JESÚS EL PROFETA DE NAZARET ES EL REDENTOR Y SALVADOR DE LOS HOMBRES.

 


JESÚS EL PROFETA DE NAZARET ES EL REDENTOR Y SALVADOR DE LOS HOMBRES.

Pero ahora, independientemente de la ley, la justicia de Dios se ha manifestado, atestiguada por la ley y los profetas, justicia de Dios por la fe en Jesucristo, para todos los que creen - pues no hay diferencia alguna; todos pecaron y están privados de la gloria de Dios - y son justificados por el don de su gracia, en virtud de la redención realizada en Cristo Jesús, (Rm 3, 21- 24)

Porque tanto amó Dios al mundo que dio a su Hijo único, para que todo el que crea en él no perezca, sino que tenga vida eterna. Porque Dios no ha enviado a su Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por él. (Jn 3, 16- 17) Lo que nos dice que Jesus vino a salvar a los hombres pecadores y corruptos. Vino a buscar lo que estaba perdido para que tuvieran vida eterna y en abundancia ( Jn 10, 10) Vino a unir lo que estaba enemistado y dividido (Ef 2, 14) Vino a traernos a Dios que estaba ausente de los pecadores, para así Jesús vino a traernos Espíritu Santo (Gál 4, 6)

 Para eso, lo primero que hace es dar su Palabra, y así, siembra el Reino de Dios en el corazón de los hombres que creen en él. El que escucha su Palabra y la guarda ya está en comunión con Dios, tiene fe y tiene vida espiritual. Y sí la pone por obra, está ya en camino de construir la Casa de Dios (Mt 7,24). Su Palabra es espíritu y vida (Jn 6, 63) Es Palabra poderosa, nos convence que Dios nos ama y que Dios nos perdona, si reconocemos nuestros pecados y nos arrepentimos (Jn 16, 8; 1 de Jn 1, 8- 10)

Después hace milagros en favor de los ciegos, de los sordos, de los mudos y de los cojos: hace milagros y exorciza el mal que poseía a los hombres impuros, los liberaba para que volvieran a casa, con sus familias a dar testimonio de la misericordia de Dios (Mc 5 ) Jesús era un reparador de casas en ruinas, las levantaba y la unía para ser casas nuevas (Is 58, 12) Levantaba muertos y luego se los regalaba a su madre, como el caso de la viuda de Naím.  (Lc 7) De esta manera nos enseña que el reinado del mal ha llegado a su fin para dar comienzo a la época de la Gracia.

Jesús hizo de su vida un sacrificio y lo ofreció a su Padre, e hizo de la “voluntad de Dios la delicia de su corazón” (Jn 4, 34) Por eso libre y conscientemente se ofreció por la salvación de los hombres (Heb 9, 14) Y lo pudo decir: “Mi vida no me la quitan, yo la entregó” (Jn 10, 18) Los poderes religiosos, por envidia y por odio, se unieron a os poderes políticos y económicos para darle muerte por medio de gente malvada, por medio de los impíos, los romanos ( Hech 2, 23) Al que le dieron muerte, Dios lo resucitó y le dio el Nombre que está sobre todo nombre para que toda lengua se doble y toda lengua proclame que Jesús es Señor, para gloria de Dios Padre. (Flp 2, 9- 11)

Jesús antes de su muerte le rezo a su Padre diciéndole: “Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen” (Lc 23, 34) No sabían los príncipes de este mundo que Jesús muriendo en la Cruz estaba pagando el precio para sacarnos del pozo de la muerte, y para el perdón de los pecados y resucitando, estaba dándonos vida eterna y Espíritu Santo (Rm 4,25) Por su muerte y por su resurrección nos ha justifica para que podamos ser gratos y agradables a Dios (cf Gál 2, 16; Rm 5, 1; Heb 11, 6)

Ahora al creer en Jesús hemos pasado de la muerte a la vida; de la esclavitud a la libertad, somos libres con la libertad de los hijos de Dios (Gál 5, 1) Porque hemos muerto, sepultado y resucitado con Cristo, (Rm 6, 3- 4) somos hombres nuevos, somos una Nueva Creación (cf Ef 4, 24;  2 de Cor 5, 17) La muere del pecado ha pasado, lo que ahora hay es vida (cf Rm 5, 20) Somos libres para compartir, para amar y para servir. Para eso la Verdad que es Cristo nos ha liberado de la muerte del pecado. Ahora podemos decir que todo el que cree en Jesús, de su corazón brotan los borbollones de agua vida (Jn 7, 37- 38)

No sólo somos creyentes, sino que al escuchar la Palabra de Cristo, somos sus discípulos y lo amamos. ¿Cómo podemos decir que lo amamos? Por un lado tenemos la certeza de que él nos ama, y por otro lado, nosotros al guardar sus Mandamientos y guardar su Palabra podemos decir que lo amamos. (Jn 14, 21. 23) Y como dice Juan en su  primera carta: Quien dice: «Yo le conozco» y no guarda sus mandamientos es un mentiroso y la verdad no está en él. Pero quien guarda su Palabra, ciertamente en él el amor de Dios ha llegado a su plenitud. En esto conocemos que estamos en él. Quien dice que permanece en él, debe vivir como vivió él. (1 de Jn 2, 4- 6)

 

Y, ¿Cómo vivió Jesús? Amando y sirviendo a los hombres: Vosotros sabéis lo sucedido en toda Judea, comenzando por Galilea, después que Juan predicó el bautismo; cómo Dios a Jesús de Nazaret le ungió con el Espíritu Santo y con poder, y cómo él pasó haciendo el bien y curando a todos los oprimidos por el Diablo, porque Dios estaba con él; y nosotros somos testigos de todo lo que hizo en la región de los judíos y en Jerusalén; a quien llegaron a matar colgándole de un madero; a éste, Dios le resucitó al tercer día y le concedió la gracia de aparecerse, no a todo el pueblo, sino a los testigos que Dios había escogido de antemano, a nosotros que comimos y bebimos con él después que resucitó de entre los muertos. Y nos mandó que predicásemos al Pueblo, y que diésemos testimonio de que él está constituido por Dios juez de vivos y muertos. (Hch 10, 37- 42)

Jesús es el Hijo e Dios, el Cristo (Mt 16, 16) Por eso es nuestro Salvador, nuestro Maestro y nuestro Señor. Amémoslo y sigámoslo.

 

 

 

Publicar un comentario

Whatsapp Button works on Mobile Device only

Start typing and press Enter to search