CRISTO MURIÓ Y RESUCITÓ PARA SEÑOR DE VIVOS Y MUERTOS.

 


CRISTO MURIÓ Y RESUCITÓ PARA SEÑOR DE VIVOS Y MUERTOS.

Señor significa ser Dueño de todos y de todo, está por encima de todos y de todos, es Señor y Juez de vivos y de muertos: “Porque ninguno de nosotros vive para sí mismo; como tampoco muere nadie para sí mismo. Si vivimos, para el Señor vivimos; y si morimos, para el Señor morimos. Así que, ya vivamos ya muramos, del Señor somos. Porque Cristo murió y volvió a la vida para eso, para ser Señor de muertos y vivos”. (Rm , 14, 7-9)

Por la Pascua de Cristo entramos en la Nueva Alianza que fue sellada con la sangre de Cristo: ¿O es que ignoráis que cuantos fuimos bautizados en Cristo Jesús, fuimos bautizados en su muerte? Fuimos, pues, con él sepultados por el bautismo en la muerte, a fin de que, al igual que Cristo fue resucitado de entre los muertos por medio de la gloria del Padre, así también nosotros vivamos una vida nueva. Porque si hemos hecho una misma cosa con él por una muerte semejante a la suya, también lo seremos por una resurrección semejante; sabiendo que nuestro hombre viejo fue crucificado con él, a fin de que fuera destruido este cuerpo de pecado y cesáramos de ser esclavos del pecado. (Rm 6, 3- 6)

Por la Pascua de Cristo somos una Nueva Creación, lo viejo ha pasado, lo que ahora hay, es Nuevo: Cristo resucitado y el don del Espíritu Santo que habita en nosotros. Tal como lo dice la Sagrada Escritura: “¿No sabéis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo? Él habita en vosotros. Lo habéis recibido de Dios, y por lo tanto no os pertenecéis a vosotros mismos. Habéis sido comprados a precio. En verdad glorificad a Dios con vuestro cuerpo”. (1Co 6, 19-20) Ahora estamos en comunión con Dios en Cristo, y en Cristo estamos unidos a la Nueva Jerusalén:

“Vosotros os habéis acercado al monte de Sión, ciudad del Dios vivo, Jerusalén del cielo, a la asamblea de los innumerables ángeles, a la congregación de los primogénitos inscritos en el cielo, a Dios, juez de todos, a las almas de los justos que han llegado a su destino, al Mediador de la nueva alianza, Jesús, y a la aspersión purificadora de una sangre que habla mejor que la de Abel”. (Hb 12, 22-24)

Estamos unidos con Dios, porque estamos unidos a nuestra Cabeza que es Cristo, y estamos unidos a él porque estamos unidos a su Cuerpo que es la Iglesia. Por la fe y el bautismo somos hijos de Dios (Mc 16, 16; Hch 2, 38) “Pues todos sois hijos de Dios por la fe en Cristo Jesús. En efecto, todos los bautizados en Cristo os habéis revestido de Cristo: ya no hay judío ni griego; ni esclavo ni libre; ni hombre ni mujer, ya que todos vosotros sois uno en Cristo Jesús. Y si sois de Cristo, ya sois descendencia de Abraham, herederos según la Promesa.(Gál 3, 26- 29) “Herederos con Cristo de la herencia de Dios” (Rm 8. 17)

Por voluntad de Dios, Cristo ha sido constituido, Señor y Mesías (Hch 2, 36) Es Señor, es decir, es Dios (Jn 20, 28) María, llena del Espíritu Santo, proclama a Jesús resucitado como su Señor, es decir, mi Dueño: Y dijo María: «Engrandece mi alma al Señor y mi espíritu se alegra en Dios mi salvador. Señor es Cristo que es también Dios y Salvador. Todo Poderoso, Misericordioso y Fiel, que está cumpliendo lo que había prometido a los Patriarcas y los Profetas. (Lc 1, 46- 55).

Lo anterior san Pablo lo proclama en el Himno de la carta a los filipenses: El cual, siendo de condición divina, no retuvo ávidamente el ser igual a Dios. Sino que se despojó de sí mismo tomando condición de siervo haciéndose semejante a los hombres y apareciendo en su porte como hombre; y se humilló a sí mismo, obedeciendo hasta la muerte y muerte de cruz. Por lo cual Dios le exaltó y le otorgó el Nombre, que está sobre todo nombre. Para que al nombre de Jesús toda rodilla se doble en los cielos, en la tierra y en los abismos, y toda lengua confiese que Cristo Jesús es SENOR para gloria de Dios Padre. (Flp 2, 6- 11)

“Los profetas quisieron ver lo que ustedes ven, y oír lo que ustedes oyen” (Lc 10, 24). ¿Qué vieron y qué oyeron aquellos hombres de Dios? Primero, oyeron  las palabras de Jesús. “A los pobres se les anuncia la Buena Nueva” (Mt 11, 5ss), y se les “proclama el año de gracia del Señor” (Lc 4, 16-19).  En segundo lugar, los Discípulos miraron los exorcismos, que son interpretados por el mismo Jesús: “Si yo arrojo los demonios por el dedo de Dios, es que el reino de Dios ha llegado a ustedes” (Lc 11, 20); en efecto el enemigo ha sido vencido: “Yo veía a Satán caer del cielo como un rayo” (Lc 10, 18). En tercer lugar, los milagros que dan testimonio que el reinado del mal ha llegado a su término para los que crean en Jesús, y se ha entrado en una nueva era: “Los ciegos recobran la vista, los sordos oyen, los ciegos ven, los leprosos quedan limpios y los muertos resucitan” (Lc 7, 22). En cuarto lugar ven el triunfo de Jesús. Con su pasión y muerte salvadora, Jesús es el vencedor del pecado. Muere para que nuestros pecados sean perdonados. “En virtud de la sangre de Cristo nuestros pecados son perdonados” (Ef 1, 7), y “nuestras conciencias son lavados de los pecados que llevan a la muerte” (Heb 9, 14). Jesús con su muerte de Cruz es el Vencedor del mundo, del Maligno y del Pecado (Col 2, 14-15) Por último, ven y dan testimonio de la Vida: “No os asustéis. Buscáis a Jesús de Nazaret, el crucificado ha resucitado” (Mc 16, 6). “¡Ha resucitado, está vivo!”, “Ha resucitado para nuestra justificación” (Rom 4, 25). 


¿Qué es lo que te exige el Señor, tu Dios?

“Que temas al Señor, tu Dios, que sigas sus caminos y lo ames, que sirvas al Señor, tu Dios, con todo el corazón y con toda el alma”. (Dt 10, 12) “Se te ha declarado, hombre, lo que es bueno, lo que Yahveh de ti reclama: tan sólo practicar la equidad, amar la piedad y caminar humildemente con tu Dios”. (Mq 6, 8)

En el Nuevo Testamento nos pide la fe: creer en Jesús y convertirnos a él: “Venid a mí todos los que estáis fatigados y sobrecargados, y yo os daré descanso”.(Mt 11, 28) “Y este es su mandamiento: que creamos en el nombre de su Hijo, Jesucristo, y que nos amemos unos a otros tal como nos lo mandó. Quien guarda sus mandamientos permanece en Dios y Dios en él; en esto conocemos que permanece en nosotros: por el Espíritu que nos dio”. (1 de Juan 3, 23- 24) Lo que el Señor pide a los que se animen a ser sus discípulos es: “Ámenme y Síganme”. Es decir, “Sírvanme” en sus hermanos (cf Jn 13, 13) Si alguno me sirve, que me siga, y donde yo esté, allí estará también mi servidor. Si alguno me sirve, el Padre le honrará. (Jn 12, 26) Servir con amor equivale a entrar en la Plenitud de Cristo (Col 2, 9) Por la fe y la conversión. Es vivir en Alianza con el Señor nuestro Dios, sirviendo a los hombres, uniéndonos a su Pascua: Le pertenecemos, lo amamos y le servimos.

 

 

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