DEL CORAZÓN DEL QUE CREA EN MÍ BROTARÁN RÍOS DE
AGUA VIVA.
Iluminación: Qué Cristo habite por la fe en vuestro corazón, para que cimentados y
enraizados en el amor podáis comprender la altura, la anchura, la longitud y la
profundidad del amor de Cristo” (Ef 3, 17- 18)
"Me
llevó a la entrada de la Casa, y he aquí que debajo del umbral de la Casa salía
agua, en dirección a oriente, porque la fachada de la Casa miraba hacia
oriente. El agua bajaba de debajo del lado derecho de la Casa, al sur del
altar. Luego me hizo salir por el pórtico septentrional y dar la vuelta por el
exterior, hasta el pórtico exterior que miraba hacia oriente, y he aquí que el
agua fluía del lado derecho. El hombre salió hacia oriente con la cuerda que
tenía en la mano, midió mil codos y me hizo atravesar el agua: me llegaba hasta
los tobillos. Midió otros mil codos y me hizo atravesar el agua: me llegaba
hasta las rodillas. Midió mil más y me hizo atravesar el agua: me llegaba hasta
la cintura. Midió otros mil: era ya un torrente que no pude atravesar, porque
el agua había crecido hasta hacerse un agua de pasar a nado, un torrente que no
se podía atravesar. Entonces me dijo: «¿Has visto, hijo de hombre?» Me condujo,
y luego me hizo volver a la orilla del torrente. Y al volver vi que a la orilla
del torrente había gran cantidad de árboles, a ambos lados. Me dijo: «Esta agua
sale hacia la región oriental, baja a la Arabá, desemboca en el mar, en el agua
hedionda, y el agua queda saneada. Por dondequiera que pase el torrente, todo
ser viviente que en él se mueva vivirá."(Ez 47, 1- 8)
La
Casa de la que habla el profeta Ezequiel hace referencia a Cristo, el Santuario
de Dios. Fundamento de la fe, (1 de Cor 3, 11) origen y contenido de la fe (Rm
10, 17) Jesús nos habló de la construcción de esta Casa: "«Así pues, todo
el que oiga estas palabras mías y las ponga en práctica, será como el hombre
prudente que edificó su casa sobre roca: cayó la lluvia, vinieron los
torrentes, soplaron los vientos, y embistieron contra aquella casa; pero ella
no cayó, porque estaba cimentada sobre roca."(Mt 7, 24- 25) Escuchar la
Palabra y obedecerla equivale a abrir la puerta: "Mira que estoy a la
puerta y llamo; si alguno oye mi voz y me abre la puerta, entraré en su casa y
cenaré con él y él conmigo."(Apoc 3, 20) Jesús entra en la vida del que
cree en él y lo obedece. Entra para que tengan vida y la tengan en abundancia
(Jn 10, 10).
El
profeta Ezequiel está llamando a salir del exilio y a ponerse en camino de
éxodo hacia la Tierra Prometida que es Cristo. Nos libera, nos reconcilia, nos
hace ser una nueva Creación y nos promueve. Es un llamado a la conversión de la
mente, del corazón y de la voluntad. Para ser
fuente de aguas vivas para que brote de nuestro corazón los borbollones
de agua viva (Jn 7, 37- 38) La conversión es un proceso que dura toda la vida,
hay que caminar, no arrastrarse, hay que permanecer de pie y no echarse al
borde del camino. La conversión es posible con la Gracia de Dios y con nuestras
decisiones, esfuerzos, renuncias y sacrificios. Es la respuesta que damos a la
voluntad de Dios, es crecer en confianza, en obediencia y en pertenencia al
Señor.
La
conversión como proceso tiene como finalidad ir llenándose de Cristo: Irse
revistiéndose de Jesús (Rm 13, 14) Conversión que tiene como modelo al grano de
trigo: "En verdad, en verdad os digo: si el grano de trigo no cae en
tierra y muere, queda él solo; pero si muere, da mucho fruto. El que ama su
vida, la pierde; y el que odia su vida en este mundo, la guardará para una vida
eterna."(Jn 12, 24- 25) Del grano que muere nace la planta, y se cultiva
crece, poco a poco, hasta dar frutos de vida eterna. Así el agua del Santuario
llega hasta los tobillos, luego a la rodilla, luego a la cintura, después llega
al cuello, ya no se puede caminar, hay que nadar. La finalidad de la conversión
es llenarse de Cristo.
El
agua sale del Santuario, primero es un manantial que luego crece hasta
convertirse en el río que por donde pasa todo tiene vida. Un río de amor, de
paz, de gozo, de justicia… A las orillas del río hay toda clase de árboles
frutales que tienen sus raíces en el agua, sus ramas están siempre verdes, sus
hojas son medicinales y sus ramas dan fruto los doce meses del año. Estos
árboles son los creyentes que han sido justificados, reconciliados y salvados
que ahora siguen a Cristo para amarlo y
servirlo.
El
Santuario es Jesucristo Resucitado que murió en la cruz para salvar a los
hombres y que resucitó para darnos vida eterna (Rm 4, 25) De su corazón
traspasado brotan ríos de “méritos” en favor de toda la Humanidad. Jesús quiere
que seamos Casas de Dios y no cueva de ladrones (Mt 2, 13) Él viene a reparar
nuestras casas en ruinas (Is 58, 12) Todo comienza al darnos una Palabra, el
que la escuche y la obedezca tiene vida espiritual, Jesús entra en nuestra
vida. Ahora empieza la construcción de la Casa espiritual. Lo primero, después
de escuchar la Palabra es “Tomar la firme determinación de seguir a Cristo”
para poner el fundamento de la Casa.
Después
de poner el Fundamento que es Cristo, ahora sigamos con la estructura espiritual
de la Casa: con los cimientos, las trabes, las cadenas, las paredes, las
puertas, las ventanas, el techo y más. ¿Cómo hacerlo? Poniendo en práctica la
Palabra de Cristo o de Dios. Los medios para la construcción de la Casa son la
Palabra de Dios, la Oración, los Sacramentos. Las Obras de Misericordia, el
Apostolado, la Cruz, el Amor, la Fortaleza, la Sencillez de corazón, la Pureza,
la Santidad. “No hagamos de estos hermosos medios huesos secos,” teniendo
presente lo que dice san Pablo: "Os digo esto, hermanos: La carne y la
sangre no pueden heredar el Reino de los cielos: ni la corrupción hereda la
incorrupción."(1 de Cor 15, 50) En la construcción de la Casa de Dios no
entra la maldad, la mentira, la envidia, la hipocresía y la maledicencia (1 de
Pe 2, 1)
Sólo
participa la Comunidad de la fe: la Luz, la Fuerza, y la Misericordia, que dan
a luz las virtudes cristianas que nos revisten de Cristo. La clave de todo está
en dejarnos conducir por el Espíritu Santo que nos lleva a Cristo que a su vez
nos lleva al Padre. Que nadie nos engañe con cuentos o con ideologías, que el
mundo nos ofrece. Trabajemos en la “Civilización del Amor,” cimentada sobre la
Roca: El Amor, la Verdad y la Vida. Recordemos que el Evangelio es Vida, es
Verdad y es Amor, es Cristo Jesús, y no una ideología.
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