2. La Nueva Alianza.
Objetivo. Mostrar como Dios manifiesta su amor al darnos a su Hijo, y cómo Jesús para hacer que los hombres salgan del pozo de la muerte, entrega su vida para con su sangre sellar la Alianza de Amor con su Pueblo elegido.
Iluminación. La Nueva Alianza sellada con la sangre de Cristo nos libera de la esclavitud de la Ley: Cristo nos rescató de la maldición de la ley, haciéndose él mismo maldición por nosotros, pues dice la Escritura: Maldito el que cuelga de un madero<< (Gal 3, 13)
Llegada la Plenitud de los tiempos. San Pablo nos dice: Hermanos,
las promesas fueron hechas a Abrahán y a su descendencia, es decir, Cristo, es
el cumplimiento de la Promesas (cfr Gal
3,15s). “Pero, al llegar la plenitud de
los tiempos, envió Dios a su Hijo, nacido de mujer, nacido bajo el régimen de
la ley, para rescatar a los que se hallaban sometidos a ella y para que
recibiéramos la condición de hijos. Y,
dado que sois hijos, Dios envió a nuestros corazones el Espíritu de su Hijo,
que clama: ¡Abbá, Padre! De modo que ya no eres esclavo, sino hijo; y, si eres
hijo, también heredero por voluntad de Dios” (Gál 4, 4-7).
Jesús toma la firme determinación de subir a Jerusalén.
San Mateo lo confirma en
el tercer anuncio de la Pasión: “Cuando iba subiendo Jesús a
Jerusalén, tomó aparte a los Doce y les dijo por el camino: «Ya veis que
subimos a Jerusalén, donde el Hijo del hombre será entregado a los sumos
sacerdotes y escribas. Lo condenarán a muerte y lo entregarán a los paganos,
para burlarse de él, azotarle y crucificarlo. Y al tercer día resucitará.» (Mt 20, 17- 19). Para san Juan, Jesús es el Amor entregado del Padre a los hombres, Para
el discípulo amado Jesús, acepta su pasión libremente, entregándose a sí mismo:
“Antes de la fiesta de la Pascua, Jesús
sabía que había llegado su hora de pasar de este mundo al Padre. Él, que había
amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el final. (Jn 13,
1-2).
La Nueva Alianza es para todos. “Recordad pues, cómo en otro tiempo vosotros, los gentiles según la
carne, llamados, «incircuncisos» por los que practican la «circuncisión» —una
operación practicada en la carne—, estabais a la sazón lejos de Cristo,
excluidos de la ciudadanía de Israel y extraños a las alianzas de la promesa,
sin esperanza y sin Dios en el mundo. Mas ahora, en Cristo Jesús, vosotros, los
que en otro tiempo estabais lejos, habéis llegado a estar cerca por la sangre
de Cristo. Porque él es nuestra paz: el que de los dos pueblos hizo uno,
derribando el muro divisorio, la enemistad, y anulando en su carne la Ley con
sus mandamientos y sus decretos, para crear en sí mismo, de los dos, un solo
Hombre Nuevo. De este modo, hizo las paces y reconcilió con Dios a ambos en un
solo cuerpo, por medio de la cruz, dando en sí mismo muerte a la Enemistad.
Vino a anunciar la paz: paz a vosotros que estabais lejos, y paz a los que
estaban cerca. Por él, unos y otros tenemos libre acceso al Padre en un mismo
Espíritu. Así pues, ya no sois extraños ni forasteros, sino conciudadanos de
los santos y familiares de Dios” (Ef 2, 11- 19).
Cristo sella con su sangre la Nueva Alianza. “Cristo nuestro cordero
pascual ha sido inmolado” (1 Cor 5, 7) La Antigua
Alianza fue sellada con la sangre de toros y de machos cabríos. Los sacrificios
de animales son sustituidos por un sacrifico nuevo, el de Cristo, cuya sangre
realiza eficazmente la unión definitiva entre Dios y los hombres. La muerte de
Cristo, a la vez sacrificio de pascua, sacrificio de alianza y sacrificio
expiatorio, lleva a su cumplimiento las figuras del Antiguo Testamento. Cristo
con su sangre derramada en la cruz, abre el camino para que venga a nosotros el
“el don del Espíritu Santo”.
El Espíritu Santo es el “Signo de la Nueva Alianza”. “Cuando venga el Paráclito, que yo os enviaré de junto al Padre, el Espíritu de la verdad, que procede del Padre, él dará testimonio de mí” (Jn 15, 26). “Pero yo os digo la verdad: Os conviene que yo me vaya, porque, si no me voy, no vendrá a vosotros el Paráclito; pero si me voy, os lo enviaré” (Jn 16, 7) San Lucas también nos dice: “Yo os bautizo con agua. Pero está a punto de llegar alguien que es más fuerte que yo, a quien ni siquiera soy digno de desatarle la correa de sus sandalias; él os bautizará con Espíritu Santo y fuego” (Lc 3, 16). “Si alguno tiene sed, que venga a mí, y beberá; del que cree en mí se puede decir lo que afirma la Escritura: De su seno manarán ríos de agua viva.” Esto lo decía refiriéndose al Espíritu que iban a recibir los que creyeran en él. Porque aún no había Espíritu, pues todavía Jesús no había sido glorificado” (Jn 7, 37- 39).
Los efectos de la Nueva Alianza. Al entrar en la Nueva Alianza por la fe y el bautismo, los hombres son
“justificados por la Fe” (Rom 5, 1ss; Gál 2, 16). La Justificación hace referencia al perdón de
los pecados y a la recepción de la Gracia, por lo que los pecadores pasamos de la
muerte a la vida, de la aridez a las aguas vivas (cfr Jer 2, 13; Jn 7, 38) En
la Nueva Alianza se quitan los pecados: “Vendrá de Sión el Libertador; alejará
de Jacob las impiedades (Is 59, 20). Y
esta será mi alianza con ellos, cuando haya borrado sus pecados” (Rom 11, 26-
27). Ya no es la Alianza de la letra, es la Alianza del Espíritu: “Dios habita
entre los hombres y cambia nuestros corazones: Porque nosotros somos templo de
Dios vivo, como dijo Dios: Habitaré en medio de ellos y caminaré entre ellos;
yo seré su Dios y ellos serán mi pueblo”. Dios pone en nuestros corazones su
ley (Rom 5, 5; 2 Cor 6, 16) Alianza que
aporta la libertad de los hijos de Dios (Gál 4, 24). En virtud de la sangre de
Cristo los pecados son perdonados (Ef 1, 7) y los corazones son renovados:
“¡cuánto más la sangre de Cristo, que por el Espíritu eterno se ofreció a sí
mismo sin tacha a Dios, purificará de las obras muertas nuestra conciencia para
rendir culto al Dios vivo! (Heb 9,14). Así
se cumple la promesa de la “Nueva Alianza” anunciada por Jeremías y por
Ezequiel: Gracias a la sangre de Jesús serán cambiados los corazones humanos y
se les dará el don del Espíritu.
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