LAS VISIONES DE LA LUCHA DEL HOMBRE
VIEJO CONTRA EL HOMBRE NUEVO.
Las visiones de Daniel.
1.
Daniel tomó la
palabra y dijo: Contemplaba yo en mi visión durante la noche lo siguiente: los
cuatro vientos del cielo agitaron el mar grande, y cuatro bestias enormes,
diferentes todas entre sí, salieron del mar. (Dn 7, 1- 3)
El
mar es la casa del Leviatán. Estás fieras hacen referencia al pecado que
deshumaniza, despersonaliza, atrofia y mata. Las visiones hacen referencia a la
lucha entre el Bien y el Mal; entre el Hombre viejo y el Hombre nuevo; entre el
Ego y el Amor; entre los Vicios contra las Virtudes.
4.
La primera era como un león con alas de águila. El león es el símbolo del Poder que se enraíza en el corazón
del hombre. Jesús para vencer al poder propuso el servicio (Mt 20, 25- 28)
5.
A continuación, otra segunda bestia, semejante a un oso. El oso es el símbolo
de la riqueza y de la avaricia. Todo o quiere para él. Jesús propuso la caridad
y el compartir para vencer la avaricia y la codicia (Lc 9, 24- 25)
6.
Después, yo seguía mirando y vi otra bestia como un leopardo con cuatro alas de
ave en su dorso. El leopardo es el símbolo del Placer, de la lujuria. Para
vencer el demonio de la lujuria Jesús propuso: Negarse a si mismo (Mt 5, 29-
30). Para vencer a las bestias hay que morir con Cristo (Rm 6, 3- 4)
La visión del hombre viejo.
7.
Después seguí mirando, en mis visiones nocturnas, y vi una cuarta bestia. Es la
mezcla de las otras tres, es el Hombre viejo, el tres veces imperfecto. Sus
armas son el individualismo, el totalitarismo y el conformismo, el secularismo,
el ateísmo y las supersticiones.
Pablo
le llama el reinado de la “carne” que lleva a la inmadurez humana,
despersonaliza y deshumaniza, esclaviza, engendra enemistad con Dios y entre
los hombres y genera pobreza, miseria y muerte. Contra el reinado de la carne o
de la muerte, Pablo propone la Santidad, el reinado de Dios.
La visión del Anciano de días.
9.
Mientras yo contemplaba: Se aderezaron unos tronos y un Anciano se sentó. Su
vestidura, blanca como la nieve; los cabellos de su cabeza, puros como la lana.
Su trono, llamas de fuego, con ruedas de fuego ardiente. Un río de fuego corría
y manaba delante de él. Miles de millares le servían, miriadas de miriadas
estaban en pie delante de él. El tribunal se sentó, y se abrieron los libros.
(Dn 7, 9- 10)
El
Anciano de días es Dios, con su Santidad, esta es su esencia. Su trono es de
fuego, y un río de fuego sale de él y corría sobre la faz de la tierra. Es el
Espíritu Santo que Dios da a los que crean, confían y obedezcan a su Hijo. A
los que se abren a su Voluntad. Con la muerte y resurrección de Jesús, vence y
ata y da muerte al Hombre viejo y a las otras fieras. Aunque sigan luchando,
están vencidas, y Dios pone la cabeza de Satanás bajo los pies de los santos
(Rm 16, 20) Le ha quitado el poder a las bestias, sólo les queda el poder que
los hombres les den. Y les dan poder cuando quieren permanecer en su pecado,
cuando se niegan a convertirse a la fe de Jesucristo.
La visión del Hijo del Hombre.
13.
Yo seguía contemplando en las visiones de la noche: Y he aquí que en las nubes
del cielo venía como un Hijo de hombre. Se dirigió hacia el Anciano y fue
llevado a su presencia. A él se le dio imperio, honor y reino, y todos los
pueblos, naciones y lenguas le sirvieron. Su imperio es un imperio eterno, que
nunca pasará, y su reino no será destruido jamás. (Dn 7, 13- 14)
Es
Jesús, el Hijo de Dios que ha vencido al pecado, al mundo y al Maligno. Ha
muerto y ha resucitado para pagar el precio por nuestra salvación, ahora sube
al Padre para sentarse a su derecha y recibir, el honor, la gloria y el poder.
Para que toda rodilla se doble ante él y toda lengua proclame que Jesús es
SEÑOR PARA GLORIA DE DIOS PADRE. (Flp 2, 9-11) Ahora la clave está en creer en
Cristo, confiar, obedecer, y amarlo, para echarle corazón a la conversión: “Negándose
a sí mismo, cargando su cruz y seguirlo” (Lc 9, 23)
Conclusión:
La
fe es un don y es una respuesta; la vida cristiana es don y es conquista. La
lucha sigue y hay que vencer en Cristo, él es nuestra fortaleza (Flp 4, 13) El
lugar seguro para vencer al mal que ahora tiene rostro de ideologías, es la
Cruz de Jesús, para darle muerte al hombre viejo y darle vida al hombre nuevo,
revestirnos en justicia y santidad (Ef 4, 24) y caminar en el reino de Dios, que
es de todos los que creen y se convierten a Jesucristo (Mt 4, 17) La señal que
hemos pasado de la muerte a la vida es el Amor, la Paz y la Justicia. (Rm 14,17; 1 de Jn 3, 14) La clave de la victoria
es la obediencia a la Palabra para cultivar las Virtudes y revestirse de
Cristo. “Fortalecerse en el Señor” (Ef 6, 10)
La
Iglesia espera la segunda venida de Cristo para dar a cada uno según sus obras:
Pondrá las ovejas a su derecha, y los cabritos a su izquierda. Entonces dirá el
Rey a los de su derecha: "Venid, benditos de mi Padre, recibid la herencia
del Reino preparado para vosotros desde la creación del mundo. Porque tuve
hambre, y me disteis de comer; tuve sed, y me disteis de beber; era forastero,
y me acogisteis; estaba desnudo, y me vestisteis; enfermo, y me visitasteis; en
la cárcel, y vinisteis a verme." Entonces los justos le responderán:
"Señor, ¿cuándo te vimos hambriento, y te dimos de comer; o sediento, y te
dimos de beber? ¿Cuándo te vimos forastero, y te acogimos; o desnudo, y te
vestimos? ¿Cuándo te vimos enfermo o en la cárcel, y fuimos a verte?" Y el
Rey les dirá: "En verdad os digo que cuanto hicisteis a unos de estos
hermanos míos más pequeños, a mí me lo hicisteis." (Mt 25, 34- 40)
Entonces
dirá también a los de su izquierda: "Apartaos de mí, malditos, al fuego
eterno preparado para el Diablo y sus ángeles. Porque tuve hambre, y no me
disteis de comer; tuve sed, y no me disteis de beber; era forastero, y no me
acogisteis; estaba desnudo, y no me vestisteis; enfermo y en la cárcel, y no me
visitasteis." Entonces dirán también éstos: "Señor, ¿cuándo te vimos
hambriento o sediento o forastero o desnudo o enfermo o en la cárcel, y no te
asistimos?" Y él entonces les responderá: "En verdad os digo que
cuanto dejasteis de hacer con uno de estos más pequeños, también conmigo
dejasteis de hacerlo."
E
irán éstos a un castigo eterno, y los justos a una vida eterna.» (Mt 25, 41- 46)
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