SER CONDUCIDOS POR EL ESPÍRITU SANTO NOS HACE SER HIJOS DE DIOS.

 


SER CONDUCIDOS POR EL ESPÍRITU SANTO NOS HACE SER HIJOS DE DIOS.

El reino de Dios no es comida ni bebida, sino justicia y paz y gozo en el Espíritu Santo, pues el que en esto sirve a Cristo es grato a Dios y acepto a los hombres. Por tanto, trabajemos por la paz y por nuestra mutua edificación (Rm 14, 17-19)

Y esto, teniendo en cuenta el momento en que vivimos. Porque es ya hora de levantaros del sueño; que la salvación está más cerca de nosotros que cuando abrazamos la fe. La noche está avanzada. El día se avecina. Despojémonos, pues, de las obras de las tinieblas y revistámonos de las armas de la luz. Como en pleno día, procedamos con decoro: nada de comilonas y borracheras; nada de lujurias y desenfrenos; nada de rivalidades y envidias. (Rm 13, 11- 13)

Dos estilos de vida: la carne y el Espíritu. “Si vivís según el Espíritu, no daréis satisfacción a las apetencias de la carne”. Pues la carne tiene apetencias contrarias al espíritu, y el espíritu contrarias a la carne, como que son entre sí antagónicos, de forma que no hacéis lo que quisierais. (Gál 16- 17) El espíritu humano, en el que habita el Espíritu Santo, une la inteligencia y la voluntad para formar la “Conciencia moral”. Para que unidos inteligencia, voluntad y corazón podamos distinguir entre lo que es bueno  lo que es malo, podamos rechazar lo malo y hacer lo bueno. Y poder comprender el sentido de la justicia y la paz según el Espíritu Santo.

 La paz viene de la justicia y ésta viene de la verdad. Le hacemos justicia a Dios cuando creemos en Jesucristo, esta es la voluntad de Dios (1 de Jn 3, 23) Le hacemos justicia a Jesucristo cuando elegimos el camino que el nos propone: el Amor (Jn 13, 34) Y ¿Cuándo le hacemos justicia al hombre? Cuando lo reconocemos como lo que es, persona, valiosa, importante y digna. Cuando lo aceptamos como es, y lo respetamos de pensamiento, palabra y obra. Cuando cargamos con sus defectos o con sus debilidades (Rm 15,1) y cuando, caminamos con él, trabajamos con él y nos abrimos a vivir con él, esto es justicia, que nos lleva a la paz que es armonía interior y exterior, con uno mismo, con Dios y con los demás. La paz es felicidad.

Le hacemos justicia a Dios, a nosotros y a los demás, cuando nos despojamos del hombre viejo y nos revistemos del hombre nuevo, de Jesucristo en justicia y en santidad. (Ef 4, 23- 24) Cuando rechazamos el mal y cuando hacemos el bien. Tal como lo dijo el profeta Miqueas: «Se te ha declarado, hombre, lo que es bueno, lo que Yahveh de ti reclama: tan sólo practicar la equidad, amar la piedad y caminar humildemente con tu Dios.» (Mq 6, 8) Lo que significa: Escuchen mi Palabra y obedézcala, lo que nos lleva a comprender al profeta Oseas: "Yo te desposaré conmigo para siempre; te desposaré conmigo en justicia y en derecho en amor y en compasión, te desposaré conmigo en fidelidad, y tú conocerás a Yahveh". (Os 2, 21- 22) ¿Qué hace Dios para desposarse con los hombres? Nos manifiesta su Justicia, su Salvación, Jesucristo (Rm 3, 22)

La justicia y el derecho son semilla de la santidad, y semilla de la santidad es la Palabra de Dios. La Palabra nos abre el camino para que venga a nosotros la misericordia y el perdón, que a su vez, nos llevan al conocimiento y a la fidelidad. Dios nos hace justicia, nos manifiesta su amor para que también nosotros lo amemos y le hagamos justicia. El primer regalo de Dios a los hombres es su Palabra: Decía, pues, Jesús a los judíos que habían creído en él: «Si os mantenéis en mi Palabra, seréis verdaderamente mis discípulos, y conoceréis la verdad y la verdad os hará libres.» (Jn 8, 31- 32) La Palabra nos lleva ala Verdad y ésta nos lleva a la Libertad.

Hermanos, vuestra vocación es la libertad: no una libertad para que se aproveche el egoísmo; al contrario, sed esclavos unos de otros por amor. Pues toda la ley se concentra en esta frase: amarás al prójimo como a ti mismo. (Ga 5, 13-14) La libertad nos lleva al amor y éste nos lleva al servicio. Donde no hay libertad interior, hay esclavitud, hay división y hay muerte, no podemos amar ni servir como Jesús lo hizo. Hay que abandonar el estilo de la carne que consiste en una vida mundana, pagana, vida en pecado, para vivir la espiritualidad del Espíritu: “Si vivís según el Espíritu, no daréis satisfacción a las apetencias de la carne. Pues la carne desea contra el espíritu, y el espíritu contra la carne, como que son entre sí antagónicos, de forma que no hacéis lo que quisierais. (Ga 5, 16-17)

La espiritualidad bíblica o cristiana, está donde hay “Vida espiritual”, es una vida conducida por el Espíritu Santo que deja huella y deja frutos. Como el amor, alegría, paz, comprensión, humildad, mansedumbre, servicialidad, bondad, lealtad, amabilidad, dominio de sí. Si vivimos por el Espíritu marchemos tras el Espíritu. (Ga 5, 22. 23a. 25) Lo que significa vivir en comunión con Cristo, caminar con él y seguirlo.

Por la obediencia a la verdad habéis purificado vuestras almas para un amor fraternal no fingido; amaos, pues, con intensidad y muy cordialmente unos a otros, como quienes han sido engendrados no de semilla corruptible, sino incorruptible, por la palabra viva y permanente de Dios (1Pe 1, 22-23) Ámense sin fingimiento (Rm 12, 9) 

Ámense en Cristo, según el Espíritu Santo, lo que equivale a amar en Dios. Los amores fingidos, son condicionados, utilitaristas, son según la carne. Qué no es grata a Dios (Rm 8, 9) Pero si somos conducidos por el Espíritu Santo, nos hacemos hijos de Dios. (Rm 8, 14) Nos lleva a la salvación y a la perfección cristiana (2 de Tim 3, 14. 17)

 

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