EL QUE NO RENACE DE LO ALTO NO PUEDE
ENTRAR EL REINO DE DIOS.
¿Qué hacer para nacer de nuevo y
entrar en el Reino de Dios? Lo primero es creer en Jesús. La fe
viene de lo que se escucha, la Palabra de Dios (cf Rm 10, 17) Después de
escuchar la Palabra, ésta nos lleva por el camino del grano de trigo a la
muerte: En
verdad, en verdad os digo: si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda
él solo; pero si muere, da mucho fruto. El que ama su vida, la pierde; y el que
odia su vida en este mundo, la guardará para una vida eterna.(Jn 12, 24- 25) La
fe nos lleva a la conversión que nos muestra que de Dios no nacemos una sola
vez, siempre, es posible, estar naciendo de Dios, cada vez que aceptamos y nos
sometemos a la voluntad de Dios, manifestada en su Palabra.
La verdad de Dios es ésta: "Yo te aseguro que quien no
renace de lo alto, no puede ver el Reino de Dios". Recordemos que Jesús
para resucitar, tuvo que morir, y para morir tuvo que nacer y para nacer tuvo su
Madre que estar embarazada y luego dar a Luz a su Hijo que le puso por Nombre
Jesús, que significa: Dios salva (Mt 1, 21) Es el camino del grano de trigo:
para nacer hay que morir, para luego resucitar y dar frutos en abundancia (cf
Jn 10, 10) Renacer de lo alto es nacer de Dios, del agua y del Espíritu. En el
Bautismo renacemos de Dios, recibimos el perdón de los pecados y el don del
Espíritu Santo, nos hacemos coherederos con Cristo de la herencia de Dios (Rm
8, 17) El Bautismo es para vivirse, vivir como hijos de Dios, como hermanos de
los demás y como servidores de Dios y de los hombres.
La gran desgracia, que seguimos
siendo pecadores, y pecamos, el pecado nos aleja de Dios,
nos divide y nos da la muerte espiritual. Hay muchos bautizados que son ateos y
paganos, viven como si Dios no existiera. Pero, “Dios quiere que todos los
hombres se salven y lleguen al conocimiento de la Verdad” (1 de Tim 2, 4) Y,
como Buen Pastor que es, nos busca hasta encontrarnos (Lc 15, 4) Nos habla al
corazón una Palabra que es Luz, fuerza y misericordia. Al escuchar esta Palabra
y creer en ella, somos portadores de vida eterna, quedamos embarazados de
Cristo que es nuestra redención, nuestra salvación y nuestra sabiduría (1 de
Cor 1,30) Palabra ungida que ilumina nuestras tinieblas. Nos ayuda a reconocer
nuestros pecados (Jn 16, 8; 1 de Jn 1, 8) Es un elemento esencial de nuestra
fe: somos pecadores necesitados de la Gracia de Dios.
Este es el segundo lugar para nacer
de Dios, reconocernos que somos pecadores ya que
Cristo vino al mundo a salvar a los pecadores, de los cuales, yo soy el primero
(1 de Tim 1, 15) Mi Padre siempre trabaja y yo también lo dice Jesús (Jn 5, 17)
Trabaja para que renazcamos de nuevo, de lo alto, de Dios. Y ahora hace nacer
en nuestros corazones un arrepentimiento sincero. “Me duele en mi corazón
haberte ofendido, me propongo no volver hacerlo.” Para luego, la Gracia, nos
lleva a un encuentro con Cristo, nos lleva al “Quirófano de Jesús, el
Sacramento de la confesión” Donde nuestros pecados son perdonados y nos da el
don del Espíritu Santo,. Donde nuestros pecados son perdonados nacemos de
nuevo, nacemos de Dios. Por eso Jesucristo resucitado dio a la Iglesia sus
dones:
"Al
atardecer de aquel día, el primero de la semana, estando cerradas, por miedo a
los judíos, las puertas del lugar donde se encontraban los discípulos, se
presentó Jesús en medio de ellos y les dijo: «La paz con vosotros.» Dicho esto,
les mostró las manos y el costado. Los discípulos se alegraron de ver al Señor.
Jesús les dijo otra vez: «La paz con vosotros. Como el Padre me envió, también
yo os envío.» Dicho esto, sopló sobre ellos y les dijo: «Recibid el Espíritu
Santo. A quienes perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los
retengáis, les quedan retenidos.»"(Jn 2, 19- 23) Les hace partícipes de su
Misión, les da Espíritu Santo y el Ministerio de la Reconciliación.
"Jesús se acercó a ellos y les habló así: «Me ha
sido dado todo poder en el cielo y en la tierra. Id, pues, y haced discípulos a
todas las gentes bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu
Santo, y enseñándoles a guardar todo lo que yo os he mandado. Y he aquí que yo
estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo.»"(Mt 28, 18- 20)
Por el poder del Cielo y por el poder de su Muerte y Resurrección Jesucristo da
autoridad a su Iglesia de predicar su Palabra, celebrar los Sacramentos y
conducir a su Pueblo, su Promesa es actual y es eficaz: Y estaré con Ustedes
todos los días hasta siempre.
Por la fe nos apropiamos de los frutos de la
Redención de Cristo: el perdón de nuestros pecados, la paz, la
resurrección y el don del Espíritu Santo. De Dios no nacemos una sola vez,
siempre podemos estar naciendo de Dios. Que lo nuestro sea un parto permanente,
estar naciendo en Cristo de Dios. En cada oración bien hecha, en cada
Sacramento bien celebrado, en cada obra bien hecha (por Caridad) Cada vez que
luchamos contra el mal y vencemos estamos naciendo de Dios. Cada vez que
aceptamos y nos sometemos a la voluntad de Dios, estamos naciendo de lo Alto.
Nos estamos haciendo hijos de Dios en Cristo, y por lo mismo, somos coherederos
con Cristo, de la herencia de Dios (Rm 8, 17)
La fe que nace de la escucha de la Palabra de Dios y en el Sacramento
del bautismo, nos deja Luz, Fuerza y Amor, es decir nos deja la Gracia de Dios.
¿O es que ignoráis que
cuantos fuimos bautizados en Cristo Jesús, fuimos bautizados en su muerte? Fuimos,
pues, con él sepultados por el bautismo en la muerte, a fin de que, al igual
que Cristo fue resucitado de entre los muertos por medio de la gloria del
Padre, así también nosotros vivamos una vida nueva. Porque si hemos hecho una
misma cosa con él por una muerte semejante a la suya, también lo seremos por
una resurrección semejante; sabiendo que nuestro hombre viejo fue crucificado
con él, a fin de que fuera destruido este cuerpo de pecado y cesáramos de ser
esclavos del pecado. (Rm 6, 3- 6)
Y poder así, ser libres,
con la libertad de los hijos de Dios (Gál 5, 1)
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