LAVIDA CRISTIANA ES UN DON GRATUITO Y ES UNA LUCHA.
Ilustración: Humillaos, pues, bajo la poderosa mano de Dios para que, llegada la
ocasión, os ensalce; confiadle todas vuestras preocupaciones, pues él cuida de
vosotros. (1 de Pe 5, 6-7)
Esten preparados con la túnica puesta y las lámparas encendidas. (Lc 12,
35)
Sed sobrios y velad. Vuestro adversario, el Diablo, ronda como león
rugiente, buscando a quién devorar. Resistidle firmes en la fe, sabiendo que
vuestros hermanos que están en el mundo soportan los mismos sufrimientos. El
Dios de toda gracia, el que os ha llamado a su eterna gloria en Cristo, después
de breves sufrimientos, os restablecerá, afianzará, robustecerá y os
consolidará. (1 de Pe 5, 8- 10)
¿Qué significa sed sobrios?
Sobrio significa ser moderado, templado y prudente. Sin lujos superfluos.
Para poder ser humildes y mansos de corazón, libres de los apegos que atan y oprimen
a los seres humanos. Como son el alcohol, la droga, el fraude, la mentira, la
envidia, la hipocresía, y otras muchas más.
¿Qué significa vigilad?
Vigilad significa conócete, descubre o reconoce tus faltas, tus errores,
tus fallas o tus pecados. Para que huyas de ellos o rompas con el pecado. (2 de
Tim 2, 22; 2 de Pe 1, 4) Significa que te despojes de lo que no te pertenece,
lo malo, lo que impide que te realices como persona o como hijo de Dios. Vigilad
significa revístete con el traje del Hombre Nuevo, Jesucristo, revístete de Luz
(Rm 13, 14: Ef 4, 24) Y significa lucha, usando la “armadura de Dios” Para
estar fuertes en la fe (Ef 6, 10)
¿Cuáles son las armas para la lucha espiritual?
Porque
nuestra lucha no es contra la carne y la sangre, sino contra los Principados,
contra las Potestades, contra los Dominadores de este mundo tenebroso, contra
los Espíritus del Mal que están en las alturas. Por eso, tomad las armas de
Dios, para que podáis resistir en el día malo, y después de haber vencido todo,
manteneros firmes. (Ef 6, 12- 13)
¡En pie!,
pues; ceñida vuestra cintura con la Verdad y revestidos de la Justicia como
coraza, .calzados
los pies con el Celo por el Evangelio de la paz, embrazando siempre el escudo
de la Fe, para que podáis apagar con él todos los encendidos dardos del
Maligno. Tomad, también, el yelmo de la salvación y la espada del Espíritu, que
es la Palabra de Dios; siempre en oración y súplica, orando en toda ocasión en
el Espíritu, velando juntos con perseverancia e intercediendo por todos los
santos. (Ef 5, 14- 1)
Santiago en su carta nos dice lo mismo.
Más aún, da
una gracia mayor; por eso dice: Dios resiste a los soberbios y da su gracia a
los humildes. Someteos, pues, a Dios; resistid al Diablo y él huirá de
vosotros. Acercaos a Dios y él se acercará a vosotros. Purificaos, pecadores,
las manos; limpiad los corazones, hombres irresolutos. Lamentad vuestra
miseria, entristeceos y llorad. Que vuestra risa se cambie en llanto y vuestra
alegría en tristeza. (Snt 3, 6- 9)
El apóstol
san Pablo está en la misma sintonía.
La noche
está avanzada. El día se avecina. Despojémonos, pues, de las obras de las
tinieblas y revistámonos de las armas de la luz. Como en pleno día, procedamos
con decoro: nada de comilonas y borracheras; nada de lujurias y desenfrenos;
nada de rivalidades y envidias. Revestíos más bien del Señor Jesucristo y no os
preocupéis de la carne para satisfacer sus concupiscencias. (Rm 13, 12- 14)
El camino para
lograr lo anterior.
En la escucha y la obediencia
de la Palabra de Dios, nuestra brújula. Para que nos conduzca a la Vida eterna,
revestidos con la Túnica de Jesús: Jesús les
habló otra vez diciendo: «Yo soy la luz del mundo; el que me siga no caminará
en la oscuridad, sino que tendrá la luz de la vida.» (Jn 8, 12)
Decía, pues, Jesús a los
judíos que habían creído en él: «Si os mantenéis en mi Palabra, seréis
verdaderamente mis discípulos, y conoceréis la verdad y la verdad os hará
libres.» (Jn 8, 31- 32)
Pero él
dijo: «Dichosos más bien los que oyen la Palabra de Dios y la guardan.»
(Lc 11, 28) Pero él les respondió: «Mi madre y mis
hermanos son aquellos que oyen la Palabra de Dios y la cumplen.» (Lc 8,
21) Las tres palabras: escuchar, guardar y obedecer, nos garantizan una fe
sincera con un corazón limpio y revestido de Cristo. (1 Ti 1, 5)
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