EL ARTE DE SERVIR A DIOS Y A LOS HOMBRES.

 


EL ARTE DE SERVIR A DIOS Y A LOS HOMBRES.

Mas Jesús los llamó y dijo: «Sabéis que los jefes de las naciones las dominan como señores absolutos, y los grandes las oprimen con su poder. No ha de ser así entre vosotros, sino que el que quiera llegar a ser grande entre vosotros, será vuestro servidor, y el que quiera ser el primero entre vosotros, será vuestro esclavo; de la misma manera que el Hijo del hombre no ha venido a ser servido, sino a servir y a dar su vida como rescate por muchos.» (Mt 20, 25- 28)

Para servir al Señor hay que tener la “Lámpara encendida”, es decir estar en Gracia de Dios. Lo primero es permitir que Jesús nos lave los pies para que se dé en nosotros el Nuevo Nacimiento: Llega a Simón Pedro; éste le dice: «Señor, ¿tú lavarme a mí los pies?» Jesús le respondió: «Lo que yo hago, tú no lo entiendes ahora: lo comprenderás más tarde.» Le dice Pedro: «No me lavarás los pies jamás.» Jesús le respondió: «Si no te lavo, no tienes parte conmigo.» Le dice Simón Pedro: «Señor, no sólo los pies, sino hasta las manos y la cabeza.» Jesús le dice: «El que se ha bañado, no necesita lavarse; está del todo limpio. Y vosotros estáis limpios, aunque no todos.» (Jn 13, 6- 10)

Permitir que Jesús lave nuestros pies, es dejarse perdonar por él, y con el perdón nos da el Espíritu Santo, y enciende nuestra lámpara con la Luz de su Espíritu, hay un Nuevo Nacimiento. Somos una Nueva creación (2 de Cor 5, 17) Somos Familia de Dios (Ef 2, 19) Somos hijos de Dios, hermanos de los demás y servidor de todos. Somos hombres y mujeres nuevos que unidos a Cristo, trabajamos y servimos con él, el amor es el fruto de la presencia de Cristo en nuestro corazón (Ef 3, 17) La época de las tinieblas, ya paso, lo que ahora hay es Luz, y Cristo es nuestra Luz, y los hijos de la Luz son la bondad, la verdad y la justicia (Ef 5, 9) Ahora podemos caminar en la verdad que nos hace libres para que amemos y sirvamos. Sin olvidar que los hijos de la fe son la luz, el poder y el amor, que brotan de un corazón limpio y de una fe sincera (1 de Tim 1, 5) Por que no es lo mimo rezar y evangelizar en pecado que estar en la Gracia de Dios. Sin fe, sin la luz, sin el poder y sin el amor, no somos agradables a Dios (cf Heb 11, 6)

Por eso hagamos de nuestra vida “Un sacrificio vivo, Santoy agradable a Dios” que este sea nuestro culto espiritual, esto equivale a aceptar la voluntad de Dios y someternos a ella (Rm 12,1) Sin pensar que ya estamos hechos, sino, haciéndonos, somos un proyecto de Dios, estamos en camino de salvación. Caminemos siguiendo las huellas de Jesús, el Autos y el Consumador de nuestra fe (Heb 12, 2) Dejando atrás la idolatría, el culto a los ídolos, servimos al Dios vivo y verdadero (1 de Ts 1, 9) Los ídolos es todo aquello que ocupa nuestro corazón en lugar de Cristo. Como lo había dicho el profeta Jeremías: “pues una doble maldad | ha cometido mi pueblo: | me abandonaron a mí, | fuente de agua viva, | y se cavaron aljibes, | aljibes agrietados | que no retienen agua”.(Je 2, 13) Los ídolos nos vacía de Dios y nos oprimen, nos explotan y nos esclavizan. Pero para ser libres nos ha liberado Cristo, (Gál 5,1) Pero, sin confundir la libertad con el libertinaje (Gál 5, 13) La libertad nos edifica y el libertinaje nos deshumaniza y despersonaliza.

Por eso toda mentira, todo ira, todo rencor, todo fraude, toda lujuria, y todo acerba miento (Ef 4, 25- 32) “No contristemos al Espíritu Santo con el que fuimos sellados para el día de nuestra salvación”.  Lo contristamos cuando hacemos el mal, cuando pecamos. Si lo hacemos, recordemos que tenemos en el Cielo un Abogado que intercede ante el Padre por nosotros (1 de Jn 2, 1-2) Si reconocemos nuestros pecados y nos arrepentimos, nuestra pecaminosidad es borrada y nuestros pecados son perdonados (1 de Jn 1, 9-10) Y, ahora a servir al Señor.

Para servir al Señor hay que caminar en la verdad. Y nunca en la mentira. Caminar en la verdad es ser humildes y agradecidos. El orgulloso y el desagradecido no sirven, viven en el engaño, en la parálisis y en la frustración, tres demonios que llevan al “Vacío de Dios, de Amor, y de los Valores del Reino”. El vacío nos lleva a la experiencia del pecado: “Queriendo hacer  el bien, no puedo, me siento como vendido al poder del pecado” (cf Rm 7, 18- 19) El que camina en la Verdad permanece en la Gracia de Dios, vive en Cristo y camina en el Espíritu Santo. Da la espalda al Mundo porque es fiel a Cristo y a su Evangelio. Así lo dice el apóstol: “Lo que importa es que vosotros llevéis una vida digna del Evangelio de Cristo, para que tanto si voy a veros como si estoy ausente, oiga de vosotros que os mantenéis firmes en un mismo espíritu y lucháis acordes por la fe del Evangelio”,(Flp 1, 27)

El servicio a Cristo pide tres cosas en referencia al soldado, al atleta y al campesino: Tú, pues, hijo mío, manténte fuerte en la gracia de Cristo Jesús; y cuanto me has oído en presencia de muchos testigos confíalo a hombres fieles, que sean capaces, a su vez, de instruir a otros. Soporta las fatigas conmigo, como un buen soldado de Cristo Jesús. Nadie que se dedica a la milicia se enreda en los negocios de la vida, si quiere complacer al que le ha alistado. Y lo mismo el atleta; no recibe la corona si no ha competido según el reglamento. Y el labrador que trabaja es el primero que tiene derecho a percibir los frutos (2 de Tim 2, 1- 6)

Todos firmes en la Gracia de Dios. Fuertes en la fe, limpios en la enseñanza, sin mezclarla con ideologías o con tradiciones humanas y siendo el primero en creer, en vivir y en poner en práctica los principios de la fe. Recordando que el amor es paciente, generoso y servicial (1 de Cor 13, 4)

Vuestra caridad sea sin fingimiento; detestando el mal, adhiriéndoos al bien; amándoos cordialmente los unos a los otros; estimando en más cada uno a los otros; con un celo sin negligencia; con espíritu fervoroso; sirviendo al Señor; con la alegría de la esperanza; constantes en la tribulación; perseverantes en la oración; compartiendo las necesidades de los santos; practicando la hospitalidad. (Rm 12, 9- 13)

Servimos al Señor cuando guardamos sus mandamientos y guardamos su Palabra: En esto sabemos que le conocemos: en que guardamos sus mandamientos. Quien dice: «Yo le conozco» y no guarda sus mandamientos es un mentiroso y la verdad no está en él. Pero quien guarda su Palabra, ciertamente en él el amor de Dios ha llegado a su plenitud. En esto conocemos que estamos en él. (1 de Jn 2, 3- 5). Recordando las palabras del apóstol: Mirad: el que siembra con mezquindad, cosechará también con mezquindad; el que siembra en abundancia, cosechará también en abundancia. Cada cual dé según el dictamen de su corazón, no de mala gana ni forzado, pues: Dios ama al que da con alegría. (2 de Cor 9, 6- 7)

No os engañéis; de Dios nadie se burla. Pues lo que uno siembre, eso cosechará: el que siembre en su carne, de la carne cosechará corrupción; el que siembre en el espíritu, del espíritu cosechará vida eterna. No nos cansemos de obrar el bien; que a su tiempo nos vendrá la cosecha si no desfallecemos.(Gál 6, 7- 9)

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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