EL
CAMINO DEL DISCIPULADO COMIENZA CON LA ESCUCHA DE LA PALABRA DE DIOS.
“El
Espíritu del Señor sobre mí, porque me ha ungido para anunciar a los pobres la
Buena Nueva, me ha enviado a proclamar la liberación a los cautivos y la vista
a los ciegos, para dar la libertad a los oprimidos y proclamar un año de gracia
del Señor”. (Lc 4, 18- 19)
La
proclamación a los cautivos, es la llamada a salir de la tierra de la servidumbre,
exilio, de la esclavitud de Egipto para ponerse en camino de éxodo, a través del desierto del corazón, hacia la
Tierra Prometida que hoy, es Cristo Jesús.
Para
dar vista a los ciegos, a los que teniendo ojos no ven porque tienen la mente
embotada por el pecado, el corazón endurecido, han perdido la moral y han caído en el desenfreno de las pasiones
(Ef 4, 18) Ciegos son los que creen que valen por lo que tienen, han caído en la
“Inversión de valores”.
Para
dar la libertad a los oprimidos, a los que no son libres, porque son oprimidos
por la carga del Pecado: “Vengan a mí, los están agobiados por la carga” (Mt
11, 28) El pecado nos priva de la gracia de Dios que nos hace libres (Rm 3, 21)
Nos divide, nos esclaviza y nos lleva a la muerte (Rm 6, 20-23) Sólo en Cristo
hay vida y hay libertad (cf Hch 4, 12)
Para
proclamar el año de gracia del Señor. ¿De qué año se trata? Desde su
Encarnación, el nacimiento de Cristo hasta nuestros días, pasando por su vida
privada y vida pública, que empezó con su bautismo, luego su desierto, su
predicación, sus milagros, sus exorcismos, su muerte y su resurrección, después
Pentecostés, y el ciclo de la Iglesia. Todo esto lo abarca al Año de gracia del
Señor, un Hoy para el día de la salvación.
Jesús y el Espíritu Santo están en
acción:
Estaba
él a la orilla del lago Genesaret y la gente se agolpaba sobre él para oír la
Palabra de Dios, cuando vio dos barcas que estaban a la orilla del lago. Los
pescadores habían bajado de ellas, y lavaban las redes. Subiendo a una de las
barcas, que era de Simón, le rogó que se alejara un poco de tierra; y,
sentándose, enseñaba desde la barca a la muchedumbre. Cuando acabó de hablar,
dijo a Simón: «Boga mar adentro, y echad vuestras redes para pescar.» Simón le
respondió: «Maestro, hemos estado bregando toda la noche y no hemos pescado
nada; pero, en tu palabra, echaré las redes.» Y, haciéndolo así, pescaron gran
cantidad de peces, de modo que las redes amenazaban romperse. Hicieron señas a
los compañeros de la otra barca para que vinieran en su ayuda. Vinieron, pues,
y llenaron tanto las dos barcas que casi se hundían. Al verlo Simón Pedro, cayó
a las rodillas de Jesús, diciendo: «Aléjate de mí, Señor, que soy un hombre
pecador.» Pues el asombro se había apoderado de él y de cuantos con él estaban,
a causa de los peces que habían pescado. Y lo mismo de Santiago y Juan, hijos
de Zebedeo, que eran compañeros de Simón. Jesús dijo a Simón: «No temas. Desde
ahora serás pescador de hombres.» (Lc 5, 1- 10)
Jesús
predica la Palabra de Dios, el pueblo la escucha y los discípulos lavan sus
redes mientras escuchan a Jesús. Lavan sus corazones por la escucha de la
Palabra quedan limpios. Jesús entra en la barca de Pedro o mejor dicho, entra
en el corazón de Pedro, en la vida del futuro apóstol.
Desde
la barca les habla, es un momento de formación que el discípulo debe de recibir
antes de ser enviado. Cuando acabó de hablar, dijo a Simón: «Boga mar adentro,
y echad vuestras redes para pescar.» Simón le respondió: «Maestro, hemos estado
bregando toda la noche y no hemos pescado nada. Trabajar de noche es trabajar
en las tinieblas, en el pecado, nada bueno se logra, sólo se alcanza lo malo. “Pero,
en tu palabra, echaré las redes”. Echar las redes en nombre del Señor consiste
en hacerlo bajo la acción del Espíritu Santo, en la obediencia a la Palabra de
Dios, en y para la Gloria de Dios. Y, haciéndolo así, pescaron gran cantidad de
peces, de modo que las redes amenazaban romperse.
Jesús
quiere que sus discípulos trabajen en Equipo, nunca solos: Hicieron señas a los
compañeros de la otra barca para que vinieran en su ayuda. Vinieron, pues, y
llenaron tanto las dos barcas que casi se hundían. La fuerza está en la Unidad,
es enseñanza de Jesús a los suyos. “Solamente unidos a mí, podéis da fruto, sin
mí nada podéis hacer” (Jn. 15, 4) El que antes se resistía, ahora, admirado,
exclama: «Aléjate de mí, Señor, que soy un hombre pecador.» Es el embrión apostólico
que debe de acompañar al apóstol a lo largo de toda su vida, para que crea y
entienda que no fue elegido porque era bueno, Jesús es el Bueno, el que lo ha
elegido para ser pescador de hombres. Y dejándolo todo lo siguieron.
Este
es el camino del discipulado que nos lleva al apostolado, sin dejar de ser
discípulos para tener siempre como Maestro a Jesús, que ha prometido estar con los
suyos toda la vida (Mt 28,20) La escucha de la Palabra y la obediencia debe de
acompañar al discípulo toda su vida, para que la Palabra sea Norma para su
Vida. Juntamente con la Palabra debe de ir acompañada por la Oración. Oración
agradecida, de acción de gracias y de humildad: Fuimos elegidos por él y
elegidos por amor y para amar, siendo nosotros pecadores. Teniendo, además, la
necesidad de reconocernos débiles, necesitados de la gracia de Dios que se
manifiesta en la ayuda de los otros. Todos somos llamados a servir y, servir
con amor.
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