LAS VIRTUDES QUE MÁS BRILLAN EN EL ROSTRO DE MARÍA.

 

LAS VIRTUDES QUE MÁS BRILLAN EN EL ROSTRO DE MARÍA.

Iluminación. Dijo María: «Alaba mi alma la grandeza del Señor y mi espíritu se alegra en Dios mi salvador, porque ha puesto los ojos en la pequeñez de su esclava.

Las Virtudes son “La Corona y la Familia de la Fe”.

Para María la fe es confianza y abandono en las manos de Dios, pero, también es donación, entrega y servicio a su pueblo.

Desbordo de gozo en el Señor, y me alegro con mi Dios: porque me ha vestido un traje de gala y me ha envuelto en un manto de triunfo, como a una novia que se adorna con sus joyas. (Is 61, 10)

Dijo María: “Alaba mi alma la grandeza del Señor y mi espíritu se alegra en Dios mi salvador, porque ha puesto los ojos en la pequeñez de su esclava.”

Una fe sin virtudes no tiene descendencia, está vacía, es estéril y está muerta (Snt 2, 14).  Por su Fe, María es una Mujer plena, fértil, fecunda y fructífera. Podemos decir que todas las virtudes de María son descendencia, comunidad, familia, hijas de su Fe.

¿Qué son las virtudes?

La virtud es vigor, es fuerza, es el poder de Dios que actúa en nuestros corazones. “Fortaleceos en el Señor con la energía de su Poder” (Ef 6, 10).

Una virtud es una Palabra de Dios experienciada, vivida y testimoniada con la vida.

Una Palabra que se ha escuchado y obedecido, puesta en práctica, se hace hábito, y éste se hace virtud. La virtud es vida.

La Virtud cristiana exige esfuerzos, renuncias y sacrificios, hechos por Amor. Son una “vestidura de salvación”.

Las virtudes son la armadura de Dios; son para revestirse de Cristo.

Son las lámparas encendidas y son el aceite extra de la fe.

¿Cómo encarnar las Virtudes de María para nosotros?

Vivir como Ella vivió, en comunión íntima con su Hijo. “Luz del Mundo” (Jn 8, 12). Ella es Madre, Maestra y Figura para la Iglesia.

Romper con el pecado (1 Jn 1, 8-9) (1 Pe 2, 1)

Guardar los Mandamientos de la Ley de Dios. (1 de Jn 2, 3)

Guardarse de los ídolos del poder del tener y del placer (1 Jn 2, 15)

Hacer como Ella, de la voluntad de Dios la delicia de su vida. (Lc 1, 38)

Cultivar la fe Bautismal. La Fe de la Iglesia. (Rm 6, 3- 4)

 

¿Cuáles son las Virtudes de María?

La virtud de la Fe. Fe que viene de la escucha de la Palabra. La vida de María es un diálogo con Dios. La fe bíblica nace, crece y madura en la Escucha y obediencia de la Palabra de Dios (Rom 10, 17).

La virtud de la esperanza. María engendró la Esperanza Mesiánica. Espera la salvación prometida antiguamente que con la llegada del Mesías la opresión y la explotación por parte de potencias extranjeras llegará a su fin.

 

La virtud de la Caridad. Virtud que es manifestación del Amor que llena el corazón de María y se manifiesta en la “Prontitud para salir fuera e ir al Encuentro de los pobres.” “Es prontitud para ponerse en camino e ir a servir” a una mujer anciana que estaba en su sexto mes de embarazo. La solidaridad de María tiene dos brazos, con uno se aferra a Dios y con el otro a los hombres. Solidaridad con Dios y servicio a su Pueblo.

La virtud de la Obediencia. La Primera en someter su voluntad a la Voluntad de Dios. Hace de la Voluntad de Dios la delicia. “Dichosos los que escuchan mi Palabra y la cumplen” (Lc 1, 38; Lc 8, 21; Lc 11, 28).

La virtud de la Pureza de corazón. La Mujer transparente. No hay fingimiento, ni hay apariencias.  Mujer integra porque en ella hay armonía entre lo que piensa y lo que habla, entre lo que dice y lo que hace. María encarna “La Verdad” liberadora de los hijos de Dios (Jn 8, 32; Gál 5, 1. 13). 

La Virtud de la Humildad. María se confiesa a sí misma como “La humilde esclava del Señor” (Lc 1, 38). En ella la Humildad es disponibilidad para servir, para darse y donarse a Dios en favor de su Pueblo. Nosotros la llamamos “Señora”, Y ella se confiesa como “esclava” es decir, “Servidora”. Es “Señora” porque ella decide ser totalmente propiedad del Señor. Dios no le impone, respeta la decisión de su creatura.

La virtud de la Sencillez de Corazón. María, no tiene doblez, no es de corazón doble: No es de doble cara. En ella no hay máscaras, ni amores fingidos (Rom 12, 9) Es humilde, mansa y misericordiosa.

La virtud de la pobreza, llevada con dignidad y confianza en el Señor. Pobre, pero digna. María la pobre de Nazaret encuentra su alegría en lo que Dios hace por ella. Y estalla en un grito de júbilo para dar gracias al que todo lo puede. “Qué tengo que no lo haya recibido de Dios” Para María todo es Gracia. Todo es Bendición para compartir. Todo lo que ella es está en referencia Dios y a su Pueblo.

 

La virtud de la Piedad. La Piedad es una virtud y un don del Espíritu Santo. Nos ayuda a sabernos amados por Dios, perdonados por Él, y nos llena de alegría. “La Piedad es el modo como nosotros vivimos en comunión con Dios y con nuestros hermanos.” La Piedad nos lleva amar a Dios y a nuestros hermanos, nos lleva a la misericordia, a la compasión y al dolor. (2 de Pe 1, 5-8)

La virtud de la Disponibilidad. “heme aquí oh Dios para hacer tu voluntad, dijo Jesús al entrar en el mundo de los hombres (Heb 10, 7). María es la totalmente disponible para Dios por eso pudo Dios cambiar los “Planes de María” para que aceptara los de Él, y respondió con su “hágase” en mi según su Voluntad. En la Mujer de Nazaret la fe es disponibilidad para servir, para ponerse en camino desde la Anunciación hasta la cruz del Calvario, y después en Pentecostés hasta su Asunción.

La virtud de la fortaleza para vencer el Mal, que  puede venir como ataques, persecuciones, murmuraciones, dolor, desánimos, frustraciones y más. María lo vence Amando, Ofreciéndose, Donándose por su Pueblo desde la Anunciación hasta que es llevada en cuerpo y alma al Cielo.

La virtud de la Oración. María es Mujer orante. Su oración es interior tal como lo vemos en la anunciación. Ora con su corazón, con su mente y con su cuerpo. Ora por su Pueblo, ella es intercesora. En oración se consagra y se ofrece a Dios su Señor.

¿Qué vemos en la oración de la Madre?

Adoración, Consagración, Acción de gracias, Alabanza, Intercesión, Ofrecimiento.

Dijo María: «Alaba mi alma la grandeza del Señor  y mi espíritu se alegra en Dios mi salvador, porque ha puesto los ojos en la pequeñez de su esclava. Desde ahora, todas las generaciones me llamarán bienaventurada, porque ha hecho en mi favor cosas grandes el Poderoso, Santo es su nombre  y su misericordia alcanza de generación en generación a los que le temen. Desplegó la fuerza de su brazo, dispersó a los de corazón altanero. Derribó a los potentados de sus tronos y exaltó a los humildes. A los hambrientos colmó de bienes y despidió a los ricos con las manos vacías.  Acogió a Israel, su siervo, acordándose de la misericordia  —como había anunciado a nuestros padres— en favor de Abrahán y de su linaje por los siglos.» (Lc 1, 46- 57)

A la luz del Magnificar, para María Dios es: Señor, Poderoso, Santo, Salvador, Misericordioso y Fiel.

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