JESÚS MAESTRO NOS INVITA A ESTAR CON ÉL.

 


JESÚS MAESTRO NOS INVITA A ESTAR CON ÉL.

Tomar la cruz cada día para vivir como Jesús vivió: en la obediencia a su Padre, en la entrega y la donación a los pobres y a los pecadores. “Los amó hasta el extremo, hasta dar su vida por ellos en la vergonzosa muerte de cruz. No basta con negarse a sí mismo, los seguidores de Jesús hemos de tener la triple disponibilidad para hacer en cada circunstancia de la vida la disponibilidad para hacer la voluntad de Dios. La disponibilidad para salir de sí mismo e ir al encuentro de un hermano concreto para iluminarlo con la luz del Evangelio. Por último tener la disponibilidad de dar la vida por realizar los otros dos objetivos: hacer la voluntad de Dios y ayudar al prójimo. Para el seguidor fiel de Jesús, la cruz, es también ser rechazado, despreciado y burlado; ser relegado o ser tenido por loco. Pero el discípulo se consuela con las palabras de su Maestro:

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“Mirad os he dado el poder de pisar serpientes y escorpiones, y sobre todo poder del enemigo, y nada os podrá hacer daño” (Lc 10, 19). Las serpientes y los escorpiones son nuestros propios pecados y los pecados de los demás. Con poder de Jesús podremos vencer nuestras concupiscencias de la carne, vencer al mundo y vencer al Maligno. El poder de Jesús brota de la “Cruz”, de aceptar la voluntad de Dios para nuestra vida.

“Mirad que Yo os envío como ovejas en medio de lobos: Sed, pues prudentes como las serpientes y sencillos como las palomas” (Mt 10, 16). Es una invitación amorosa de Jesús a vivir como discípulos suyos en medio del mundo, sin dejar de ser lo que somos: Discípulos, amigos de Jesús, pastores de la comunidad, sacerdotes de Cristo al servicio de la Iglesia, la prudencia es la virtud que nos hará mantenernos en el camino, con los ojos abiertos y con el corazón palpitante.

En la escuela de Jesús se aprende de las propias debilidades y de las de los demás, pero el Maestro es siempre Él. Cada una de sus enseñanzas nos hace inteligentes, y cuando se ponen en práctica nos dejan sabiduría, fortalecen nuestra voluntad y nos revisten de nueva humanidad. Por eso Santiago nos pone de sobre aviso: “No se contenten con ser oyentes, hay que ser practicantes” (Snt 1, 22). Con ese mismo sentido Jesús había dicho: “Dichosos los que escuchan mi Palabra y la cumplen” (Lc 8, 21). Hay alegría cuando los discípulos escuchamos la Palabras del Maestro, pero esa alegría es mucho mayor, cuando se hace lo que Él dice, cuando se ponen en práctica sus palabras.

Jesús enseña a sus discípulos el sentido del poder. Mas Jesús los llamó y dijo: «Sabéis que los jefes de las naciones las dominan como señores absolutos, y los grandes las oprimen con su poder. No ha de ser así entre vosotros, sino que el que quiera llegar a ser grande entre vosotros, será vuestro servidor, y el que quiera ser el primero entre vosotros, será vuestro esclavo; de la misma manera que el Hijo del hombre no ha venido a ser servido, sino a servir y a dar su vida como rescate por muchos.» (Mt 20, 25- 28)

 

Jesús enseña a sus discípulos el sentido de la riqueza. Para Jesús la riqueza no es un pecado, es un bien, es un valor que se debe de compartir. El hombre de manos secas o tullidas no puede compartir, por eso primero los libera: “Extiende tu mano” y el hombre extendió su mano, estaba sana, es decir ahora puede compartir (Mc 3, 5) Manos tullidas o secas eran las del rico Epulón que nunca extendió sus manos de su mesa hacia la puerta donde estaba Lázaro. (Lc 16, 19ss) A un hombre muy religioso y muy piadoso que se encuentra con Jesús: Ya sabes los mandamientos: No mates, no cometas adulterio, no robes, no levantes falso testimonio, no seas injusto, honra a tu padre y a tu madre.» El, entonces, le dijo: «Maestro, todo eso lo he guardado desde mi juventud.» Jesús, fijando en él su mirada, le amó y le dijo: «Una cosa te falta: anda, cuanto tienes véndelo y dáselo a los pobres y tendrás un tesoro en el cielo; luego, ven y sígueme.» Pero él, abatido por estas palabras, se marchó entristecido, porque tenía muchos bienes.  (Mc 10, 19- 22)

A otro hombre, un publicano, después de un encuentro con Jesús extendió sus dos manos para compartir: Había un hombre llamado Zaqueo, que era jefe de publicanos, y rico. Trataba de ver quién era Jesús, pero no podía a causa de la gente, porque era de pequeña estatura. Se adelantó corriendo y se subió a un sicómoro para verle, pues iba a pasar por allí. Y cuando Jesús llegó a aquel sitio, alzando la vista, le dijo: «Zaqueo, baja pronto; porque conviene que hoy me quede yo en tu casa.» Se apresuró a bajar y le recibió con alegría. Al verlo, todos murmuraban diciendo: «Ha ido a hospedarse a casa de un hombre pecador.» Zaqueo, puesto en pie, dijo al Señor: «Daré, Señor, la mitad de mis bienes a los pobres; y si en algo defraudé a alguien, le devolveré el cuádruplo. (Lc 19, 2- 9)

Para Jesús el sentido del poder es el servicio, y el sentido de la riqueza es el compartir, mientras que el sentido del placer es el negarse a sí mismo para poder darse donarse y entregarse a los demás, especialmente a los menos favorecidos: «Habéis oído que se dijo: No cometerás adulterio. Pues yo os digo: Todo el que mira a una mujer deseándola, ya cometió adulterio con ella en su corazón. Si, pues, tu ojo derecho te es ocasión de pecado, sácatelo y arrójalo de ti; más te conviene que se pierda uno de tus miembros, que no que todo tu cuerpo sea arrojado a la gehenna. Y si tu mano derecha te es ocasión de pecado, córtatela y arrójala de ti; más te conviene que se pierda uno de tus miembros, que no que todo tu cuerpo vaya a la gehenna. (Mt 5, 27- 30)

A los tres, el poder, el tener y el placer, tres valores, tres dones de Dios pata nuestra realización que son convertidos en “ídolos”. Nos propone el amor y el seguimiento como medios para combatirlos: Decía a todos: «Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz cada día, y sígame. Porque quien quiera salvar su vida, la perderá; pero quien pierda su vida por mí, ése la salvará. Pues, ¿de qué le sirve al hombre haber ganado el mundo entero, si él mismo se pierde o se arruina? (Lc 9, 23- 25)

Para Jesús la riqueza es un bien que nos puede llevar a la esclavitud, el individualismo y entonces, podemos pecar al no compartir nuestros bienes con los demás, especialmente los más pobres.

Oración. Señor Jesús, creo en Ti, Tú has venido a mi vida y yo te he acogido, aún a pesar de mis muchas debilidades. Por ello te pido mi Señor que me guíes por el Camino de la vida, haciendo tu voluntad y sirviendo a mis hermanos. Por lo que Tú hagas conmigo, yo te doy gracias.

 

 

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