LA VIRTUD DE LA SENCILLEZ DE CORAZÓN
Objetivo: Mostrar de una manera clara y
sencilla la importancia de la sencillez de corazón como virtud cristiana que
nos ayuda a identificarnos con Cristo para poder seguir sus huellas y
reproducir su imagen.
Iluminación. “Acérquense a Dios, y se acercará a ustedes. Purifiquen sus manos,
pecadores, y santifiquen sus conciencias, indecisos” (St 4, 8).
Una necesidad que urge.
La sencillez de
corazón es un “don del Espíritu” que a su vez es “hija de la fe”, que todo
cristiano necesita para poder crecer en el conocimiento de Dios y en el
servicio a los demás. Está al alcance de todo aquel que se abra a la Palabra de
Dios, sin prejuicio, sin vanidad, sin orgullo, más bien con una fe humilde
buscando la “enseñanza de Dios” para cada circunstancia de su vida. Esta sencillez
nada tiene que ver con un “infantilismo” que la haría parecer como un defecto o
como ignorancia que hace obrar de manera imprudente en los momentos difíciles o
creer al primero que se le presenta. Más que sencilla de corazón esta persona
sería “ingenua”; estaría falta de juicio, fácil de ser arrastrada por los
placeres de la vida, y por lo mismo, incapaz de servir a la causa de Cristo
(cfr Rm 16, 18).
La Sabiduría y la
Sencillez de Corazón. En el libro de los Proverbios “La Sabiduría divina” invita a los humanos
a escuchar y a reflexionar para poder poseer la prudencia que nos lleva a la
sencillez de la Paloma, liberados de toda rebeldía y del espíritu irreflexivo: “El que sea inexperto, que venga acá; al
falto de juicio le quiero hablar: vengan a comer de mis manjares y a beber del
vino que he mezclado. Dejen la inexperiencia y vivirán, sigan derecho el camino
de la inteligencia” (Prov 9, 4s). “¿Hasta
cuándo inmaduros amarán la inmadurez, y ustedes insolentes, vivirán en la
insolencia, y ustedes necios odiaran el saber?... Porque aborrecieron el saber
y no escogieron el respeto al Señor… comerán del fruto de su conducta… la
rebeldía da muerte a los irreflexivos, la despreocupación acaba con los
imprudentes” (Prov 1, 22ss). “A
ustedes hombres los llamo, a los seres humanos se dirige mi voz; los
inexpertos, aprendan prudencia; los necios aprendan a tener juicio” (Prov
8, 5s).
Cuando al hombre le
falta la sabiduría. No
hay duda, para la Biblia, inteligente es el hombre que sabe vivir. Qué sabe
administrarse; que piensa las cosas antes de hacerlas; sabe hacer altos
frecuentes en su vida para reflexionar su conducta y los frutos que de ello se
derivan. El que sabe vivir no hace fiestas con dinero prestado, ni compra lo
que no necesita. Quien sabe vivir evita los conflictos con los demás, no les
crea problema ni le complica la vida a nadie. El hombre, que busca a Dios con
sencillez de corazón ha de evitar toda doblez que implique desconfianza,
razonamientos torcidos, palabras impuras, vida mundana y pagana, murmuraciones
inútiles, chismes o críticas, injusticias, etc.
Busca la sencillez de
todo corazón. El
Profeta Jeremías nos decía: “Si me buscan de todo corazón me dejaré encontrar
por ustedes” (Jer 29, 13). La sencillez de corazón contradice a la mediocridad,
a la superficialidad y a la charlatanería, tanto como a la división; no la
puede alcanzar el que tenga dos amores: “Dios y el dinero”; tener dos amores es
tener un corazón doble. El Apóstol Santiago nos muestra el camino para obtener
la sencillez de corazón: “Acérquense a
Dios, y se acercará a ustedes. Purifiquen sus manos, pecadores, y santifiquen
sus conciencias, indecisos” (St 4, 8).
La casa de la
sencillez. Podemos
entonces afirmar que la “lectura de la Biblia nos hace inteligentes; creer en
lo que la Biblia nos dice, nos hace salvos; y poner en práctica lo que hemos
leído y creído nos hace ser sencillos de corazón; es decir, nos hace santos.
1)
La
sencillez de corazón libera al cristiano del apego a las cosas, a sus bienes y
lo hace desprendido, capaz de amar sin fingimiento, con amor sincero, al
compartir sus bienes con los necesitados (cfr Rm 12, 8-9).
2)
Sabe
acoger con sencillez de corazón los dones de Dios, y conoce el destino final de
ellos; son para el bien de todos, al estilo de la primera comunidad cristiana
“Que a diario fielmente e íntimamente asistían unidos al templo; en sus casas
partían el pan, compartían la comida con alegría y sencillez sincera” (Hech 2,
46).
3)
La
sencillez de corazón habita en un corazón íntegro, fiel, sincero y recto que no
falsea la verdad ni tiene intenciones torcidas (cfr 1Re 9, 4).
4)
En
el hombre que cultiva la sencillez, generosidad y se alegra cuando la descubre
en los demás, “está libre de todo egoísmo y envidia” (cfr 1Par 29, 17).
5)
En
su oración no duda, no vacila, sino que la hace con toda confianza en el Señor
y puede abandonarse en sus manos (cfr St 1, 6).
6)
Camina
con sinceridad y evita toda hipocresía (Prov 10, 9).
7)
Los
labios del hombre sencillo destilan palabras amables, limpias y veraces (cfr Jn
14, 6), además es rápido para escuchar, pero lento para hablar (cfr Eclo 5, 9).
8)
El hombre de
corazón sencillo, camina con los pies sobre la tierra; camina no se arrastra.
El hombre que lleva una vida arrastrada, no se valora correctamente, es un ser
manipulable que no reconoce su dignidad como persona; un títere en manos de
personas manipuladoras; un ser gobernado por sus instintos en camino de
descomposición.
9)
El
hombre de corazón sencillo, al mismo tiempo que camina con los pies sobre la
tierra, lleva la frente levantada, camina con dignidad y con su mirada en la
voluntad de Dios y de Cristo: “la liberación y la santificación de los hombres”
(Gál 5, 1; 1Ts 4, 3).
10)
El
hombre de corazón sencillo no tiene problemas con la pobreza, la castidad y la
obediencia. A quien le cueste mucho trabajo ser fiel a estos principios
evangélicos, podemos deducir el porqué: le falta tener “La sencillez de
corazón”; “le falta una fe madura” capaz de dar frutos de vida eterna.
La pureza de intención.
El Apóstol San Pablo
nos quiere cuestionar al decirnos: “No se hagan ilusiones: de Dios nadie se
burla. Lo que uno siembra eso cosechará” (Gál 6, 7). La sencillez de corazón es
la madre de la “pureza de intención” que viene a ser la “lámpara del cuerpo”:
“La lámpara del cuerpo es el ojo: por lo tanto, si tu ojo está sano, todo tú
cuerpo estará lleno de luz” (Mt 6, 22). De la misma manera podemos decir que la
“intención” es el ojo de la acción; si la intención es sucia, toda la acción
estará sucia.
La pureza de intención está simbolizada por la sencillez de
la paloma: “Miren yo los envío como
ovejas en medio de lobos: sean astutos como serpientes y dóciles como palomas”
(Mt 10, 16). Las palabras del Señor Jesús no son sólo para los primeros
cristianos que estaban expuestos a toda clase de persecuciones, son también
para todo cristiano que quiera hoy anunciar la Buena Nueva con valentía y sin
componendas; para todo aquel que haga una opción por los pobres, por los menos
favorecidos; de hecho, también, serán rechazados y perseguidos, pero llevan con
ellos una promesa: “Yo estaré con ustedes
todos los días” para darles fortaleza, confianza y generosidad para que
puedan realizar la “La misión de instaurar en Reino de Dios en el corazón de
los hombres” (cfr Mt 28, 20).
El Decálogo de la
sencillez. Que nadie
nos engañe, quien tenga un corazón doble, sus amores son fingidos y no camina
en la verdad, en la bondad y en la justicia. Presento el Decálogo de la
sencillez que debe resplandecer en el rostros de los cristianos.
1)
Fe y confianza. Cree en Dios y créele a Dios. Dios
te ama, te protege y te cuida para que tú corazón no desfallezca. Tan sólo te
pide que seas dócil a su amor en la fidelidad a su Palabra (2 Tim 1, 12).
2)
Teme a Dios. El Temor de Dios es la corona de la
sabiduría que nos hace inteligentes, salvos y santos. Quién teme a Dios, guarda
sus Mandamientos y habita en su presencia (Prov 9, 10).
3)
Sé veraz. Nunca mientas, la mentira no viene
de la fe, por lo tanto, es pecado que tiene por padre al Diablo. “La verdad os
hará libres, nos ha dicho el Señor” (Jn 8, 31-32).
4)
Sé casto y continente. La castidad es la virtud de los
discípulos del Señor. Te dará control y dominio propio; serás amo y señor en tu
propia casa. Vence la lujuria y huye de las pasiones de tu juventud (2 tim
2,22).
5)
No des lugar a la violencia en tu
corazón. Ésta
apoyándose en la ira, engendra violencia, destruye la paz y la armonía y llena
el corazón de cizaña (Rom 12, 9).
6)
Sé paciente y perseverante. La paciencia engendra la
perseverancia (Rom 5, 4). La desesperación es un pecado contra la esperanza
cristiana. Ten presente que las cosas de Dios se nos dan como semilla que hemos
de cultivar: todo es un proceso, vívelo. En la vida hay que aprender a luchar
usando las “armas de luz” (Rom 13, 11ss).
7)
Evita la tristeza. Existe una tristeza que lleva al
pecado y otra que lleva al arrepentimiento, y por ende, lleva a Dios (2 cor 7,
10). Es la tristeza que lleva al pecado la que haz de evitar. Evita la envidia
(tristeza porque otros tienen) y vivirás contento.
8)
Orienta tu vida hacia Dios. No te desvíes ni a izquierda ni a
derecha; práctica la justicia a Dios y al prójimo para que puedas ser:
generoso, amable y servicial (Heb 12, 2).
9)
Sigue a Jesús: Salvador, Maestro y Señor. Camina
humildemente con él, y él, te dará lo que tu corazón necesita (Mq 6, 8). El
premio por seguirlo será “un corazón limpio” para amarlo y servirlo con un
corazón puro, con fe sincera y con recta intención (1Tim 1, 5).
10)
Práctica la oración del corazón. Esta oración no pide palabras, no
las necesita; tan sólo desear con tu corazón lo que Él te promete (Mt 6, 6). El
deseo de Dios es una oración que mientras tengas el deseo, tanto, si duermes
como si juegas o trabajas, permaneces en oración.
El principio de la
sencillez es el reconocer que soy conflictivo y me gusta crearle problemas a
los demás.
Oración: Leer y meditar el Salmo 51. Para pedir la pureza de corazón y dar gracias
a Dios por deseo que ha hecho nacer en nuestros corazones
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