LA
SALVACIÓN EN CRISTO ES LA META DE NUESTRA FE.
Iluminación: Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo quien, por su gran misericordia, mediante la Resurrección de Jesucristo de entre los muertos, nos ha reengendrado a una esperanza viva, a una herencia incorruptible, inmaculada e inmarcesible, reservada en los cielos para vosotros, a quienes el poder de Dios, por medio de la fe, protege para la salvación, dispuesta ya a ser revelada en el último momento. (1 de Pe 1, 3- 5)
¿Cuál es
la meta de nuestra fe?
La meta de nuestra fe es
la Salvación que tiene dos dimensiones una es negativa y la otra es positiva, ¡Romper
con el pecado y participar de la naturaleza divina (2 de Pe 1, 4) Por lo tanto,
ceñíos los lomos de vuestro espíritu, sed sobrios, ¡poned toda vuestra
esperanza en la gracia que se os procurará mediante la Revelación de
Jesucristo! Como hijos obedientes, no os amoldéis a las apetencias de antes,
del tiempo de vuestra ignorancia, más bien, así como el que os ha llamado es
santo, así también vosotros sed santos en toda vuestra conducta, como dice la
Escritura: Seréis santos, porque santo soy yo. (1 de Pe 1, 13- 16)
De modo que vuestra fe, vuestra esperanza y vuestro amor estén
en Dios.
Habéis purificado vuestras
almas, obedeciendo a la verdad, para amaros los unos a los otros sinceramente
como hermanos. Amaos intensamente unos a otros con corazón puro, pues habéis
sido reengendrados de un germen no corruptible, sino incorruptible, por medio
de la Palabra de Dios viva y permanente. Pues toda carne es como hierba y todo
su esplendor como flor de hierba; se seca la hierba y cae la flor; pero la
Palabra del Señor permanece eternamente. Y esta es la Palabra: la Buena Nueva
anunciada a vosotros. (1 de Pe 1. 22- 25)
Por la escucha de la
Palabra incorruptible tenemos fe, esperanza y amor. Somos una Nueva Creación (2
de Cor 5, 17); somos hombres nuevos porque Cristo vive y crece en nuestros
corazones (Rm 10, 17; Ef 4, 24; Ef 3, 17)
El hombre viejo es como la
yerba que nace, crece, echa una flor, luego se seca y al fuego, mientras que el
que vive de la Palabra de Dios, vive y permanece para siempre, así lo dijo
Jesús: "Le dijo Jesús: Yo soy la resurrección y
la vida; el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá. Y todo aquel que vive y
cree en mí, no morirá eternamente". (Jn 11,
25) “Yo soy el pan vivo, bajado del cielo. Si uno
come de este pan, vivirá para siempre; y el pan que yo le voy a dar, es mi
carne por la vida del mundo.” (Jn 6, 52) “El que es de Dios, escucha las
palabras de Dios; vosotros no las escucháis, porque no sois de Dios.” (Jn 8,
47) El hombre viejo no le pertenece a Dios pues no está en comunión en Cristo
con Dios. ¿A quién le pertenece? “Vosotros sois de vuestro padre el diablo y
queréis cumplir los deseos de vuestro padre. Este era homicida desde el
principio, y no se mantuvo en la verdad, porque no hay verdad en él; cuando
dice la mentira, dice lo que le sale de dentro, porque es mentiroso y padre de
la mentira.” (Jn 8, 44)
El pecado
nos separa de Dios, nos esclaviza, divide, manipula, sofoca y mata (cf Rm 6,
23) Todos son pecadores y privados del gloria de Dios (Rm 3, 23) Pero Dios que
es rico en amor y en misericordia nos envió a su Hijo: Porque
Dios envió a su Hijo al mundo, no para condenar al mundo, sino que el mundo
puede ser salvado por él". (Jn 3, 17) Jesús es el camino
angosto y la puerta estrecha (Mt 7, 13- 14) Es la puerta santa (Jn 10, 7) y
todo el que pase por sus manos está perdonado, reconcoliado y salvado, por nos
dice Pablo: "Por lo tanto, ahora ninguna condena es para aquellos que
están en Cristo Jesús". (Rm 8,
1) Y Juan añade: Jesús le respondió, yo soy el camino, la verdad y la vida;
nadie viene al Padre sino por mí". (Jn 14, 6) "Si confesamos
nuestros pecados, él es fiel y solo para perdonarnos nuestros pecados y
purificarnos de toda injusticia". (1 de Jn 1, 9)
La Salvación s un don
gratuito de Dios, pero no es barato, pide una respuesta llamada “la fe”. La fe
sincera que pide obras como el arrepentimiento y conversión que nos lleva a la
esperanza y al amor. Por la escucha de la Palabra y por su obediencia nos
hacemos discípulos de Cristo Jesús, y el discípulo le pertenece lo ama y lo
sirve. Es de Cristo y vive para Cristo. Podemos decir, que tanto la Tierra
Prometida como la Salvación es “don y conquista” que piden esfuerzos, renuncias
y sacrificios, tal como lo dice el mismo Jesús: Decía a todos: «Si alguno
quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz cada día, y
sígame. Porque quien quiera salvar su vida, la perderá; pero quien pierda su
vida por mí, ése la salvará. Pues, ¿de qué le sirve al hombre haber ganado el
mundo entero, si él mismo se pierde o se arruina? (Lc 9, 23- 25) A esta
invitación Jesús la llamó: Fe y conversión (Mc 1, 15)
¿Para negarse a qué?
Negarse
al Ego y al pecado, para abrazar la voluntad de Dios, Cristo Crucificado, para
morir con él y resucitar con él (Gál 5, 24) Y así permanecer en su Amor (Jn 15.
9). Y permanecer en su Gracia (2 de Cor 12, 9) “Vigilen luchen y oren” Mt 26,
41)
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