Objetivo: Resaltar la
importancia de la corrección en la vida familiar y comunitaria, a la luz del
método evangélico, para aprendiendo del mismo Señor, seamos capaces de corregir
con humildad, mansedumbre y por amor, y
a la vez, aceptar con humildad cuando otros nos corrijan.
La pedagogía del Evangelio: En
aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: “Si tu hermano comete un pecado, ve
y amonéstalo a solas. Si te escucha, habrás salvado a tu hermano. Si no te hace
caso, hazte acompañar de una o dos personas, para que todo lo que se diga
conste por boca de dos o tres testigos. Pero sí ni así te hace caso, díselo a
la comunidad; y si ni a la comunidad le hace caso, apártate de él como de un
pagano o de un publicano (Mt 18, 15 -20)
- La finalidad de la corrección.
La finalidad de la corrección es la educación en la fe y para la vida. La Biblia presenta a Dios como el educador
por excelencia que busca llevar a su pueblo a la plenitud de la madurez en el
amor. Lo hace por medio de enseñanzas y pruebas. Su método es el familiar: “como un padre que ama a su hijo lo reprende, con ternura lo amonesta y lo
corrige por medio de lecciones divinas (Dt. 8, 5).
- El
criterio evangélico.
“Si tu hermano te ofende”.
Primero ve tú solo, después lleva a dos o tres testigos y luego toda la
comunidad, nunca debe ser primero la comunidad ni los otros. Pablo añade a lo
anterior: no uses la agresividad ni la violencia (Gál 6, 1ss). Es necesario
crear un ambiente de oración para pedir al Señor las palabras sabias y
acertadas para iluminar la realidad del que se ha equivocado. El Apocalipsis
retoma al Deuteronomio: “El Padre que ama a su hijos los reprende y los
corrige” (3, 19) Que importante en el momento de la corrección escuchar a
Isaías que nos dice: “Retira de ti el gesto amenazador y la palabra grosera”
(cfr Is 58, 9).
- ¿Cómo ha de ser la
corrección en la fraterna?
De acuerdo al método evangélico, según el
Señor. Varias son las características que la Biblia presenta para corregirnos
unos a los otros: Amor, prudencia, sabiduría, inteligencia y disciplina (Pr.
23, 23). Corregir con amor excluye toda violencia, agresividad, golpes, odio.
Esto no cambia a nadie. Corregir con sabiduría excluye el vaciar en los demás mis frustraciones y mi mal genio.
Corregir con inteligencia excluye dar golpizas o destruir al otro. Corregir con
disciplina excluye todo paternalismo. Sólo entonces podemos comprender que la
verdadera corrección tiene como modelo el método evangélico.
Encuentro que la corrección fraterna, no ha de darse al margen de la
corrección cristiana y por lo tanto, está llamada a ser corrección fraterna que tiene como finalidad edificar, tanto, a la
comunidad cristiana, como a la familia. Se corrige porque se ama, y para que se
convierta, y no sólo para aplastar al otro. Quién corrige a su hermano, ha de
tener muy presente otro criterio evangélico: “No juzgues para no ser juzgado;
no condenes para no ser condenado; perdona y serás perdonado” (Mt 7,1; Lc 6, 37).
Todo juicio cristiano debe ser misericordioso y compasivo.
Ayudar a cada uno de sus miembros a ser, lo
que está llamado a ser: “Don de Dios” para los demás. San Pablo dice a los
padres: "No exasperéis a vuestros
hijos", es decir no vomiten sobre ellos su agresividad, su
amargura y sus frustraciones, eso puede ser fatal para la salud psíquica del
niño y de la familia. Todo lo contrario:"Formadlos
más bien mediante la instrucción y la corrección según el Señor (Ef.
6, 4). . Dios, como Padre amoroso, hemos visto que corrige con amor,
sabiduría, inteligencia y disciplina (Pr. 23, 23). Y nos invita a hacer lo
mismo y tal cómo el lo hace: “Yo les
aseguro que todo lo que aten en la tierra, quedará atado en el cielo, y todo lo
que desaten en la tierra quedará desatado en el cielo.”(Mt 18, 18)
4.
Lo que no se debe hacer
1) No echar en cara los defectos de
la persona. Presentándose
como el que todo lo sabe. El
otro es un ser humano y debe de ser tratado como tal.
2) No arremeter contra el otro para
avergonzarlo. Esto
puede suscitar complejos de culpa o de inferioridad. Una corrección mal hecha
puede llegar a ser fuente de neurosis.
3) No buscar ridiculizar a la
persona delante de los demás. Esto puede generar sentimientos o impulsos agresivos. La violencia
engendra violencia.
4) No buscar intereses propios, como sería buscar la propia
gloria. Ahí hay maldad.
5) No utilizar métodos agresivos
(palabras o golpes). Muchos hombres y mujeres después de una corrección inadecuada han
recurrido al alcohol o a la droga, o sencillamente le siguen la contraria a
quien los ha corregido, llenándose de odio, rebeldía y más.
5.
Lo que si se debe hacer.
1) Corregir con humildad y mansedumbre.
(Prov. 23, 23; Mt. 7, 3ss; Lc. 6, 39ss; Jn. 8,
7ss). La corrección
humilde exige el reconocimiento de las propias debilidades y la posibilidad que
uno mismo puede caer. De esta manera se evita caer en el rigorismo de los
fariseos que sólo ven los defectos de los demás: "La paja en el ojo ajeno" (lc 6, 41). Corregir con
mansedumbre es corregir sin violencia, sin agresividad, sin odio. La mansedumbre
es la virtud que se opone a la ira. Quien
corrige con mansedumbre tiene presente que el amor es más fuerte que el odio, por eso, es capaz de soportar las
debilidades de los que él ama. La única finalidad de su corrección es el
desarrollo integral del otro, el bien integral de la persona (Gál. 6,1-2: 2
Tim. 2, 25) Quien corrija ha de tener la disponibilidad de prestar sus hombros
para cargar las debilidades de los demás (Rom 15,1).
2) Corregir con sabiduría y con
entendimiento.
(Prov 23, 23) Equivale a corregir con justos motivos. No se
corrige por lo que se ha oído. Puede ser un chisme. Se ha de corregir siempre
que haya justos motivos y después de haberlo dialogado. El castigo ha de ser
proporcionado de acuerdo a la falta cometida. Qué importante es que tengamos
presente el método de Jesús: “No exige lo que antes no ha dado”.
3) Corregir con amor y blandura.
Teniendo presente que a quien se corrige es a
una persona poseedora de sentimientos. Una corrección hecha sin amor puede
causar heridas y sofocar la dignidad del otro. La corrección amorosa exige ser
hecha con palabras respetuosas, veraces y limpias. No deja lugar a las palabras
groseras o sucias. Corregir con amor no es fácil, ya que se opone la soberbia
que se anida en nuestros corazones (Pr. 13, 1).
4) Corregir con paciencia y de
manera gradual.
Cuando la corrección familiar es una
verdadera manifestación del amor cristiano, tiene presente la edad, la madurez
psicológica y cristiana de la persona a quien se corrige. No todos tenemos la
misma capacidad de comprensión (Tt. 3, 10). Lo anterior nos ayuda a no caer en
un perfeccionismo farisaico que tanto daño puede hacer a nuestras familias y a
nuestras comunidades cristianas.
5) Corregir en espíritu de oración.
La corrección no debe hacerse sin antes haber
hablado a Dios del otro. La oración garantiza que el amor es la única
motivación por la que se corrige. Sólo entonces estaremos hablando como
enviados y representantes del único educador en el amor: el Padre de Jesús que nos capacita en su
Espíritu para toda obra buena.
Yo les aseguro que
si dos de ustedes se ponen de acuerdo para pedir algo, sea lo que fuere, mi
Padre celestial se lo concederá; pues donde dos o tres se reúnen en mi nombre,
ahí estoy yo en medio de ustedes” (Mt 18, 19- 20) La corrección se debe hacer siempre en
espíritu de oración La corrección unida a la oración es un verdadero servicio a
la familiay a la Comunidad: "Yo a los que amo, reprendo y
corrijo" (Ap. 3, 19)
6) El hombre sabio acepta la
corrección.
Dejarse corregir implica despojarse del
espíritu de altanería, soberbia y violencia. La corrección se ha de aceptar con
espíritu de humildad y mansedumbre para evitar el encender los ánimos. Aceptar
que no estamos hechos, podemos equivocarnos y podemos estar en el error aunque
nos cueste aceptarlo. Dejarse corregir no quiere decir que tengamos que
renunciar a la verdad, principio de toda corrección fraterna o familiar. Amar
la disciplina es amar el saber; odiar la reprensión es ser ignorante” (Pr. 12,
1) “El sabio acepta la corrección del Padre; el insolente no hace caso de
reprensiones (Pr. 13, 1).
Existen dos estilos
de corrección al prójimo: uno es positivo y el otro es negativo. Los dos
estilos han de usar palabras que animan, motivan, exhortan, enseñan y
corrigen. Las palabras han de ser amables, limpias, veraces y firmes;
exentas de ira, agresividad para no exasperar y aplastar al hermano. Cuando se
corrige a alguien por una tarea o trabajo que no se ha hecho con perfección, no
es agradable usar palabras agresivas que aplasten o que maten al hermano, a la
esposa o a cualquier ser querido, como decirle que ha hecho una porquería.
Un criterio para
tener presente es el estilo de Jesús, que todo lo hace con amor y paciencia, la
próxima vez lo harás mejor; Jesús no exige lo que él no nos ha dado. Estilo que
evita toda agresividad, fruto, de la ira mezclada con la soberbia.
La corrección
fraterna o familiar cuando se hace de manera correcta deja paz, fortaleza y
sabiduría. Abre los ojos, nos enseña a vivir y nos capacita para vencer los
obstáculos que la vida nos presenta. Uno puede aprender en la vida del
sufrimiento de uno mismo y del sufrimiento y de las experiencias de los demás. Tonto
es el que no aprende de su propio sufrimiento y de los sufrimientos de los
otros.
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