SALUD PORTADORA DE UN MENSAJE-

 

 

Salud portadora de un Mensaje.

 

Todas las curaciones y milagros que Jesús hace no son hechos aislados, para él, todo está en conexión y al servicio del Evangelio. Jesús proclamaba el reino de Dios y curaba a los enfermos: Dos realidades inseparables: “Jesús recorría toda Galilea….proclamando la buena nueva del reino y sanando toda enfermedad y dolencia en el pueblo” (Mt 4, 23; Lc 6, 18ss). Jesús nunca hace algo al margen de la Evangelización.

 

Los enfermos son liberados del mal que no les permitía vivir como personas, dignamente, por eso experimentan la salud como Evangelio, como Buena Nueva que irrumpe en sus vidas dando a su existencia una calidad nueva. Recuperada la salud, muchos glorificaban a Dios, llenos de alegría y de agradecimiento. (Lc 5, 25) y no solo ellos, también la gente que ha presenciado las sanaciones son invitados a la alabanza y la acción de gracias. (Mc 2, 22; Lc 5, 26)

 

Las sanaciones que Jesús hace se convierten en experiencias que invitan a escuchar a Jesús como portador de salvación y liberación para el hombre. “Ha llegado el más fuerte” (Lc 11, 22) Las mismas personas que han sido sanadas se convierten en evangelizadores de Jesús, como el endemoniado de Gerasa, el primer misionero del Señor en tierras paganas (Mc 5, 1- 20), el ciego de nacimiento (Jn 9, 1- 40).

 

1.     La conversión a Jesús es fuente de sanación

 

Convertirse a Dios es ponerse en camino hacia una verdadera salud; iniciar la sanación de nuestro ser para una vida nueva; entrar por un camino que conduce al despliegue y maduración sana de la persona. Jesús nos dice san Juan “Vino a traernos vida, y en abundancia” (Jn 10, 10) El busca nuestra salud y salvación integral por eso nos advierte: “Si no os convertís todos pereceréis” (Lc 13, 35)

 

La persona que cree en Jesús pasa de una postura de defensa a una de acogida y confiada de Dios; del miedo al amor; del aislamiento a la de donación y entrega; de la arrogancia a la obediencia humilde; de la auto condenación a la aceptación del perdón; de la pereza a la creatividad.

                                     

2.     El Encuentro con Jesús es sanador.

 

El encuentro con el Señor Jesús es sanador por que nos quita las cargas y nos llena con el gozo de la Resurrección. Nos sana de miedos, vacíos y heridas del pasado. De modo que podemos afirmar que  esta “Vida de calidad nueva” no se identifica con la salud física, pero, el creyente la posee desde ahora como una fuerza que unifica y orienta a toda la persona en una dirección más sana: sus fuerzas físicas, su riqueza emotiva, su actividad mental, sus energías espirituales, la orientación última del ser.

 

En el encuentro con Jesús el enfermo es liberado de sus cargas, pero además recibe de Jesús la “esperanza” que puede reconstruir y sanar a la persona, no de manera mágica, sino, y siempre en relación con el reino de Dios, cuyo crecimiento sigue el modelo del grano de mostaza (Mc 4, 30).

 

3.     ¿Qué  salud ofrece Jesús al hombre de hoy?

 

La salud que Jesús nos ofrece pide un “Volver a nacer” para que seamos hombres nuevos, de vida auténticamente sana. Nos pide “estar en Cristo” y “Ser de Cristo”. Jesús es la Fuente de la Salud. Todo el que está en Cristo está ya en el Cielo sentado a la derecha del Padre en la unión con Cristo (Ef 2, 1-8) Por lo tanto participa de lo que el Padre nos da en Cristo Jesús. La salud que Jesús nos ofrece es Amor, Vida, Verdad, Libertad, Justicia, Solidaridad, Misericordia, Compasión, Servicio.

 

4.     Salud integral y radical.

 

La salud que Jesús ofrece no consiste tan solo en una mejoría física, va mas allá, busca la sanación integral de la persona, reconstruye enteramente al enfermo, hace emerger un hombre más sano. Jesús ofrece una salud profunda y total que incluye la salud física. Jesús cura salvando a la persona y salva a la persona curando. La persona integral: cuerpo, mente, espíritu, familia, historia, dimensión social, nada escapa al poder redentor del Señor.

 

Jesús busca sanar a la persona de sus mismas raíces, desde el centro, desde la fuente, desde la raíz. Él busca poner al enfermo en contacto con esa parte que está todavía sana para estimular el deseo de salud que hay en cada ser humano. Lo primero que Jesús hace es preguntar: ¿Quieres curarte? (Jn 5, 6) No basta con decir “yo quiero”, hay que desearlo con todo el corazón, desde el fondo del ser. “¿Qué quieres que yo te haga?” (Mc 10, 51) El interior de toda persona hay experiencias acumuladas desde su infancia. Experiencias que no recordamos, pero, que están ahí vivas, en lo más profundo de nuestro inconsciente dirigiendo nuestros comportamientos y nuestras actitudes. Yo soy mi pasado, lo llevo conmigo, no me puedo desprender de él. Todo lo hacemos corresponde a algo que llevamos dentro y ni si quiera recordamos cuando entró.

 

Para Jesús urge la “conversión del corazón” porque éste es la sede de las escisiones, el lugar donde se decide la vida o la muerte de la persona. Es decisivo sanar el corazón, pues de dentro, “del corazón del hombre sale lo malo: Los adulterios, las fornicaciones, robos, asesinatos, avaricias, maldades, fraudes, libertinaje, envidias, injurias, insensatez. Todas estas perversidades salen de dentro y contaminan al hombre” (Mc 7, 21 - 23)

 

 

5.     Salud liberadora y reconciliadora

 

Jesús entiende la salud como liberación. Para él sanar es liberar la vida encadenada por el mal. Desbloquear lo que impide el despliegue sano de la persona. “Mujer quedas libre de tu enfermedad” (Lc 13, 12) La mujer que había sido atada durante 18 años queda libre de ataduras para amar y servir a su familia con el gozo que da la libertad.

 

La sanación verdadera libera a la persona, la conduce a una vida más plena, es decir a una apropiación más plena de su cuerpo y a un señorío más profundo de la propia existencia. Jesús nos libera de todo lo que oprime y esclaviza al verdadero ser del hombre (Mc 5, 1- 20)La libertad que Jesús nos ofrece es fruto de la verdad: “La verdad os hará libres” (Jn 8, 32s) El amor de Jesús nos guía a la verdad y la verdad nos guía a la libertad que a su vez nos guía al amor. Libres de una vida llevada en la mentira, llena de injusticias opresiones, esclavitudes, falsedades e hipocresías.

 

6.     ¿De qué nos libera Jesús?

 

  • Jesús nos libera la esclavitud del Mal. De toda clase de opresiones, de la fijación sexual, de los vicios, de los defectos de carácter, del miedo, del odio, del complejo de culpa, del complejo de inferioridad. Todo esto es fuente de comportamientos neuróticos y hasta esquizofrénicos.
  • De la esclavitud de las cosas. El hombre creado por Dios para ser amo y señor de las cosas, termina siendo esclavo de lujos, del dinero, de la moda, de sus propiedades, etc.
  • De la esclavitud de los animales. Al hombre que se le descompone el corazón ama al revés, es decir, entrega su corazón a un animal, en vez de amar a una persona. Se gastan grandes cantidades de dinero en sus mascotas, mientras ancianos y niños se mueren de hambre a su alrededor.
  • De la esclavitud de las personas. Los apegos desordenados a las personas, los amores enfermizos y dependientes nos privan de la auténtica libertad para hacernos esclavos de las personas. Esta enfermedad se más entre las mujeres que en los hombres. Hacen de su marido su dios;
  • De la esclavitud de la Ley. Ésta es la peor de las esclavitudes. Hacer las cosas por que toca, por obligación, por amor al dinero, para quedar bien. La esclavitud de la ley es la madre del fariseísmo, legalista, rigorista y perfeccionista.

 

Jesús promueve la salud como integración de la persona. Sanar es liberar de la dispersión, de la fragmentación. De la división interior, de todo lo que es diabólico. Jesús ha venido a nuestra vida a unir lo que está separado: la inteligencia, de la voluntad y del corazón. Está división interior es una verdadera brecha por donde se escapa el buen olor de Cristo y por donde entran otros olores. Jesús nos sana reconciliándonos con Dios, con los demás, consigo mismo y con la naturaleza. Él es el reconciliador del Hombre con Dios y entre los hombres.

 

La salud que Jesús nos ofrece es crecimiento hacia la armonía, unificación y reconciliación con el propio ser y con la vida. Jesús pone paz, bendición, perdón, armonía en la vida de las personas y las invade de confianza hacia el futuro; sana del miedo a la muerte, a la pobreza, al que dirán. Salud es liberación de la culpa, de la agresividad, de los celos, de la ansiedad. Para Jesús, sanar es perdonar, es dar vida; es dar esperanza.

 

Jesús sanó a dos mujeres diciéndoles las mismas palabras: “Tu fe te ha sanado. Vete en paz”. (Lc 7, 50; 8, 58) Tanto la pecadora como la hemorroisa recibieron el mismo tratamiento: Jesús las sanó reconciliándolas, como también, lo hizo con publicanos, pecadores y prostitutas. Para Jesús la persona recobra la salud reconciliándose con Dios con los demás y consigo mismo.

 

7.     Salud Transformadora y Responsable

 

La salud que Jesús opera en la persona transforma su vida; la sumerge en un nuevo modo de vivir; una cualidad nueva en el comportamiento; unas mejores relaciones y un carácter nuevo, amable, sincero y transparente. La curación del ciego Bartimeo aparece con tres rasgos: el ciego es incapaz de ver a Jesús; está sentado en oposición de los discípulos que siguen a Jesús; antes se encontraba junto al camino, es decir,  fuera del camino que Jesús lleva a Jerusalén. La transformación hace de Bartimeo un “discípulo que camina con Jesús hacia Jerusalén: “Recobró la vista y le seguía por el camino” (10, 52)

 

Otro ejemplo de transformación lo encontramos en la suegra de Pedro. Un mujer tirada en un camastro e invadida por la fiebre, nadie apostaba por ella. Llega Jesús a su vida, “La toma de la mano, la levanta y ella se puso a servirles” (Lc 4, 39) Transformados de “Cueva de ladrones en casa de Dios, en casas de oración”; de personas irresponsables en seres serviciales, abiertos a la vida.

 

Jesús no exige lo que él no ha dado. No nos llena de cargas, pero sí quiere que seamos responsables de nosotros mismos y de los demás. Por eso siempre pregunta: ¿qué quieres que haga por ti? ¿Tú, quieres curarte? Jesús no quiere que nos pasemos la vida buscando culpables.

 

Escuchamos decir a la gente “estás enfermo porque estás en pecado”. Para Jesús no hay conexión necesaria entre la enfermedad y el pecado: “Ni el pecó ni sus padres pecaron” (Jn 9, 3) Jesús no siembra en la persona los complejos de culpa como tampoco la llena de miedos. Pero también sería equivocado eliminar de manera absoluta la responsabilidad de cada uno ante su propia salud.

 

Jesús no abandona el asunto de la salud en manos del fanatismo ni considera la enfermedad como un mal inexorable. Más bien contempla a la persona como responsable de su salud: “Tú, ¿quieres curarte? (Jn 5, 6) Hay que pasar del sentimiento de pura víctima a la actitud de una mayor responsabilidad. Escuchemos a Jesús decir al paralítico: “Levántate toma tu camilla y vete a casa”. (Mc 2, 4)

 

8.     Salud ofrecida a los más débiles.

 

La enfermedad no respeta a nadie. Ricos y pobres, buenos y malos, todos nos vemos afectados por el mal. Jesús ofrece su salud a los pobres, a los marginados, a los excluidos que no pueden pagar los altos costos de la médicos (Mc 5, 26).

 

Pero también es cierto que Jesús no niega su acción sanadora a las personas acomodadas como el centurión romano (Mt 8, 5- 13) o a Jairo, el jefe de la sinagoga (Mt 9, 18- 26). La palabra de Jesús es para todos: “pidan y se les dará, busquen y encontraran, llamen a la puerta y se les abrirá” (Mt 7,) Jesús a nadie excluye, pero sus predilectos son aquellos enfermos que no tienen quien se ocupe de ellos; por ellos muestra un amor entrañable.

 

9.     Salud individual y social.

 

Jesús se preocupa de la salud individual y de la salud colectiva. Toda la acción evangelizadora de Jesús está orientada a poner en marcha un profundo proceso sanador, tanto, individual como social. Cuando Jesús sana a un individuo, esta sanación tiene una repercusión comunitaria como en el caso de Zaqueo. (Lc 19, 1- 10) La salvación de Zaqueo es fuente de salvación para su familia.

 

Jesús trata de hacer a un hombre nuevo en todas sus dimensiones, tanto personal, como familiar y social. Por eso promueve una convivencia cimentada en la verdad, en la justicia, en la libertad y en el amor. (Lc 6, 41- 42; Mt 5, 37; Jn 13, 35). Jesús promueve una sociedad más sana cuando invita a una vida liberada de la esclavitud de las cosas (Mt 6, 21); cuando fomenta la fraternidad y el respeto entre los hombres (Mt 5, 21sss); cuando denuncia el estado esquizofrénico de una sociedad dividida entre ricos y pobres (Lc 6, 20- 26); cuando condena una vida religiosa llena de legalismos, rigorismos y cultos vacíos. (Lc 11, 40- 42)

 

 

10.  Salud no idolatrada.

 

No hay en Jesús nada que sugiera un culto al cuerpo joven, bello y esbelto. La salud  que Jesús promete no es un objetivo en sí misma; no es un absoluto al que hemos de subordinarlo todo. No es el hombre para la salud, sino la salud para el hombre: No hemos de vivir para cuidar nuestra salud, sino que cuidamos la salud para vivir como seres humanos. Recordemos las palabras de Jesús: “No sólo de pan vive el hombre sino de toda palabra que sale de la boca de Dios.(Mt 4, 4)

 

Jesús busca la salud que nos permita ser más humanos. El bienestar físico no tiene la última palabra. Es bueno preguntarnos ¿Qué vamos a comer? ¿Qué vamos a beber? ¿con que nos vamos a vestir? Pero es necesario que no olvidemos lo primero: “Busquen el reino de Dios y su justicia” (Mt6, 31- 33). En la búsqueda de la salud el hombre sigue siendo responsable ante Dios y ante los demás de lo que hace con su vida. Por eso Jesús nos recomienda un camino: quien pierda su vida y su salud por el Evangelio, ese se salvará” (Mc 8. 35) Al estilo de Jesús: “Yo doy mi vida para volverla a retomar” (Jn  10, 17- 18) Jesús habla de una salud crucificada por amor. La gente dijo este está loco. Es la debilidad divina, necedad para los hombres, pero fuerza salvadora que Dios da a los hombres.

 

 

11.  Salud abierta a la salvación.

 

La salud humana vinculada al cuerpo, es limitada y vulnerable, expuesta al sufrimiento; amenazada por la enfermedad, el desgaste y el envejecimiento; destinada a la muerte. Esta es la experiencia de nuestra condición actual. Jesús quiere dar una respuesta a los anhelos de nuestro corazón que busca la vida plena. Para ello afirma nuestra vida, le restituye su verdadera dignidad y la despliega hacia su plenitud total en Dios.

 

San Juan presenta a Jesucristo como el portador de vida y vida eterna. Para Juan Jesús es “El Pan de Vida” (Jn 6, 35) “La Luz de la Vida” ( (8, 21), “La Resurrección y la Vida” (Jn 11, 25); “El Camino, la Verdad y la Vida” (Jn 14, 6), por ello todo el que crea en él, aunque muera vivirá (Jn 11, 25). Esa es la voluntad del Padre: que todo el que crea tenga “Vida eterna”. (Jn 6, 40)

 

Esta vida que el Padre nos da, cualitativamente diferente de nuestra salud frágil y caduca, no es algo que comienza después de la muerte, sino aquí ya y ahora. (Jn 3, 36; 5, 24; 6, 47; 6, 54) “Nosotros sabemos que hemos pasado de la muerte a la vida porque amamos a los hermanos”. No amar es quedarse en la muerte (1 Jn 3, 14).

 

Por último el creyente disfruta su vida o sufre la enfermedad, cuida su vida o se acerca a la muerte sabiendo que no es un ser para la muerte, sino para la vida plena de Dios, que el Señor enjugará toda lágrima, destruirá todo  luto, llanto y dolor, pues el mundo viejo ha pasado” (Apoc 21, 4) “A quien tenga sed venga y beba gratis del agua de la vida”.

 

 

12.  ¿Cómo nos sana Jesús?

 

Encontramos en el Evangelio muchas sanaciones que Jesús realiza mediante su Palabra poderosa. La Palabra de Jesús es palabra de Dios y por lo tanto, lleva implícito el poder y la unción del Espíritu Santo.

 

  • “Quiero queda sano” (Mc 1, 40) Esa es la voluntad eterna de Dios, nuestra salud integral.
  • “Effata” (Mc 7, 31- 37) Ábrete a la acción del Espíritu Santo; ábrete a la palabra de Dios; ábrete a la oración; ábrete al amor de Dios y de los hermanos. Existen en el hombre tres puertas que el Señor quiere sanar: la puerta del entendimiento, la del corazón y la puerta de las manos. Quiere sanarnos entendimiento por medio de su luz y de su verdad; el corazón por medio del perdón y del amor; las manos con la fuerza de Espíritu para que podamos ser serviciales y pongamos los dones de Dios al servicio de los demás.
  • Un ejemplo lo tenemos en el hombre de la mano tullida: “Levántate y ponte ahí en medio” después de hacer una pregunta a los presentes le dice al hombre: “Extiende tu mano” El la extendió y quedó restablecida su mano. (Mc 3, 1- 6) Una mano nueva, llena de bendición y de la fuerza del Espíritu.

 

Jesús nos sana para que seamos servidores de los demás. Servidores del amor, del  perdón, de la verdad, de la vida. Para la Biblia, servir es reinar. Es lavar pies, es compartir nuestros dones, nuestros talentos y capacidades con quienes los necesiten, especialmente con los menos favorecidos.

 

Jesús nos sana para que seamos servidores del Reino de Dios.

 

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