 15.15-16). Llena su mente y su corazón de Sabiduría y de
Conocimiento de Dios.
4. El Espíritu Santo invade el corazón del
orante para llenarlo de poder para que realice actos
profundos de amor y para que luche contra las fuerzas del Mal.
5. El Espíritu Santo separa al orante del
Pecado. Sana su corazón y lo sella con los frutos del Espíritu (Gál.5, 21-22). El cristiano orante poco a poco va
siendo poseedor de un corazón lleno de Amor, Paz y Gozo: Lleno de Dios.
Si
nosotros, como cristianos que somos, queremos tener un corazón capacitado y
cualificado para amar y servir al estilo de Jesús. Si queremos que Cristo viva en nuestros corazones para a
si poder realizar sus obras maravillosas; entonces, OREMOS Y VOLVAMOS A ORAR. Yo les garantizo, basándome en las
promesas del Señor Jesús, (Jn. 16,23; 1ª de Jn. 5,14-15.) que nuestra oración
no se pierde. Dios nos escucha, se complace con ella y está dispuesto a
responderla. Nuestro Dios es el Dios que habla y que escucha. La única oración
que se pierde es la que no se hace, o por pereza o por falta de tiempo.
Ejemplo de
oración
Efesios
1, 15. “Pido al Padre de la gloria….
Señor
enséñanos a orar. Deseamos ser ministros de tu multiforme gracia a favor de
nuestros hermanos. “Ven Espíritu Santo a iluminar las mentes de tus fieles y a
encender en ellos el fuego divino de tu amor. Envía Señor tu Espíritu y será
renovada la faz de la tierra”.
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