PARA SER HOMBRES NUEVOS AL SERVICIO DE DIOS HAY QUE MORIR AL HOMBRE VIEJO.
“Derramaré
sobre vosotros un agua pura que os purificará: de todas vuestras inmundicias e
idolatrías os he de purificar; y os daré un corazón nuevo, y os infundiré un
espíritu nuevo; arrancaré de vuestra carne el corazón de piedra, y os daré un
corazón de carne. Os infundiré mi espíritu, y haré que caminéis según mis
preceptos, y que guardéis y cumpláis mis mandatos”. (Ez 36, 25-27).
Esto
dice el Señor: "Si ustedes dicen: 'No es justo el proceder del Señor',
escucha, casa de Israel: ¿Conque es injusto mi proceder? ¿No es más bien el proceder
de ustedes el injusto? Cuando el justo se aparta de su justicia, comete la
maldad y muere; muere por la maldad que cometió. Cuando el pecador se
arrepiente del mal que hizo y practica la rectitud y la justicia, él mismo
salva su vida. Si recapacita y se aparta de los delitos cometidos, ciertamente
vivirá y no morirá''. (Ez 18, 25-28)
El
hombre ha recibido el libre albedrío para decidir entre hacer el bien o hacer
el mal, de lo que haga es responsable, ni Dios ni la Comunidad, son los
responsables. (Dt 30, 15) Dios no quiere la muerte del pecador, sino, que se
arrepienta y viva (Ez 33, 10) Si el justo abandona los caminos de Dios para ir
hacerse cisternas agrietadas, peca y muere (Jer 2, 13) Cae en la idolatría. En
cambio si el pecador se arrepiente y se convierte a la justicia y rectitud, es
perdonado y reconciliado.
La
vida cristiana es un don y es una lucha, entre el bien y el mal, entre el ego y
el amor, entre las virtudes y los vicios, entre el hombre viejo y el hombre
nuevo. En esta lucha no somos espectadores, sino, protagonistas. Es la lucha
del pecado contra la Gracia. Y gana aquel o aquella que sea fiel a la fe, o por
otro lado se incline hacia el mal. Pablo habla de unos que no pueden conocer a
Cristo: “Os digo, pues, esto y os conjuro en el Señor, que no viváis ya como
viven los gentiles, según la vaciedad de su mente, sumergido su pensamiento en
las tinieblas y excluidos de la vida de Dios por la ignorancia que hay en
ellos, por la dureza de su cabeza los cuales, habiendo perdido el sentido
moral, se entregaron al libertinaje, hasta practicar con desenfreno toda suerte
de impurezas”. (Ef 4, 17- 19)
Los que si pueden conocer a Cristo:
Hermanos:
Si alguna fuerza tiene una advertencia en nombre de Cristo, si de algo sirve
una exhortación nacida del amor, si nos une el mismo Espíritu y si ustedes me
profesan un afecto entrañable, llénenme de alegría teniendo todos una misma
manera de pensar, un mismo amor, unas mismas aspiraciones y una sola alma. Nada
hagan por espíritu de rivalidad ni presunción; antes bien, por humildad, cada
uno considere a los demás como superiores a sí mismo y no busque su propio
interés, sino el del prójimo. Tengan los mismos sentimientos que tuvo Cristo
Jesús.(Flp 2, 1- 5)
Se salvan los que pueden y hacen la
voluntad de Dios.
En
aquel tiempo, Jesús dijo a los sumos sacerdotes y a los ancianos del pueblo:
"¿Qué opinan de esto? Un hombre que tenía dos hijos fue a ver al primero y
le ordenó: 'Hijo, ve a trabajar hoy en la viña'. Él le contestó: 'Ya voy,
señor', pero no fue. El padre se dirigió al segundo y le dijo lo mismo. Éste le
respondió: 'No quiero ir', pero se arrepintió y fue. ¿Cuál de los dos hizo la
voluntad del padre?" Ellos le respondieron: "El segundo". Entonces
Jesús les dijo: "Yo les aseguro que los publicanos y las prostitutas se
les han adelantado en el camino del Reino de Dios. Porque vino a ustedes Juan,
predicó el camino de la justicia y no le creyeron; en cambio, los publicanos y
las prostitutas, sí le creyeron; ustedes, ni siquiera después de haber visto,
se han arrepentido ni han creído en él''. (Mt 21, 28-32)
Sólo
pueden trabajar para Dios los que están en comunión con él, en gracia de Dios.
Estar en pecado, es estar en la muerte, aunque recemos y prendamos velas no le
agradamos a Dios (cf Mt 7, 21) Aunque prediquemos el evangelio, hagamos milagros
y expulsemos demonios, somos rechazados por Dios porque estamos en pecado. (Mt
7, 22- 23) Los que trabajan en los vicios, llevan una vida mundana y pagana,
son esclavos del mal y son hijos de las tinieblas.
Y,
¿Cuál es la voluntad de Dios? “Qué aborrezcamos el mal y que amemos
apasionadamente el bien” (Is 1, 16; Rm 12, 9) “Que guardemos sus mandamientos y
guardemos su Palabra (Jn 14, 21. 23) “Qué creamos en su Hijo Jesucristo y que
nos amenos unos a los otros” ( 1 de Jn 3, 23) “Qué nuestro amor nazca de una fe
sincera, de un corazón limpio y de una conciencia recta” (1 de Tim 1, 5) En
pocas palabras que “Hagamos la voluntad del Padre” (Mt 6, 9) Que como Jesús,
hagamos de la voluntad de Dios la delicia de nuestra vida, nuestro alimento
espiritual (cf Jn 4, 34)
El camino es Dios el que lo ha hecho.
Cristo,
siendo Dios, no consideró que debía aferrarse, a las prerrogativas de su
condición divina, sino que, por el contrario, se anonadó a sí mismo, tomando la
condición de siervo, y se hizo semejante a los hombres. Así, hecho uno de
ellos, se humilló a sí mismo y por obediencia aceptó incluso la muerte, y una
muerte de cruz. Por eso Dios lo exaltó sobre todas las cosas y le otorgó el
nombre que está sobre todo nombre, para que, al nombre de Jesús, todos doblen
la rodilla en el cielo, en la tierra y en los abismos, y todos reconozcan
públicamente que Jesucristo es el Señor, para gloria de Dios Padre.(Flp 2, 6-
11)
Cristo
es nuestra fe y es nuestro amor, de donde nacen todas las virtudes para luchar
y vencer a los vicios. Cristo es nuestra
fuerza para vencer el mal. Cristo es la Verdad para echar fuera la mentira;
Cristo es la Vida para echar fuera la muerte y Cristo es el Amor, para echar
fuera el odio y la envidia, Y lo hace desde nuestro corazón (Ef 3, 17) Y no
desde fuera. Lo que nos pide es que seamos fuertes en la fe: “Por lo demás,
fortaleceos en el Señor y en la fuerza de su poder. Revestíos de las armas de
Dios para poder resistir a las acechanzas del Diablo. Porque nuestra lucha no
es contra la carne y la sangre, sino contra los Principados, contra las
Potestades, contra los Dominadores de este mundo tenebroso, contra los
Espíritus del Mal que están en las alturas”. (Ef 6, 10- 12)
Trabajar
para el Reino de Dios se requiere llevar y poseer una fe viva, una esperanza,
cierta y una caridad ardiente, es decir, vivir en Gracia de Dios, para ser conducidos
por el Espíritu Santo de Dios. Con el amor y las virtudes podemos vencer los
vicios que vienen del hombre viejo. (Ef 4, 23)
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