TODA
PLANTA QUE MI PADRE NO HAYA PLANTADO SERÁ ARRANCADA Y ECHADA FUERA.
¡Ay
de ustedes, guías ciegos, que enseñan que jurar por el templo no obliga, pero
que jurar por el oro del templo, sí obliga! ¡Insensatos y ciegos! ¿Qué es más
importante, el oro o el templo, que santifica al oro?
Entonces
se acercan los discípulos y le dicen: «¿Sabes que los fariseos se han
escandalizado al oír tu palabra?» El les respondió: «Toda planta que no haya
plantado mi Padre celestial será arrancada de raíz. Dejadlos: son ciegos que
guían a ciegos. Y si un ciego guía a otro ciego, los dos caerán en el hoyo.»
(Mt 15, 12- 14) “Todo bien perfecto viene de Dios” (Dnt 1, 17) Lo malo no viene
de Dios, viene de otra fuente. “Mientras mis siervos dormían vino mi adversario
y sembró la cizaña (Mt 13, 25)
Ciego
es aquel que no tiene la Luz de la Palabra, vive en la mentira, piensa que vale
por lo que tiene. Vive en la obscuridad. Cree que sus cosas le dan su valor,
por eso se siente superior a los que no tienen o tienen menos que él. Unos son
ciegos y otros le hacen al ciego, ni siquiera reconocen su dignidad y menos, la
dignidad de los otros. Hay muchos líderes de multitudes que son ciegos, a
¿Dónde van todos? Los que siembran discordias, divisiones, lucha de clases,
guerras, son aquellos que teniendo ojos no ven (Mc 8, 18) Son también aquellos
que le hacen al ciego. Todos caen en el pozo de la deshumanización.
El
que cree en Jesús tiene la luz que da vida, sabe de dónde viene y sabe para
donde va, y sobre todo sabe donde está pisando, no camina en tinieblas (Jn 8,
12) Tiene la luz que ilumina su camino e ilumina sus tinieblas y reconoce su
pecaminosidad, sus valores u sobre todo reconoce su dignidad de persona. Se sabe hijo de Dios y hermano de
los demás. La Luz de Jesús es Vida, es Amor y es Verdad, y el que escucha su
Palabra y permanece en ella, se hace discípulo de Cristo, camina en la Verdad y
ésta lo hace libre (Jn 8, 31- 32) Discípulo es el que escucha la Palabra y la
pone en práctica para construir su Casa sobre Roca (Mt 7, 24) y adherirse a la
persona de Jesús y al grupo de los Doce.
A
sus discípulos Jesús les dice: «Vosotros sois la sal de la tierra. Mas si la
sal se desvirtúa, ¿con qué se la salará? Ya no sirve para nada más que para ser
tirada afuera y pisoteada por los hombres. «Vosotros sois la luz del mundo. No
puede ocultarse una ciudad situada en la cima de un monte. Ni tampoco se
enciende una lámpara y la ponen debajo del celemín, sino sobre el candelero,
para que alumbre a todos los que están en la casa. Brille así vuestra luz
delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras y glorifiquen a
vuestro Padre que está en los cielos. (Mt 5, 13- 16) Los dones de Dios son para
la propia realización y para la realización de los otros, son para compartirse
y crecen con el uso de su ejercicio. El que no comparte es que está atrofiado
(Mc 3, 1- 5) Los ciegos, los sordos, los mudos, los cojos y los paralíticos, somos nosotros cuando nos
dejamos atrofiar por el pecado.
Sólo
después del Encuentro con Jesús podemos recuperar todo lo nuestro que había
perdido, como Bartimeo, el hijo de lo impuro: Sucedió que, al acercarse él a
Jericó, estaba un ciego sentado junto al camino pidiendo limosna; al oír que
pasaba gente, preguntó qué era aquello. Le informaron que pasaba Jesús el Nazoreo
y empezó a gritar, diciendo: «¡Jesús, Hijo de David, ten compasión de mí!» Los
que iban delante le increpaban para que se callara, pero él gritaba mucho más:
«¡Hijo de David, ten compasión de mí!» Jesús se detuvo, y mandó que se lo
trajeran y, cuando se hubo acercado, le preguntó: «¿Qué quieres que te haga?»
El dijo: «¡Señor, que vea!» Jesús le dijo: «Ve. Tu fe te ha salvado.» Y al
instante recobró la vista, y le seguía glorificando a Dios. Y todo el pueblo,
al verlo, alabó a Dios. (Lc 18, 35- 43)
De
ciego, al borde del camino, sin esperanza y sin realización, Jesús va pasando,
hay alboroto, le alguien le dice de que se trata, es Jesús de Nazaret, se
alborota su corazón y le grita y le vuelve a gritar: “hijo de David, ten
compasión de mí”. Jesús lo escucha, se detiene y lo llama. Ya cerca de Jesús le
pregunta”¿Qué quieres que haga por ti?” “¡Señor, que yo vea!” “¡ Tu fe te ha
salvado!” Y al instante recobró la vista, y le seguía glorificando a Dios. Es
un discípulo nuevo ahora camina con Jesús a Jerusalén.
¿Qué
hacer para que se abran los ojos, los oídos, se suelte la lengua y las
parálisis se suelten? “Ábrete a la Palabra de Dios” “Ábrete a la fe” “Ábrete a
la oración” “Ábrete a la acción de Dios manifestada en Cristo Jesús. (Mc 7, 34)
“Extiende tu mano, y el hombre extendió su manos enferma, estaba sana” (Mc 3,
5) La Palabra de Dios es poderosa y liberadora: “Quiero, queda sano” (M 1, 41)
Sólo pie fe, y donde hay fe, hay humildad.
Volvamos
a la ceguera espiritual. La ceguera es una modalidad de pecado. Como es la
tibieza o la sordera. Nos lleva a la “Inversión de valores”. Dar más valor a
las cosas que a las personas. Dar más valor a las personas que a Dios. La
inversión de valores nos enceguece, hay miopía. Y es la madre de la
frustración, del aburrimiento, del aislamiento, de la pérdida del sentido de la
vida. Nos hacemos esclavos de las ideologías y de los lujos, de los vicios y de
las químicas que están en la droga y en el alcohol. Es caer en el hoyo de la
deshumanización.
Hay
una Promesa que encontramos en Ezequiel: Por eso, profetiza. Les dirás: Así
dice el Señor Yahveh: He aquí que yo abro vuestras tumbas; os haré salir de
vuestras tumbas, pueblo mío, y os llevaré de nuevo al suelo de Israel. (Ez 37,
12) Promea que se cumple en Jesucristo: El Espíritu del Señor sobre mí, porque
me ha ungido para anunciar a los pobres la Buena Nueva, me ha enviado a
proclamar la liberación a los cautivos y la vista a los ciegos, para dar la
libertad a los oprimidos y proclamar un año de gracia del Señor. (Lc 4, 18- 19)
Y
se maravillaban sobremanera y decían «Todo lo ha hecho bien; hace oír a los
sordos y hablar a los mudos.» (Mc 7, 37) Vosotros sabéis lo sucedido en toda
Judea, comenzando por Galilea, después que Juan predicó el bautismo; cómo Dios
a Jesús de Nazaret le ungió con el Espíritu Santo y con poder, y cómo él pasó
haciendo el bien y curando a todos los oprimidos por el Diablo, porque Dios
estaba con él; (Hch 10, 37- 38)
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