LA ESPIRITUALIDAD BÍBLICA ES UN CAMINO A SEGUIR.

 

LA ESPIRITUALIDAD BÍBLICA ES UN CAMINO A SEGUIR.

En aquel tiempo, al ver Jesús que la multitud lo rodeaba, les ordenó a sus discípulos que cruzaran el lago hacia la orilla de enfrente. En ese momento se le acercó un escriba y le dijo: "Maestro, te seguiré a dondequiera que vayas". Jesús le respondió: "Las zorras tienen madrigueras y las aves del cielo, nidos; pero el Hijo del hombre no tiene en donde reclinar la cabeza". Otro discípulo le dijo: "Señor, permíteme ir primero a enterrar a mi padre". Pero Jesús le respondió: "Tú sígueme y deja que los muertos entierren a sus muertos". Mt 8, 18-22

En la época de Jesús, es él quien invita a sus discípulos a formar parte de su Equipo. Es una elección gratuita e inmerecida, pero no es barata, tiene sus condiciones, como escuchar su Palabra y obedecerla, después decidirse a pertenecer a Cristo y a los Doce. Este hombre, atraído por la personalidad de Jesús y por su enseñanza, se ofrece a seguirlo. Jesús no lo rechaza, sólo le dice lo esencial de su Evangelio, para que pueda ser servidor de Jesús.

"Las zorras tienen madrigueras y las aves del cielo, nidos; pero el Hijo del hombre no tiene en donde reclinar la cabeza". “No se puede servir a dos amos, con alguno se queda mal” (Mt 6, 24) “No se puede servir a Dios y al dinero” (Lc 16, 13)  “No se puede servir a Cristo y al mundo”. (1 de Jn 2, 15) “Conmigo o contra mí, el que no junta desparrama” (Mt 12, 30) Lo primero es salir del exilio para ponerse en camino de éxodo hacia la tierra prometida, que es Cristo Jesús. Lo primero es salir de los dominios de la carne que es una vida mundana y pagana, para dejarse conducir por el Espíritu Santo para dar frutos de vida eterna (Gál 5, 16ss)

La profecía de Ezequiel: Por eso, profetiza. Les dirás: Así dice el Señor Yahveh: He aquí que yo abro vuestras tumbas; os haré salir de vuestras tumbas, pueblo mío, y os llevaré de nuevo al suelo de Israel.” (Ez 37, 12)

La escucha de la Palabra que es Luz, nos ilumina nuestras tinieblas y reconocemos nuestros pecados. Para luego conducidos por el Espíritu Santo, al Juicio, en el que Cristo crucificado está muriendo para sacarnos del pozo de la muerte y perdonar nuestros pecados, sacarnos del reino de las tinieblas y levarnos al Reino de la Luz (Jn 16, 8ss; Col 1, 13- 14) El Espíritu Santo nos lleva al Nuevo Israel, la Comunidad Cristiana, fraterna, solidaria y servicial, la Iglesia.

Y, ¿ahora qué? Desechad el pecado para ir a los terrenos de Dios: la Santidad. ¿Cómo es esto posible? “Despojándose del traje de tinieblas y revistiéndose del traje de la luz, de Jesucristo” (Rm 13, 13- 14) Siguiendo a espiritualidad bíblica, siendo conducidos por el Espíritu Santo (cf Rm 8, 14) Nuestro Maestro interior y nuestro Consolador y Abogado.

Dejar las guaridas de las zorras y los nidos de las aves, equivale a romper con el pecado, abandonar los terrenos de la carne con sus estilos de vida mundana y  pagana. La Palabra de Dios nos dice: “Vigilad y orad para no caer en tentación” (Mt 26, 41) “Por lo demás, fortaleceos en el Señor y en la fuerza de su poder. Revestíos de las armas de Dios para poder resistir a las acechanzas del Diablo. (Ef 6, 10-11) En la carta de Pedro nos dice: “Sed sobrios y velad. Vuestro adversario, el Diablo, ronda como león rugiente, buscando a quién devorar. Resistidle firmes en la fe, sabiendo que vuestros hermanos que están en el mundo soportan los mismos sufrimientos. ” (1 de Pe 1, 8-9)

La espiritualidad de la Luz o bíblica. Escuchemos la Palabra de Dios en la primera carta de san Juan: son cuatro las condiciones:

Primera condición: Romper con el pecado. Si decimos: «No tenemos pecado», nos engañamos y la verdad no está en nosotros. Si reconocemos nuestros pecados, fiel y justo es él para perdonarnos los pecados y purificarnos de toda injusticia. Si decimos: «No hemos pecado», le hacemos mentiroso y su Palabra no está en nosotros. (1 de Jn 1, 8- 10)

Dios no quiere que pequemos, pero si lo hacemos porque somos débiles, la Palabra nos dice: “Hijos míos, os escribo esto para que no pequéis. Pero si alguno peca, tenemos a uno que abogue ante el Padre: a Jesucristo, el Justo.” Él es víctima de propiciación por nuestros pecados, no sólo por los nuestros, sino también por los del mundo entero. (1 de Jn 2, 1- 2)

Segunda condición: Guardar los Mandamientos.  En esto sabemos que le conocemos: en que guardamos sus mandamientos. Quien dice: «Yo le conozco» y no guarda sus mandamientos es un mentiroso y la verdad no está en él. Pero quien guarda su Palabra, ciertamente en él el amor de Dios ha llegado a su plenitud. En esto conocemos que estamos en él. Quien dice que permanece en él, debe vivir como vivió él. (1 DE Jn 2, 3- 6)

Tercera condición: Guardarse del mundo. No améis al mundo ni lo que hay en el mundo. Si alguien ama al mundo, el amor del Padre no está en él. Puesto que todo lo que hay en el mundo - la concupiscencia de la carne, la concupiscencia de los ojos y la jactancia de las riquezas - no viene del Padre, sino del mundo. El mundo y sus concupiscencias pasan; pero quien cumple la voluntad de Dios permanece para siempre. (1 de Jn 2, 15- 17)

Cuarta condición: Guardarse de los falsos profetas. Hijos míos, es la última hora. Habéis oído que iba a venir un Anticristo; pues bien, muchos anticristos han aparecido, por lo cual nos damos cuenta que es ya la última hora. Salieron de entre nosotros; pero no eran de los nuestros. Si hubiesen sido de los nuestros, habrían permanecido con nosotros. Pero sucedió así para poner de manifiesto que no todos son de los nuestros. En cuanto a vosotros, estáis ungidos por el Santo y todos vosotros lo sabéis. (1 de Jn 2, 18- 20).

Al pretender de servir a dos señores, al dinero, al mundo o al diablo, resulta en tibieza, una enfermedad del espíritu llamada tibieza, y la Escritura nos confirma lo que sucede: “Conozco tu conducta: no eres ni frío ni caliente. ¡Ojalá fueras frío o caliente! Ahora bien, puesto que eres tibio, y no frío ni caliente, voy a vomitarte de mi boca”. (Apoc 3, 15- 16)

El Evangelio de san Mateo lo describe con otras palabras: «No todo el que me diga: "Señor, Señor, entrará en el Reino de los Cielos, sino el que haga la voluntad de mi Padre celestial. Muchos me dirán aquel Día: "Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre expulsamos demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros? Y entonces les declararé: "¡Jamás os conocí; apartaos de mí, agentes de iniquidad!" (Mt 7, 21- 23)



 

 

 

 

 

 

 

Publicar un comentario

Whatsapp Button works on Mobile Device only

Start typing and press Enter to search