El arte de cultivarse en el Reino de Dios.
Reino de amor y de servicio, de
fraternidad y santidad: < El que ama su vida, la perderá; pero el que
odia su vida en este mundo la guardará para una vida eterna. Si alguno me
sirve, que me siga, y donde yo esté, allí estará también mi servidor. Si alguno
me sirve, el Padre le honrará>>
El testimonio de Cristo Jesús.
<> (2 Cor 8, 9). La pobreza del Señor Jesús es hacer hombre,
igual en todos menos en el pecado. Vivió pobre, padeció su pasión, muerte y
resurrección. Esa es la pobreza que nos hace ricos. Nos hace hijos de Dios,
hermanos de los demás y servidores del reino. Es el camino de la fe que todos
los creyentes hemos de recorrer siguiendo las huellas del Señor Jesús para entrar
en su Pascua y participar de su herencia según las palabras de san Pablo: <>. (Rom 8, 16- 17)
El que ama su vida la perderá
.
Quien quiera salvarse así mismo
llevando una vida mundana, pagana y pecaminosa se pierde a sí mismo, se deshumaniza
y se despersonaliza y se atrofia. En cambio quien renuncia a esa vida a la que
Pablo le llama “vivir según la carne” (cfr Gál 5, 16-19), para creer en Jesús y
seguir sus huellas se salva y se realiza al revestirse de la “vida en
abundancia” que se recibe como don gratuito e inmerecido (cfr Jn 6, 39-49; Jn
10, 10). Quien vive para el pecado muerte para Dios y quien vive para Dios
muerte al pecado. A los suyos el Señor nos recomienda: <> (Jn
15, 6- 10).
¿Cómo poder permanecer en amor de
Cristo? Permaneciendo en su Amor y
amando, permanecer en su Cruz, negándose a sí mismo y sirviendo a los
otros para dar la honra y la gloria a Dios y el amor y servir a los hermanos.
Siguiendo las huellas de Jesús.
<> (Jn 16,
7-8) San Pablo nos ayuda a comprender la acción del Espíritu Santo: <> (Rom 10, 17). El Espíritu Santo, nuestra ayuda, está implícito
en la Palabra de Cristo y nos convence de que Dios nos ama, nos perdona y nos
salva. Nos convence de que somos pecadores necesitados de la gracia de Dios.
Escuchemos la Palabra: <> (Rom 6, 20- 23).
Hablamos de la muerte de Dios en
nuestro corazón, del vacío de Dios en nuestro interior. Cuando, en cambio, el
Espíritu Santo nos lleva al encuentro con Jesús, y creemos en él, abrazamos su
muerte gloriosa y morimos al pecado para vivir para Dios: <> (Gál 5, 24).
El mandato de Dios.
< Dios impuso al hombre este mandamiento: «Puedes comer
de cualquier árbol del jardín, pero no comerás del árbol de la ciencia del bien
y del mal, porque el día que comieres de él morirás sin remedio>> (Gn 2, 15-
17) Labrar, trabajar o cultivar hace referencia a todo lo que viene de Dios que
no nos da las cosas hechas. Dios quiere que hombre sea protagonista de su
realización. Trabajar y cuidar el cultivo para que no sea destruido por los
enemigos de la salvación o de nuestra realización. El hombre protege lo que
considera valioso, importante y digno: Lo que realiza y transforma en lo que se
debe ser: “una plenitud”. San Pablo nos diría el que no trabaje que no coma”
(cfr 2 Ts 3, 10). Y, ¿el que siembre poquito? Y, ¿El que no siembre nada? El
hombre puede cultivar el mal o puede cultivar el bien, esa es una decisión
personal, según los criterios y principios que se hayan adquirido. El ambiente
puede influir, pero nunca totalmente, la decisión es personal, “yo tengo la
última palabra” yo decido: comer del árbol de la vida o comer del árbol de la
muerte. Frente al hombre está la vida o la muerte, el bien o el mal, tiene el
poder para hacer una cosa o la otra. Dios nos recomienda guardar sus
mandamientos para no pecar (cfr Gn 2, 17; Dt 30, 15; Eclo 15, 11ss).
El camino a seguir.
Pablo: <> (2 Cor 9, 6- 9).
Pedro: <> (1 Pe 1, 22- 25)
Con la ayuda del Espíritu Santo.
“Sin mí nada podéis hacer” (Jn 15, 4). El Espíritu Santo es
la Presencia de Dios en nuestro corazón que realiza y actualiza la “obra
redentora” realiza por Cristo hace más de dos mil años: Es el “don de Dios a
Cristo” y es el “don de Cristo a los sus discípulos” para que no sean
estériles. Con la “ayuda de Dios” y nuestros esfuerzos vamos adquiriendo una
mente lúcida para distinguir entre lo bueno y lo malo y vamos adquiriendo una
voluntad firme, férrea y fuerte para hacer el bien y llevar una moral
cristiana: <> (Rom 12, 9- 13).
A ejemplo de María, la Mujer fiel,
abracemos con amor la fidelidad a la palabra de Dios y a su voluntad (cfr Lc 1,
38) para que estemos Con Cristo, en su Cruz, muriendo al egoísmo y amando y
sirviendo a nuestro prójimo.
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