NO PIENSEN QUE HE VENUDO A TRAER LA PAZ A LA TIERRA.
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus apóstoles: “No piensen que he venido a
traer la paz a la tierra; no he venido a traer la paz, sino la guerra. He
venido a enfrentar al hijo con su padre, a la hija con su madre, a la nuera con
su suegra; y los enemigos de cada uno serán los de su propia familia. El que
ama a su padre o a su madre más que a mí, no es digno de mí; el que ama a su
hijo o a su hija más que a mí, no es digno de mí; y el que no toma su cruz y me
sigue, no es digno de mí. (Mt 10, 34s)
He venido a traer la Espada del Espíritu que es la Palabra de Dios.
Luz que ilumina nuestros corazones para que
descubramos y discernamos el bien y el mal. La primera división que Jesús hace
en nuestros corazones es separar lo bueno de lo malo. La mezcla de esto en
nuestra vida resulta en tibieza, y a los
tibios los vomitaré de mi boca (Apoc 3, 16)
Desde el reconocimiento de nuestros pecados hasta la separación se le llama conversión que nos lleva a dar frutos de vida en abundancia. En nuestros corazones debe de haber Gracia y no pecado, aún siendo nosotros pecadores podemos experimentar el amor de Dios si estamos en camino de conversión. Leamos algunos textos de la Escritura para que nos demos cuenta:
Juan nos dice: “Rompan con el pecado” Si decimos que estamos en comunión con él, y caminamos en tinieblas,
mentimos y no obramos la verdad. Pero si caminamos en la luz, como él mismo
está en la luz, estamos en comunión unos con otros, y la sangre de su Hijo
Jesús nos purifica de todo pecado. Si decimos: «No tenemos pecado», nos
engañamos y la verdad no está en nosotros. Si reconocemos nuestros pecados,
fiel y justo es él para perdonarnos los pecados y purificarnos de toda
injusticia. Si decimos: «No hemos pecado», le hacemos mentiroso y su Palabra no
está en nosotros. (1 de Jn 1, 6. 10)
Pablo, el apóstol nos dice: “Despojaos del
hombre viejo”. Pero no es éste el Cristo que vosotros habéis aprendido, si es
que habéis oído hablar de él y en él habéis sido enseñados conforme a la verdad
de Jesús a despojaros, en cuanto a vuestra vida anterior, del hombre viejo que
se corrompe siguiendo la seducción de las concupiscencias, a renovar el
espíritu de vuestra mente y a revestiros del Hombre Nuevo, creado según Dios,
en la justicia y santidad de la verdad. Por tanto, desechando la mentira,
hablad con verdad cada cual con su prójimo, pues somos miembros los unos de los
otros. (Ef 4, 20- 25)
Mateo n0s dice: “Apártense de mí,
agentes de iniquidad”. «No todo el que me diga: "Señor, Señor, entrará en
el Reino de los Cielos, sino el que haga la voluntad de mi Padre celestial. Muchos
me dirán aquel Día: "Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu
nombre expulsamos demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros?" Y
entonces les declararé: "¡Jamás os conocí; apartaos de mí, agentes de
iniquidad!" (Mt 7, 21- 23)
Pedro nos dice: “Huyan de la
corrupción”. Pues su divino poder nos ha
concedido cuanto se refiere a la vida y a la piedad, mediante el conocimiento
perfecto del que nos ha llamado por su propia gloria y virtud, por medio de las
cuales nos han sido concedidas las preciosas y sublimes promesas, para que por
ellas os hicierais partícipes de la naturaleza divina, huyendo de la corrupción
que hay en el mundo por la concupiscencia. Por esta misma razón, poned el mayor
empeño en añadir a vuestra fe la virtud, a la virtud el conocimiento, al
conocimiento la templanza, a la templanza la tenacidad, a la tenacidad la
piedad, a la piedad el amor fraterno, al amor fraterno la caridad. (2 de Pe 3-
7)
Lo que toda la Sagrada Escritura nos dice es
“Aborreced el mal y amad apasionadamente el bien” ( Rom 12, 9) El mismo Isaías
nos habla de un culto externo y vacío: "No sigáis trayendo oblación vana: el
humo del incienso me resulta detestable. Novilunio, sábado, convocatoria: no
tolero falsedad y solemnidad. Vuestros novilunios y solemnidades aborrece mi
alma: me han resultado un gravamen que me cuesta llevar. Y al extender vosotros
vuestras palmas, me tapo los ojos por no veros. Aunque menudeéis la plegaria,
yo no oigo. Vuestras manos están de sangre llenas: lavaos, limpiaos, quitad
vuestras fechorías de delante de mi vista, desistid de hacer el mal" (Is 1, 13-
16).
Un culto o una devoción vacía de amor y de obediencia no es agradable a
Dios. “aprended a hacer el bien, buscad lo justo, dad sus derechos al oprimido,
haced justicia al huérfano, abogad por la viuda. Venid, pues, y disputemos -
dice Yahveh -: Así fueren vuestros pecados como la grana, cual la nieve
blanquearán. Y así fueren rojos como el carmesí, cual la lana quedarán”. (Is 1,
17- 18)
La presencia de Jesús en el corazón garantiza una fe sincera, un corazón
limpio y una conciencia recta (1 de Tim 1, 5) Para que el corazón sea fuente
del amor. La Espada de Jesús es la Palabra de Dios que separa las Virtudes de
los Vicios, el Amor del Ego, el Bien del Mal, y sí hay separación habrá frutos
en abundancia. La separación entre el Bien y el Mal es una invitación a la
conversión que pide el reconocer nuestros pecados, arrepentirse, proponernos
abandonar el pecado, confesar nuestros pecados para poder recibir el perdón y
la paz, la resurrección y el Espíritu Santo.
Conversión que es posible, si con libertad, aceptamos a ayuda de la Gracia
de Dios que es el mismo Espíritu Santo. Entonces con la Gracia de Dios y
nuestras decisiones, rompemos con el mal y hacemos el bien.
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