EI REGRESO DE LA MISIÓN DE LOS 72 DISCÍPULOS A
JESÚS QUE LOS HABÍA ENVIADO.
Iluminación: En aquel tiempo, los setenta y dos discípulos regresaron llenos de
alegría y le dijeron a Jesús: “Señor, hasta los demonios se nos someten en tu
nombre”.
Él les
contestó: “Vi a Satanás caer del cielo como el rayo. A ustedes les he dado
poder para aplastar serpientes y escorpiones y para vencer toda la fuerza del
enemigo, y nada les podrá hacer daño. Pero no se alegren de que los demonios se
les sometan. Alégrense más bien de que sus nombres están escritos en el cielo”.
En aquella misma hora, Jesús se llenó de júbilo en el Espíritu Santo y exclamó:
“¡Te doy gracias, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has escondido
estas cosas a los sabios y a los entendidos, y las has revelado a la gente
sencilla! ¡Gracias, Padre, ¡porque así te ha parecido bien! Todo me lo ha
entregado mi Padre y nadie conoce quién es el Hijo, sino el Padre; ni quién es
el Padre, sino el Hijo y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar”. Volviéndose
a sus discípulos, les dijo aparte: “Dichosos los ojos que ven lo que ustedes
ven. Porque yo les digo que muchos profetas y reyes quisieron ver lo que
ustedes ven y no lo vieron, y oír lo que ustedes oyen y no lo oyeron”. (Lc 10,
17-24)
Podemos conocer al Padre y al
Hijo por la Revelación, por la fe que es un don de Dios a los hombres. Dios se
revela a los que creen, confían, obedecen, aman y pertenecen a Cristo. Cristo
se manifiesta en los grandes pecadores que han sido redimidos en virtud de su
sangre. (Ef 1, 7; Hb 9, 14) ¿Cuáles son sus manifestaciones? La liberación del
pecado, la reconciliación con Dios y con los hermanos, nos hace ser una Nueva
Creación y nos promueve, de grandes pecadores en hijos de Dios, hermanos de los
demás y en servidores de todos. (2 de (Col 1, 13- 14; Ef 2, 14; Cor 5, 17; Rm5,
20)
“Todo me lo
ha entregado mi Padre y nadie conoce quién es el Hijo, sino el Padre; ni quién
es el Padre, sino el Hijo y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar.”
Ninguno de
los cuatro evangelios nos habla del físico de Jesús, si era alto o bajito, gordo
o flaco, bonito, rubio, moreno, de ningún aspecto de estos nos hablan los
evangelistas. Ellos nos hablan del testimonio de Jesús, es el Hijo de Dios y el
Mesías(Mt 16, 16) Dan testimonio del Amor, de la Verdad y de la Vida (Jn 14, 6)
De Jesús como Señor, Maestro y Salvador ( Hch 2, 36)
“Lo que
existía desde el principio, lo que hemos oído, lo que hemos visto con nuestros
ojos, lo que contemplamos y tocaron nuestras manos acerca de la Palabra de
vida, pues la Vida se manifestó, y nosotros la hemos visto y damos testimonio y
os anunciamos la Vida eterna, que estaba vuelta hacia el Padre y que se nos
manifestó - lo que hemos visto y oído, os lo anunciamos, para que también
vosotros estéis en comunión con nosotros. Y nosotros estamos en comunión con el
Padre y con su Hijo Jesucristo”. (1 de Jn 1, 1-3)
“Hasta los demonios se nos
sometían”
¿De qué hablaban los discípulos a
la gente? Hablaban lo que Jesús les había enseñado: La evangelización, de la Conversión,
del Reino de Dios y de la Vida eterna. Revestidos con el poder del Espíritu le
decía a la gente las Palabras de Jesús: “Mi Padre los ama, los perdona y los
salva; (Jn 3, 16) Crean y Conviértanse para que entren al Reino de Dios (Mt 4,
17) Hay Vida eterna que consiste en conocer a Dios y a su enviado Jesucristo
(Jn 17, 3) y hay un juicio al final de la muerte, estén preparados (Mt 25, 31-
40)
Jesús oraba mientras los discípulos
iban como sus misioneros, y en oración contemplaba lo que ellos hacían y
decían, Jesús lleno del Espíritu Santo dijo con alegría: “He visto caer del cielo
a Satanás”. Satanás es el que pone obstáculos. Vencido y de derrotado por la
fuerza de la Evangelización. Alégrense no por lo que han hecho, sino, por que
sus vidas estás escritos en el Libro de la Vida.
Hace más de treinta y cinco años,
antes de entrar al Seminario, me decía el sacerdote, no te vayas al Seminario
quédate aquí como misionero laico, esa es tu vocación. Le pregunte al Señor:
¿Qué hago, Señor, ¿me voy o me quedo? El Señor me daría la respuesta. Se hizo un retiro en la Capilla de Santa Cruz
en Puerto la Cruz del Orinoco, en Venezuela. El retiro era desde el viernes
hasta el domingo. Estaba una señora sentada en la primera banca, cada minuto
miraba hacia la puerta, esperaba que entrara su esposo, al que lo nombran
Satanás. El esposo llegaba borracho y la sacaba arrastrando de los cabellos, a
golpes y patadas del templo. Ella esperaba que en cualquier momento entrara,
El domingo por la tarde, había
mucho calor, había más de trescientas personas. Preparaban la última etapa del
retiro. Yo salí de la Capilla para recibir un poco de aire, al salir del templo
cerré la puerta porque entraba el sol de la tarde y me senté a un lado de la
puerta. Momentos después miré a un hombre que cruzó la calle y entró en el
atrio de la Capilla. Se dirigió hacia el templo, Me dije para mis adentros,
allí viene el esposo de la señora, allí viene Satanás. Me levanté y fui a su
encuentro, le extendí mi mano y lo saludé, diciéndole: “Bien venido te estábamos
esperando”. Lo atraje hacia mí y lo abracé, (Olia a pura caña helada, tenía
tres días tomando) y le dije “Dios te ama” ¿Vienes por tu esposa? Yo te llevo
con ella, tomándolo de la mano, abría la puerta y entre en el templo- Él no
había dicho ni una palabra. Cuando la gente, que lo conocía, se pusieron a orar,
el coro cantaba: “Amémonos de corazón”. Caminamos hacia a la primera banca
donde estaba la esposa de Satanás. Ella al verlo casi se desmaya, se lo
entregué, diciendo: aquí esta tu esposo. Todo mundo oraba y cantaba, al segundo
canto, Satanás cayó como un rayo a los pies de su esposa, la abrazaba a la
altura de sus caderas, lloraba, gritaba. Bramaba: “Perdóname esposa mía, por
todo lo que te hecho sufrir”. Siguió el retiro en oración todos levantaron sus
manos hacía Él. Al terminar salió del Retiro tomados d e la mano como esposos
en el Señor.
Seis meses después regresé del
Seminario y pregunté por Satanás, se había convertido en un discípulo de
Cristo, era el sacristán de la capilla y el Catequista de la Comunidad y no
había vuelto a beber bebidas alcohólicas. Palabra y Oración vencen a Satanás. Ahora
puedo decir, yo recibí a Satanás, lo abracé y lo introduje en la Iglesia y lo
llevé a su esposa y a la Comunidad. Esta era la respuesta que Dios me daba, a
eso eres llamado, a reconciliar a los hombres con Dios y entre ellos para
vencer al Mal.
Qué el Señor me dé el don de la
Fidelidad a la Misión que me ha encomendado: servir a su Iglesia. Para dar su
Palabra, celebrar los Sacramentos y conducir a mi Pueblo hacia la tierra Prometida
que es Cristo Jesús, bajo la protección de la Madre, María Santísima.
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