EL ENCUENTRO HOY CON
CRISTO RESUCITADO NOS PERDONA Y NOS LIBERA.
Iluminación. Pero él les dijo: «¿Por qué os
turbáis? ¿Por qué alberga dudas vuestra mente? Mirad mis manos y mis pies; soy
yo mismo. Palpadme y pensad que un espíritu no tiene carne y huesos como veis
que yo tengo.» Dicho esto, les mostró las manos y los pies. Como no acababan de
creérselo a causa de la alegría, y estaban asombrados, les dijo: «¿Tenéis aquí
algo de comer?» Ellos le ofrecieron un trozo de pescado. Lo tomó y comió delante de ellos. (Lc 24, 36-
40)
El Pastor que busca a las
ovejas.
“¿Quién de vosotros, si tiene cien ovejas y pierde una de
ellas, no deja las noventa y nueve en la estepa y va a buscar la que se perdió,
hasta que la encuentra? Y cuando la encuentra, se la pone muy contento sobre
los hombros. Luego, al llegar a casa, convoca a los amigos y vecinos, y les
dice: ‘Alegraos conmigo, porque he hallado la oveja que se me había perdido”
(Lc 15, 3- 6)
Jesús es el Pastor que busca a las ovejas perdidas; a los
hijos pródigos para hacerlos volver a Casa. El hombre es también un buscador.
Busca sentirse bien; quiere ser feliz, pero lo que no sabe es que, buscando la
felicidad, realmente lo que busca es a Dios. Como vive en las tinieblas lo
busca en las tumbas vacías, en el alcoholismo, la droga, la fama, las modas, el
dinero, los placeres de la vida. Esos son los caminos que deshumanizan y
despersonalizan. Jesús las busca hasta encontrarlas aún a los que se pierden,
para levantarlos, cargarlos sobre sus hombros y llevarlos al encuentro de la
Comunidad.
Dejarse encontrar. La experiencia me dice que no fui
yo quien encontré a Jesús, sino que Él me encontró a mí, es más, “me dejé
encontrar por Jesús” cuando yo iba enfurecido, lanzando maldiciones, con un
vacío existencial, buscando razones para sentirme bien en el alcohol, la droga
el sexo, el dinero. Trabajando los siete días de la semana y parrandeando de
noche, comprando amores y amigos. Viviendo en las apariencias. Ese era mi
camino, de seguro ancho, pues llevaba a la perdición y deshumanización. En una
autopista en los Ángeles, California me encontré con Jesús. Un vehículo con
letreros: Cristo salva. El rey que viene… a esto respondí: “Fanáticos de la
religión, y descargué maldiciones, groserías y obscenidades. En la parte
trasera de aquel vehículo llevaba una calcomanía pequeña con tres palabras que
fue cambiando mi vida: “DIOS TE AMA”. La
Palabra del Señor me dejó huella. Y en la medida que escuchaba su Palabra
recuperaba el ánimo y las ganas de conocer y amar a Dios y a los demás.
Mis primeras dos respuestas fueron negativas. La tercera vez
pensé en lanzar malas palabras, pero como si de aquellas tres palabras se
desprendieran de su vehículo, me entró a mi pecho una experiencia hermosísima
que yo nunca había experimentado. Sentí bonito, y vinieron las lágrimas a mis
ojos. Ahora entró mi mente en acción: Parecía que dictaron estas palabras: “Dios te ama como eres, pero por la vida
que llevas no puedes experimentar su amor. Palabras que se volvieron a repetir.
Pronto me pregunté: ¿Dios me ama a mí como soy?. Yo soy malo y Dios condena a
los malos y premia a los buenos. Yo soy un pecador y Dios me está esperando
para que me muera y mandarme al infierno. Pero lo que sentía en mi pecho y las
palabras que repicaban en mi mente estaban transformando en mi mente y en mi
corazón. Si Dios me ama, entonces, todavía tengo remedio. No soy un caso echado
a perder, hay conversión. En ese mismo momento conocí la lucha: por un lado
alguien me decía: “Lágrimas de cocodrilo” “Te estás volviendo loco, eres un
estúpido te están lavando el cerebro. Por otro lado, alguien me decía fíjate lo
que te está pasando nunca lo olvides, lo vas a necesitar. Y todo esto a lo largo de una autopista, manejando
un camión de carga.
Mi conversión era cambiar de un dios lejano, poderoso,
castigador y que premia los buenos y condenaba a los malos a un Dios
misericordioso, cercano y que busca a los hijos perdidos. Mi lema cada vez más
fuerte era: “Cuánto tienes, cuánto vales”. Valgo por lo que tengo y tengo menos
que los que tienen mucho. La mujer vale por el cuerpo y los trapos que traían
encima. “Toda mi vida era mentira”. Ese día se inició mi cambio. Un cambio de
orientar mi vida a la Casa del Padre, poco a poco empecé a rezar y a leer un
poco lectura religiosa y después la Biblia y el rezo del rosario. Tres años
después fui mi Encuentro con Cristo en el Sacramento de la Confesión.
El día más inolvidable, y la experiencia más grande que he
habido, Había regresado a la Iglesia. El Confesor me dijo: “La Iglesia es una
Madre que anhela y espera el regreso de sus hijos ausentes, bienvenido a su
Iglesia lo estábamos esperando”. La Penitencia: “Lo que usted derrocha en los
antros o centros de vicio, dé lo que gasta en una noche a una familia pobre”.
Años después comprendí la penitencia, eran palabras proféticas: Lo que
derrochaba no era dinero, sino los dones que Dios me había dado para mi realización
y para ayudar a otros. La Noche de parranda era mi vida de pecado y de
inmundicia. La Familia pobre era la Iglesia a la que Dios me llamaba a servirle
como sacerdote.
De esa misma noche el Señor me llamó a entregarle el tabaco,
la marihuana, la droga, después el alcohol, los centros y el adulterio, para
guardar sus mandamientos. Ya había empezado el cambio de mi mente hacía la
mujer, a los pobres y al apego a los ídolos. Como tres meses después de mi
confesión hice mi “opción fundamental por Cristo” y dar la espalda de modo
consciente al mundo. Oración, Biblia, Eucaristía y mi servicio en la Parroquia
de la Holy Family Church de Artesía California fue mi nueva casa y mi primer
Seminario.
Los lugares del
Encuentro con el Resucitado.
a)
La
oración acompañada por el deseo de cambiar de vida. En mi vida sólo había tres
“Aves Marías”, y a veces borracho o en pecado. Hasta el Padre Nuestro se me
había olvidado, la razón, no vivía como hijo de Dios.
b)
La
escucha de la Palabra. Palabra escuchada, meditada y reflexionada a los Padres
de la Iglesia. Muchos días después de mi encuentro por el camino leía la Biblia,
pero no la entendía. Sólo hasta que Cristo entró en mi vida, Él me abrió la
mente y explicó su Palabra.
c)
La
Liturgia de la Iglesia. Mis Sacramentos, Confesiones y Eucaristías con el
servicio a la Comunidad.
d)
Donde
dos o tres se reúnen en mi Nombre (Mt 18, 20). La Pequeña comunidad de la
Parroquia, Me enseñaron a orar, a leer la Biblia y a servir a la comunidad. Sin
Comunidad no hay crecimiento en la fe
e)
En el encuentro
con los hombres especialmente en los pobres. La práctica de las obras de
misericordia, la evangelización de persona a persona, a los enfermos, a los
migrantes, viudas, huérfanos y a los presos (Mt 25, 31ss).
f) En el Apostolado: Un compromiso,
bautismal, eclesial enraizado por la pertenencia a Cristo, al amor y al
servicio: “Yo estaré con Ustedes todos los días” (Mt 28, 20).
Si no hay encuentros con Cristo Resucitado, no hay conversión
al Señor, no hay Gracia de Dios en nuestra vida. Nos encontramos vacíos de Amor
y de los valores del Reino.
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