ENSEÑA A TUS DISCÍPULOS SOBRE EL AYUNO Y LA ORACIÓN.

 


ENSEÑA A TUS DISCÍPULOS SOBRE EL AYUNO Y LA ORACIÓN.

Ellos le dijeron: «Los discípulos de Juan ayunan frecuentemente y recitan oraciones, igual que los de los fariseos, pero los tuyos comen y beben.» (Lc 5, 35)

¿Qué clase de Maestro eres tú? ¿Por qué no sigues las tradiciones de nuestros mayores? ¿Por qué no enseñas a tus discípulos sobre tan importante como es el ayuno?

El ayuno unido a la oración y la limosna forman la triada de la piedad judía según Mateo (6, 1ss) Jesús les llamó las obras de piedad. Los judíos ayunaban dos veces a la semana.

Jesús les dijo: «¿Podéis acaso hacer ayunar a los invitados a la boda mientras el novio está con ellos? Días vendrán en que les será arrebatado el novio; entonces ayunarán en aquellos días.» (Lc 5, 34- 35)

La finalidad del ayuno cristiano es estar con el Señor, dejándose amar, amándolo y sirviéndolo. Con el ayuno refrendamos la fuerza del pecado y profundiza las raíces de la fe: la humildad, la mansedumbre y la misericordia. El verdadero ayuno nos ayuda para abrirle nuestro corazón al Espíritu Santo y dejarnos transformar por él. Por eso es de vital importancia que escuchemos del profeta Isaías cuál es el ayuno que a Dios le agrada:

¿Por qué ayunamos, si tú no lo ves? ¿Para qué nos humillamos, si tú no lo sabes? - Es que el día en que ayunabais, buscabais vuestro negocio y explotabais a todos vuestros trabajadores. Es que ayunáis para litigio y pleito y para dar de puñetazos a malvados. No ayunéis como hoy, para hacer oír en las alturas vuestra voz. ¿Acaso es éste el ayuno que yo quiero el día en que se humilla el hombre? ¿Había que doblegar como junco la cabeza, en sayal y ceniza estarse echado? ¿A eso llamáis ayuno y día grato a Yahveh? (Is 58, 3- 5)

¿No será más bien este otro el ayuno que yo quiero: desatar los lazos de maldad, deshacer las coyundas del yugo, dar la libertad a los quebrantados, y arrancar todo yugo? ¿No será partir al hambriento tu pan, y a los pobres sin hogar recibir en casa? ¿Que cuando veas a un desnudo le cubras, y de tu semejante no te apartes? Entonces brotará tu luz como la aurora, y tu herida se curará rápidamente. Te precederá tu justicia, la gloria de Yahveh te seguirá. Entonces clamarás, y Yahveh te responderá, pedirás socorro, y dirá: «Aquí estoy.» Si apartas de ti todo yugo, no apuntas con el dedo y no hablas maldad, repartes al hambriento tu pan, y al alma afligida dejas saciada, resplandecerá en las tinieblas tu luz, y lo oscuro de ti será como mediodía. (Is 58, 6- 10)

El ayuno que a Dios le agrada es que dejemos de pecar y que hagamos el bien: “Aborrezcan el mal y amen apasionadamente el bien (Rm 12, 8) Es el negar de comer al ojo, a la mano, a la lengua, al pie, a tus gustos y caprichos para que te abras a la voluntad de Dios (cf Mt 5, 29- 30) Para que Cristo habite por la fe en tu corazón (Ef 3, 17) Y dejarnos conducir por el Espíritu Santo (Rm 8, 14). El ayuno verdadero ha de esta unido al amor y a la oración.

Por eso Mateo nos dice: «Cuando ayunéis, no pongáis cara triste, como los hipócritas, que desfiguran su rostro para que los hombres vean que ayunan; en verdad os digo que ya reciben su paga. Tú, en cambio, cuando ayunes, perfuma tu cabeza y lava tu rostro, para que tu ayuno sea visto, no por los hombres, sino por tu Padre que está allí, en lo secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará. (Mt 6, 16- 18)

El ayuno no es una dieta, ni es para que nos vean ni para que nos vaya bien, es sobre todo para la gloria de Dios, para nuestra conversión y el bien de los demás. Perfúmate la cabeza, vive tu consagración al Señor y lávate la cara, es decir purifícate tu corazón, huye del pecado (cf 2 de Tim 2, 22) No le demos de comer al hombre viejo. (Ef 4, 23) Matémosle de hambre. Neguémosle el alimento que le entra por los sentidos.

Les dijo también una parábola: «Nadie rompe un vestido nuevo para echar un remiendo a uno viejo; de otro modo, desgarraría el nuevo, y al viejo no le iría el remiendo del nuevo. Jesús no quiere ser nuestro parche. Quiere ser nuestro todo. ¿Por qué voy a misa? ¿Por qué hago oración? ¿Por qué hago el bien? “Yo sé porque me siguen, les he dado de comer hasta saciarse” (Jn 6, 26)  Cuando no buscamos la gloria del Señor, en la actividad, el parche nuevo se estira y rompe el vestido, se pierde todo el parche y el vestido, la actividad termina en frustración, las cosas no nos salen como las queríamos y nos vamos, dejamos la Iglesia, la oración, el servicio.

«Nadie echa tampoco vino nuevo en pellejos viejos; de otro modo, el vino nuevo reventaría los pellejos, el vino se derramaría, y los pellejos se echarían a perder; sino que el vino nuevo debe echarse en pellejos nuevos. Nadie, después de beber el vino añejo, quiere del nuevo porque dice: «El añejo es el bueno.» (Lc 5, 37- 39)

Lo que Jesús nos está diciendo que nada de lo antiguo entra en el Reino de Dios, para eso hay que creer y convertirse (Mt 4, 17; Mc 1, 15;) “Nada de lo que es sangre y carne entra en el reino de Dios” (1 de Cor 15, 50) En Juan, Jesús habla del Nuevo Nacimiento. Si nuestros ayunos no son verdaderos de nada sirven. Si Jesús es un parche, no hay recta intención, no sirve, si el vino nuevo se echa en odres viejos, no sirve. ¿Qué hace falta? Un Nuevo Nacimiento, nacer de Dios.

¿Cómo podemos nacer de nuevo? ¿Cómo lograr el Nuevo Nacimiento? Lo primero es quedar embarazados con la Palabra de Dios: Escucharla para llevarla en el corazón (Rm 10, 17) Con la Palabra de Dios en nuestro corazón entra la luz, el poder y el amor. Entramos al segundo paso: Reconocer nuestras tinieblas, nuestros pecados. El tercer paso es el arrepentimiento. (Jn 16, 8) Ir a Cristo con un corazón contrito y arrepentido (Slm 50, 19) El cuarto paso es entregarle la carga del pecado a Jesús (Mt 11, 28) El quinto paso es recibir la absolución con el perdón de los pecados. Con el perdón se da el Nuevo Nacimiento, nacemos de Dios o Cristo nace en nuestro corazón. Y, ¿ahora qué? Escuchemos a Pedro decirnos, como a niños recién nacidos: “Rechazad, por tanto, toda malicia y todo engaño, hipocresías, envidias y toda clase de maledicencias”. (guardar los mandamientos) Como niños recién nacidos, desead la leche espiritual pura, a fin de que, por ella, crezcáis para la salvación, si es que habéis gustado que el Señor es bueno. (Buscar el alimento: la Palabra de Dios y la oración)  (1 de Pe 2, 1-3)

De Dios no nacemos una sola vez, el cristiano es aquel que siempre está naciendo de Dios, en cada sacramento bien celebrado, en cada oración bien hecha, cada vez que vencemos al mal, cada vez que hacemos el bien con recta intención, cada vez que nos reunimos en el nombre de Jesus, estamos naciendo de Dios. El hombre nuevo no está hecho, sino haciéndose al estar en comunión con Cristo, lo ama y lo sigue.

 

 

 

 

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