VIO LA GLORIA DE DIOS Y A JESÚS DE PIE A LA DERECHA DEL PADRE.

 

VIO LA GLORIA DE DIOS Y A JESÚS DE PIE A LA DERECHA DEL PADRE.

 

En aquellos días, habló Esteban ante el sanedrín, diciendo: "Hombres de cabeza dura, cerrados de corazón y de oídos. Ustedes resisten siempre al Espíritu Santo; ustedes son iguales a sus padres. ¿A qué profeta no persiguieron sus padres? Ellos mataron a los que anunciaban la venida del Justo, al que ahora ustedes han traicionado y dado muerte. Recibieron la ley por medio de los ángeles y no la han observado". (Hch 7, 50- 53)

 

Frente a la faz del Mundo existes dos mesas: la Mesa de los demonios y la Mesa del Señor. No hay comunión entre ellas, más bien existen enemistad, pero existe libertad para pasar de una Mesa a la Otra. Cada Mesa tiene su propio alimento. Cada una tiene su estilo de vivir, uno es de muerte y otro es de vida, Uno es de individualismo o relativismo, y el otro es de comunión, de donación y entrega. Os digo, pues, esto y os conjuro en el Señor, que no viváis ya como viven los gentiles, según la vaciedad de su mente” sumergido su pensamiento en las tinieblas y excluidos de la vida de Dios por la ignorancia que hay en ellos, por la dureza de su cabeza los cuales, habiendo perdido el sentido moral, se entregaron al libertinaje, hasta practicar con desenfreno toda suerte de impurezas. (Ef 4, 17- 19)

El Paso de esta Mesa a la del Señor pide conversión: Pero no es éste el Cristo que vosotros habéis aprendido, si es que habéis oído hablar de él y en él habéis sido enseñados conforme a la verdad de Jesús a despojaros, en cuanto a vuestra vida anterior, del hombre viejo que se corrompe siguiendo la seducción de las concupiscencias, a renovar el espíritu de vuestra mente, y a revestiros del Hombre Nuevo, creado según Dios, en la justicia y santidad de la verdad. (Ef 4, 20- 24)

 

El Odio contra el Amor. San Juan en su primera carta nos advierte: No améis al mundo ni lo que hay en el mundo. Si alguien ama al mundo, el amor del Padre no está en él. Puesto que todo lo que hay en el mundo - la concupiscencia de la carne, la concupiscencia de los ojos y la jactancia de las riquezas - no viene del Padre, sino del mundo. El mundo y sus concupiscencias pasan; pero quien cumple la voluntad de Dios permanece para siempre. (1 de Jn 2, 15- 17) El alimento de la Mesa de los demonios es mundano, pagano y hasta diabólico. Su raíz es la soberbia y su fuerza es la mentira y se manifiesta en la envidia y el odio:

 

“Al oír estas cosas, los miembros del sanedrín se enfurecieron y rechinaban los dientes de rabia contra él. Pero Esteban, lleno del Espíritu Santo, miró al cielo, vio la gloria de Dios y a Jesús, que estaba de pie a la derecha de Dios, y dijo: "Estoy viendo los cielos abiertos y al Hijo del hombre de pie a la derecha de Dios".

 

La gloria de Dios es Jesús que está de pie a la derecha de Dios, es decir, está resucitado, está vivo, y es Dios. Ha muerto por nuestros pecados y ha resucitado por nuestra justificación (Rm 4, 25) Y los que están sentados a su Mesa está con él: “Pero Dios, rico en misericordia, por el grande amor con que nos amo, estando muertos a causa de nuestros delitos, nos vivificó juntamente con Cristo - por gracia habéis sido salvados - y con él nos resucitó y nos hizo sentar en los cielos en Cristo Jesús”, (Ef 2, 4- 6)

 

“Entonces los miembros del sanedrín gritaron con fuerza, se taparon los oídos y todos a una se precipitaron sobre él. Lo sacaron fuera de la ciudad y empezaron a apedrearlo. Los falsos testigos depositaron sus mantos a los pies de un joven, llamado Saulo. Mientras lo apedreaban, Esteban repetía esta oración: "Señor Jesús, recibe mi espíritu". Después se puso de rodillas y dijo con fuerte voz: "Señor, no les tomes en cuenta este pecado". Diciendo esto, se durmió en el Señor. Y Saulo estuvo de acuerdo en que mataran a Esteban”. ((Hch 7, 51–8, 1)

 

De tal palo, tal astilla. Como el Maestro es su Discípulo. Se había alimentado con la Palabra y con la Eucaristía, había vivido como Jesús, en la Voluntad de Padre, sirviendo a su Comunidad y a sus mesas: la mesa de la Palabra, la mesa de la Eucaristía y la mesa de cada día, pertenecía al Árbol de la Vida que está en el Paraíso de Dios (Apoc 2, 7) Por eso pudo decir las últimas palabras de Jesús: "Señor Jesús, recibe mi espíritu". Después se puso de rodillas y dijo con fuerte voz: "Señor, no les tomes en cuenta este pecado". (Lc 23, 34) La fuerza estaba en el contenido de la verdad: Jesús de pie a la derecha del Padre, es Dios en favor de nosotros.

Allí estaba Saulo, miro su rostro, escuchó sus últimas palabras, lo vio morir. Todo lo llevaba en su mente. Esteban había evangelizado con su sacrificio al futuro misionero de Cristo que muy pronto se levantaría de la mesa de los demonios para cambiarse a la mesa del Señor Jesús para ser alimento con su vida entrega y donación para los suyos.

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