MI PALABRA ES COMO FUEGO Y COMO
MARTILLO.
Introducción:
¿No es así mi palabra, como el fuego, y como un martillo golpea la peña? (Jer
23, 29)
El Anciano de días sentado en un trono
de fuego.
Mientras
yo contemplaba: Se aderezaron unos tronos y un Anciano se sentó. Su vestidura,
blanca como la nieve; los cabellos de su cabeza, puros como la lana. Su trono,
llamas de fuego, con ruedas de fuego ardiente. Un río de fuego corría y manaba
delante de él. Miles de millares le servían, miriadas de miriadas estaban en
pie delante de él. El tribunal se sentó, y se abrieron los libros.(Dn 7, 9- 10) El río de fuego es el Espíritu Santo que el Padre envía a la tierra en nombre de su Hijo.
En el bautismo de Jesús.
Respondió
Juan a todos, diciendo: «Yo os bautizo con agua; pero viene el que es más
fuerte que yo, y no soy digno de desatarle la correa de sus sandalias. El os
bautizará en Espíritu Santo y fuego. (Lc 3, 16) Jesús es “Ungido” con Espíritu
Santo y fuego para ser el Mesías de Dios, para ser Salvador, Maestro y Señor.
Jesús mismo habló del deseo de encender los corazones de los hombres con el
fuego del Cielo. Es el fuego del Amor, y de la predicación de su Palabra.
Jesús llena de Espíritu Santo a Juan y
a su madre Isabel.
Y
sucedió que, en cuanto oyó Isabel el saludo de María, saltó de gozo el niño en
su seno, e Isabel quedó llena de Espíritu Santo; y exclamando con gran voz,
dijo: «Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu seno; y ¿de dónde
a mí que la madre de mi Señor venga a mí? Porque, apenas llegó a mis oídos la
voz de tu saludo, saltó de gozo el niño en mi seno. ¡Feliz la que ha creído que
se cumplirían las cosas que le fueron dichas de parte del Señor!» (Lc 1, 41-
45) Isabel quedo llena del Espíritu Santo y fuego, y con voz fuerte dijo…. La
fuerza de la voz está en el contenido de su Verdad, Con labios purificados
exclamó las verdades fundamentales de María: Eres Bendita, eres Madre y eres
Mujer creyente.
Jesús ha de venido a encender un fuego.
Jesús dijo a sus discípulos: «Yo he venido a
traer fuego sobre la tierra, ¡y cómo desearía que ya estuviera ardiendo! Tengo
que recibir un bautismo, ¡y qué angustia siento hasta que esto se cumpla
plenamente! (Lc 12, 49- 50) Jesús habla del bautismo de su pasión, de su
sufrimiento y de su muerte, para abrir el camino para que el Espíritu Santo
venga a la Iglesia. “Pero yo os digo la verdad: Os conviene que yo me vaya;
porque si no me voy, no vendrá a vosotros el Paráclito; pero si me voy, os lo
enviaré: y cuando él venga, convencerá al mundo en lo referente al pecado, en
lo referente a la justicia y en lo referente al juicio” (Jn 16, 7- 8)
Las
señales de fuego en las Escrituras significan de manera especial la presencia
santa de Dios, su poder y su gloria, así como la acción purificadora y
limpiadora del Espíritu Santo. Algunos ejemplos son:
El ángel de Yahveh se le apareció en
forma de llama de fuego, en medio de una zarza. Vio que la zarza estaba ardiendo, pero que la zarza no
se consumía. Dijo, pues, Moisés: «Voy a acercarme para ver este extraño caso:
por qué no se consume la zarza.» Cuando vio Yahveh que Moisés se acercaba para
mirar, le llamó de en medio de la zarza, diciendo: «¡Moisés, Moisés!» El
respondió: «Heme aquí.» Le dijo: «No te acerques aquí; quita las sandalias de
tus pies, porque el lugar en que estás es tierra sagrada.» (Ex 3, 2- 5)
El Señor guiaba a su pueblo de noche
con una columna de fuego. Yahveh iba al
frente de ellos, de día en columna de nube para guiarlos por el camino, y de
noche en columna de fuego para alumbrarlos, de modo que pudiesen marchar de día
y de noche. No se apartó del pueblo ni la columna de nube por el día, ni la
columna de fuego por la noche.(Ex 13, 21- 22)
En la lucha de Elías contra los
profetas de Baal: Respóndeme,
Yahveh, respóndeme, y que todo este pueblo sepa que tú, Yahveh, eres Dios que
conviertes sus corazones.» Cayó el fuego de Yahveh que devoró el holocausto y la
leña, y lamió el agua de las zanjas. Todo el pueblo lo vió y cayeron sobre su
rostro y dijeron: «¡Yahveh es Dios, Yahveh es Dios!» (1 de Re 18, 37- 39)
En la purificación del profeta Isaías: Entonces voló hacia mí uno de los serafines con una
brasa en la mano, que con las tenazas había tomado de sobre el altar, y tocó mi
boca y dijo: «He aquí que esto ha tocado tus labios: se ha retirado tu culpa,
tu pecado está expiado.» (Is 6, 6- 7) El fuego de Dios purifica y renueva
nuestros corazones.
En el día del cumplimento de las
Promesas: Al llegar el día de
Pentecostés, estaban todos reunidos en un mismo lugar. De repente vino del
cielo un ruido como el de una ráfaga de viento impetuoso, que llenó toda la
casa en la que se encontraban. Se les aparecieron unas lenguas como de fuego
que se repartieron y se posaron sobre cada uno de ellos; quedaron todos llenos
del Espíritu Santo y se pusieron a hablar en otras lenguas, según el Espíritu
les concedía expresarse. (Hch 2, 1- 4)
En el Culto nuevo es purificado el
corazón: Por eso, nosotros que
recibimos un reino inconmovible, hemos de mantener la gracia y, mediante ella,
ofrecer a Dios un culto que le sea grato, con religiosa piedad y reverencia, pues
nuestro Dios es fuego devorador. (Heb 12, 28- 29) El Señor purifica nuestro
corazón de los pecados que llevan a la muerte (Heb 9, 14) Para que podamos
ofrecer un sacrificio vivo, santo y agradable a Dios (Rm 12, 1)
En
Pentecostés Jesús en Resucitado, bautizó a la Iglesia con el Espíritu Santo y
fuego. En vida Jesús es que el que recibe el Espíritu Santo sin medida, pero
después de su resurrección, Jesucristo es el que bautiza con Espíritu Santo y
fuego. Fuego que devora, purifica, salva y santifica a todos los que creen, confían,
obedecen, aman y le sirven.
Publicar un comentario