La Iglesia existe para
servir a los hombres
Prologo.
Desde la perspectiva del Nuevo
Nacimiento que nos presenta a Jesús el Señor como el Buen Pastor que da la vida
por sus ovejas, la Iglesia ha concebido a sus ministros como pastores de la
Nueva Alianza. Jesús es el pastor supremo, Cabeza de la Iglesia, el primero en
morir y el primero en resucitar para salvarnos y ser ejemplo y modelo para sus
discípulos. La Iglesia entiende la pastoral como la acción específica del
Pastor que por amor se dona y entrega en servicio por los demás.
La imagen de pastor propia del Oriente
Medio, es la de un rey que protege y guía a sus rebaños de hombres, ayuda a los
débiles y protege a los enfermos. Para la Biblia Dios aparece como un pastor
que cuida el rebaño de los hombres, especialmente su pueblo Israel (Is 40,11)
El Antiguo Testamento sabe que Dios es el Pastor de Israel: “Yahvé es mi pastor, nada me
falta. En verdes pastos me hace reposar. Me conduce a fuentes tranquilas” (Slm 23, 1-2). También los
jefes de Israel reciben rasgos de pastor (sacerdotes, profetas y reyes). Dios
sacó a David de detrás del rebaño para constituirlo en pastor de su Pueblo (1Sm
16, 13). Jeremías nos habla del designio de Dios de darle a su Pueblo “pastores
según su corazón” (Jer 3, 15) Ezequiel nos dice que Dios quitará a los malos
pastores: “Les daré un pastor único que los pastoree: mi siervo David, él los
apacentará, él será su pastor. Yo el señor, seré su Dios” (Ez 34, 23- 24). El
profeta se refiere a Jesús, el rey
mesiánico.
En el Nuevo Testamento el rebaño
aparece como grupo de hombres libres: “El Rebañito de Jesús”, los Doce: “No temas, pequeño rebaño, porque a vuestro Padre le ha
parecido bien daros a vosotros el Reino” (Lc 12, 32) .En el evangelio de Juan, el
señor Jesús se afirma como el Pastor (Jn 10, 11) que llama y guía a su pueblo a
pastos de conocimiento y discernimiento, y como el que da la vida para llevar a
los “hombres a la unidad de la fe, al conocimiento de Dios, al estado del
hombre perfecto, a la madurez en Cristo” (cf Ef 4, 13) La acción pastoral del
Pastor Mesiánico tiene como finalidad la “Unidad de las ovejas, hacer en virtud
de su sacrificio redentor un solo rebaño: “Porque él es nuestra paz: el
que de los dos pueblos hizo uno, derribando el muro divisorio, la enemistad, y
anulando en su carne la Ley con sus mandamientos y sus decretos, para crear en
sí mismo, de los dos, un solo Hombre Nuevo. De este modo, hizo las paces y
reconcilió con Dios a ambos en un solo cuerpo, por medio de la cruz, dando en
sí mismo muerte a la Enemistad” (Ef 2,
14- 17); Jesús es pastor que liberta a los hombres de las esclavitudes y los
promueve para que sean sus discípulos y apóstoles para que continúen en la
historia la obra comenzada por él: “Reunir a los hijos de Dios dispersos entre
las naciones, para formar al nuevo pueblo de Dios con hombres venidos de todas
las naciones”: La Iglesia.
Jesús es el Mesías- Pastor, que
se identifica con los más pobres, sencillos, enfermos según el Evangelio de
Mateo (25, 36. 41) y exhorta a sus discípulos a ser como él: “Servidor de sus
hermanos (Mt, 20, 28) Pastor manso y humilde de Corazón (Mt 11, 29) que invita
a sus ovejas a confiar en él, seguirlo y amarlo: “El que
tiene mis mandamientos y los lleva a la práctica, ése es el que me ama; y el
que me ame será amado de mi Padre; y yo le amaré y me manifestaré a él.» Jesús
le respondió: «Si alguno me ama, guardará mi palabra, y mi Padre le amará; y
vendremos a él y haremos morada en él (Jn 14, 21.23).
San Pedro, pastor del rebaño del Señor Jesús nos da las pautas como deben ser los pastores para los tiempos de la Iglesia: “Quiero exhortar ahora a los ancianos que están entre vosotros, aprovechando que soy anciano como ellos, testigo de los sufrimientos de Cristo y partícipe de la gloria que está para manifestarse. Apacentad la grey de Dios que os está encomendada, vigilando, no forzados, sino voluntariamente, según Dios. Y no lo hagáis por mezquino afán de ganancia, sino de corazón; no tiranizando a los que os ha tocado cuidar, sino siendo modelos de la grey. Y cuando aparezca el Mayoral, recibiréis la corona de gloria que no se marchita (1 Pe 5, 1-4).
Como discípulos de Jesús somos
su Pueblo, su Iglesia y su Familia. El Señor nos asocia a su Obra redentora, a
su Misión y a su Destino: “Pero vosotros sois linaje
elegido, sacerdocio real, nación santa, pueblo adquirido, destinado a anunciar
las alabanzas de Aquel que os ha llamado de las tinieblas a su admirable luz; vosotros,
que si en un tiempo no fuisteis pueblo, ahora sois Pueblo de Dios: ésos de los
que antes no se tuvo compasión, pero que ahora son compadecidos” (1Pe 2, 9- 10). Como ministros de la Nueva Alianza nuestra vocación y
nuestra razón de ser, es el servicio, manifestación del Amor de Dios derramado
en nuestros corazones con el Espíritu Santo que hemos recibido (cf Rom 5, 5).
En los Apóstoles toda la Iglesia es enviada por Cristo Resucitado al Mundo para proclamar las maravillas del Señor: “El Espíritu del Señor sobre mí, porque me ha ungido para anunciar a los pobres la Buena Nueva, me ha enviado a proclamar la liberación a los cautivos y la vista a los ciegos, para dar la libertad a los oprimidos y proclamar un año de gracia del Señor” (Lc 4. 18-19). Para que la Iglesia pueda realizar la Misión, ha recibido los dones del Resucitado: La Paz, la Alegría, la Misión, el don del Espíritu y el Ministerio de la Reconciliación (Jn 20, 20s). Ha recibido los “dos denarios” de los que habla la parábola del buen Samaritano: La Palabra y los Sacramentos para sanar a una humanidad herida por el pecado. (Lc 10, 38)
Todos y cada uno de los evangelizadores ha de aceptar las recomendaciones que el Apóstol Pablo da a su hijo Timoteo: “Hijo mío, mantente fuerte en la gracia de Cristo Jesús; y cuanto me has oído en presencia de muchos testigos confíalo a hombres fieles, que sean capaces, a su vez, de instruir a otros. Soporta las fatigas conmigo, como un buen soldado de Cristo Jesús. Nadie que se dedica a la milicia se enreda en los negocios de la vida, si quiere complacer al que le ha alistado. Y lo mismo el atleta, que no recibe la corona si no ha competido según el reglamento. Y el labrador que trabaja es el primero que tiene derecho a percibir los frutos” (2 Tim 1,1- 6). La fidelidad a la Palabra de Dios nos hace discípulos de Jesucristo (Jn 8, 31) Llamados a ser constructores de “Comunidades fraternas, solidarias y misioneras”. Que sean verdaderos focos de Evangelización para que el mundo crea en Jesús, el Salvador, que Dios ofrece a los hombres. En estas Comunidades encontramos el lugar apropiado para vivir el Mandamiento Regio: “Os doy un mandamiento nuevo: que os améis los unos a los otros; que, como yo os he amado, así os améis también entre vosotros. Todos conocerán que sois discípulos míos en una cosa: en que os tenéis amor los unos a los otros” (Jn 13, 34- 35).
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