REVESTIDOS DE CRISTO CAMINAMOS EN LA VERDAD Y EN LA JUSTICIA. (Colosenses 3, 12- 25)

 


REVESTIDOS DE CRISTO CAMINAMOS EN LA VERDAD Y EN LA JUSTICIA. (Colosenses 3, 12- 25)

Revestidos de Cristo Jesús:

Revestíos, pues, como elegidos de Dios, santos y amados, de entrañas de misericordia, de bondad, humildad, mansedumbre, paciencia, soportándoos unos a otros y perdonándoos mutuamente, si alguno tiene queja contra otro. Como el Señor os perdonó, perdonaos también vosotros. Y por encima de todo esto, revestíos del amor, que es el vínculo de la perfección. (Col 3, 12- 14)

Revestirse de Jesucristo para ser hombres nuevos, llamados a ser santos e inmaculados en el amor (Ef, 1, 4) Para ser hombres y mujeres fuertes y firmes en la fe para luchar contra el mal y vencer con el bien al mal (Rm 12, 21) Capaces de cargar las debilidades de los demás (Rm 15, 1) Ser misericordiosos como el Señor (Lc 6, 3) El padre de todas las virtudes es el amor, vínculo de toda perfección a la que somos llevados por la obediencia a la Palabra de Dios (2 de Tim 3, 14)

En amor, justicia y paz.

Y que la paz de Cristo presida vuestros corazones, pues a ella habéis sido llamados formando un solo Cuerpo. Y sed agradecidos. La palabra de Cristo habite en vosotros con toda su riqueza; instruíos y amonestaos con toda sabiduría, cantad agradecidos, himnos y cánticos inspirados, y todo cuanto hagáis, de palabra y de boca, hacedlo todo en el nombre del Señor Jesús, dando gracias por su medio a Dios Padre. (Col 3, 15- 17)

El amor nos lleva a la justicia, y ésta nos lleva a la paz, que es armonía interior y armonía exterior: con nosotros mismos, con Dios y con los demás: Esto significa vivir con Comunión, en Reconciliación y Participación para llegar a ser un “Don de Dios para todos”. ¿Cómo poder hacerlo? Escuchando la Palabra, guardándola en un corazón cálido y poniéndola en práctica. En la obediencia a la Palabra somos llevados de las tinieblas a la luz por el camino del Nuevo Nacimiento, para que con la fuerza d ela Palabra podamos rechazar lo malo: la malicia, la mentira, la envidia, la hipocresía, y la maledicencia (1 de Pe 2, 1) Para crecer en el conocimiento de Dios (Ef 4, 13) Preocupándonos unos por los otros, nos ayudemos mutuamente  a madurar en la fe, esperanza y caridad, y hacer lo todo con amor a Dios y a los hombres y con un corazón agradecido, dispuestos a servir. Teniendo presente las palabras del apóstol Pablo: Cada cual dé según el dictamen de su corazón, no de mala gana ni forzado, pues: Dios ama al que da con alegría.( 2 de Cor 9, 7)

La moral familiar:

Mujeres, sed sumisas a vuestros maridos, como conviene en el Señor. Maridos, amad a vuestras mujeres, y no seáis ásperos con ellas. Hijos, obedeced en todo a vuestros padres, porque esto es grato a Dios en el Señor.  Padres, no exasperéis a vuestros hijos, no sea que se vuelvan apocados.  (Col 3, 18- 21)

¿Cómo pueden las mujeres y los maridos están unidos?

Reconociéndose mutuamente como personas y no como cosas, aceptarse mutuamente como lo que son, personas, respetándose unos a los otros de pensamiento, palabra, nada de golpes y de mal trato,  más bien, y amándose mutualmente como Cristo nos amó (Jn 13, 34) Pueden enojarse, pero, que el enojo no les dure toda el día, reconciliaos mutuamente. (Ef 4, 26) Y que los padres no exasperen a sus hijos educándolos a gritos, con palabras obscenas o con golpes, sino, que más bien,  los eduquen en la fe y el amor, según la instrucción del Señor. No los enfermen con el mal trato. Y que los hijos honren a sus padres, los obedezcan los respeten y los amen, y en caso de que tengan necesidades les ayuden. De acuerdo al mandamiento de Dios.(Ef 6, 1-4)

Esclavos, obedeced en todo a vuestros amos de este mundo, no porque os vean, como quien busca agradar a los hombres; sino con sencillez de corazón, en el temor del Señor. Todo cuanto hagáis, hacedlo de corazón, como para el Señor y no para los hombres, conscientes de que el Señor os dará la herencia en recompensa. El Amo a quien servís es Cristo. El que obre la injusticia, recibirá conforme a esa injusticia; que no hay acepción de personas. (Col 3, 22- 25)

En la misma carta a los colosenses Pablo nos dice: “Despojaos del hombre viejo con sus obras, y revestíos del hombre nuevo, que se va renovando hasta alcanzar un conocimiento perfecto, según la imagen de su Creador, donde no hay griego y judío; circuncisión e incircuncisión; bárbaro, escita, esclavo, libre, sino que Cristo es todo y en todos”. (Col 3, 9- 11) En esta Comunidad todos somos iguales en dignidad, todos somos Uno en Cristo, pobre y ricos, hombre y mujeres; todos somos llamados a ser una Comunidad fraterna, solidaria y servicial. Nadie vale por lo que tiene, sabe o hace, por eso se entiende que “Dios no hace acepción de personas”. Por eso vayamos a la carta de Pablo a Filemón:

Te ruego en favor de mi hijo, a quien engendré entre cadenas, Onésimo, que en otro tiempo te fue inútil, pero ahora muy útil para ti y para mí. Te lo devuelvo, a éste, mi propio corazón. Yo querría retenerle conmigo, para que me sirviera en tu lugar, en estas cadenas por el Evangelio; mas, sin consultarte, no he querido hacer nada, para que esta buena acción tuya no fuera forzada sino voluntaria. Pues tal vez fue alejado de ti por algún tiempo, precisamente para que lo recuperaras para siempre, y no como esclavo, sino como algo mejor que un esclavo, como un hermano querido, que, siéndolo mucho para mí, ¡cuánto más lo será para ti, no sólo como amo, sino también en el Señor!. Por tanto, si me tienes como algo unido a ti, acógele como a mí mismo. (Filemón 1, 19- 17).

Todos, unidos en el Señor somos hermanos, con la misión de amarnos, soportándonos, lavándonos los pies unos a otros, compartiendo los dones del Señor con los demás,  tal como lo dijo el profeta; «Se te ha declarado, hombre, lo que es bueno, lo que Yahveh de ti reclama: tan sólo practicar la equidad, amar la piedad y caminar humildemente con tu Dios.»(Mq 6, 8) Y al extender vosotros vuestras palmas, me tapo los ojos por no veros. Aunque menudeéis la plegaria, yo no oigo. Vuestras manos están de sangre llenas: lavaos, limpiaos, quitad vuestras fechorías de delante de mi vista, desistid de hacer el mal, aprended a hacer el bien, buscad lo justo, dad sus derechos al oprimido, haced justicia al huérfano, abogad por la viuda. Venid, pues, y disputemos - dice Yahveh -: Así fueren vuestros pecados como la grana, cual la nieve blanquearán. Y así fueren rojos como el carmesí, cual la lana quedarán. Si aceptáis obedecer, lo bueno de la tierra comeréis. (Is 1, 15- 19)

El hombre nuevo, no vive para sí mismo, vive para el Señor y para los demás (cf Rm 14, 8;) Y todo lo que es de Dios es nuestro, si nosotros somos de Cristo (cf 1 de Cor 3,21- 22)

 

 

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