LA ENCARNACIÓN DE CRISTO ESTÁ UNIDA A SU REDENCIÓN.

 

LA ENCARNACIÓN DE CRISTO ESTÁ UNIDA A SU REDENCIÓN.



 Iluminación: Si hemos predicado que Cristo resucitó de entre los muertos, ¿cómo es que algunos de ustedes andan diciendo que los muertos no resucitan? Porque si los muertos no resucitan, tampoco Cristo resucitó; y si Cristo no resucitó, nuestra predicación es vana, y la fe de ustedes es vana. (1 Cor 15, 12ss)

Seríamos, además, falsos testigos de Dios, puesto que hemos afirmado falsamente que Dios resucitó a Cristo: porque, si fuera cierto que los muertos no resucitan, Dios no habría resucitado a Cristo. Porque si los muertos no resucitan, tampoco Cristo resucitó.

Y si Cristo no resucitó, es vana la fe de ustedes; y por lo tanto, aún viven ustedes en pecado, y los que murieron en Cristo, perecieron. Si nuestra esperanza en Cristo se redujera tan sólo a las cosas de esta vida, seríamos los más infelices de todos los hombres. Pero no es así, porque Cristo resucitó, y resucitó como la primicia de todos los muertos. (1 Cor 15, 12-20)

¿Quiénes pueden predicar a Cristo?

Los que han tenido un encuentro vivo con Cristo que vivió, murió y resucitó: Los que son testigos de su muerte y de su resurrección. Los que han sido perdonados de sus pecados. Han recibido la Paz y la resurrección y el don del Espíritu Santo. Encuentro liberador porque nos quita las cargas y gozoso porque experimentamos la resurrección de Cristo. Hemos entrado en su Alianza, le pertenecemos, lo amamos y le servimos. Es decir, somos sus discípulos, sus hermanos y sus amigos.  Aquellos y aquellas que por la experiencia de Cristo hemos sido perdonados, reconciliados, somos parte de una nueva creación y hemos sido salvados. Por eso podemos decir: Te doy gracias, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has revelado los misterios del Reino a la gente sencilla. (cf Mt 11, 25)

El relato evangélico.

En aquel tiempo, Jesús comenzó a recorrer ciudades y poblados predicando la buena nueva del Reino de Dios. Lo acompañaban los Doce y algunas mujeres que habían sido libradas de espíritus malignos y curadas de varias enfermedades. Entre ellas iban María, llamada Magdalena, de la que habían salido siete demonios; Juana, mujer de Cusa, el administrador de Herodes; Susana y otras muchas, que los ayudaban con sus propios bienes. (Lc 8, 1-3)

Los Doce fueron elegidos por amor para estar con Jesús y para enviarlos a predicar el Evangelio. (Mc 4, 13) Las mujeres liberadas y curadas por Jesús eran testigos del amor de Cristo, pueden hablar de su Amigo y Maestro Jesús, eran sus discípulas y servidoras de él y de los Doce. Discípulo es aquel o aquellas que escuchan y obedecen la Palabas de Jesús, aceptan pertenecer a Jesús y a los Doce, para así vivir en Comunión.

Por la fe y la conversión somos de Cristo.

La fe que nace de la predicación de la buena nueva y crece con la obediencia de la Palabra para que sea una “fe sincera” (cf Mt 7, 24) Qué tiene a Cristo como Fundamento (1 de Cor 3, 11) y crece hasta dar frutos de Vida eterna (Jn 6, 40; 15, 4) El fruto es el Amor que es la Madre de todas las Virtudes. Una fe sin conversión está vacía y es estéril, ocupa la tierra inútilmente.

 

 

El Gran envío de Jesús a los Doce.

Jesús se acercó a ellos y les habló así: «Me ha sido dado todo poder en el cielo y en la tierra. Id, pues, y haced discípulos a todas las gentes bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, y enseñándoles a guardar todo lo que yo os he mandado. Y he aquí que yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo.» (Mt 28, 18- 20) En los Doce toda la Iglesia es enviada y es servidora del Reino.

Al atardecer de aquel día, el primero de la semana, estando cerradas, por miedo a los judíos, las puertas del lugar donde se encontraban los discípulos, se presentó Jesús en medio de ellos y les dijo: «La paz con vosotros.» Dicho esto, les mostró las manos y el costado. Los discípulos se alegraron de ver al Señor. Jesús les dijo otra vez: «La paz con vosotros. Como el Padre me envió, también yo os envío. Dicho esto, sopló sobre ellos y les dijo: «Recibid el Espíritu Santo. A quienes perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos.» (Jn 20, 19- 23)

Y les dijo: “Id por todo el mundo y proclamad la Buena Nueva a toda la creación. El que crea y sea bautizado, se salvará; el que no crea, se condenará.” (Mc 16, 15- 16) Nadie puede cambiar estas palabras de Jesús.

El Bautismo es el Sacramento de la Fe. El que crea y se bautice se salvará.

Así lo entendieron los Apóstoles y con ellos toda la Iglesia: Pues todos sois hijos de Dios por la fe en Cristo Jesús. En efecto, todos los bautizados en Cristo os habéis revestido de Cristo: ya no hay judío ni griego; ni esclavo ni libre; ni hombre ni mujer, ya que todos vosotros sois uno en Cristo Jesús. (Gál 3, 26- 28)

El mero día de Pentecostés.

Al oír esto, dijeron con el corazón compungido a Pedro y a los demás apóstoles: «¿Qué hemos de hacer, hermanos?» Pedro les contestó: «Convertíos y que cada uno de vosotros se haga bautizar en el nombre de Jesucristo, para remisión de vuestros pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo (Hch 2, 37, 38)

El Bautismo de Pablo.

Fue Ananías, entró en la casa, le impuso las manos y le dijo: «Saúl, hermano, me ha enviado a ti el Señor Jesús, el que se te apareció en el camino por donde venías, para que recobres la vista y seas lleno del Espíritu Santo.» Al instante cayeron de sus ojos unas como escamas, y recobró la vista; se levantó y fue bautizado. Tomó alimento y recobró las fuerzas. Estuvo algunos días con los discípulos de Damasco (Hch 9, 17- 18)

El Bautismo es para vivirse como hijos de Dios y como hermanos.

¿O es que ignoráis que cuantos fuimos bautizados en Cristo Jesús, fuimos bautizados en su muerte? Fuimos, pues, con él sepultados por el bautismo en la muerte, a fin de que, al igual que Cristo fue resucitado de entre los muertos por medio de la gloria del Padre, así también nosotros vivamos una vida nueva. Porque si hemos hecho una misma cosa con él por una muerte semejante a la suya, también lo seremos por una resurrección semejante; sabiendo que nuestro hombre viejo fue crucificado con él, a fin de que fuera destruido este cuerpo de pecado y cesáramos de ser esclavos del pecado. (Rm 6, 3- 6) Ya que el pecado nos paga con la muerte, pero, Dios nos da la vida en Cristo Jesús (Rm 6, 23)

El que vive su Bautismo vive como hijo de Dios, es un hombre nuevo y una mujer nueva porque están incorporados a Cristo resucitado (Ef 4, 24) Y están revestido de Jesucristo (Rm 13, 14) Pueden amar, seguir y servir a Cristo, y en él a toda la Iglesia

 

 

 

 

 

 



 

 

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