EL SEÑOR Y DUEÑO DE NUESTRAS VIDAS ESTÁ CON NOSOTROS.

 


EL          EL SEÑOR Y DUEÑO DE NUESTRAS VIDAS ESTÁ CON NOSOTROS.

Introducción: Vivid, pues, según Cristo Jesús, el Señor, tal como le habéis recibido; enraizados y edificados en él; apoyados en la fe, tal como se os enseñó, rebosando en acción de gracias. (Col 2, 6- 7)


Acuérdate de Cristo Jesús, del linaje de David, que vive resucitado de entre los muertos. Verdadera es la sentencia que dice: Si hemos muerto con él, viviremos también con él. Si tenemos constancia en el sufrir, reinaremos también con él; si rehusamos reconocerle, también él nos rechazará; si le somos infieles, él permanece fiel; no puede él desmentirse a sí mismo. (2Tm 2, 8. 11-13)

Jesús el hijo de David que murió y resucitó para el perdón de nuestros pecados y para darnos vida eterna (Rm 4, 25) Nosotros, por la fe y el bautismo hemos muerto con él y  hemos resucitado con él a una nueva vida (R, 6, 3- 4) Y al sufrir con él, también reinaremos con él; reinar con él significa servir con él; Si le negamos por miedo, por vergüenza o por incredulidad, también, él nos negará; si no somos fieles a su Palabra, a su amor, él permanece fiel; no puede desmentirse a sí mismo. Jesús es la Puerta siempre abierta para cuando lleguemos con un corazón arrepentido salir a recibirnos con un corazón lleno de perdón de paz y de alegría.

Antes del Encuentro con Jesús, nuestro corazón estaba vacío de Dios, de amor y de los valores del Reino, pero, después del encuentro nuestro corazón se ha llenado de Luz, y los hijos de la luz son la bondad, la verdad y la justicia (Ef 5, 9) Ahora tenemos al Otro Paráclito que es nuestro huésped: ¿No sabéis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo? Él habita en vosotros. Lo habéis recibido de Dios, y por lo tanto no os pertenecéis a vosotros mismos. Habéis sido comprados a precio. En verdad glorificad a Dios con vuestro cuerpo. (1Co 6, 19-20) Ahora somos propiedad exclusiva de Dios, comprados a precio de sangre, la sangre del Cordero inmaculado: Cristo Jesús.(1 de Cor 5, 7)

Como Señor y Dueño de nuestras vidas, nos exige dos cosas amor y servicio. ¿Qué es lo que te exige el Señor, tu Dios? Que temas al Señor, tu Dios, que sigas sus caminos y lo ames, que sirvas al Señor, tu Dios, con todo el corazón y con toda el alma. (Dt 10, 12) Ámense los unos a los otros como yo los he amado (Jn 13, 34) Y lávense los pies unos a los otros como yo se los he lavado (Jn 13, 13) Para que puedan entrar en la Plenitud de Dios que es Cristo (Col 2, 9) Porque Dios es amor, y todo el que ama conoce a Dios, ha nacido de él y le pertenece (1 Jn 4, 8) Y el amor de Dios es derramado en nuestro corazón, juntamente con el Espíritu Santo que él nos ha dado (Rm 5, 5) Ahora podemos amar a Dios y al prójimo.

“El amor es fuerte como la muerte, es cruel la pasión como el abismo; es centella de fuego, llamarada divina: las aguas torrenciales no podrían apagar el amor, ni anegarlo los ríos”. (Ct 8, 6b-7) ¿Quién podrá separarnos del amor de Dios? Entonces, ¿qué diremos a esto? Si Dios está por nosotros, ¿quién estará contra nosotros? (Rm 8, 31)  ¿Quién nos separará del amor de Cristo? ¿Tribulación, o angustia, o persecución, o hambre, o desnudez, o peligro, o espada? (Rm 8, 35) Pero en todas estas cosas somos más que vencedores por medio de aquel que nos amo'. Porque estoy convencido de que ni la muerte, ni la vida, ni ángeles, ni principados, ni lo presente, ni lo por venir, ni los poderes, ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor de Dios que es en Cristo Jesús Señor nuestro.(Rm 8, 37- 39)

Nosotros los que somos creyentes y discípulos de Cristo estamos en comunión con Dios y con la Iglesia triunfante, tal como lo dice a la carta a los Hebreos: “Vosotros os habéis acercado al monte de Sión, ciudad del Dios vivo, Jerusalén del cielo, a la asamblea de los innumerables ángeles, a la congregación de los primogénitos inscritos en el cielo, a Dios, juez de todos, a las almas de los justos que han llegado a su destino, al Mediador de la nueva alianza, Jesús, y a la aspersión purificadora de una sangre que habla mejor que la de Abel”. (Hb 12, 22-24)

Vosotros los que antes no eráis familia, que estabais lejos, ahora estáis cerca, los que no eran consolados, ahora sois consolados. Todos los redimidos y por la acción del Espíritu Santo ahora sois una “Nueva Creación”. Sois parte de la ciudad del Dios vivo, ahora sois parte del Reino de Dios, sois eternamente de Cristo. Ahora podéis escuchar las palabras más consoladores: "Venid, benditos de mi Padre, recibid la herencia del Reino preparado para vosotros desde la creación del mundo. (Mt 25, 34) y ES HERENCIA  es disponible ya, y desde ahora, al decirnos Jesús que está entre nosotros: “Porque donde están dos o tres reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos”. (Mt 18, 20) “Y he aquí que yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo.” (Mt 28, 20) Está en medio de nosotros bendiciéndonos, dándonos sus dones y su gracia santificante para ser ya desde ahora hijos de Dios.

Está en medio de nosotros como Salvador, Maestro, Señor y Dueño. Está como el que nos conduce con su Espíritu para llevarnos al Amor, a la Verdad y a la Vida, a la Unidad, a la Justicia y a la Santidad. Gracias a la presencia de Cristo Jesús, en  medio y entro de nosotros, ya poseemos parte en la Vida eterna que el Padre nos da (1 de Jn 5, 12) Vida que está en Cristo, y al que lo tiene a él, tiene la Vida eterna, de la que Jesús dijo: “Vengo para que tengan vida y la tengan en abundancia”. (Jn 10, 10)

Esta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y al que tú has enviado, Jesucristo”. (Jn 17, 3)

 


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