NO SE PUEDE SERVIR AL EGO Y AL AMOR.

 

NO SE PUEDE SERVIR AL EGO Y AL AMOR.

En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: “Nadie puede servir a dos amos, porque odiará a uno y amará al otro, o bien obedecerá al primero y no hará caso al segundo. En resumen, no pueden ustedes servir a Dios y al dinero. (Mt 6, 24- 25)

Dios es Amor, es Verdad y es Vida (Jn 14, 6) El Ego en cambio, es el hombre viejo, padre de todos los vicios de donde viene la ambición del poder, del tener y del placer. Dos maneras opuestas y antagónicas, que al mezclarlas resulta tibieza espiritual que lleva a la muerte, a la deshumanización y a la despersonalización.

No hagamos del Ego nuestro Dios. “¡No unciros en yugo desigual con los infieles! Pues ¿qué relación hay entre la justicia y la iniquidad? ¿Qué unión entre la luz y las tinieblas? ¿Qué armonía entre Cristo y Beliar? ¿Qué participación entre el fiel y el infiel? ¿Qué conformidad entre el santuario de Dios y el de los ídolos? Porque nosotros somos santuario de Dios vivo, como dijo Dios: Habitaré en medio de ellos y andaré entre ellos; yo seré su Dios y ellos serán mi pueblo.” (2 de Cor 6, 14- 16)

Uncirse es unirse para caminar, trabajar y servir juntos. Lo que nos une es el Amor que brota de la fe (Gál 5, 6) Tal como lo dice san Mateo: «Venid a mí todos los que estáis fatigados y sobrecargados, y yo os daré descanso. Tomad sobre vosotros mi yugo, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas. (Mt 11, 28- 29)

Por la fe somos perdonados de nuestros pecados y recibimos al Espíritu Santo para que podamos desechar y huir de la malicia, de la mentira, de la envidia, de la hipocresía y de las maledicencias (1 de Pe 2, 1) Lo que equivale a darle la espalda al mundo que nos ofrece el poder, el placer y el tener (1 de Jn 2, 15) “Lo que importa es que vosotros llevéis una vida digna del Evangelio de Cristo, para que tanto si voy a veros como si estoy ausente, oiga de vosotros que os mantenéis firmes en un mismo espíritu y lucháis acordes por la fe del Evangelio, sin dejaros intimidar en nada por los adversarios, lo cual es para ellos señal de perdición, y para vosotros de salvación. Todo esto viene de Dios. (Flp 1, 27- 28)

El verdadero creyente que ha pasado de la muerte a la vida, del pecado a la gracia por lo cual es un hombre nuevo, está en proceso de conversión, en lucha contra su pecado, está muriendo al Ego para poder vivir para Dios (cf Rm 6, 11) Está llamado a crecer en la fe, esperanza y caridad, para lo cual debe de estar siempre renovándose en lo más profundo de su mente para que abandone la fe superficial y mediocre, y pueda sí, comprender la voluntad de Dios (Rm 12, 2)

Porque la mente embotada, acompañada de un corazón endurecido, de una fe sin moral y dominado por las pasiones desordenadas no puede servir a Dios (cf Ef 4, 17- 18). Puede rezar, encender velas, recibir los sacramentos y hacer algunos actos de piedad, pero en la carne, viviendo pajo el dominio del Ego. A lo que Jesús dice: “Los vomitaré de mi boca” (Apoc 3, 16).

«No todo el que me diga: "Señor, Señor, entrará en el Reino de los Cielos, sino el que haga la voluntad de mi Padre celestial. Muchos me dirán aquel Día: "Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre expulsamos demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros?" Y entonces les declararé: "¡Jamás os conocí; apartaos de mí, agentes de iniquidad!" (Mt 7, 21- 23) No hay lugar para la tibieza espiritual. No se puede servir a dos señores.

El mundo quiere nuestro corazón, Jesús también lo quiere. Nosotros somos libres para decidir a quién entregárselo. «El que no está conmigo, está contra mí, y el que no recoge conmigo, desparrama.(Mt 12, 30) El mundo es el conjunto de doctrinas e ideologías que atentan contra Jesús, su Mensaje y su Obra, está ciego a los valores del Reino de Dios. “Y el ciego que guía a otro ciego, los dos caen el hoyo” (Mt 15, 14)

Ezoic

Creer, amar, seguir y servir a Jesús es Obra del Espíritu Santo. El que rechaza la acción del Espíritu Santo, no cree en Jesús. «Por eso os digo: Todo pecado y blasfemia se perdonará a los hombres, pero la blasfemia contra el Espíritu no será perdonada. Y al que diga una palabra contra el Hijo del hombre, se le perdonará; pero al que la diga contra el Espíritu Santo, no se le perdonará ni en este mundo ni en el otro. (Mt 12, 31ss) El que crea y se convierta se salvará (Mc 16, 16) Convertirse exige romper con el pecado para participar de la naturaleza divina (2 de Pe 1, 4) la fe es confianza, es obediencia y es pertenencia a Jesús. Para amarlo, seguirlo y servirlo, despojándose del traje de tinieblas y revistiéndose del traje de la luz (Rm 13, 13)

El cristiano verdadero, el que camina y está despierto sigue las instrucciones de su Maestro Jesús: “Vigilen y oren para no caer en tentación” (Mt 26, 41) Vigilar es ser conscientes de que todo lo bueno que tenemos viene de Dios, como don y como tarea que tiene que cultivarse y protegerse. Dormirse en cambio es caer en la desgracia del pecado: “Pero, mientras su gente dormía, vino su enemigo, sembró encima cizaña entre el trigo, y se fue. Cuando brotó la hierba y produjo fruto, apareció entonces también la cizaña. Los siervos del amo se acercaron a decirle: "Señor, ¿no sembraste semilla buena en tu campo? ¿Cómo es que tiene cizaña?" El les contestó: "Algún enemigo ha hecho esto." Dícenle los siervos: "¿Quieres, pues, que vayamos a recogerla?" (Mt 13, 25- 28).

Escuchemos a san Pablo decirnos: “Examinad qué es lo que agrada al Señor, y no participéis en las obras infructuosas de las tinieblas, antes bien, denunciadlas. Cierto que ya sólo el mencionar las cosas que hacen ocultamente da vergüenza; pero, al ser denunciadas, se manifiestan a la luz. Pues todo lo que queda manifiesto es luz. Por eso se dice: Despierta tú que duermes, y levántate de entre los muertos, y te iluminará Cristo”. (Ef 5, 10- 14)

La Palabra de Dios nos dice: Levántate, toma tu camilla y vete a tu casa (Mc 2, 11) La fe es don y es una lucha. La lucha del Bien contra el Mal, entre el Amor y el Ego, entre las Virtudes y los Vicios. ¿Cuál ganará? Gana aquel a que nosotros alimentemos. “Fortaleceos en el Señor con la fuerza de su energía “ (Ef 6, 10) “Si es que hemos probado lo bueno que es el Señor (1 de Pe. 2,  3)

Nuestro alimento espiritual es la Oración, la Palabra de Dios, la Eucaristía, y las Obras de caridad. Rechacemos el alimento del Ego, neguémosle el alimento al hombre viejo, matémosle de hambre. (Col 3, 5) Este es el modo para tener hambre de Dios.

 

 

 

 

 



 




 

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