EL ARTE DE CULTIVARSE EN EL REINO DE DIOS.







El arte de cultivarse en el Reino de Dios.

Reino de amor y de servicio, de fraternidad y santidad: <  El que ama su vida, la perderá; pero el que odia su vida en este mundo la guardará para una vida eterna. Si alguno me sirve, que me siga, y donde yo esté, allí estará también mi servidor. Si alguno me sirve, el Padre le honrará>>
(Jn 12, 24- 26).

El testimonio de Cristo Jesús.

<> (2 Cor 8, 9). La pobreza del Señor Jesús es hacer hombre, igual en todos menos en el pecado. Vivió pobre, padeció su pasión, muerte y resurrección. Esa es la pobreza que nos hace ricos. Nos hace hijos de Dios, hermanos de los demás y servidores del reino. Es el camino de la fe que todos los creyentes hemos de recorrer siguiendo las huellas del Señor Jesús para entrar en su Pascua y participar de su herencia según las palabras de san Pablo: <>. (Rom 8, 16- 17)

El que ama su vida la perderá
.
Quien quiera salvarse así mismo llevando una vida mundana, pagana y pecaminosa se pierde a sí mismo, se deshumaniza y se despersonaliza y se atrofia. En cambio quien renuncia a esa vida a la que Pablo le llama “vivir según la carne” (cfr Gál 5, 16-19), para creer en Jesús y seguir sus huellas se salva y se realiza al revestirse de la “vida en abundancia” que se recibe como don gratuito e inmerecido (cfr Jn 6, 39-49; Jn 10, 10). Quien vive para el pecado muerte para Dios y quien vive para Dios muerte al pecado. A los suyos el Señor nos recomienda: <> (Jn 15, 6- 10).

¿Cómo poder permanecer en amor de Cristo? Permaneciendo en su Amor y  amando, permanecer en su Cruz, negándose a sí mismo y sirviendo a los otros para dar la honra y la gloria a Dios y el amor y servir a los hermanos.

Siguiendo las huellas de Jesús.

<> (Jn 16, 7-8) San Pablo nos ayuda a comprender la acción del Espíritu Santo: <> (Rom 10, 17). El Espíritu Santo, nuestra ayuda, está implícito en la Palabra de Cristo y nos convence de que Dios nos ama, nos perdona y nos salva. Nos convence de que somos pecadores necesitados de la gracia de Dios. Escuchemos la Palabra: <> (Rom 6, 20- 23).

Hablamos de la muerte de Dios en nuestro corazón, del vacío de Dios en nuestro interior. Cuando, en cambio, el Espíritu Santo nos lleva al encuentro con Jesús, y creemos en él, abrazamos su muerte gloriosa y morimos al pecado para vivir para Dios: <> (Gál 5, 24).

El mandato de Dios.

< Dios impuso al hombre este mandamiento: «Puedes comer de cualquier árbol del jardín, pero no comerás del árbol de la ciencia del bien y del mal, porque el día que comieres de él morirás sin remedio>> (Gn 2, 15- 17) Labrar, trabajar o cultivar hace referencia a todo lo que viene de Dios que no nos da las cosas hechas. Dios quiere que hombre sea protagonista de su realización. Trabajar y cuidar el cultivo para que no sea destruido por los enemigos de la salvación o de nuestra realización. El hombre protege lo que considera valioso, importante y digno: Lo que realiza y transforma en lo que se debe ser: “una plenitud”. San Pablo nos diría el que no trabaje que no coma” (cfr 2 Ts 3, 10). Y, ¿el que siembre poquito? Y, ¿El que no siembre nada? El hombre puede cultivar el mal o puede cultivar el bien, esa es una decisión personal, según los criterios y principios que se hayan adquirido. El ambiente puede influir, pero nunca totalmente, la decisión es personal, “yo tengo la última palabra” yo decido: comer del árbol de la vida o comer del árbol de la muerte. Frente al hombre está la vida o la muerte, el bien o el mal, tiene el poder para hacer una cosa o la otra. Dios nos recomienda guardar sus mandamientos para no pecar (cfr Gn 2, 17; Dt 30, 15; Eclo 15, 11ss).

El camino a seguir.

Pablo: <> (2 Cor 9, 6- 9).

Pedro: <> (1 Pe 1, 22- 25)

Con la ayuda del Espíritu Santo.

“Sin mí nada podéis hacer” (Jn 15, 4). El Espíritu Santo es la Presencia de Dios en nuestro corazón que realiza y actualiza la “obra redentora” realiza por Cristo hace más de dos mil años: Es el “don de Dios a Cristo” y es el “don de Cristo a los sus discípulos” para que no sean estériles. Con la “ayuda de Dios” y nuestros esfuerzos vamos adquiriendo una mente lúcida para distinguir entre lo bueno y lo malo y vamos adquiriendo una voluntad firme, férrea y fuerte para hacer el bien y llevar una moral cristiana: <> (Rom 12, 9- 13).

A ejemplo de María, la Mujer fiel, abracemos con amor la fidelidad a la palabra de Dios y a su voluntad (cfr Lc 1, 38) para que estemos Con Cristo, en su Cruz, muriendo al egoísmo y amando y sirviendo a nuestro prójimo.

1 comentario:

  1. Excelentes reflexiones Padre Uriel,buenas enseñanzas que me ayudan y me animan día a día Dios lo bendiga

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