EL
SIGNO DE LA NUEVA ALIANZA ES EL DON DEL ESPÍRITU SANTO.
Así será la alianza que haré con la casa de Israel, después de aquellos días
—oráculo del Señor—: Pondré mi ley en su pecho, la escribiré en sus corazones;
yo seré su Dios, y ellos serán mi pueblo. (Jr 31, 33)
Alianza
con Dios y con el Pueblo. Por la Alianza estamos en Comunión y Participación
con Dios y con el Pueblo. El Pueblo sigue a su Dios y Él conduce a su Pueblo,
tal como lo dice el profeta Miqueas: «Se te ha declarado, hombre, lo que es
bueno, lo que Yahveh de ti reclama: tan sólo practicar la equidad, amar la
piedad y caminar humildemente con tu Dios.» (Mq 6, 8) La equidad es la igualdad
esencial entre todos, todos con la misma dignidad. La piedad hace referencia a
la comunión con Dios y con el Pueblo. Sin división y sin separación. La Unidad
con Dios garantiza la unidad con el Pueblo y a la inversa, la unidad con el
Pueblo garantiza la unidad con Dios.
En
la Nueva Alianza, Jesús pide por la Unidad: Qué sean uno como Tú y Yo somos Uno
(Jn 17) La Unidad con Cristo es comunión con Dios y con su Pueblo, que es su
Cuerpo. Unidad que es garantía de frutos buenos: Permaneced en mí, como yo en
vosotros. Lo mismo que el sarmiento no puede dar fruto por sí mismo, si no
permanece en la vid; así tampoco vosotros si no permanecéis en mí. (Jn 15, 4)
El pecado rompe la Alianza con Dios y con los hombres:
Mirad,
no es demasiado corta la mano de Yahveh para salvar, ni es duro su oído para
oír, sino que vuestras faltas os separaron a vosotros de vuestro Dios, y
vuestros pecados le hicieron esconder su rostro de vosotros para no oír. Porque
vuestras manos están manchadas de sangre y vuestros dedos de culpa, vuestros
labios hablan falsedad y vuestra lengua habla perfidia. No hay quien clame con
justicia ni quien juzgue con lealtad. Se confían en la nada y hablan falsedad,
conciben malicia y dan a luz iniquidad. (Is 59, 1- 4)
El
pecado es lejanía es separación con Dios y con los hermanos: Lo mismo os dice
la parábola del hijo pródigo: Dijo: «Un hombre tenía dos hijos; y el menor de
ellos dijo al padre: "Padre, dame la parte de la hacienda que me
corresponde." Y él les repartió la hacienda. Pocos días después el hijo
menor lo reunió todo y se marchó a un país lejano donde malgastó su hacienda
viviendo como un libertino. «Cuando hubo gastado todo, sobrevino un hambre extrema
en aquel país, y comenzó a pasar necesidad. Entonces, fue y se ajustó con uno
de los ciudadanos de aquel país, que le envió a sus fincas a apacentar puercos.
(Lc 15, 11- 15)
Pero
ahora en virtud de la sangre de Cristo, somos perdonados y reconciliados: “Mas
ahora, en Cristo Jesús, vosotros, los que en otro tiempo estabais lejos, habéis
llegado a estar cerca por la sangre de Cristo. Porque él es nuestra paz: el que
de los dos pueblos hizo uno, derribando el muro que los separaba, la enemistad,
anulando en su carne la Ley de los mandamientos con sus preceptos, para crear
en sí mismo, de los dos, un solo Hombre Nuevo, haciendo la paz, y reconciliar
con Dios a ambos en un solo Cuerpo, por medio de la cruz, dando en sí mismo
muerte a la Enemistad. (Ef 2, 13- 16)
Jesús,
el Cristo, con su sangre selló la Nueva Alianza de Dios con su Pueblo, los une
y los reconcilia, en su Cuerpo y hace de judíos, paganos y gentiles, un solo
Pueblo, el Pueblo de Dios, llamado Cuerpo de Cristo, la Iglesia de Dios, Templo
vivo del Espíritu Santo: Pues del mismo modo que el cuerpo es uno, aunque tiene
muchos miembros, y todos los miembros del cuerpo, no obstante su pluralidad, no
forman más que un solo cuerpo, así también Cristo. Porque en un solo Espíritu
hemos sido todos bautizados, para no formar más que un cuerpo, judíos y
griegos, esclavos y libres. Y todos hemos bebido de un solo Espíritu. Así
también el cuerpo no se compone de un solo miembro, sino de muchos. (1 de Cor
12, 12- 15)
Por
eso Pablo invita a guardar la ley de Dios: “Más el que se une al Señor, se hace
un solo espíritu con él. ¡Huid de la fornicación! Todo pecado que comete el
hombre queda fuera de su cuerpo; mas el que fornica, peca contra su propio
cuerpo. ¿O no sabéis que vuestro cuerpo es santuario del Espíritu Santo, que
está en vosotros y habéis recibido de Dios, y que no os pertenecéis? ¡Habéis
sido bien comprados! Glorificad, por tanto, a Dios en vuestro cuerpo.” (1 de
Cor 6, 17- 20)
¿No
sabéis que sois santuario de Dios y que el Espíritu de Dios habita en vosotros?
Si alguno destruye el santuario de Dios, Dios le destruirá a él; porque el
santuario de Dios es sagrado, y vosotros sois ese santuario. (1 de Cor 3, 16-
17) Por lo tanto, somos casitas de Dios, dentro de una Casa grande que es la
Iglesia de Dios. Unidos todos por el Espíritu que es el Amor. “Amor derramado
en nuestros corazones con el Espíritu Santo que se nos ha dado” (Rm 5, 5) Por
eso Jesús dice a todos: “Permanezcan en mi amor” (Jn 15, 9) El que me ama
permanece en mi Alianza, sí, guarda mis mandamientos y guarda mi Palabra (Jn
14, 21. 23)
Por
la Alianza sellada con la sangre de Cristo, al escuchar la Palabra y creed en
ella, entramos en comunión con Dios y con los miembros del Cuerpo de Cristo. El
Sacramento de la fe es el Bautismo, el que se actualiza el acontecimiento de
Cristo, su muerte y su resurrección, su Pascua, para ser propiedad de Cristo y
de su Comunidad: Pues los que son de Cristo Jesús, han crucificado la carne con
sus pasiones y sus apetencias. Si vivimos según el Espíritu, obremos también
según el Espíritu.(Gál 5, 24- 25) Seamos fieles a la Alianza: Muriendo al
pecado y viviendo para Dios (Rm 6,11) O como discípulos de Cristo: Y a todos
les decía: «Si alguien quiere seguirme, niéguese a sí mismo, tome su cruz cada
día y sígame. Porque el que quiera salvar su vida, la perderá, pero el que
pierda su vida por causa de Mí, ese la salvará. (Luc 9, 23)
En
la Antigua Alianza, sellada con la sangre de toros y de machos cabríos, tenía
como signo las “Tablas de la Ley.” Signo externo. En la Nueva Alianza que fue
sellada con la sangre de Cristo, el signo es interior, es el Espíritu Santo, el
Amor de Dios que une a los hombres con Dios y los une entre ellos. El deseo
eterno de Dios es dar a los hombres Espíritu Santo por la fe en Jesucristo. Por
eso y para eso envío a su Hijo que se ofreció a sí mismo al Padre por el
Espíritu Santo para realizar la Obra redentora en favor de la Humanidad. Obra
que el Espíritu lo actualiza hoy en nuestras vidas.
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