CÓMO DEBEN DE VIVIR LAS COMUNIDADES CRISTIANAS DE AYER, HOY Y SIEMPRE.

 


CÓMO DEBEN DE VIVIR LAS COMUNIDADES CRISTIANAS DE AYER, HOY Y SIEMPRE.

Introducción: El apóstol Pablo, después de haber hablado del pecado y de la liberación por la redención de Jesucristo, en los primeros ocho capítulos de la carta y haber hablado del pueblo judío ente los capítulos 9 al 11 ahora, a partir del capítulo 12, habla de cómo deben vivir las comunidades cristianas.

Disponibilidad para ofrecer un culto razonable a Dios.

Os exhorto, pues, hermanos, por la misericordia de Dios, que ofrezcáis vuestros cuerpos como una víctima viva, santa, agradable a Dios: tal será vuestro culto espiritual. (Rm 12, 1) “Participen de la Pasión de Cristo (cf Col 1,24) Hagan de su vida un sacrificio, vivo, santo y agradable a Dios. En este sacrificio están implícitos los sacrificios de los que habla el libro del Eclesiástico 35,1- 5: El sacrificio de comunión o de acción de gracias, el sacrificio de alabanza y el sacrificio de expiación, el sacrificio del salmo 50, 19: “Un corazón contrito y humillado tú no lo desprecias”. El sacrificio de comunión es el guardar los mandamientos, el de alabanza es el de la caridad y el de la expiación es romper con el pecado. Y todo por  que el culto que no lleva justicia  y obediencia no es grato ni agradable a Dios (Heb 11, 6) Tiene que ser un culto que viene de dentro, del corazón y que se hace por amor, que manifiesta que acepta y se somete a la voluntad de Dios.

No a una fe cómoda y superficial:

Y no os acomodéis al mundo presente, antes bien transformaos mediante la renovación de vuestra mente, de forma que podáis distinguir cuál es la voluntad de Dios: lo bueno, lo agradable, lo perfecto. En virtud de la gracia que me fue dada, os digo a todos y a cada uno de vosotros: No os estiméis en más de lo que conviene; tened más bien una sobria estima según la medida de la fe que otorgó Dios a cada cual.

La fe cómoda es light, es mediocre, es superficial, que viene o lleva a la tibieza que es una modalidad de pecado: Conozco tu conducta: no eres ni frío ni caliente. ¡Ojalá fueras frío o caliente! Ahora bien, puesto que eres tibio, y no frío ni caliente, voy a vomitarte de mi boca. (Apoc 3, 15- 16) Rezas mucho, pero me tapo los ojos y los oídos para no verte y no escucharte por que tus manos están, manchadas de sangre (Is 1,15) Por eso cambia tu manera de pensar para que cambie tu manera de sentir y puedas cambiar tu manera de vivir: Tú dices: «Soy rico; me he enriquecido; nada me falta». Y no te das cuenta de que eres un desgraciado, digno de compasión, pobre, ciego y desnudo. Te aconsejo que me compres oro acrisolado al fuego para que te enriquezcas, vestidos blancos para que te cubras, y no quede al descubierto la vergüenza de tu desnudez, y un colirio para que te des en los ojos y recobres la vista.(Apoc 3, 17- 18) Eres un creyente, pero, le sirves a otro dios, el dinero, el poder o el placer. (cf 1 de Jn 2, 15) Si te dejas transformar por la acción del Espíritu, podrás comprender la voluntad de Dios para que la pongas en práctica: “Aborrezcas el mal y ames apasionadamente el bien” (Rm 12, 9) “Fortaleceos con la energía de mi poder, para que sea fuerte y firme en la fe”(Ef 6, 10)

A buscar la unidad en la diversidad:

“Pues, así como nuestro cuerpo, en su unidad, posee muchos miembros, y no desempeñan todos los miembros la misma función, así también nosotros, siendo muchos, no formamos más que un solo cuerpo en Cristo, siendo cada uno por su parte los unos miembros de los otros. Pero teniendo dones diferentes, según la gracia que nos ha sido dada, si es el don de profecía, ejerzámoslo en la medida de nuestra fe; si es el ministerio, en el ministerio; la enseñanza, enseñando; la exhortación, exhortando. El que da, con sencillez; el que preside, con solicitud; el que ejerce la misericordia, con jovialidad”. (Rm 12, 5- 8)

“Todos vosotros sois comunión” con Dios y  con nosotros ( 1 de Jn 1, 3). Por la muerte de Cristo ha reconciliado a judíos y gentiles (Ef 2, 14) El que divide es el Diablo. Lo que une es el amor y Dios es amor (1 de Jn 4,8) “Permanezcan en mi  amor” (Jn 15, 9) para que sea mi Comunidad, en la que vivo como en mi propia casa, ha dicho el Señor: “Porque donde están dos o tres reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos”. (Mt 18, 20) En está Comunión hay Participación, nos conocemos y siendo Comunidad reconocemos los valores de los otros. Los dones o carismas son los instrumentos para trabajar en la edificación de la Comunidad que es la Iglesia. Teniendo presente lo que dice el apóstol: Mirad: el que siembra con mezquindad, cosechará también con mezquindad; el que siembra en abundancia, cosechará también en abundancia. Cada cual dé según el dictamen de su corazón, no de mala gana ni forzado, pues: Dios ama al que da con alegría. (2 de Cor 9, 6- 7) Cada uno de nosotros es “un don” para los demás. No te encierres en ti mismo, ábrete al servicio que se hace por amor.

No seamos fachada, amemos en verdad.

Vuestra caridad sea sin fingimiento; detestando el mal, adhiriéndoos al bien; amándoos cordialmente los unos a los otros; estimando en más cada uno a los otros; con un celo sin negligencia; con espíritu fervoroso; sirviendo al Señor; con la alegría de la esperanza; constantes en la tribulación; perseverantes en la oración; compartiendo las necesidades de los santos; practicando la hospitalidad. Bendecid a los que os persiguen, no maldigáis. (Rm 12, 9- 14)

Los amores fingidos nos hacen ser fachada, es pura carne. Y Jesús nos pide amar como él nos amó, hasta el extremo, hasta el dolor, hasta el sufrimiento, hasta la muerte (Jn 13,1) Pablo nos pide  detestar el mal huir de él y apartarnos de él porque nos esclaviza, nos divide y los lleva a la muerte espiritual (Rm 6, 20-23) Amemos lo bueno, y sobre todo, amemos a Cristo, a su Palabra y a su Iglesia. Amemos a los que Cristo ama, y abramos nuestro corazón al arte de amar: Amar por primero,  (1 de J 4, 10) Amar a todos. (1 de Jn 4, 7-8) Amar a nuestros enemigos (Lc 6, 27) Con amor cordial y recíproco (Jn 13, 34) Amar a los pobres (Mt 25, 40) Y amar con otros (Lc 5, 7) Que nuestro amor sea cordial, alegre, fervoroso, orante y hospitalario. El amor nos lleva a la confianza y abandono en las manos de Dios, y a la donación a la entrega y al servicio de los hombres. El amor es hospitalario, es acogedor, acogemos a los otros en nuestro corazón. Que seamos puertas abiertas a los necesitados para que a nadie los enviemos con las manos vacías.

Tengan los mismos sentimientos de Cristo.


Alegraos con los que se alegran; llorad con los que lloran. Tened un mismo sentir los unos para con los otros; sin complaceros en la altivez; atraídos más bien por lo humilde; no os complazcáis en vuestra propia sabiduría. (Rm 15- 16)

Lo mismo nos dice el apóstol en la carta a los filipenses: Así, pues, os conjuro en virtud de toda exhortación en Cristo, de toda persuasión de amor, de toda comunión en el Espíritu, de toda entrañable compasión, que colméis mi alegría, siendo todos del mismo sentir, con un mismo amor, un mismo espíritu, unos mismos sentimientos. Nada hagáis por rivalidad, ni por vanagloria, sino con humildad, considerando cada cual a los demás como superiores a sí mismo, buscando cada cual no su propio interés sino el de los demás. (Flp 2, 1- 4) Si alguno que posee bienes de la tierra, ve a su hermano padecer necesidad y le cierra su corazón, ¿cómo puede permanecer en él el amor de Dios? Hijos míos, no amemos de palabra ni de boca, sino con obras y según la verdad. (1 de Jn 3, 17- 18)

No a la venganza y si al perdón.

Sin devolver a nadie mal por mal; procurando el bien ante todos los hombres: en lo posible, y en cuanto de vosotros dependa, en paz con todos los hombres; no tomando la justicia por cuenta vuestra, queridos míos, dejad lugar a la Cólera, pues dice la Escritura: Mía es la venganza: yo daré el pago merecido, dice el Señor. (Rm 12,17-19)

Con palabras de Cristo explicamos lo anterior: «Pero yo os digo a los que me escucháis: Amad a vuestros enemigos, haced bien a los que os odien, bendecid a los que os maldigan, rogad por los que os difamen. Al que te hiera en una mejilla, preséntale también la otra; y al que te quite el manto, no le niegues la túnica. A todo el que te pida, da, y al que tome lo tuyo, no se lo reclames. (Lc 6, 27- 30) “Padre perdónalos porque no saben l que hacen” (Lc 23, 34) “Pongan todo en mis manos, dice el Señor” (cf 1 de Pe 5, 7)

En lucha contra el mal.

“Antes al contrario: si tu enemigo tiene hambre, dale de comer; y si tiene sed, dale de beber; haciéndolo así, amontonarás ascuas sobre su cabeza. No te dejes vencer por el mal; antes bien, vence al mal con el bien”. (Rm 12, 19- 21)

Jesús y María con el amor vencieron a sus enemigos. El amor es Poder en nuestros corazones, el poder es la Fortaleza, hija de la fe, para vencer el pecado y para hacer el bien. Es la energía de Dios para vencer y echar fuera la pereza, la avaricia, la lujuria, la mentira, la envidia, la hipocresía, la maledicencia, y otros más. La Fortaleza es a la vez madre de la sencillez, que a su vez da a luz la pureza de corazón que nos lleva a la santidad, que también nos lleva al Amor. La corona de todo.


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