ESTE ES EL CORDERO DE DIOS QUE QUITA EL PECADO DEL MUNDO

 


ESTE ES EL CORDERO DE DIOS QUE QUITA EL PECADO DEL MUNDO.

En aquel tiempo, vio Juan el Bautista a Jesús, que venía hacia él, y exclamó: "Éste es el Cordero de Dios, el que quita el pecado del mundo. Éste es aquel de quien yo he dicho: 'El que viene después de mí, tiene precedencia sobre mí, porque ya existía antes que yo'. Yo no lo conocía, pero he venido a bautizar con agua, para que él sea dado a conocer a Israel". Entonces Juan dio este testimonio: "Vi al Espíritu descender del cielo en forma de paloma y posarse sobre él. Yo no lo conocía, pero el que me envió a bautizar con agua me dijo: 'Aquel sobre quien veas que baja y se posa el Espíritu Santo, ése es el que ha de bautizar con el Espíritu Santo'. Pues bien, yo lo vi y doy testimonio de que éste es el Hijo de Dios". (Jn 1, 29-34)

Juan el Bautista nunca dijo que Jesús veía a quitar las guerras, la pobreza, las enfermedades,  los problemas. Su Mensaje es buena Nueva, él dijo que Jesús venía a quitar los pecados del mundo. Y esto porque el pecado es la fuente de las guerras, de las infidelidades, de los fraudes, de las enfermedades y de todos los conflictos humanos. Como dijo Jeremías: "Así dice Yahveh: Maldito sea aquel que fía en hombre, y hace de la carne su apoyo, y de Yahveh se aparta en su corazón. Pues es como el tamarisco en la Arabá, y no verá el bien cuando viniere. Vive en los sitios quemados del desierto, en saladar inhabitable”(Jer 17, 5- 6) "El corazón es lo más retorcido; no tiene arreglo: ¿quién lo conoce?" (Jer 17, 9)

Muchísimos son los hombres que han perdido el sentido del pecado. “No saben distinguir entre lo bueno y lo malo” “A lo bueno le llaman malo y a lo malo le llaman bueno.” Quien le haya perdido el sentido al pecado, se cree bueno, y no necesita de un Redentor para que lo salve. San Lucas nos dice: "«Porque no hay árbol bueno que dé fruto malo y, a la inversa, no hay árbol malo que dé fruto bueno. Cada árbol se conoce por su fruto. No se recogen higos de los espinos, ni de la zarza se vendimian uvas. El hombre bueno, del buen tesoro del corazón saca lo bueno, y el malo, de lo malo saca lo malo. Porque de lo que rebosa el corazón habla su boca."(Lc 6, 43- 45)

Hoy se puede escuchar la invitación de Dios a todos los hombres: Les he enviado a mi Hijo que los ha redimido para que sus pecados sean perdonados y estoy cambiando los corazones de piedra por corazones de carne. “Vengan todos, coman y beban gratis del agua de la vida.” Son pocos los que responden al llamado de Dios, y a los que le responden se hacen hijos de Dios. (Jn 1, 12)

 

Jesús es el Codero de Dios porque se ofreció a sí mismo, se inmoló y se entregó en la presencia de Dios por Todos los hombres. Él es el Redentor de todos porque ofreció un sacrificio vivo y santo para que todos los pecados que se reconocen y se pida perdón por ellos, sean perdonados. El Redentor resucitó para darnos Espíritu Santo. Su Salvación es gratuita e inmerecida, pero no es barata. Hay que creer en Jesús, aceptarlo como el Hijo de Dios y como Salvador para quitar los pecados de nuestros corazones y para recibir la Gracia de Dios, el Espíritu Santo. (Rm 5, 5,1; Gál 2, 16; Ef 2, 4- 8)

Jesús es nuestro Redentor y es el Dador de Espíritu Santo a los que crean en su Nombre. Él nos llama a recibir su Gracia: "«Venid a mí todos los que estáis fatigados y sobrecargados, y yo os daré descanso. Tomad sobre vosotros mi yugo, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas. Porque mi yugo es suave y mi carga ligera.»"(Mt 11, 28- 30) Entrégame tu miseria y recibe mi misericordia para que seas libre, responsable y santo.

Jesús es el Cordero de Dios porque es la Víctima que ofreció al Padre por la salvación de los hombres. Isaías nos dice: El Señor me dijo: "Tú eres mi siervo, Israel; en ti manifestaré mi gloria". Jesús es el Siervo de Dios porque libremente tomó la firme determinación de subir a Jerusalén a que lo maten Sube a Jerusalén donde será su graduación como Servidor de los hombres, es el Siervo de Yahveh. Pero Jesús invita a sus discípulos a graduarse con él: “Qué quiera servirme que me siga, que tome su cruz y me siga” (Jn 12, 26; Lc 9, 23) Para que sean servidores de Cristo por amor como él es el servidor de Yahveh. Servidores de la Luz y de la Vida. Jesús nuestra Luz y nuestra Vida, con autoridad nos puede decir: "«Yo soy la luz del mundo; el que me siga no caminará en la oscuridad, sino que tendrá la luz de la vida.»" (Jn 8, 12)

Por la fe somos perdonados de nuestros pecados en virtud de la sangre del Cordero inmolado y recibimos el don del Espíritu Santo (Rm 4, 25) La Palabra nos convence de que somos pecadores, necesitados de un Redentor, de un Salvador, Jesús. Hay que romper con el pecado para entrar y permanecer en su Luz. (1 de Jn 1, 8) Hay que romper con la corrupción para participar de la naturaleza divina (2 de Pe 1, 4b) Hay que despojarse del hombre viejo para revestirse de Cristo, el Hombre Nuevo (Ef 4, 24) Quién tiene la Luz y la vida, tiene a Cristo y puede entonces guardar los diez mandamientos y poner en práctica el Mandamiento Regio, la Ley Nueva que es la Ley del Espíritu Santo: “Ámense los unos a los otros como yo os he amado” (Jn 13, 34) La clave para guardar este Mandamiento, es el guardar primero los diez mandamientos para no estar en pecado, sin vida y sin libertad.

“Yo te hago luz de las naciones” Nos dice Dios por medio del profeta Isaías. Y Jesús dice a sus servidores: “Ustedes son la Luz del mundo” (Mt 5, 14) La Luz es Vida, es Verdad y es Amor. Es Cristo Jesús (Jn 14, 6) Es nuestro Pastor que nos guía a la Casa del Padre. Caminamos hacia allá caminando de las manos de Jesús y del Espíritu Santo. Jesús es nuestro Redentor y el Espíritu Santo es nuestro Santificador. Por eso todos los redimidos son llamados a ser santos en el Amor (Ef 1, 4) Y destinados a ser hijos de Dios en Cristo (Ef 1,5) Porque nuestros pecados son perdonados en virtud de la sangre de Cristo Jesús (Ef 1, 7) Y por la virtud de la sangre de Cristo, nuestros corazones quedan limpios de los pecados que llevan a la muerte (cf Heb 9, 14)

“Este es el Cordero de Dios que quita los pecados del mundo. Dichosos los invitados a la cena del Señor. Lo único que se nos pide es llevar el traje de bodas: un corazón lavado en la sangre de Cristo, acompañado por una fe sincera y una conciencia recta que busca la gloria de Dios y el bien de los hombres.

 

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