LAS
TRES ENSEÑANZAS A FAVOR DE NUESTRA ESPIRITUALIDAD.
Tres
enseñanzas nos presenta hoy la Palabra de Dios para fortalecer nuestra
espiritualidad. El ayuno, el parche en un vestido nuevo y el vino en odres
nuevos.
En
aquel tiempo, los discípulos de Juan fueron a ver a Jesús y le preguntaron:
“¿Por qué tus discípulos no ayunan, mientras nosotros y los fariseos sí
ayunamos?” Jesús les respondió: “¿Cómo pueden llevar luto los amigos del
esposo, mientras él está con ellos? Pero ya vendrán días en que les quitarán al
esposo, y entonces sí ayunarán. Nadie remienda un vestido viejo con un parche
de tela nueva, porque el remiendo nuevo encoge, rompe la tela vieja y así se
hace luego más grande la rotura. Nadie echa el vino nuevo en odres viejos,
porque los odres se rasgan, se tira el vino y se echan a perder los odres. El
vino nuevo se echa en odres nuevos y así las dos cosas se conservan’’. (Mateo
9, 14-17)
“¿Por
qué tus discípulos no ayunan, mientras nosotros y los fariseos sí ayunamos?” ¿Por
qué no sigues la Tradición de nuestros padres? Eres acaso un ¿falso maestro o
un falso profeta? El ayuno es una de las primeras enseñanzas en todo Israel,
desde siempre. Todos los profetas ayunaban, enseñaban y exigían ayunar, pero,
Tú pareciera que eso no te preocupa. Ante esto Jesús les responde: “¿Cómo
pueden llevar luto los amigos del esposo, mientras él está con ellos? Pero
llegaría el día que les quiten el esposo, entonces si ayunarán. ¿Cuál es el
sentido del ayuno? No es la dieta, ni tener un cuerpo bonito, ni ayunar para no
gastar. La finalidad es estar con el Maestro, con el Señor. El ayuno es parte
de la ascética que como disciplina se hace por Amor para purificar el corazón
para crecer en fe y en amor al Señor.
El
ayuno cuando se hace por amor, es fuerza que refrena al pecado, es poder para
desecharlo e impedir que nos domine. Es fuerza para que la fe se enraíce en
nuestro corazón. Las raíces de la fe son la humildad, la mansedumbre y la misericordia
para permanecer firmes en medio de las tribulaciones y a pesar de las tormentas,
seguir en las manos de Dios. Con la fuerza del ayuno vencemos la malicia, la
mentira, la envidia, la hipocresía y la maledicencia (1 de Pe 2,1) Y a los
vicios que son la descendencia del Ego. El verdadero ayuno, al que le agrada a
Dios, es negarse a sí mismo para romper con el pecado y poder ser generosos,
desprendidos y compartir los bienes con los menos favorecidos (Is 58, 1- 6).
Nadie
remienda un vestido viejo con un parche de tela nueva, porque el remiendo nuevo
encoge, rompe la tela vieja y así se hace luego más grande la rotura. El parche
hace referencia a la rectitud del corazón de la cual brota el amor (1 de Tim 1,
5) ¿Por qué hacemos esto o aquello? ¿Por
qué creemos o seguimos a Jesús? ¿Por qué pedimos una misa? Para hacer una
fiesta grande y bonita, llena de flores, música, comida, regalos, baile, y otras
cosas, Jesús, es un parche. ¿Por qué predicamos la Palabra de Dios? ¿Para quedar bien? ¿Para ganar dinero? ¿Para ser
famosos? Jesús es un parche. Nuestra intención no es la Gloria de Dios, es
torcida, falseada, no es grata al Señor. Nuestra fe no es sincera (Heb 11, 6; 1
de Rim 1, 5) Jesús no quiere ser nuestro parche, tampoco quiere que hagamos un
parche de nuestros sacramentos ni de su Iglesia. Como tampoco quiere que
hagamos un parche de los pobres o de cualquier hombre. Un parche es un algo, un
objeto. Y la persona es un Alguien que piensa, se expresa, siente y se
comunica. Jesús quiere ser el Todo, el Centro de nuestra vida
“Nadie
echa el vino nuevo en odres viejos, porque los odres se rasgan, se tira el vino
y se echan a perder los odres. El vino nuevo se echa en odres nuevos y así las
dos cosas se conservan’’. El vino nuevo es la Gracia de Dios que nos trae el
corazón limpio. Y es el corazón limpio en donde el Señor lo llena con el vino
nuevo, que es el Espíritu Santo. Recordemos las palabras de Jesús: «No deis a
los perros lo que es santo, ni echéis vuestras perlas delante de los
puercos, no sea que las pisoteen con sus patas, y después, volviéndose, os
despedacen. (Mt 7, 6) La fe sincera nos deja Luz, Poder y Amor, para que
alcancemos el perdón de los pecados y lava nuestros corazones de los pecados
que llevan a la muerte (Ef 1, 7; Heb 9, 14) Busquemos la reconciliación con
Dios y con la Iglesia para poder crecer en fe, esperanza y en caridad. “Huyamos
de las pasiones de la juventud y busquemos las cosas de arriba donde está
Cristo sentada a la derecha del Padre (2 de Tim 2, 22; Col 3, 1- 3)
Tengamos
presente las palabras del apóstol Pablo cuando vayamos a comulgar: Por tanto,
quien coma el pan o beba la copa del Señor indignamente, será reo del Cuerpo y
de la Sangre del Señor. Examínese, pues, cada cual, y coma así el pan y beba de
la copa. (1 de Cor 11, 27- 28) Al comulgar recibimos el cuerpo y la sangre de
Cristo, recibimos a Jesús en persona que se nos dona y se nos entrega, solo nos
pide llevar una conciencia limpia: «Entró el rey a ver a los comensales, y al
notar que había allí uno que no tenía traje de boda, le dice: "Amigo,
¿cómo has entrado aquí sin traje de boda?" El se quedó callado. Entonces
el rey dijo a los sirvientes: "Atadle de pies y manos, y echadle a las
tinieblas de fuera; allí será el llanto y el rechinar de dientes." (Mt 22,
11- 13) El traje de bodas es la conciencia limpia y revestida con la Gracia de Dios. Estar en Gracia de Dios que nos pide reconciliarnos con Dios y con la
Iglesia. La reconciliación pide reconocer nuestros pecados, arrepentirnos de
todo corazón y confesar nuestros pecados para recibir el perdón y el don del
Espíritu Santo. El vino nuevo en corazones nuevos.
La
Gracia es carísima, Jesús entregó su vida, derramó su sangre, no la abaratemos
queriendo recibir el perdón sin arrepentirnos El Señor conoce nuestros
corazones, y nos da el traje de bodas a los que aceptan y se someten a su
voluntad.
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