ELIGIÓ A LOS 12 PARA QUE ESTUVIERAN CON ÉL Y PARA SER ENVIADOS.

 

ELIGIÓ A LOS 12 PARA QUE ESTUVIERAN CON ÉL Y PARA SER ENVIADOS.



Hermanos: Cuando alguno de ustedes tiene algo contra un hermano, ¿cómo se atreve a llevar el asunto ante los tribunales paganos y no ante los hermanos? ¿No saben que los hermanos van a juzgar al mundo? Y si ustedes van a juzgar al mundo, ¿no son acaso capaces de juzgar esas pequeñeces? ¿No saben que vamos a juzgar a los ángeles? Pues, cuánto más los asuntos de esta vida.

 

Sin embargo, ustedes, cuando tienen que resolver asuntos de esta vida, se los llevan a los que no tienen ninguna autoridad sobre la comunidad cristiana. ¿No les da vergüenza? ¿De modo que no hay entre ustedes ninguna persona competente, que pueda ser juez de ustedes, y van a pleitear, hermano contra hermano, ante los infieles? El mismo hecho de que haya pleitos entre ustedes ya es una desgracia. ¿Por qué mejor no soportan la injusticia? ¿Por qué mejor no se dejan robar? Pero no, ustedes son los que hacen injusticias y despojan a los demás, que son sus propios hermanos.

 

¿Acaso no saben que los injustos no tendrán parte en el Reino de Dios? No se engañen: ni los impuros, ni los idólatras, ni los adúlteros, ni los afeminados, ni los homosexuales, ni los ladrones, ni los avaros, ni los borrachos, ni los difamadores, ni los estafadores tendrán parte en el Reino de Dios.

 

Y eso eran algunos de ustedes. Pero han sido lavados, consagrados y justificados en el nombre del Señor Jesucristo y por medio del Espíritu de nuestro Dios.

 

El encuentro con Cristo divide nuestra vida en dos. Por su fe y su conversión: Primero ser creyentes, luego discípulos y después apóstoles. Un antes y un después. Antes éramos tinieblas y después somos luz con bondad, verdad y justicia. ( Ef 5, 7- 9). Ahora podemos discernir y saber entre lo bueno y lo malo. Bueno es lo que nos ayuda a ser lo que debemos ser: hijos de Dios y personas en plenitud. Malo es lo que nos impide a ser lo que estamos llamados a ser. Antes éramos esclavos del pecado, ahora somos libres para amar y para servir. Antes éramos hijos del diablo ahora somos hijos de Dios. Antes éramos del Hombre Viejo, ahora somos del Hombre Nuevo (Ef  4, 23- 24) Ahora hemos sido justificados por a fe en Jesucristo y nuestros pecados han sido perdonados y hemos recibido el Espíritu Santo: Hay en nosotros fe esperanza y caridad (Rm 5, 1-5) Seguimos siendo pecadores, pero redimidos, con el poder de la fe, podemos rechazar el pecado y hacer el bien (Rm 12, 9) Redimir significa vencer con el bien al mal (Rm 12, 21) Redimir significa “Vigilad” para conocernos, despojarnos, revestirnos y luchar contra nuestro propio pecado y contra el pecado de os demás. Por eso Jesús nos dijo: “Vigilad y orad para no caer en tentación” (Mt 26, 41)

 

Lo viejo ha pasado, lo que ahora hay es lo nuevo: Cristo y Espíritu Santo- Ahora por que estamos en Cristo y somos de él, somos una Nueva Creación (2 de Cor 5. 17) “Dónde abundó el pecado, sobre abunda la Gracia de Dios” (Rm 5, 20) Con la disponibilidad de responder a nuestra vocación: Ser libres y santos para vivir una vida diga de Dios: Porque esta es la voluntad de Dios: vuestra santificación; que os alejéis de la fornicación, que cada uno de vosotros sepa poseer su cuerpo con santidad y honor, y no dominado por la pasión, como hacen los gentiles que no conocen a Dios. (Ef 4, 1; 1 de Tes 4, 3- 5; 1 de Pe 1, 15- 16) Hemos sido elegidos desde la eternidad para ser en Cristo santos e inmaculados en el amor ( Ef 1, 4)

No hemos recibido un espíritu de esclavitud y de timidez, sino de amor, fortaleza y dominio propio (2 de Tim 1, 7) Para demos y conozcamos los frutos del Espíritu y de la fe: Frutos que dependen de nuestra comunión con Cristo de poner en práctica actitudes y acciones cristianas- Cristo es el Árbol de la vida que está en el Paraíso de Dios. (Apoc 2, 7) El creyente se hace discípulo cuando hace su Opción fundamental por Jesucristo.  La Opción por Cristo es “El tronco del árbol que es Cristo, Jesús”, sus ramas son nuestras actitudes y los frutos son nuestras acciones. Como Árbol Bueno da frutos buenos que son: En cambio el fruto del Espíritu es amor, alegría, paz, paciencia, afabilidad, bondad, fidelidad, mansedumbre, dominio de sí; contra tales cosas no hay ley. (Gál 5, 22- 23)

Elegidos para dar mucho fruto.

Por aquellos días, Jesús se retiró al monte a orar y se pasó la noche en oración con Dios.

Cuando se hizo de día, llamó a sus discípulos, eligió a doce de entre ellos y les dio el nombre de apóstoles. Eran Simón, a quien llamó Pedro, y su hermano Andrés; Santiago y Juan; Felipe y Bartolomé; Mateo y Tomás; Santiago, el hijo de Alfeo, y Simón, llamado el Fanático; Judas, el hijo de Santiago, y Judas Iscariote, que fue el traidor.

Al bajar del monte con sus discípulos y sus apóstoles, se detuvo en un llano. Allí se encontraba mucha gente, que había venido tanto de Judea y Jerusalén, como de la costa, de Tiro y de Sidón. Habían venido a oírlo y a que los curara de sus enfermedades; y los que eran atormentados por espíritus inmundos quedaban curados. Toda la gente procuraba tocarlo, porque salía de él una fuerza que sanaba a todos. (Lc 6, 12-19)

Jesús forma a sus discípulos.

Llegado Jesús a la región de Cesárea de Filipo, hizo esta pregunta a sus discípulos: «¿Quién dicen los hombres que es el Hijo del hombre?» Ellos dijeron: «Unos, que Juan el Bautista; otros, que Elías, otros, que Jeremías o uno de los profetas.» Díceles él: «Y vosotros ¿quién decís que soy yo?» Simón Pedro contestó: «Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo.» Replicando Jesús le dijo: «Bienaventurado eres Simón, hijo de Jonás, porque no te ha revelado esto la carne ni la sangre, sino mi Padre que está en los cielos. Y yo a mi vez te digo que tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y las puertas del Hades no prevalecerán contra ella. A ti te daré las llaves del Reino de los Cielos; y lo que ates en la tierra quedará atado en los cielos, y lo que desates en la tierra quedará desatado en los cielos.» Entonces mandó a sus discípulos que no dijesen a nadie que él era el Cristo. Desde entonces comenzó Jesús a manifestar a sus discípulos que él debía ir a Jerusalén y sufrir mucho de parte de los ancianos, los sumos sacerdotes y los escribas, y ser matado y resucitar al tercer día. (Mt 16, 14- 21)

Cristo resucitado confirma a la Iglesia lo prometido.

Al atardecer de aquel día, el primero de la semana, estando cerradas, por miedo a los judíos, las puertas del lugar donde se encontraban los discípulos, se presentó Jesús en medio de ellos y les dijo: «La paz con vosotros.» Dicho esto, les mostró las manos y el costado. Los discípulos se alegraron de ver al Señor. Jesús les dijo otra vez: «La paz con vosotros. Como el Padre me envió, también yo os envío.» Dicho esto, sopló sobre ellos y les dijo: «Recibid el Espíritu Santo. A quienes perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos.» (Jn 20, 19- 23)

Jesucristo resucitado hace el Gran envío.

Jesús se acercó a ellos y les habló así: «Me ha sido dado todo poder en el cielo y en la tierra. Id, pues, y haced discípulos a todas las gentes bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, y enseñándoles a guardar todo lo que yo os he mandado. Y he aquí que yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo.» (Mt 28,18- 20)

Jesús siempre cumple lo que promete: Estar y Caminar con su Iglesia.

 

 

 

 

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