CRISTO
ES NUESTRA PAZ Y NUESTRA FELICIDAD
Ahora estáis en Cristo Jesús. Ahora, por la sangre de Cristo, estáis cerca los
que antes estabais lejos. Él es nuestra paz. Él ha hecho de los dos pueblos,
judíos y gentiles, una sola cosa, derribando con su cuerpo el muro que los
separaba: el odio. Él ha abolido la ley con sus mandamientos y reglas, haciendo
las paces, para crear en él un solo hombre nuevo. Reconcilió con Dios a los dos
pueblos, uniéndolos en un solo cuerpo mediante la cruz, dando muerte en él al
odio. (Ef 2,13-16)
Todos
pecaron y están privados de la gracia de Dios:
"Reconocemos que el
Señor, Dios nuestro, es justo, y todos nosotros, los habitantes de Judea y de
Jerusalén, nuestros reyes y príncipes, nuestros sacerdotes, profetas y padres,
nos sentimos hoy llenos de vergüenza, porque hemos pecado contra el Señor y no
le hemos hecho caso; lo hemos desobedecido y no hemos escuchado su voz ni hemos
cumplido los mandamientos que él nos dio. Desde el día en que el Señor sacó de
Egipto a nuestros padres hasta el día de hoy, no hemos obedecido al Señor,
nuestro Dios, y nos hemos obstinado en no escuchar su voz. Por eso han caído
ahora sobre nosotros las desgracias y la maldición que el Señor anunció por
medio de Moisés, su siervo, el día en que sacó de Egipto a nuestros padres,
para darnos una tierra que mana leche y miel. No hemos escuchado la voz del
Señor, nuestro Dios, conforme a las palabras de los profetas que nos ha enviado
y todos nosotros, siguiendo las inclinaciones de nuestro perverso corazón,
hemos adorado a dioses extraños y hemos hecho lo que el Señor, nuestro Dios,
reprueba''. Bar 1, 15-22
¿Qué
hacer para que nuestra tierra mane leche y miel?
Probar lo bueno que es el
Señor (1 de Pe 2, 3) Creer y convertirse a Jesús, el Señor (Mt 4, 17) Para que
Cristo habite en nuestro corazón por la fe (Ef 3, 17) Ser hombre nuevo por el
Nuevo Nacimiento (Jn 3, 1- 5; Ef 4, 24) Revestirnos de Jesucristo (Rm 13, 14)
Qué Cristo sea para nosotros el Hijo de Dios, nuestro Salvador, nuestro Maestro
y nuestro Señor. (Mt 16, 16; Mc 8, 31) Qué sea nuestro Camino, Verdad y Vida
(Jn 14, 6) Qué sea Nuestro “Dios y Señor” (Jn 20, 28).
Pero, si hemos hechos de
él nuestro parche y si queremos llenarnos de su Vino, sin limpiar el vaso (Mc
2, 21. 22) no nos hemos convertido y su Palabra no es Luz en nuestro sendero
(cf Slm 119. 15) Caminamos en tinieblas (Jn 8, 12) Y no lo conocemos ni lo
amamos ni le servimos. ¿Qué hemos hecho de sus dones?
Escuchemos
su Evangelio:
En aquel tiempo, Jesús
dijo: "¡Ay de ti, ciudad de Corozaín! ¡Ay de ti, ciudad de Betsaida!
Porque si en las ciudades de Tiro y de Sidón se hubieran realizado los
prodigios que se han hecho en ustedes, hace mucho tiempo que hubieran hecho
penitencia, cubiertas de sayal y de ceniza. Por eso el día del juicio será
menos severo para Tiro y Sidón que para ustedes. Y tú, Cafarnaúm, ¿crees
que serás encumbrada hasta el cielo? No. Serás precipitada en el abismo". Luego,
Jesús dijo a sus discípulos: "El que los escucha a ustedes, a mí me
escucha; el que los rechaza a ustedes, a mí me rechaza y el que me rechaza a
mí, rechaza al que me ha enviado" (Lc 10, 13-16)
¿Por
qué no se convirtieron las ciudades de Corozaín y Betsaida?
Si, habían escuchado su
Palabra, había visto hacer sus milagros y sus exorcismos. Y no se convirtieron
al Señor. Y tú, Cafarnaúm, ¿Te crees poderosa, y qué serás cómo dios? La ciudad
rica y poderosa. “No, serás arrojada en el abismo”. Es la invitación a todos
nosotros, los creyentes, a convertirnos de corazón al Señor. “No basta con ser
oyentes, hay que ser practicantes (Snt 1, 22) Hay que revestirse de Cristo,
despojándonos del traje de tinieblas (Ef 4, 23- 24) Hasta llegar a tener los
mismos sentimientos de Cristo (Flp 2, 5) Para poder amarlo y servirlo, hasta
hacernos Uno con él (cf Jn 17, 11).
"El que los escucha a
ustedes, a mí me escucha; el que los rechaza a ustedes, a mí me rechaza y el
que me rechaza a mí, rechaza al que me ha enviado". “Vino a los suyos, y
no lo recibieron (Jn 1, 11- 12) “Yo sé porque me siguen”, “Les he dado de comer
hasta saciarse” (Jn 6, 26) ¿Qué le pedimos al Señor? Le pedimos poder, placer y
tener, eso es lo que el mundo nos ofrece (1 de Jn 2, 15) Jesús nos ofrece
Perdón, Paz, Felicidad y Vida eterna y persecuciones en esta mundo. Nosotros
queremos lo que las Ideologías nos ofrecen: mucha salud, mucho dinero, mucho
sexo, mucho poder. Jesús en cambio nos invita a amar y a servir a los hermanos
como él mismo nos amó.
Guárdense
de los falsos profetas.
Muchos creyentes y
católicos ahora siguen las Ideologías, el evangelio parece que ha pasado de
moda. Han caído en la “inversión de valores” “Han rechazado la ley natural y la
ley sobrenatural”: La Ley de Dios, para seguir lo que las Ideologías les
enseñan. “Ya todo es relativo”, lo bueno es ahora lo malo y lo malo es lo
bueno, cayendo en los peores enemigos de la realización humana: el
individualismo, el totalitarismo y el conformismo. Que nadie los engañe,
ninguno de los tres realiza, y menos nos pueden salvar. Para que no seamos ya
niños, llevados a la deriva y zarandeados por cualquier viento de doctrina, a
merced de la malicia humana y de la astucia que conduce engañosamente al error,
antes bien, siendo sinceros en el amor, crezcamos en todo hasta Aquel que es la
Cabeza, Cristo, (Ef 4, 14- 15)
Creer en Jesús es aceptar
su Persona como Hijo de Dios, como salvador, Maestro y como Señor; aceptar su Mensaje,
su Obra, su misión y su Destino.
Jesucristo no cambia, es el mismo ayer, hoy y siempre (Heb 13, 8).
La
sabiduría divina está en la Palabra de Dios.
Enseñamos una sabiduría
divina, misteriosa, escondida, predestinada por Dios antes de los siglos para
nuestra gloria, que no conoció ninguno de los príncipes de este siglo; pues si
la hubieran conocido, nunca hubieran crucificado al Señor de la gloria. Pero,
según está escrito: «Ni el ojo vio, ni el oído oyó, ni vino a la mente del
hombre lo que Dios ha preparado para los que le aman.» Pero a nosotros nos lo
ha revelado por su Espíritu. (1Co 2, 7-10ª).
Los príncipes de este
siglo son los ricos y los poderosos, no se arrodillen frente a ellos, ni ante
el oro ni ante el poder, esos no te dan vida eterna, sólo Cristo lo hace, para
eso ha venido, para que tengas vida y en abundancia (Jn 10, 10)
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