SER SERVIDORES DEL SEÑOR Y NO DE LA CARNE
En aquellos días, Josué continuó
hablando al pueblo: «Pues bien, temed al Señor, servidle con toda sinceridad;
quitad de en medio los dioses a los que sirvieron vuestros padres al otro lado
del río y en Egipto; y servid al Señor. Si no os parece bien servir al Señor,
escoged hoy a quién queréis servir: a los dioses que sirvieron vuestros padres
al este del Éufrates o a los dioses de los amorreos en cuyo país habitáis; yo y
mi casa serviremos al Señor.»
El
pecado del pueblo de Israel es la idolatría, el culto a los ídolos. A los
dioses extranjeros, aquello que no nos pertenece, es lo ajeno, o lo extraño, lo
que nos oprime y explota. Para proteger el pueblo de la idolatría, Israel tenía
que ser fiel a la Ley de los Mandamientos. En el Nuevo testamento, Jesús nos
dice: “No se puede servir a dos señores, con alguno de queda mal” (Lc 6, 45) Desde
la avaricia y la codicia no podemos servir al Señor, porque seriamos idolatras.
(Col 3, 5) Un verdadero creyente no es
servidor del dinero. Eso sería una mentira: “Pensar que se vale por lo que se
tiene, o por lo que se posee”. Ídolo, es aquello que se lleva en el corazón en
lugar de Dios.
El pueblo respondió: «¡Lejos de
nosotros abandonar al Señor para servir a dioses extranjeros! El Señor es
nuestro Dios; él nos sacó a nosotros y a nuestros padres de la esclavitud de
Egipto; él hizo a nuestra vista grandes signos, nos protegió en el camino que
recorrimos y entre todos los pueblos por donde cruzamos. El Señor expulsó ante
nosotros a los pueblos amorreos que habitaban el país. También nosotros
serviremos al Señor: ¡es nuestro Dios!»
El
pueblo se compromete, pero es de cabeza dura, por eso Josué les reclama sus
errores y sus grandes fallas, en servir a los ídolos en vez de servir al Señor.
Por eso Isaías nos recuerda: “Mi pueblo
me honra con sus labios, pero, su corazón no me pertenece;(Is 29, 13) es decir,
no me ama, y por eso no me pertenece. El pueblo proclama su fidelidad: ¡Lejos de nosotros abandonar al Señor para
servir a dioses extranjeros! Parece que es un pueblo sincero y fiel. Un pueblo
muy agradecido por todo lo que Dios ha hecho por él: Nos liberó de Egipto, nos
dio de comer y de beber en el desierto, nos protegió de nuestros enemigos y nos
entregó la tierra prometida: También nosotros serviremos al Señor: ¡es nuestro
Dios! Servir al Señor una semana, un mes, un año, es fácil, lo difícil es ser fieles
toda la vida.
Josué dijo al pueblo: «No podréis
servir al Señor, porque es un Dios santo, un Dios celoso. No perdonará vuestros
delitos ni vuestros pecados. Si abandonáis al Señor y servís a dioses
extranjeros, se volverá contra vosotros y, después de haberos tratado bien, os
maltratará y os aniquilará.»
Un Dios santo y celoso, no admite competencias, no hay mezclas entre la luz y
las tinieblas, entre la gracia y el pecado. “Conmigo o contra mí, el que no
junta desparrama (Mt 12, 30)
El
pueblo respondió: «¡No! Serviremos al Señor.» Pondremos en el Señor nuestra
confianza, nuestra obediencia y guardaremos los Mandamientos, Con palabras de Miqueas:
“Se te ha dicho, hombre como tienes que vivir: Practica la justicia, la
misericordia y camina humildemente con tu Dios (cf Mq 6, 8)
Josué insistió: «Sois testigos contra
vosotros mismos de que habéis elegido servir al Señor.» Respondieron: «¡Somos
testigos!» Josué contestó: «Pues bien, quitad de en medio los dioses
extranjeros que conserváis, y poneos de parte del Señor, Dios de Israel.»
Ser
testigos del servicio al Señor, pide romper con los ídolos, romper con el
pecado y guardar los Mandamientos de la Ley de Dios: “Aborreced el mal y amar
apasionadamente el bien” (Dt 30, 15; Rm 12, 9) Abandonar los terrenos de
Egipto, terrenos de la esclavitud, para salir en camino de éxodo hacia la
tierra prometida, y poder servir al Señor con amor y con alegría.
El pueblo respondió: «Serviremos al
Señor, nuestro Dios, y le obedeceremos.» El pueblo renueva la alianza entre
Dios y el pueblo, se compromete bajo juramento a servir al Señor. ¿Cómo lo
hará? Haciendo el bien y rechazando el mal,
guardando los Mandamientos y preceptos del Señor. Siendo fieles a la alianza.
Aquel día, Josué selló el pacto con el
pueblo y les dio leyes y mandatos en Siquén. Escribió las cláusulas en el libro
de la ley de Dios, cogió una gran piedra y la erigió allí, bajo la encina del
santuario del Señor, y dijo a todo el pueblo: «Mirad esta piedra, que será
testigo contra vosotros, porque ha oído todo lo que el Señor nos ha dicho. Será
testigo contra vosotros, para que no podáis renegar de vuestro Dios.» (Josué 24,14-29)
En
el Nuevo Testamento Jesús nos dice como vencer a los ídolos del poder, del tener
y del placer. Por medio de la Fe que es un don de Dios, es luz, es poder y es
amor. Por la fe de Jesucristo podemos vencer el mal con el bien (Rm 12, 21)
Podemos guardar los Mandamientos y la
Palabra de Dios: El que tiene mis mandamientos y los guarda, ese es el que me
ama; y el que me ama, será amado por mi Padre, y yo le amaré y me manifestaré
a él.(Jn 14, 21)
En
lucha contra la idolatría el arma es el servicio a Dios y a los hombres. Un
servicio que se hace con amor y con libertad. “Mas Jesús los llamó y dijo:
«Sabéis que los jefes de las naciones las dominan como señores absolutos, y los
grandes las oprimen con su poder.” (Mt 20, 25) Mas entre vosotros no será así,
sino que el que quiera hacerse grande entre vosotros será vuestro servidor;
y el que quiera ser el primero entre vosotros será vuestro siervo, así
como el Hijo del Hombre no vino para ser servido, sino para servir y
para dar su vida en rescate por muchos”. (Mt 20, 26- 28)
Todo
bautizado está llamado a servir al Señor, desde su bautismo es un discípulo de
Cristo, después al crecer, cuando viva de encuentros con el Señor, podrá
negarse a sí mismo, abrazar la cruz y seguir a Cristo por Amor. (Lc 9, 23)
Servir al servicio de la liberación, de la salvación y de la santificación de
su pueblo. “No se dejen engañar, de Dios nadie se burla; pues todo lo que el
hombre siembre, eso también segará. Porque el que siembra para su propia
carne, de la carne segará corrupción, pero el que siembra para el Espíritu, del
Espíritu segará vida eterna. No nos cansemos de hacer el bien, pues a su
tiempo, si no nos cansamos, segaremos”. (Gál 6, 7- 9) Servir al Señor y no ser
servidores de la carne.
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