1.- JESUCRISTO Y EL BAUTISMO

 

 


          

1.- JESUCRISTO Y EL BAUTISMO

 

Objetivo.  Tener claridad sobre la persona de Jesús, para dar una respuesta concreta y válida a quien pregunte sobre nuestra esperanza.

 

Iluminación. “Por el Bautismo fuimos revestidos de Cristo; morimos con él, fuimos sepultados con él y resucitamos con él a una nueva vida” (Rm 6, 4ss)

 

 

 

DESARROLLO DEL TEMA

 

¿Qué sabemos de Jesús? ¿Quién es Jesucristo para nosotros? No podemos hablar del Bautismo al margen de Jesús, sería una vergüenza que los cristianos que no conozcamos en quien somos bautizados. Sólo en Cristo podemos comprender el sentido de cada uno de los Sacramentos de la Iglesia, razón por la cual he querido comenzar esta reflexión haciendo referencia a la persona de Jesús de Nazareth, “su ser”, “su obrar” y luego “la vida cristiana”.

 

1.                EL SER DE JESÚS.

 

La pregunta sobre Jesús. Viniendo Jesús a la región de Cesárea de Filipo, preguntó a sus discípulos: “¿Quién dicen los hombres que es el Hijo del hombre?” Ellos contestaron: “Unos, que Juan el Bautista; otros, que Elías; otros, que Jeremías u otro de los profetas.” Y El les dijo: Y vosotros: “¿Quién decís que soy yo?” Tomando la palabra Simón Pedro, dijo: “Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo”. (Mt. 16, 13-16) La respuesta de Pedro es la única respuesta que tiene la Iglesia, es la respuesta de la fe cristiana.

 

JESUCRISTO es Dios verdadero y es a la vez hombre verdadero.  No es un hombre que se hizo Dios. Él es DIOS desde la eternidad: “En el principio existía la Palabra y la Palabra estaba en Dios y la Palabra era Dios. Ella estaba en el principio con Dios. Todo se hizo por ella y sin ella no se hizo nada de cuanto existe”Jesucristo es Dios que se hizo hombre, ésta es nuestra fe cristiana. (Jn 1, 1)

 

JESUCRISTO es el Verbo del Padre.  “El Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros”. (Jn 1,1-3.14) “En el principio es un término de la lengua semítica que significa: “cuando nada existía, cuando nada había sido creado”. Jesús es la Palabra encarnada.

 

JESUCRISTO es Jesús de Nazaret.  Un hombre histórico, enviado por el Padre y que nació de la Virgen María (Mt 1, 16; Gál 4,4), nació en Belén de Judá en tiempo del rey Herodes (Mt 2, 1-6).  Que fue  “Ungido” con el Espíritu Santo como Sacerdote Profeta y Rey para realizar la “Misión” que el Padre le encomendó (Mt 3,13-16; Mc.1,9-11; Lc. 3,21-22). El libro de los Hechos nos dice que fue un hombre aprobado por Dios, con palabras y señales poderosas; que murió como hombre en manos de gente malvada, pero que Dios lo resucitó por medio del Espíritu Santo” (Hech. 2, 21ss)

 

JESUCRISTO es “Señor y Cristo.” “Sepa con certeza toda la casa de Israel que Dios ha constituido “Señor y Cristo” a este Jesús a quien vosotros habéis crucificado” (Hech 2, 36). Señor, es el nombre que los judíos daban a Dios.

 

JESUCRISTO es “Principio y Fin; “Alfa y Omega”.  “Cabeza” de la Iglesia y de lo todo lo creado: “Bajo sus pies sometió Dios todas las cosas y le constituyó Cabeza suprema de la Iglesia, que es su Cuerpo, la Plenitud del que lo llena todo en todo” (Ef 1, 22-23)

 

JESUCRISTO es para quienes hemos tenido la experiencia de encontrarnos con él, es el Don de Dios a los hombres, Es el Hijo de Dios hecho hombre. Es nuestro Redentor y Salvador, es Maestro y Señor de nuestras vidas. Es nuestra fuerza en la lucha contra el pecado y es nuestra Paz. (Jn 3, 16; Mc 1, 1; Gál 2,20; Ef 5, 1- 2; 1 Cor 1, 30)

 

¿QUÉ DICE JESUCRISTO DE SÍ MISMO? Leamos el evangelio de san Juan: “Le dijo la mujer: «Sé que va a venir el Mesías, el llamado Cristo. Cuando venga, nos lo desvelará todo.» Jesús le respondió: «Yo soy, el que está hablando contigo.» (Jn 4, 25- 26) Les dijo Jesús: «Yo soy el pan de vida. El que venga a mí no tendrá hambre, y el que crea en mí no tendrá nunca sed.” (Jn 6, 35) Jesús les habló otra vez; les dijo: «Yo soy la luz del mundo; la persona que me siga no caminará en la oscuridad, sino que tendrá la luz de la vida.» (Jn 8, 12) Jesús les respondió: «En verdad, en verdad os digo que antes de que Abrahán existiera, Yo Soy.» (Jn 8, 58) “Entonces Jesús les dijo de nuevo: «En verdad, en verdad os digo que yo soy la puerta de las ovejas.” (Jn 10, 7) Yo soy el buen pastor. El buen pastor da su vida por las ovejas (Jn 10, 11) “Jesús le respondió: «Yo soy la resurrección y la Vida.” (Jn 11, 25) Respondió Jesús: «Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida. Nadie va al Padre sino por mí.  Si me conocéis a mí, conoceréis también a mi Padre; desde ahora lo conocéis y lo habéis visto.» (Jn 14, 6- 7)

 

¿QUÉ SIGNIFICA JESUCRISTO? Jesús significa  “Salvador” y Cristo significa “Ungido”, “Consagrado” (cf  Jn 1, 35). En el Credo decimos: “Creo en Jesucristo”, con esto decimos que creemos que “Él es el Don  y el Hijo de Dios, Emanuel que significa Dios con Nosotros”, el Dios que se hizo hombre para la salvación de su pueblo (Mt 1, 21)

 

¿PARA QUÉ SE HIZO HOMBRE EL HIJO DE DIOS? El Hijo de Dios se hizo hombre para “redimirnos del pecado” y darnos el “don del Espíritu”, la Gracia de Dios. (Gál. 4, 4-6) “Vengo para que tengan vida en abundancia” (Jn 10, 10) “He venido a encender el fuego del Espíritu en el corazón de los hombres redimidos” (cf Lc 12, 49)

 

¿POR QUÉ PODEMOS LLAMARNOS HIJOS DE DIOS? Por la obra Redentora de Jesucristo nosotros somos hijos de Dios por “adopción” (Ef 1, 5; 1 de Jn 3,1ss), es decir, por “participación”; Jesucristo es  el Hijo“natural” de Dios, por recibir de Él su naturaleza, como el hijo de un hombre, es hombre. Nosotros somos hijos por adopción, lo que significa que el Padre nos comunica su gracia, su esencia su naturalaza (2 de Pedro 1, 4) y nos hace hijos suyos (Gál. 4, 5). En el Sacramento del Bautismo nos apropiamos de los frutos de la Redención.

 

¿CÓMO PODEMOS ENTENDER ESTA VERDAD? Sólo con la ayuda del Espíritu Santo que nos asiste cuando leemos en la Biblia: “Subo a Mi Padre y vuestro Padre;  a mi Dios y vuestro Dios” (Jn 20, 17) Vuestro Padre y vuestro Dios; Jesús nos dice que lo que nosotros somos en referencia a Dios es por comunicación, por participación, y esto es posible por medio de la fe y el Bautismo. Jesucristo por razón de su divinidad es igual al Padre, y menor que el Padre por razón de su humanidad (Jn 14, 28; 10, 30) En Jesucristo hay dos nacimientos, uno es eterno: “Nacido del Padre antes de todos los siglos”, el otro es temporal, nacido en el tiempo de la Virgen María.

 

¿POR QUÉ SE HIZO HOMBRE JESUCRISTO? La única razón que podemos encontrar es el Amor: Por Amor. El Padre envió a su Hijo (Jn 3, 16). El Amor de Dios se ha manifestado en que siendo nosotros pecadores Cristo murió por nosotros” (Ef. 5, 6). Jesús lo había dicho: “No hay mayor amor que la de aquel que da la vida por sus amigos” (Jn. 10, 10ss).

 

 

2. EL QUEHACER DEL SEÑOR JESÚS.

 

JESUCRISTO es el “Enviado”. Es enviado  por su Padre a este mundo con  una misión concreta; la salvación de los hombres; con sus mismas palabras nos dice: “Vengo para que tengan vida y la tengan en abundancia” (Jn 10,10). Es la vida de la Gracia, la  vida Trinitaria, vida de Dios. Para darnos este hermoso don, Jesús inventó los Sacramentos, Signos de  la Nueva Alianza.

 

JESUCRISTO es el “Ungido” para ser Sacerdote, Profeta y Pastor.  Se pasaba horas y días enseñando su Palabra a los hombres. Les enseñaba a vivir como hijos de Dios, como hermanos unos de los otros y como servidores de todos. (Jn 13, 15) Enseñaba con su palabra y con su testimonio de vida que Dios ama a buenos y malos (Mt. 5, 45)

 

JESUCRISTO es el Salvador y el Redentor:  “Amó a los suyos hasta el extremo” (Jn 13, 12-14) Amó a todos y murió por todos los hombres (cfr. Ef. 5, 1); nos amó entregando su vida para redimirnos y darnos el perdón de los pecados (Ef. 1, 7) y trasladarnos del Reino de las  tinieblas al Reino de la Luz, Reino de Dios (Col. 1, 12- 13).

 

JESUCRISTO es Liberador del Mal y Dador del Espíritu Santo; Vivió entre los hombres, “puso su morada entre nosotros”, “igual a nosotros en todo menos en el pecado” (Heb. 5, 15) San Pablo nos dice que vino a liberar a los esclavos de la ley y a traernos el “don del Espíritu que nos hace hijos de Dios (Gál. 4, 4-6).

 

JESUCRISTO es Fundador de la Iglesia y a la vez es su Fundamento. Durante su vida mortal llamó a un grupo de hombres que creyeron en Él, los llamó a ser sus discípulos `y luego los llamó Apóstoles (Mc. 3, 12-14) A uno de ellos, Pedro, lo nombró su representante (Mt. 16, 18), y después de su Resurrección confirma lo que en vida había prometido (Jn 21,15ss).

 

JESUCRISTO es el Sanador el hombre herido por el pecado: Es el sanador del hombre integral, no obstante, tuvo sus predilectos: los enfermos, los pobres y los pecadores, acoge a todos, pobres y ricos; se entregó por ellos, perdonó sus pecados, los sanó de sus enfermedades y los alimentó con su Palabra de verdad.

 

¿CÓMO VIVIÓ JESÚS, EN REFERENCIA A SU PADRE Y EN REFERENCIA A LOS HOMBRES? En referencia a su Padre el Evangelio de san Juan nos dice: “Su alimento favorito fue hacer la voluntad de Dios en todos los momentos de su vida. (cfr  Jn. 4, 34) Vivió en todo sometido a su Padre.  En referencia a los hombres vivió como Dios quiso: “Se pasó la vida haciendo el bien y liberando a los oprimidos por el Diablo”.  (Hch 1’, 38) Vivió  con toda sencillez y pobre entre los pobres hasta el grado que “no tenía donde reclinar su cabeza”. (Lc. 9, 58)

 

¿CÓMO NOS AMÓ JESÚS? Amó hasta el extremo (Jn 13, 1), sin límites ni condiciones a todos los hombres y mujeres, sin medir riesgos. En Jesús el amor  es donación, es entrega, es servicio, es perdón, es defensa de los más débiles, etc. Lo vemos amando a personas ricas como Zaqueo, Nicodemo, Lázaro y sus hermanas entre otros. Los pobres, son sus favoritos, se sienta a la mesa con ellos. Con los pecadores hace amistad y se deja querer por ellos. A sus discípulos que eligió de entre el pueblo, los ama con predilección y los forma para el apostolado (Mc. 3, 12-19).

 

¿POR QUÉ DECIMOS QUE JESÚS ES MAESTRO? Jesús no solamente ama, sino que además nos enseñó a amar y a servir a los hermanos (Jn. 13, 12-14. 34). Su enseñanza no sólo fue de palabra, sino, y sobre, todo con su propia vida. Jesús vive lo que enseña, por eso puede ser llamado un Maestro que enseña con autoridad. En él todo lo que hace y dice es expresión del amor que llena su corazón, razón por la que puede decir:"Ámense como yo los he amado". Podemos asegurar que la manera de enseñar de Jesús es única, El enseñaba con su palabra, milagros, expulsión de demonios y con su propia vida, por ello que su enseñanza tenía tanto poder.

 

¿CUÁL ES LA VERDAD ENSEÑADA POR JESÚS, EL CRISTO DE DIOS? Jesús también proclamó la verdad sobre Dios y sobre el hombre. (Jn 8, 31- 32).  La verdad sobre Dios es que él es un Padre que ama y perdona a todos y sin distinción de personas. La verdad es que Dios ama a los hombres hasta darles a su Único Hijo como salvador y liberador del pecado (cf Jn 3, 16). Jesús vino a instaurar en la tierra, el reino de Dios.

 

1)                 La verdad sobre Jesucristo creída y anunciada por la Iglesia, Él es el Salvador y Redentor del hombre.  (Mt 1, 21)

 

2)                 La verdad de Jesucristo es que nadie puede salvarse a sí mismo, sólo Cristo es el Salvador (Lc 9 , 24- 25; Jn 15, 1-4; Hch 4, 12) “Todo poder se me ha dado…” (Jn 20, 19- 23)

 

3)                 La verdad sobre Jesucristo que es la Luz del mundo (Jn 8, 12) “Camino, Verdad y Vida” (Jn 14, 6) “Es la Resurrección y la vida” (Jn 11, 25)

 

4)                 La verdad sobre Jesucristo es que él es el Revelador del Padre y del hombre. El que ama al Padre ama al hijo… (Jn 14, 7)

 

5)                 La Verdad sobre Jesucristo es que él es Emmanuel Dios con nosotros (Mt 1, 23) Es el don de Dios a los hombres (Jn 3, 16) Es el Cristo, el Hijo de Dios vivo (Mt 16, 16) Salvador, Maestro y Señor (Mt 23, 8-9)

 

6)                 La verdad es que sólo Cristo puede dar el Espíritu Santo y Fuego a los hombres (Lc 3, 16)  Porque él es el único que ha muerto por el pecado de los hombres y ha resucitado para dar vida eterna (Rm 4, 25)

 

7)                 La verdad es que el Hombre tiene una dignidad que se funda en que es imagen y semejanza de su Creador. (Gn , 26- 27) El sábado fue creado para el hombre (Mc 2, 27)

 

8)                 La verdad es que todo hombre tiene la tarea en la vida de amar y servir a sus semejantes con el mismo amor con el que Dios lo ama a él. (Jn 13, 13. 34; Rm 5, 5)

 

9)                 La verdad es que el hombre tiene un valor que solo puede descubrirse a la luz de la redención de Cristo que con su vida pagó por cada uno de los seres humanos. Valemos la sangre de Cristo, el precio con el cual fuimos comprados. (1 Pe 1, 18- 22)

 

10)              La verdad es que Dios creó  los bienes de la tierra para beneficio de todos los hombres. Todo fue creado para todos los hombres, los que se apropian de las cosas sin tener en cuenta a los demás se alejan del sentido que expresa el sacramento del Bautismo.

 

¿POR QUÉ ES JESÚS EL VENCEDOR DEL PECADO? Jesús combatió el pecado. Estuvo en lucha contra las fuerzas del Mal a lo largo de toda su vida, tal como lo muestran las tentaciones en el desierto. (Mt 4, 1ss) Combatió la injusticia, la falsedad, la mentira, el divorcio,  la autosuficiencia, etc. (Mt. 23, 13- 15) Jesús es el defensor y el promotor de la mujer (Jn 8, 1- 11; Mc 5, 21- 43; Jn 20, 11- 18) Jesús nunca se hizo cómplice de ninguna situación de pecado. Al final de su vida con su muerte venció definitivamente al Maligno y al pecado. Los hombros de Jesús son los hombros de Dios, él cargó todas nuestras debilidades. Por haber amado, enseñado y proclamado la verdad, fue perseguido por los grandes de la religión de los judíos, por las autoridades  civiles y por los “grandes”. Fue preso, le pusieron sobre sus hombros una cruz que abrazó con amor y en la cual fue clavado y levantado en alto, como cualquier malhechor. (Lc. 23, 2- 5; 14, 20)

 

LA RESPUESTA DE DIOS A SU HIJO AMADO. Dios responde a la confianza y al abandono de su Hijo: “En tus manos abandonó mi espíritu”. La Resurrección, es “El AMEN” del Padre a Jesús que fue obediente hasta la muerte (Flp 2, 8). Por la Resurrección el Padre dice: “respaldo todo lo que mi Hijo, enseñó y realizó a lo largo de su vida terrenal”. “Pero el poder de Dios lo resucitó de entre los muertos” La resurrección de Jesús es su triunfo sobre la muerte. Jesús resucita para darnos vida en abundancia, para que seamos libres y podamos realizar las obras y las maravillas de Dios (cf 1 Cor 15, 3-4; Flp 2, 9-11).

 

3. LA VIDA CRISTIANA.

 

NUESTRA RESPUESTA A DIOS, Y EN ÉL A CRISTO. “Creer en Jesús, es confiar en él y obedecerlo, amarlo y servirlo:”  “abrirle las puertas de nuestro corazón,” (Apoc 3, 20) Abrirle la puerta del corazón a Cristo significa hacerse sus discípulos. “Si confiesas con tus labios que Jesús es Señor y crees en tu corazón que Dios le resucitó de entre los muertos, serás salvo. Pues con el corazón se cree para conseguir la justicia, y con la boca se confiesa para conseguir la salvación”. (cf Rm 10, 9-11) Creer en la resurrección de Cristo y confesar a Jesús como Señor de nuestras vidas nos pone en el camino del “Seguimiento”. El que quiera seguir a Jesús, y vivir como El vivió, tiene que correr peligros como él los corrió. Pero también resucitará. También vencerá.

 

¿QUÉ RELACIÓN EXISTE ENTRE JESÚS, SU OBRA Y EL BAUTISMO? El bautismo es el Sacramento de la fe, y nos incorpora a la persona de Cristo y a su Misterio Pascual; nos inicia con el rito del Sacramento, pero nunca termina, se realiza, se renueva, se celebra y se vive todos los días y en situaciones especiales que nos ponen de frente a las palabras de Jesús: "Conmigo o contra mí, el que no junta desparrama" (Mt12, 30). Desparramar equivale a tirar  a la basura o echar a los cerdos la "Perla preciosa de la Gracia de Dios" recibida en el Sacramento como semilla que ha de fructificar, en un irse llenando de Cristo o dejándose transformar en su imagen por la acción del Espíritu. (cf Rm 8, 29) En el Bautismo nos revestimos de Cristo y participamos del triple Ministerio de Señor: Sacerdote, profetas y Reyes para servir a la luz de la Nueva Alianza.(1 de Pe 2, 9)

 

Aplicación a nuestra vida. Hacer un alto en mi vida, darme un tiempecito para recogerme interiormente y preguntarme: ¿Quién soy?, ¿De dónde vengo? ¿Para qué estoy aquí? ¿Cuál es el plan que Dios tiene para mí? ¿Cómo está mi sentido de familia, de Parroquia, de Iglesia?

 

La fe viene de lo que se escucha, la Palabra de Dios; (Rm 10. 17) la enseñanza de la Iglesia; entonces a buscar la renovación de la fe mediante el Encuentro con Jesucristo en el Sacramento de la Reconciliación. Buscar la capacitación que me permita crecer en la fe,  mediante la incorporación en una pequeña “comunidad de vida” dentro de mi Parroquia.  Preguntar con un sentido de disponibilidad sobre las diferentes actividades y trabajos que se realizan en la Comunidad Parroquial. Es un ir buscando nuestro lugar en el Cuerpo de Cristo. Disponibilidad para “salir” e “ir” al encuentro de mi”realidad” como cristiano, hijo de la Iglesia y miembro de una Sociedad. “Como un hombre de Iglesia en el “Mundo” y como un hombre de mundo en el corazón de la Iglesia” (EN) para ser el regalo de Dios para los demás, un servidor de los hombres.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

  1. EL BAUTISMO Y LA “BENDICIÓN DE SER HIJOS DE DIOS”.

 

Objetivo: redescubrir el origen de todo don perfecto, del inicio de la historia de salvación de todo bautizado y el momento para apropiarse de los frutos de la Redención de Jesucristo.

 

Iluminación. “Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, pues, por estar unidos a Cristo, nos ha colmado de toda clase de bendiciones espirituales, en los cielos. Dios nos ha elegido en él antes de la fundación del mundo, para que vivamos ante él santamente y sin defecto alguno, en el amor.

 

El Plan divino de la Salvación.  Dios tiene un Plan de Salvación para ti, y para cada hombre. “La Historia de la salvación para cada cristiano comienza el día de nuestro bautismo. El día que Dios eligió para que nos apropiáramos de sus bendiciones y de dones gratuitos por medio del Bautismo. El día del Bautismo es el principio de la nueva creación, en el que se da el cumplimiento a todas las promesas y el nuevo hijo de la Iglesia se apropia de las bendiciones espirituales que Dios ha prometido para todo el que por la fe y el Bautismo se incorpore a su Hijo (cf Mc 16, 15).

 

Nos ha elegido de antemano para ser sus hijos adoptivos por medio de Jesucristo, porque así lo quiso voluntariamente, para que alabemos su gloriosa benevolencia, con la que nos agració en el Amado. Por medio de su sangre conseguimos la redención, el perdón de los delitos, gracias a la inmensa benevolencia  que ha prodigado sobre nosotros, concediéndonos todo tipo de sabiduría y conocimiento. En efecto, nos ha dado a conocer el misterio de su voluntad, conforme al benévolo proyecto que se había propuesto de antemano, con el fin de realizarlo en la plenitud de los tiempos: hacer que todo tenga a Cristo por cabeza, lo que está en los cielos y lo que está en la tierra. A él, por quien somos herederos, elegidos de antemano según el previo designio del que realiza todo conforme a la decisión de su voluntad, para que alabemos su gloria los que ya antes esperábamos en Cristo. En él también vosotros, tras haber oído la Palabra de la verdad, la buena nueva de vuestra salvación, y haber creído también en él, fuisteis sellados con el Espíritu Santo de la promesa” (Efesios 1, 3-10).

 

¿Qué se entiende por bendecir? El término bendición tiene dos dimensiones, una hacia arriba y otra hacia abajo. Hacia abajo significa que Dios nos hace partícipes de lo que Él es, y de lo que Él tiene. Y hacia arriba significa que nosotros le damos gracias por toda su bondad recibida. Jesús es nuestra Bendición”, en él, somos benditos, y somos una “bendición.”

 

¿De qué bendiciones hablamos?  Existen bendiciones naturales como el sol que sale para todos, la lluvia, el viento que sopla para todos; los bienes y capacidades naturales como  la razón, la belleza, etc. “Nada tenemos que no lo hayamos recibido de lo Alto” (1 Cor 4, 7) El término “en los cielos, en Cristo”, nos dice que estas bendiciones no son naturales, sino espirituales, también son para todos, pero, “en Cristo”.

 

¿Cuáles son estas Bendiciones espirituales?  La primera bendición es la elección divina. “Por cuanto nos ha elegido en Él antes de la creación del mundo.” (v.4) Se trata de una elección gratuita, es decir hemos sido elegidos por amor, sin mérito personal. Esta elección está ahí, hay que descubrirla, apropiarse de ella y realizarla. Además es una elección funcional, hemos sido elegidos para algo, hay una tarea, una misión para realizar. Elegidos en Cristo, ¿Para qué? Dios Padre, nos ha llamado a la existencia, a la vida como primera bendición para: “ser santos e inmaculados en el amor”. La vocación de todo bautizado es la “santidad”. Esa es la voluntad de Dios: “vuestra santificación”. (1 Tes 4, 3) La santidad de Dios que nos da el “ser de hijos” la recibimos por medio de los Sacramentos.

 

La segunda bendición es “la Filiación”. “Eligiéndonos de ante mano para ser sus hijos adoptivos por medio de Jesucristo” (v.5) Nuevamente, en Cristo somos benditos, por Él y en Él somos lo que somos, hijos de Dios. Ese es el destino glorioso que Dios pensó desde la eternidad para todos los hombres, sin excepción. Por el bautismo nos revestimos de Cristo y nos incorporamos a él (cf Gál 3, 26- 27) “En efecto, todos los que se dejan guiar por el Espíritu de Dios son hijos de Dios. 15 Y vosotros no habéis recibido un espíritu de esclavos para recaer en el temor; antes bien, habéis recibido un espíritu de hijos adoptivos que nos hace exclamar: ¡Abbá, Padre! 16 El Espíritu mismo se une a nuestro espíritu para dar testimonio de que somos hijos de Dios. 17 Y, si somos hijos, también somos herederos: herederos de Dios y coherederos de Cristo, si compartimos sus sufrimientos, para ser también con él glorificados.” (Rm 8, 14- 17)

 

La tercera bendición es la Redención. “En Él tenemos por medio de su sangre la redención, el perdón de los pecados, según la riqueza de su gracia”. (v.7) Somos pecadores redimidos, comprados a precio de sangre. El saber esta hermosa verdad deja en nosotros   una esperanza, la esperanza que Dios nos ama, nos perdona, nos salva y nos da el don de su Espíritu, que clama en nosotros “Abba”, Padre. (Gál. 4, 6) San Pablo en la carta a los Romanos nos dice: “Pues a los que de antemano  conoció también los predestinó a reproducir la imagen de su Hijo, para que fuera Él el primogénito entre muchos hermanos, y a los que predestinó, esos también los justificó, y a los que justificó , a ésos también los glorificó.” (Rom. 8, 29) Los frutos de la Redención son el perdón y la paz, la resurrección y el don del Espíritu. Analicemos un poco más el término Redención. Nos justificó, es decir nos hace justos, gratos a Él (Rm 5, 1; Gál 2, 16). Se complace en nuestras oraciones, en nuestros trabajos y en nuestras buenas obras, la razón, es que las hacemos en el Nombre de su Hijo y en comunión con Él. Jesús nos lo había dicho:”Solamente unidos a mí podéis dar fruto, sin mí, nada podéis hacer”. (Jn 15, 5-7)

 

¿Qué es la redención? La Redención es la obra que Dios realiza en Cristo y por Cristo a favor de los hombres para rescatarlos del poder de las tinieblas (cf Col 1, 13) En virtud de la sangre de Cristo, pagada como rescate, nuestros pecados son perdonados (Ef 1, 7). El término redimir tiene por lo menos tres significados: Rescatar o sacar de esclavitud al cautivo mediante el pago de un precio. Vencer el mal en todas sus formas. Jesucristo es el Vencedor del Mal. Cancelar la deuda. Dejar libre algo hipotecado, empeñado o sujeto a otro gravamen u obligación.

 

“La Redención” se relaciona directamente con pagar un precio. Nadie es capaz de pagar su propia redención y seguir viviendo. “Porque la redención de su vida es de gran precio, y no se logrará jamás” (Salmos 49, 8). Nuestra redención, la hemos recibido gratuitamente por gracia, tuvo un precio muy alto: la sangre de Cristo.  Es muy importante comprender que el precio que Jesucristo pagó por nuestros pecados no fue pagado al diablo, sino a Dios, pues, a Él era a quién habíamos ofendido. Por eso Dios se hace hombre en Jesús para cumplir la Ley de Dios y ofrecerse a sí mismo como sustituto por nosotros. De esta forma, en Cristo, Dios mismo es el iniciador de nuestra redención (cf Heb 12, 2). Él es nuestra redención y nuestro Redentor, es nuestra salvación y es nuestro Redentor (cf 1 Cor 1, 30).

 

La cuarta bendición es el don del Espíritu Santo: “Que ha prodigado sobre nosotros en toda sabiduría e inteligencia, dándonos a conocer el “Misterio de su Voluntad” (v. 8). Conocer el “designio salvífico de Dios”: la salvación de los hombres, judíos y gentiles, por revelación del Espíritu Santo. “Según el benévolo designio que Él se propuso de ante mano para realizarlo en la Plenitud de los tiempos hacer que todo tenga a Cristo por cabeza, lo que está en el cielo y lo que está en la tierra.” (cf Col 2, 9) El designio de Dios es que lleguemos, judíos y gentiles, a ser “alabanza de su gloria” por nuestra incorporación al Cuerpo de Cristo, en quien tenemos nuestra redención. Dios ama a todos los hombres, es una verdad, pero también es una verdad, que Dios nos salva en Cristo y por Cristo; “El es el Plan de Dios”. El dicho común de la gente: “Cualquier religión es buena”, no puede ser tomada como una verdad de fe. Sólo en Cristo encontramos la salvación (Hech 4, 12). Salvación que nos da a través de su Iglesia, por medio de los Sacramentos, de  los cuales el Bautismo es la “Puerta” para entrar Ella. Lo grande, lo bello, lo bueno no es tanto el saber que somos benditos, sino el vivir esas bendiciones; que nos apropiemos de la riqueza, de la herencia que Cristo, el Hijo, comparte con nosotros sus hermanos. (cf Rm 8, 14- 17)

 

La quinta bendición es consecuencia de las bendiciones anteriores, Cristo nos hace partícipes de su triple ministerio: sacerdote, profeta y rey, para que hagamos las obras del Hijo; para que seamos colaboradores de Dios en la obra de la salvación. “El Espíritu mismo se une a nuestro espíritu para dar testimonio de que somos hijos de Dios. Y si hijos, también herederos; herederos de Dios y coherederos de Cristo, ya que sufrimos con Él, para ser también con Él glorificados”. (Rom 8, 16-17)

 

Aplicación para nuestra vida. El Bautismo es para vivir todas la bendiciones recibidas: Vivir como hijo de Dios, hermano y servidor de la Humanidad para hacer a todos los hombres de la salvación y para que todos lleguen al conocimiento de la verdad por medio de la Evangelización y de los Sacramentos (cf 1 Tim 2, 4)

 

V  Tener la disponibilidad para salir e ir al encuentro de una persona concreta para iluminarla con el Amor y la Palabra de Cristo

V  Dedicar tiempo para bendecir alabar y dar gracias a Dios por el Plan de Salvación y crecer en la fe, la esperanza y la caridad (cf Col 3, 1- 4).

 

V  Profundizar en la Palabra de Dios y en la vocación de bautizados, llamados a la santidad para con la ayuda del Espíritu Santo, ser testigos del amor de Dios manifestado en Cristo Jesús. (cf Hech 1, 8)

 

V  Con la ayuda de Dios, luchar más ardientemente para vencer nuestras propias debilidades. Fortaleciéndose con la energía del Señor (cf Ef 6, 10) Para crecer en la unidad de  la fe y en el conocimiento de Dios guardando los Mandamientos y practicando  las virtudes cristiana.

 

V  Como Misionero de Cristo tener la disponibilidad de dar a conocer las bendiciones espirituales que Dios gratuitamente ha derramado en Cristo para todos los hombres. (cf Mt 28, 19-20)

 

V  Vivir el compromiso bautismal, para todos trabajar en la edificación de la Iglesia y en la construcción del reino de Dios. El compromiso bautismal es iluminado por el mandamiento del Servicio: “Lávense los pies unos a otros” (Jn 13, 13)

 

V  Guardar los mandamientos de la Iglesia:Oír misa entera todos los domingos y fiestas de guardar. Confesar los pecados mortales al menos una vez cada año, y en peligro de muerte, y si se ha de comulgar. Comulgar al menos por Pascua de Resurrección Ayunar y abstenerse de comer carne cuando lo manda la Santa Madre Iglesia.”

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

3.- Los efectos del Bautismo

 

El primer efecto del Bautismo es apropiarse de la Redención y purificación de los pecados en virtud de la “Sangre de Cristo” (Ef. 1,7). Por el bautismo, el pecado original y todos los pecados personales son perdonados, así como las penas del pecado. (Catic. 1263) Podemos afirmar que por el Bautismo nos apropiamos de los “Frutos de la Redención de Cristo: El Perdón, la Paz, la Resurrección y el don del Espíritu Santo.

 

Todo ser humano nace “sin la Gracia redentora de Cristo, que nuestros padre no pudieron darla a sus hijos por el nacimiento natural.” En eso consiste el “pecado original”. La Biblia lo dice: Vino a los suyos, mas los suyos no la recibieron.  Pero a todos los que la recibieron les dio poder de hacerse hijos de Dios, a los que creen en su nombre;  éstos no nacieron de sangre, ni de deseo de carne, ni de deseo de hombre, sino que nacieron de Dios. (cf Jn 1, 11-13)  Por el Bautismo “nacemos a la vida de la Gracia”. El nuevo nacimiento en el Espíritu Santo (Jn 3, 5) “Nacer de la voluntad de Dios” (Catic 1262). El primer nacimiento fue por la acción de nuestros padres. Por el bautismo nacemos a la vida de la Gracia.

 

Por el Bautismo, al recibir el  “Don del Espíritu Santo” somos hijos del Padre. (Ef 1, 5) “Hermanos de Jesucristo, Él es el Primogénito entre muchos hermanos” (cf Col 1, 15s)  “Templos vivos del Espíritu Santo”. (cf 1 Cor 3, 16; 2 Cor 6, 16) Por el Bautismo somos “Co-Herederos con Cristo de la Herencia de Dios. (Rm 8 17). La herencia de Dios es el mismo Señor que se nos da en su Palabra y en los Sacramentos.

 

Por el Bautismo “Somos Familia de Dios.” (cf Ef 2, 19) Miembros del “Cuerpo de Cristo que es la Iglesia. (cf 1 Cor 6, 15) Somos la “Fraternidad” de Jesús y de todos los bautizados. Llamados a ser discípulos misioneros del Señor (cf Mt 28, 10- 20; Mc 16, 15s) Por ser hijo y miembro de la Iglesia el bautizado ya no se pertenece a sí mismo, sino que es de “Aquel que murió y resucitó por él para pertenecer al Señor” (Rm 14, 9; Gál 2, 19- 20). De esta hermosa verdad se desprenden algunos derechos, deberes y compromisos del cristiano bautizado.

 

¿Qué significa ser hijos de Dios?  Es un don y una respuesta: Significa, con la gracia de Dios,  irse configurando con Jesús para reproducir su “Imagen y semejanza.” Para tener su mente, sus sentimientos, sus preocupaciones, sus intereses y sus luchas (cf Flp 2, 5- 8) Es el camino para aprender de él que nos invita a ser mansos y humildes de corazón (cf Mt 11, 29) Hacerme discípulo de Cristo, el Señor, para hacerme hijo amado del Padre y hermano de Jesús y de sus hermanos. Un auténtico servidor del reino de Dios en favor de la humanidad redimida por Jesús, el Cristo de Dios.

 

Ser hijo no es un título ni un privilegio, ser hijo es don y respuesta. En Bautismo se nos da para que lo vivamos como hijos de Dios, como hermanos y servidores de los demás.(cf Gál 3, 27; Mt 23, 9; Jn 13, 13) Es una misión por cumplir: anunciar y llevar la fe a los demás para que creyendo se salven y se integren a la “Familia de Jesús”. (Mt 28, 19-20; Jn 20, 19, 23). Ser hijo exige ser discípulo de Jesús para amarlo y seguirlo. Todo un proceso de vida que nos pide vivir como Jesús que se pasó la vida haciendo el bien y liberando a los oprimidos por el diablo” (Hech. 10, 38). Exige buscar siempre la voluntad de Dios en cada situación concreta de nuestra vida no obstante no lo entendamos. “No todo el que me dice Señor, Señor, entra en la casa de mi Padre, sino el que hace la Voluntad de Dios” (cf Mt 7, 21s)

 

La exigencia fundamental: Es creer en Jesús: Creer significa confiar en él, obedecerlo, amarlo y pertenecerle para seguir y servir a Jesús, hasta las últimas consecuencias. (ccf Lc 9, 23) Seguir a Cristo es la mejor y única manera de vivir nuestro Bautismo: “Muriendo con él al pecado, para vivir para Dios” (Rm 6, 10- 11) Quién se baja de la cruz abandona la fe y no vive su Bautismo (cf Gál 5, 24). Veamos por un momento a Jesús, él Unigénito de Dios, y escuchemos su Palabra: “Mi alimento es hacer la voluntad de mi Padre y llevar a cabo su obra (Jn. 4, 34); escuchemos a María, la hija predilecta del Padre decirnos: “Hágase en mi según su Palabra” (Lc 1, 38) En la obediencia al Padre seguimos a Jesús y abrazamos con amor su Voluntad y nos sometemos a ella, éste es nuestro sacrifico espiritual (cf Rm 12, 1)

 

Los que no viven su Bautismo no viven como hijos de Dios. Es una verdad que muchísimos son los bautizados, muchos los creyentes, pocos los practicantes y poquísimos los que realmente están comprometidos con su Bautismo. A la luz del Bautismo podemos decir que las obras de la fe o las obras de la carne, dicen sobre la realidad de nuestro padre (cf Gál 5, 19- 22). Si las obras son las obras de la fe, Dios Padre de Jesucristo es nuestro Padre. Si nuestras obras son las obras de la carne, nuestro padre sería entonces el diablo (cfr Jn 8,41)

 

 

El Espíritu de Dios nunca nos llevará a un lugar donde podamos perder la gracia de Dios. Que nos quede claro: recibimos el Sacramento del Bautismo para vivirlo en la “Comunión con Cristo y con todos los “miembros de su Cuerpo”; buscando la “purificación del corazón”; siendo “Dóciles a la acción del Espíritu”; en la donación, entrega y servicio, especialmente a los menos favorecidos, en la Iglesia y desde la Iglesia. Para vivir el Bautismo la Biblia nos presenta una “espiritualidad” que la puede vivir quien tenga “Vida espiritual” para que sea conducido por el Espíritu Santo. (cf Rm 8, 14). Ésta espiritualidad tiene algunas condiciones para vivir en la Luz como hijos de Dios.

 

Primera condición: romper con el pecado.  Si decimos: «No tenemos pecado», nos engañamos y no hay verdad en nosotros.  Si reconocemos nuestros pecados, fiel y justo es él para perdonarnos los pecados y purificarnos de toda injusticia. Si decimos: «No hemos pecado», hacemos de él un mentiroso y su palabra no está en nosotros. (1 de Jn 1, 8-10) Al reconocer y confesar nuestros pecados nos convertimos en candidatos para se manifieste el poder redentor de Jesucristo. (cf 1 de  “Tim 1, 16)

 

Segunda condición: guardar los mandamientos, sobre todo el de la caridad.  Estaremos seguros de conocerle si cumplimos sus mandamientos. Quien dice: «Yo le conozco» y no guarda sus mandamientos, es un mentiroso y la verdad no está en él. (1 de Jn 2, 3- 4) El mandamiento del Padre es “que creamos en su Hijo, Jesucristo, y que nos amemos unos a otros” (1 de Jn 3, 23) “Queridos, amémonos unos a otros, porque el amor es de Dios, y todo el que ama ha nacido de Dios y conoce a Dios.  Quien no ama no ha conocido a Dios, porque Dios es Amor.” (1 de Jn 4, 7-8

 

Tercera condición: guardarse del mundo. Os escribo a vosotros, hijos míos, porque vuestros pecados han sido perdonados en virtud de su nombre. No améis al mundo ni lo que hay en el mundo. Si alguien ama al mundo, el amor del Padre no está en él. Porque todo cuanto hay en el mundo —la concupiscencia de la carne, la concupiscencia de los ojos y la jactancia de las riquezas— no viene del Padre, sino del mundo. El mundo y sus concupiscencias pasan; pero quien cumple la voluntad de Dios vivirá para siempre.(1 de Jn 2, 12-13. 16- 17)

 

Cuarta condición: guardarse de los anticristos.  Hijos míos, ha llegado la última hora. Habéis oído que vendría un Anticristo; y la verdad es que han aparecido muchos anticristos. Por eso nos damos cuenta que ha llegado la última hora.  Salieron de entre nosotros, aunque no eran de los nuestros. Pues si hubiesen sido de los nuestros, habrían permanecido con nosotros. Así se ha puesto de manifiesto que no todos son de los nuestros.  Vosotros habéis recibido la unción del Santo, y todos vosotros lo sabéis.(1 de Jn 1, 18- 20)

 

 

 

 

 

 

 

 

4.- El  Bautismo es el Sacramento de la Fe

 

Objetivo: Purificar los conceptos, criterios y dudas que se tengan acerca del Bautismo y de la fe para facilitar el entendimiento y el compromiso de la fe.

luminación. “El hombre es justificado por la fe sin las obras de la ley” (Rom. 1,5; 3, 28) Significa que la salvación es un don gratuito e inmerecido a grandes y a niños; nunca es algo debido, no hay méritos propios, es por eso, una gracia de Dios acogida por la fe. De esta manera el creyente nunca puede gloriarse de sus obras o de su propia justicia ni apoyarse en sus obras como lo hacía Pablo el fariseo” (Fl, 3, 4- 9)

¿Es el Bautismo necesario para la salvación?  La fe es la exigencia esencial para salvarse, para conocer, amar y servir al Señor. Jesús en el Evangelio de Juan pide a sus discípulos creer en Él. “Creen en Dios, crean también en mí”. (Jn. 14, 1) En Mateo y Marcos, el Señor Jesús, ordena a sus Apóstoles bautizar a los que crean en su Palabra (cf Mt 28, 20; Mc 16, 15) Por el Bautismo pasamos de la muerte a  la vida (cf Jn 3, 1- 5) “Todos ustedes estaban muertos a causa…”. Dios, el Padre de toda misericordia nos ha dado vida juntamente con Cristo…y esto no es por méritos personales, sino por la fe…por la obediencia de Cristo al Padre, y por al amor de Cristo a los hombres”. (Efesios 2, 1-8.) Cristo después de su Resurrección dice a sus discípulos: “Y les dijo: “Vayan opor todo el mundo y prediquen la Buena Nueva. El que crea y se bautice se salvará. El que no crea se condenará” (Mc. 16, 15-16) Por el bautismo somos incorporados al Cuero de Cristo y revestidos de él. (Gál 3, 26- 27)

 

El Origen de la fe. Por lo tanto, la fe viene por la predicación, y la predicación,  por la Palabra de Cristo” (Rom. 10, 17) La escucha de la Palabra, nos lleva a la confianza en Dios que se revela, a la obediencia de la fe y al compromiso cristiano. Por la fe, el hombre somete completamente su inteligencia y su voluntad a Dios. Con todo su ser, el hombre da su consentimiento a Dios que se revela;  esta respuesta, del hombre a Dios es llamada: La obediencia de la fe”. (Catic. 143) La Sagrada Escritura nos presenta varios modelos de la Fe.

 

Abraham, el Padre de la fe. La Escritura llama a Abraham el padre de todos los creyente. Dios pide al patriarca que deje cuanto le pertenece: tierra, patria y familia para que pueda ser una bendición para los demás (Gn 12,3b) Por la fe Abraham obedeció y salió para el lugar que había de recibir en herencia, y salió sin saber a dónde iba” (Heb. 11,8; Cf Gn. 12, 1-4). Abraham cree en lo imposible, y el misterio inicia su historia. “Creyó Abraham en Dios y le fue reputado como justicia” (Rom. 4,3; cf Gn 15, 6) Gracias a esa fe poderosa vino Abraham a ser el Padre de lso creyentes.

 

María, la Madre de la fe. María, por ser modelo de fe es llamada por la iglesia: “Madre de todos los creyentes.” Dios pide a María una fe que va mucho más allá del abandono de la tierra y de la familia; le pide el abandono de sí misma; todas sus ilusiones como mujer quedan truncadas ante la presencia del Ángel. Ella desea ser madre y tiene que seguir siendo virgen…para ser madre. Ella realiza de manera más perfecta la obediencia de la fe, creyendo que nada es imposible para Dios y responde dando su asentimiento: “He aquí la esclava del Señor, hágase en mí según tu Palabra” (Lc. 1, 38) Isabel la saludó:”Dichosa la que ha creído que se cumplirían las cosas que le fueron dichas de parte del Señor” (Lc. 1,45) Por esta fe todas las generaciones te proclamarán bienaventurada. (cf Lc. 1, 48)

 

Pablo de Tarso, pilar de la fe. “Yo sé en quien he puesto mi confianza” (2 Tim 1, 12).  La fe es ante todo “la adhesión personal del hombre a Dios y a toda la verdad por Él revelada., es decir, la “voluntad del Padre es que todo aquel que crea en el que Él ha enviado tenga vida eterna” (Jn 6, 39-40). Creer en su “Hijo amado” en quien Él tiene todas sus complacencias (cf Mc. 1,11). No podemos creer en Jesucristo y no creer en el Espíritu Santo. Es Él quien revela  y quien actúa en los hombres para llevarlos a la fe en Jesucristo: Nadie pude decir: “Jesús es Señor, sino es bajo la acción del Espíritu Santo” (1 de Cor. 12, 1-3). El “Creer” , no es solamente un acto personal, es también un acto eclesial. Porque la fe, no es algo subjetivo, nos precede, existía desde antes que cada uno de nosotros fuera bautizado. Es la fe de la Iglesia que nos precede, engendra, conduce y alimenta nuestra fe. “La Iglesia es la Madre de todos los creyente. “Nadie puede tener a Dios por Padre si no tiene a la Iglesia por Madre” (San Cipriano)

 

¿Qué es entonces la fe?  Para comprender lo que es la fe, miremos a Jesús, el Autor y Consumador de nuestra fe (cf Hb 12, 2).Jesús, el Siervo emprende el camino hacia Jerusalén para obedecer hasta la muerte. Aceptando su muerte lleva la fe a su perfección mostrando una confianza absoluta en el que podía salvarlo de la muerte (Heb. 5,7) Para Jesús la fe es obediencia a su Padre, confianza ilimitada; abandono en las manos del Padre y vida entregada a favor de todos los hombres especialmente los menos favorecidos a quienes amó con predilección.

 

Para nosotros…digamos primero lo que no es la fe: La fe no es un algo: un objeto, una cosa que podemos medir, pesar y abarcar. La fe no es un sentimiento. Los sentimientos humanos son neutros, es decir, ni buenos ni malos, depende la orientación que se les quiera dar. La fe no es una teoría como la de Darwin. Toda teoría es la manifestación de impresiones subjetivas. La fe no es un conjunto de normas que tengamos que obedecer para salvarnos. Caeríamos en un fariseísmo legalista, rigorista y perfeccionista. Hombres y mujeres sin misericordia. La fe no es una “ideología” u conjunto de ideas para presentarla como la solución a los problemas de la vida.

 

Ahora digamos lo que sí es la fe. Es la respuesta que el hombre da al amor de Dios, a la Palabra que Él le dirige. Es la decisión de confiar y abandonarse en Jesús: Es una convicción que sólo en Cristo hay salvación…(Hechos 4, 12) La fe es la experiencia de Dios en nuestros corazones que abraca toda nuestra vida. Fuera de Cristo todo es muerte. La fe  es un don y respuesta: “He sido yo quien los eligió a Ustedes” (cfr. Jn. 6, 70), nos ha dicho Jesús. La fe no se puede comprar. La fe  es un poder. Poder “para vencer el mal y para hacer el bien”, fuerza de Dios para cambiar la manera de pensar y los criterios mundanos y torcidos.    La fe es una vida: “El Padre nos ha dado vida, esa vida está en Cristo, quien tiene a Cristo tiene vida”. (1 de Jn 5, 14ss) La fe es abrazar la Voluntad de Dios (cf Mt 721s; Lc 6, 6) Jesús mismo nos dice quien es El: “Yo soy el camino, la verdad y la vida”. (Jn 14, 6) “Yo soy la Resurrección y la vida”. (Jn 11, 35) La fe es un “Alguien” que habita por la fe el corazón del creyente (cf Ef. 3, 17). Una persona divina que ha tomado rostro humano: Jesús. El Don de Dios a los hombres, La Palabra hecha carne mediante la cual fueron creados los mundos; la Vida que el Padre nos da para que tengamos vida en abundancia.  La fe es el camino para apropiarnos de los frutos de la Redención y de todo lo que Dios en su divina gracia nos ha querido compartir. Sólo por el camino de la fe podemos conocer a Dios, penetrar sus Misterios y recibir sus bendiciones espirituales (Ef. 1, 3-10) Por la fe sabemos que en el nombre de Jesús, y por sus méritos, los pecados son perdonados; los demonios son expulsados, los enfermos se curan y por él y en él somos hijos de Dios.

 

¿Qué implica creer en Jesús? Aceptarlo como nuestro único Salvador personal: “me amó y se entregó por mí”. (Gál 2, 20) Es mi Redentor: con su sangre me ha comprado para Dios: “nos ha sacado del reino de tinieblas y nos ha llevado al reino de la luz” (Col. 1, 13). “Bajo las estrellas del cielo, solo en el nombre de Cristo Jesús podemos ser salvos”.(Hech. 4, 12) Creer en Jesús es adherirse a su persona: hacerse uno con él, buscando su rostro, su mirada, tener sus pensamientos, sus sentimientos, sus intereses, sus preocupaciones, sus luchas, (cf Flp 2, 5-8) para hacer nuestras las promesas y bendiciones del Padre que encontramos en la Biblia. Creer en es aceptar su Palabra como “Norma” para nuestra vida: Vivir según el Evangelio (Fil. 1, 29), es vivir como hijo de Dios, hermano de los hombres y servidor de los demás. Creer en Jesús es aceptar a Dios como Padre que nos ama, que nos perdona, que nos salva y que nos da su Espíritu Santo.

 

Lo que exige el creer en Jesús. El Catecismo de la Iglesia nos dice que la fe es la adhesión personal a Dios que se revela en Cristo. Implica la inteligencia y la voluntad del hombre que acepta la Revelación que Dios hace de sí mismo mediante sus obras y sus palabras. (Catic 176)

 

V  Confianza infinita en Dios que se nos ha manifestado en Cristo Jesús. Se abandonó incondicional en las manos del Padre. “Yo sé en quien he puesto mi confianza”. “Quien pone su confianza en Él, no queda defraudado”. (2Ti. 1,12)

V  Obediencia a su Palabra: “Haced lo que os diga” (Jn. 2, 5) Sin obediencia a la Palabra de Dios no hay salvación.

V  Disponibilidad para servirle, aunque no te dejen: “No he venido a ser servido, sino a servir” (Mt 20, 28)

V  Sentido de pertenencia: Somos del Señor, de Aquel que nos ha redimido, que ha pagado el precio por nosotros.  Y somos pertenencia exclusiva del Señor en la medida que lo amemos por lo qué es y no por lo que tiene. (1 de Cor. 3, 21; Gál 5, 24))

 

¿Dónde no hay fe? No hay fe donde hay orgullo. La soberbia es el peor enemigo de la fe: presunción, machismo, vanidad, etc. No hay fe donde hay avaricia: ambición desmedida por las riquezas, fraudes, opresión y explotación a los demás. No hay fe donde hay lujuria: adulterio, fornicación, pornografía, etc.  No hay fe donde hay envidia: chismes, críticas, calumnias, falsos testimonios. No hay fe donde reina el pecado. No hay fe donde reina el espíritu impuro, mundano y pagano. No hay fe, aunque recemos y prendamos velas, mientras se oprima a los demás. Pablo VI habló de una fe que no salva, la fe objetiva: creer en los dogmas de la Iglesia pero sin vivirlos. La fe que sí salva, la fe subjetiva: vivir lo que se cree: es la obediencia de la fe. Es la fe sincera, que brota de un corazón reconciliado y justificado por el sacrificio redentor de Cristo.

 

Los frutos de la fe. Hemos dicho que nadie se salva sin la fe; pero de la misma manera hemos de decir, que nadie se salva sin las obras. Obras que han de ser manifestación de la fe, de la presencia de Cristo en el corazón (cf Snt 2, 14). Los frutos de la fe son las Obras de Misericordia y los frutos del Espíritu:  El amor, la paz, la justicia, etc. (Gál. 5, 22) Todo lo anterior nos lleva a decir que el Bautismo es el fundamento de toda la vida cristiana; es la puerta para entrar a la Iglesia y nos abre el acceso a los demás sacramentos y a la vida según el Espíritu, la vida en Cristo.

 

Digamos entonces que el Bautismo es: Es don y tarea; es llamada y compromiso.  Nos bautizamos para ser cristianos, es decir, para recibir la “Gracia de Dios” que se nos da en Cristo. En Él somos hijos de Dios, y en Él, recibimos la salvación.  Nos bautizamos para vivir en Cristo y ser conducidos por su Espíritu que nos transforma y nos capacita para entregar nuestra vida al estilo de Jesús. Su muerte y su Resurrección dan sentido a nuestra vida.

 

Una mirada a María, la Madre del Salvador, nos ayudará a comprender lo que es la fe. Para la Madre la fe es “don de Dios”, “es confianza y abandono en la manos de Dios” “es apertura a la acción divina”, “es acogida de la voluntad de Dios”,  es “entrega y servicio a su Pueblo.” Podemos de esta misma manera comprender porque la Iglesia llama a María “la hija predilecta del Padre” y “la Madre de los creyentes” (Lc 1, 38. 46- 55)

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

5.- REDIMIDOS Y JUSTIFICADOS POR LA FE DE JESUCRISTO.


Iluminación. Pero ahora, independientemente de la ley, se ha manifestado la justicia de Dios de la que hablaron la ley y los profetas. Se trata de la justicia que Dios, mediante la fe en Jesucristo, otorga a todos los que creen —pues no hay diferencia;  todos pecaron y están privados de la gloria de Dios—. Éstos son justificados por Él gratuitamente, en virtud de la redención realizada en Cristo Jesús (Rm 3, 21- 24)

Qué significa ser criatura nueva?   Ser “criatura nueva” significa haber sido transformados por la acción del Espíritu Santo; justificados para ser reconciliados con Dios y con los demás en Cristo; ( cf Rm 5,1) lavados con su sangre (Ef 1, 7; Hb 9, 14); significa ser perdonados y ser revestidos de Cristo (Gál 3, 26-27). El bautizado recibe un don y una tarea. Por un lado recibe la gracia santificante y por otro lado recibe el compromiso de vivir según el don recibido. San Alberto Magno decía: “cristiano vive según la dignidad que has recibido”. Vive tu dignidad de hijo de Dios; experiméntala, acreciéntala y desarróllala. Ser “criatura nueva” significa reconocer que ya no nos pertenecemos, somos propiedad de exclusiva de Cristo que nos hace servidores de la Iglesia: somos de los demás y hemos de vivir para los demás. (cf Rm 14, 8) En otras palabras, somos un don para la iglesia y para el mundo con una tarea recibida del mismo Jesús: “ser sal y luz para la humanidad” (Mt. 5, 13-14)

 

Por el Bautismo, el hombre es convertido en “criatura nueva” (2 de Cor. 5, 17), y por lo tanto en hijo de Dios (Gál. 4, 5ss), partícipe de la naturaleza divina (2 Pe. 1,4), miembro de Cristo (1 de Cor. 6, 15), coheredero con El (Rom. 8, 17) y templo del Espíritu Santo (1 de Cor. 6, 19). En el Bautismo Dios da al bautizado la “gracia santificante” o gracia de la justificación. Para que pueda creer, esperar y amar a Dios mediante el ejercicio de las virtudes teologales.(cf Col 3, 1-4) El hombre al ser bautizado es justificado por la fe mediante el Sacrificio Redentor de Cristo, y por lo tanto, al ser justificado es hecho grato a Dios. Qué hermoso es ser hombre nuevo, hijo de Dios e hijo de la iglesia.

 

¿Cuáles son las virtudes teologales?  Son gracias de Dios recibidas en el Bautismo. El bautizado recibe estas gracias para que pueda vivir como hijo, movido y conducido por el Espíritu Santo que guía a los hijos de Dios. (Rom 8, 14) De esta manera el bautizado recibe además la capacidad para realizar toda obra buena mediante la práctica de las virtudes morales. San Pablo describe esta hermosísima realidad diciendo: “Dios nos sacó del reino de las tinieblas y nos trasladó al Reino del Hijo de su Amor” (Col.  2, 13). Lo que nos enseña que Dios, no solamente perdona, sino que también nos da el “don” de su Espíritu, (cf Gál 4, 4-6) nos da su Paz, su Gozo, su Santidad, frutos de la fe, de la esperanza y de la caridad.(Gál 5, 22) Las virtudes teologales son el Camino para llegar al Cielo.

 

¿Cuáles son los deberes de todo bautizado? (Catic. 1269) El sagrado deber de ser instruido con el “depósito de la fe”Son las verdades que la Iglesia ha recibido de su  Fundador. Juntamente con el deber de someterse a los demás (Ef. 5, 21; 1 Cor. 16, 15-16) Cómo un servidor de sus hermanos en la comunión de la Iglesia.(cf. Jn 13, 12-15) Está llamado a ser dócil y obediente a los Pastores de la Iglesia (Hb. 13, 17) Debe considerar a sus Pastores con respeto y afecto (1 de Tes. 5, 12- 13)

 

¿Cuáles son los derechos de todo bautizado?  (Catic. 1269) Ser enseñado por la enseñanzas que los Apóstoles recibieron de Jesucristo, el Maestro y Señor. Recibir los Sacramentos. Ser alimentado con la Palabra de Dios. Ser sostenido por los otros auxilios espirituales de la Iglesia (LG 37; CIC c. 208-223)

 

3. ¿Cuál es el compromiso cristiano? (Catic 1270) Confesar y dar testimonio de la fe. Los Bautizados por su nuevo nacimiento como hijos de Dios están obligados a confesar delante de los hombres la fe que recibieron de Dios por medio dela Iglesia (LG 11) y de participar en la actividad  apostólica y misionera del pueblo de Dios ( LG 17; AG 7, 23 Constructores de la unidad y de la paz. El catecismo nos dice que el Bautismo es el vínculo sacramental de la unidad entre todos los cristianos, e incluso con los que todavía no están en plena comunión con la Iglesia Católica. (Catic. 1271) Amar y defender el Sacramento. El Bautismo imprime en el bautizado carácter; un sello espiritual que manifiesta su pertenencia a Cristo como miembro de su Cuerpo. Sello que no puede ser borrado, ni siquiera por el pecado y por lo mismo el Bautismo no puede ser repetido. (Catic. 1272) Vivir el bautismo. El sello bautismal capacita y compromete a los cristianos a servir a Dios mediante una participación viva el la Liturgia y en la misión de la Iglesia: Todo bautizado participa de la triple misión de Cristo: sacerdote, profeta y rey. (cf. Catic. 1273) La fidelidad al Espíritu. El sello del Señor, es el sello del Espíritu con el que el Señor nos ha marcado para el día de la redención (Ef. 4, 30), es el sello de la vida eterna, quien sea fiel a las exigencias de su bautismo podrá morir con el signo de la fe. (Catic. 1274)

 

¿Cuál es la fuente de todas las desgracias?  Guerras, divorcios, fraudes, abortos, niños y ancianos abandonados, desviaciones sexuales, hambre y miserias, crímenes narcotráfico, racismos, indiferencias frente a las necesidades de otros, divisiones dentro y fuera de la Iglesia, y más. La respuesta es clara y precisa: “porque los bautizados no viven su bautismo”: No viven como hijos de Dios, hermanos de los hombres y servidores de ellos. Hombres y mujeres que no viven el compromiso del Bautismo. La vida de los creyentes está dominada por el espíritu mundano; espíritu pagano, vida de pecado. Veces se reza, se participa en el “Culto” pero solo de cuerpo, no de corazón. San Pablo tenía razón cuando nos dijo: “El misterio de la impiedad anda suelto”. (2 Ts 7-8)

 

¿Qué son los Sacramentos? Los sacramentos son signos sensibles y eficaces de la gracia, instituidos por Cristo y confiados a la Iglesia, a través de los cuales se nos otorga la vida divina. Son siete: Bautismo, Confirmación, Eucaristía, Penitencia, Unción de los enfermos, Orden sacerdotal y Matrimonio. Los Sacramentos son “Signos” de la Nueva Alianza sellada con la sangre de Cristo (cf Ef 5, 25) Son la “Herencia”, el “Legado” de Cristo a su Iglesia; La Iglesia es el Sacramento querido e instituido por Cristo para bendecir a los hombres, y hacer de cada uno de los hijos una “Bendición para la Humanidad”. Nada se pierde para el que está en Cristo, todo es bendición; todo es don que hace bien a los que aman a Dios.  Es también importante que digamos que todas las bendiciones de Dios son nuestras si nosotros somos de Cristo, por la fe, por que habita en nosotros y porque lo amamos (1 Cor. 3, 21).

                             

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

6.- Llamados a ser hombres y mujeres comprometidos

con la Obra del Señor

Objetivo: Iluminar a los creyentes para que valoren la importancia del compromiso cristiano y dediquen tiempo y energías a buscar su lugar en el Cuerpo de Cristo para ser colaborados de Cristo.

 

Del Encuentro con Jesucristo al compromiso cristiano. “Salió de nuevo por la orilla del mar. Toda la gente acudía a él, y él les enseñaba.  Al pasar, vio a Leví, hijo de Alfeo, sentado en el despacho de impuestos, y le dijo: «Sígueme.» Él se levantó y le siguió. (Mc 2, 13- 14) Dios llama a los suyos para estar con él y para enviarlos a predicar su Evangelio de amor a todos los hombres.

 

1.    1.  “Cum pro missio” “Enviados con otros, en favor de otros” Todo compromiso implica cierto grado de madurez, de experiencia, de vida. Podemos afirmar que el compromiso cristiano hunde sus raíces en la experiencia de encuentro con Jesús, resucitado, experiencia que se encarna, que deja huella, y que es como el motor de la vida cristiana. Creemos por eso que el compromiso nace de una doble certeza: La certeza de que Dios me ama y que yo también  lo amo a Él. El término compromiso significa: “Enviados con otros, en favor de otros” Para ayudar a otros a ser persona y más persona; para ayudar hacerse humano y cristiano. Comprometerse para ayudar a otros a vivir  con más dignidad  El compromiso es con el Señor, que elige llama y envía. Pero también con la Iglesia que busca, llama y envía en el nombre del Señor Jesús.

 

“Yo estaré con ustedes hasta el fin de los siglos.” El compromiso cristiano es fruto de una libertad afectiva que va encarnando una doble certeza: La certeza de ser amado por Dios. Saber que mi Padre me ama, me perdona, me salva y me ha dado el don de su Espíritu. Y la certeza de que también yo lo amo, hago su voluntad y guardo sus Mandamientos. Cuando así es entonces puedo tomar la firme determinación de seguir a Cristo, de servirle y dar mi vida por Él y por los Él que ama. Ahora  me comprometo con otros y a favor de otros, y  acepto todo lo que eso implica. Decimos con el profeta Isaías: “Heme aquí, envíame a mí  Señor”. (Is 6, 9)

 

Las leyes del compromiso. Hablemos en clave: La clave es  “Ser de Cristo “Además, los que son de Cristo Jesús han crucificado la carne con sus pasiones y sus apetencias.” (Gál 5, 24)”. Todo el que es de Cristo es una nueva creación (1 Cor 5, 17) Por lo tanto ama a Cristo y acepta el evangelio como “norma para su vida” y “vivir según el Evangelio de Nuestro Señor Jesucristo. (Flp 1, 27) Esto implica tres cosas: “En guerra santa contra mi pecado. Ejercitarse en Obediencia santa a la Palabra de Dios. En la práctica de toda clase de obras buenas. (cf Ef 4, 13) El compromiso evangélico ha de estar libre de egoísmos, envidias, deseos de venganzas, odios, etc.  Sin violencia y libre de toda opresión. Cuando somos de Cristo encarnamos la disponibilidad para, en su nombre desprendernos de personas, de cosas o de otros apegos que no nos dejan realizar nuestras vidas a la luz del Plan de Dios. (cf Ef 1, 3- 8)

 

El sentido del compromiso es la pertenencia a Cristo. Es el reconocer que soy propiedad exclusiva de Cristo, miembro de su cuerpo me hace pensar que también soy propiedad de la Iglesia,  y por o tanto también de mi comunidad parroquial. La regla de oro de la vida cristiana es “Ser de Cristo”. (cf Gál 5, 24)  Ser su propiedad particular: es vivir para el, que me amo y se entregó a la muerte por mí, (Gál 2, 20) es vivir  en su voluntad teniendo el Evangelio como norma de la vida, recordando siempre el evangelio de María: “hacer lo que el nos diga, (Jn 2, 5) solamente entonces podemos decir que todo lo de Cristo es nuestro, y nosotros somos de él. (  Para ser libres nos liberó Cristo (Gál , 1. 13). Somos libres en la medida que nuestra vida se fundamenta en la Verdad y en el Amor para que seamos capaces de amar sin que nos cuesten tantos esfuerzos

 

La ley del compromiso es el Amor. El amar a los hermanos al estilo de Jesús[1]. La Ley del compromiso me sumerge en la vida nueva, rompiendo siempre con esclavitudes: saliendo del pecado y viviendo para Cristo en el Espíritu Santo. Guardar el Mandamiento Nuevo exige estar muriendo a uno mismo y viviendo para los demás en Cristo Jesús. El que ama a Cristo guarda sus Mandamientos y sus palabras (cf Jn 14, 21. 23) y ama a su prójimo, de manera que ya cumple la Ley y los profetas,

 

El camino del compromiso es el servicio.  El estilo de  vida, estilo único que implica: “Un ser para los demás.” Un regalo para la humanidad. Esto exige, entre otras cosas: No vivir solo para sí mismo, eso es egocentrismo, es individualismo, es inmadurez humana. Lo que exige:  Un culto más auténtico” Una devoción más fervorosa”Un sacrificio más global” “Una vinculación más estrecha”  Una vida más entregada” como lo pide el Señor Jesús: «¿Comprendéis lo que he hecho con vosotros? Vosotros me llamáis ‘el Maestro’ y ‘el Señor’, y decís bien, porque lo soy. Pues si yo, el Señor y el Maestro, os he lavado los pies, vosotros también debéis lavaros los pies unos a otros. Os he dado ejemplo, para que también vosotros hagáis lo que acabo de hacer con vosotros. (Jn 13, 13- 15)

 

La llamada a servir. Es llamada al desprendimiento y a la madurez. Que cada cual ponga al servicio de los demás los dones que haya recibido, como buenos administradores de las diversas gracias de Dios (1 Pe 4, 10). Dios nos llama, y sí Dios nos llama ¿Cómo debe de ser nuestra respuesta? Tiene que ser inmediata. Dios nos llama a ser sus colaboradores en la reconstrucción del universo y de la Iglesia, el camino exige doblegar nuestra voluntades, para tomarnos de la mano de Jesús y de los hombres, si nos soltamos de la mano del hombre, nos damos cuenta que nos estamos soltando de la mano de Jesús y no tendremos fuerzas para caminar juntos de nuevo en nuestro recorrido hasta la presencia de Dios. El camino también implica que vayamos desapareciendo (Jn 3, 30), vaciándonos de nosotros mimos, aprendiendo a ser invisibles para no realizar actos religiosos con el fin que nos vea la gente, de quedar bien, o de que nos vaya bien (Mt 6, 1ss), recordando siempre que somos colaboradores de Cristo y que a él le estamos sirviendo (1Ccor 4, 1; 3,9) “Que cada cual ponga al servicio de los demás los dones que haya recibido, como buenos administradores de las diversas gracias de Dios.” (1 Pe 4, 10)

 

Finalidad del compromiso es “la gloria y la honra a Dios” y “el amor y el servicio a los hombres.”  Predicar el Evangelio no es para mí ningún motivo de vanagloria; se trata más bien de un deber que me incumbe. ¡Ay de mí si no predico el Evangelio!”  Efectivamente, a pesar de sentirme libre respecto de todos, me he hecho esclavo de todos para ganar a los más que pueda.” (1 Cor 9, 16. 23) El objetivo no es otro, que la construcción de la Comunidad Cristiana. Comunidad  fraterna, solidaria y servicial, en la cual se recibe la vida trinitaria; se vive y se comparte con los hermanos la salvación de Dios manifestada en Cristo Jesús (cf Rm 3, 21). Este objetivo, implica una doble mirada, a Dios y a la comunidad, queremos que el pueblo florezca. Con el impulso del Espíritu, entre otras cosas: Buscamos fortalecer los vínculos de la comunidad, Ayudamos a recordar que nadie puede resistir solos contra el mal, Anunciamos que ya estamos reconciliados con Dios en la Cruz de Jesús. Abrimos campos de acción para que nadie esté inactivo. Tratamos de alentar a tener un corazón nuevo a los que nos rodean,

 

El fundamento de la comunidad cristiana. “Pues nadie puede poner otros cimientos que los ya puestos: Jesucristo.” ( 1 Cor 3, 11) La comunidad cristiana ha de tener como fundamento a Cristo, o no es cristiana, es decir, no es comunidad fraterna. En esta comunidad se ha de cultivar la Civilización del Amor. La construcción de esta  Comunidad implica cultivar, entre otras cosas: un sentido de igualdad fundamental, vivir en la verdad, practicar la justicia y la libertad interior. Las bases de la comunidad cristiana son cuatro: El amor, que hecha fuera el odio. La verdad que hecha fuera la mentira. La vida que hecha fuera a la muerte. La libertad, que hecha fuera la esclavitud.

            

Las bases de la Comunidad Cristiana son los valores del Reino que el Papa Juan XX111 recomienda a la Iglesia y a la humanidad para lograr tener unas relaciones armoniosas y pacificas entre los hombres. Pero, que a la misma vez, responden a la acción del Espíritu en los cristianos para que  respondan a la vocación original de configurarse con Cristo (Fil. 2, 5) y reproducir su Imagen (Rom. 6, 29). Las bases son el fundamento del edificio espiritual, realidad que es posible con el Poder de Dios y con nuestras decisiones personales; es un camino de conversión que permite expulsar los demonios de nuestro interior y de nuestra Comunidad de acuerdo a las palabras del Evangelista Lucas (cnf. Lc 16, 16).

 

Los frutos de la Comunidad Cristiana. Se mantenían constantes en la enseñanza de los apóstoles, en la comunión, en la fracción del pan y en las oraciones. (cf Hech 2, 42- 47) Los frutos nacen del Apostolado, es decir, de la Evangelización son innumerables, de acuerdo a las necesidades de la Comunidad, sin embargo podemos resaltar algunos frutos que resultan de las tres vertientes de la acción pastoral: Pastoral profética (cf Mt (28, 19- 20) La Pastoral litúrgica: Celebrar la fe (cf 1 Cor 11, 25) La Pastoral de la caridad (Jn 13, 13. 34) Una Pastoral al estilo del Buen Pastor (Lc 15, 1ss) Lo que implica: La alegría del Anuncio (1 9, 16) Para salir fuera a llevar la Buena Nueva. (Mc 16, 15) Para sanar de miedos, traumas, heridas de la vida (Mt 10, 8s) Para llevar a los hombres a la reconciliación e integración de comunidades. (Ef 4,1ss) Los frutos de la fe son los valores del Reino: El compartir, la dignidad, la solidaridad y los servicios  El fruto de la Pastoral de la Comunidad es el hombre nuevo y las comunidades nuevas. El fruto puede ser de dos dimensiones; en la parte espiritual y en la parte material.   En la parte espiritual tenemos las virtudes, los valores del Reino, los frutos y los dones del Espíritu Santo (Is 11, 2). Esto es a lo que Pablo llama la riqueza de la Palabra (Col. 3, 16); en otras palabras, la parte espiritual es la “Santidad” sin la cual nadie verá al Señor. La parte material implica los lugares apropiados para realizar “los apostolados”, los medios de evangelización: libros,  Biblia, la radio, la televisión, el periódico, etc. Y esto cuesta, razón por la que todo católico debe ser co-responsable del Apostolado de la Iglesia.

 

“Jesucristo, siendo rico se hizo pobre para enriquecernos con su pobreza” (2 Cor 8,9) Así pues, queridos míos, de la misma manera que habéis obedecido siempre —no sólo cuando estaba presente, sino mucho más ahora que estoy ausente—, trabajad con sumo cuidado por vuestra salvación, pues es Dios quien, por su benevolencia, realiza en vosotros el querer y el obrar.” (Flp 2, 12- 13) No hagamos de la salvación nuestro negocio, pues la salvación es un don gratuito e inmerecido, pero no barato. Don de Dios pagado a precio de Sangre. Cristo Jesús murió para el perdón de nuestros pecados y resucitó para darnos vida eterna. (Rm 4, 25) Los que predican y enseñan sobre la “teología de la prosperidad” no han entendido el Evangelio de Jesucristo. “Que siendo rico se hizo pobre para enriquecernos con su pobreza” (2 Cor 8, 9) Hacer del Evangelio nuestra fuente de negocios o riquezas, no es grato a Dios, es una abominación, es “vomito” según lo dice la Escritura (Apoc 3, 15) “Efectivamente, los que viven según la carne desean lo que es propio de la carne; mas los que viven según el espíritu buscan lo espiritual. Ahora bien, las tendencias de la carne desembocan en la muerte, mas las del espíritu conducen a la vida y la paz, ya que las tendencias de la carne llevan al odio de Dios: no se someten a la ley de Dios, ni siquiera pueden.

 

Así que los que viven según la carne no pueden agradar a Dios.  Mas vosotros no vivís según la carne, sino según el espíritu, ya que el Espíritu de Dios habita en vosotros. El que no tiene el Espíritu de Cristo no le pertenece” (Rm 8, 5- 9) Recordemos Cristo Jesús, el siervo de los pobres que nos invita a ser como él: pobre, humild y mans de corazón (Flp 2, 5- 8; Mt 11, 29) Pablo, el siervo de Jesucristo nos invita a enriquecer a otros con nuestra pobreza. “A nadie damos ocasión alguna de tropiezo, para que nadie se mofe del ministerio;  antes bien, nos manifestamos en todo como ministros de Dios, soportando con frecuencia tribulaciones, necesidades y angustias;  azotes, cárceles y algaradas; fatigas, desvelos y ayunos.  Y lo hacemos con nobleza, ciencia, paciencia y bondad, con la ayuda del Espíritu Santo y apoyándonos en una caridad sincera; ofreciendo un mensaje veraz y contando con el poder de Dios; usando las armas de la justicia a diestra y siniestra.” Nuestra vida discurre entre el honor y el agravio, entre la calumnia y la buena fama. Nos tienen por impostores, aunque somos veraces; por desconocidos, aunque nos conocen bien; por moribundos, aunque estamos vivos; por castigados, aunque no condenados a muerte; por gente triste, aunque estamos siempre alegres; por pobres, aunque enriquecemos a muchos. En fin, creen que no tenemos nada, aunque todo lo poseemos. (2 Cor 6, 3- 10)

 

 

 

 

7. LOS QUE NO VIVEN COMO CRISTIANOS, NO VIVEN SU BAUTISMO.

 

Objetivo: Iluminar para que se pueda comprender que el Sacramento del Bautismo es tan solo el inicio de una nueva vida que ha de desarrollarse a los largo de nuestra historia.

 

Iluminación. “Todos vosotros sois hijos de Dios; todos vosotros sois miembros unos de los otros; todos vosotros sois comunión”

 

DESARROLLO DEL TEMA

 

Todos decimos que somos cristianos porque fuimos bautizados. Podemos afirmar que “muchísimos son los bautizados, muchos son los que creen, pocos son los que practican lo que creen y poquísimos son los que viven el compromiso de su Bautismo”. A la luz del Bautismo podemos decir que las obras de la fe dicen sobre la realidad de nuestro Padre. Si la obras son las “obras de la fe”, Dios Padre de Jesucristo es nuestro Padre. “Si nuestras obras son las obras de la carne,” nuestro padre sería entonces el diablo (cfr Jn 8,41).

 

¿Quiénes no viven su Bautismo? Son hombres y mujeres que llevan una vida mundana, pagana, vida de pecado. San Pablo los describe en hombres que ni pueden ni quieren conocen a Dios: Por tanto, os digo y os repito en nombre del Señor que no viváis ya como los gentiles, que se dejan llevar por su mente vacía, obcecados en las tinieblas y excluidos de la vida de Dios por su ignorancia y por la dureza de su corazón. Habiendo perdido el sentido moral, se entregaron al libertinaje, hasta practicar con desenfreno toda suerte de impurezas.” (Ef 4, 17- 19)

 

Ø  Los que sólo viven en razón del dinero: "No se pueden servir a Dios y al dinero" (Mt. 6,24); pero eso explotan y oprimen a los trabajadores, les roban sus salarios; prestan dinero a usura, etc. Tampoco viven su bautismo los que roban en las tiendas o atracan a sus semejantes.

Ø  Los  que sólo viven en razón del poder: quieren vivir por encima de los demás; sólo les preocupa la fama, el prestigio, que se les rinda culto.

Ø  Los que viven en razón del placer, se entregan a la bebida, a la inmoralidad y a la confusión. Hombres que se dedican a la venta de drogas y de carne humana. (Tratantes de blancas). No les importa dejar a sus familias con hambre y en la miseria.

Ø  Los que se creen los amos y dueños del mundo y piensan que la tierra sólo fue hecha para ellos. No se dan cuenta que en el cristianismo lo que vale son los hechos y no las palabras (Mt. 7, 21- 22) (Stg. 2, 14- 17).

 

la escuela, la salud, la comunidad. Aquellos que se ahogan en el conformismo que atrofia a las personas y a las familias.

Ø  Los que nunca prestan un servicio a la comunidad en favor de los demás. Personas individualistas que sólo buscan su propio interés. (Mt. 25, 31- 45).

Ø  Los que traicionan a los compañeros, a los amigos y a la familia por dinero. Personas ambiciosas, esclavas de Mamón (el dios dinero).

Ø  Las personas individualistas que nunca se preocupan por los demás. (1 de Jn. 3, 10- 18) “En el Reino de Dios nadie vive para sí mismo”. (Rm 14, 8)

Ø  Los que luchan por los demás, pero, al margen del Evangelio: siembran violencia, odios, matan y destruyen. La primera carta de Juan  nos dice que “todo el que odia a su hermano es un asesino, y ningún asesino tiene vida en sí mismo”. (1 de Jn 3, 15)

Ø  Los que llamándose católicos, promueven el aborto, las ideologías y se someten a un servilismo para dar culto a los ídolos del poder, del tener y del placer.

 

¿Qué implica el ser cristiano? Ser cristiano de verdad es tener fe en la persona de Jesucristo y dejarse conducir por el Espíritu Santo (Rm 8, 14). Es seguirlo a a Cristo, caminar a su lado. Nacer de nuevo y vivir como Jesús vivió:"Amando hasta el extremo" "Haciendo el bien" "Enseñando a los hombres con la propia vida el camino que los lleva a la Casa del Padre":

 

¿Puedo vivir solo la vida cristiana?  Nadie se realiza solo. (cf Gn 2, 18) Tengo que aprender a vivir con otros la vida de la fe en Jesús, junto con hermanos cristianos, formando con ellos la Comunidad que tiene a Jesús como centro, como principio y fin: Alfa y Omega. Los cristianos juntos forman la comunidad de la Iglesia, la fraternidad de los cristianos, en la cual todos se saben y reconocen hijos de Dios, hermanos en Cristo.

 

Por eso trabajan y luchan juntos, y juntos alaban a Dios en una misma Liturgia, y rezan a un mismo Padre. Juntos agradecen y ofrecen a Dios la vida. Se interesan por la vida de la Iglesia y juntos edifican la comunidad cristiana: comunidad de fe, culto y caridad. El individualismo y el aislamiento frustran el sentido del Bautismo.

 

¿Cómo vivían su bautismo los cristianos de la “comunidad primitiva?  El libro de los hechos de los Apóstoles nos presenta cuatro características que deben reunir los que han sido bautizados: "reciben la enseñanza de los Apóstoles", "viven intensamente la comunión fraterna", "celebran en culto en la "fracción del Pan" y llevan una vida de oración comunitaria y personal "(Hech. 2,  42).

 

Luchar por el derecho de ser libres.  Trabajar por la justicia social buscando la participación del bien común. Dios es Padre de todos; por eso todos somos iguales en dignidad. Ser libres exige el desprendimiento de todo aquello que impide realizarse como personas: la ignorancia, la pereza, los vicios o cualquier otra forma de opresión. Hombre libre es aquel que decide por el bien, el amor y el servicio. (cf Gál 5,1)

 

¿Cuál es el compromiso del Bautismo?  El Bautismo me implica en el compromiso de la fe: anunciarla, propagarla y defenderla; es compromiso con el Señor y con el Mundo, en la Iglesia y desde la Iglesia. También me compromete en la defensa de los más débiles, la familia y la vida. La lucha por un mejor bienestar para la comunidad y para la sociedad. Esta lucha exige ponerme al servicio de los demás, compartiendo con ellos lo que tengo, lo que sé y lo que soy. No se trata nada más de hablar, sino de actuar conforme a los designios de Dios y nunca según los planes hombres. Los secretos de Dios no están a la vista de cualquiera (cf  Sab. 2, 22)

 

¿Qué significa renovar el Bautismo?  Renovar diariamente nuestro Bautismo es volver a las “Fuentes”: La Palabra de Dios, la Oración, los Sacramentos, las Buenas Obras; para sumergirnos diariamente en la Pascua de Cristo: “Muerte, sepultura y resurrección de Cristo,  y crecer en el conocimiento de su Creador (Col. 3, 10),  llenarse de los mismos sentimientos de Cristo (Fil 2, 5), hasta alcanzar la estatura del "Hombre Perfecto" (Ef. 4, 13) y, así ofrecerse como hostia viva, santa y agradable al Padre (Rom 12, 1), según el estilo de Jesús. Lo anterior es llevar una “vida consagrada al Señor, renunciando al pecado, para vivir con Cristo para Dios

 

 

 

 

 

 

 

 

 

8.- EL BAUTISMO Y LA IGLESIA  DE CRISTO

 

Objetivo: Obtener un conocimiento mas profundo del Misterio de la Iglesia, el Plan de Dios sobre ella y sobre su quehacer r en el mundo que nos lleve a amarla y servirla .

 

 

 

 

La Iglesia como Cuerpo místico de Cristo nos hace comprender que todos los cristianos estamos unidos entre nosotros y con Cristo por la caridad y el Espíritu Santo; que el Señor dio diversas funciones en su Iglesia y que cada quien debe cumplir su función para el bien de toda la Iglesia.

 

La Iglesia: La Asamblea de Dios.  La Iglesia debe entenderse como una asamblea convocada por el Padre, que camina para volver a Él (cf LG 1). La palabra “Iglesia” significa “convocación,” “Asamblea de los elegidos que han creído en Cristo y se han hecho bautizar.(Catic 751) La Iglesia es el pueblo que Dios reúne en el mundo entero.  La Iglesia de Dios existe en las comunidades locales. La Iglesia vive de la Palabra y del Cuerpo de Cristo. (Catic 752) La Iglesia como comunidad visible sigue las huellas de Cristo, vive y se nutre de Él cumpliendo su mandato de trasmitir la salvación a todos los hombres y en todo tiempo hasta su vuelta. El Concilio nos descubre la voluntad de Dios acerca de la Iglesia: “Fue voluntad de Dios el santificar y el salvar a los hombres, no aisladamente sin conexión alguna de unos con otros, sino constituyendo un pueblo, que le confesara en verdad y le sirviera santamente (LG 9)

 

La Iglesia Misterio de Comunión  La Iglesia se confiesa a sí misma como un “Misterio de Comunión en tensión misionera”. Con la Palabra Misterio quiere decir que es a la vez una realidad visible y una realidad espiritual: que está en la historia, pero que al mismo tiempo la trasciende. Visible y a la vez invisible, realidades que solo pueden ser vistas con los ojos de la fe. Las dos dimensiones de la Iglesia pueden ser expresadas con dos palabras íntimamente relacionadas: Comunión y comunidad. La comunión es la participación en la misma vida Trinitaria, y por lo tanto, don gratuito que nos da Cristo a través del Espíritu Santo La comunión no es perceptible pero se manifiesta creando comunidad. Comunidad fraterna donde nos acogemos mutuamente como hermanos, nos sentimos responsables unos de los otros, compartimos los bienes espirituales y materiales que hemos recibido de Dios. Razón por la que decimos que la Iglesia es la “comunidad en la que recibimos, vivimos y compartimos el don de la “comunión.” La “comunión es el alma de la “comunidad” y la “Comunidad” es la manifestación de la “Comunión”.

 

La Iglesia  Pueblo de Dios.  Como Iglesia somos el pueblo consagrado a Dios. Distingamos siempre esto: cuando decimos el pueblo de Dios no aludimos al pueblo en general. Es una pretensión de los grupos humanos quererse constituirse en intérpretes del pueblo. El pueblo es muy autónomo, muy variado, muy pluriforme. Nadie puede arrogarse: "Yo soy la voz del Pueblo". Por eso, el pueblo de Dios es el grupo de los seguidores de Dios, es el grupo de los hombres y mujeres que inspirados en la fe en Jesucristo, celebran los sacramentos de la Iglesia e inspiran en la palabra divina su conducta; para hacerse más agradables a Dios y, desde su unión con Dios, ser un pueblo que sea luz, sal y fermento para el pueblo en general. Esto es la Iglesia. El Catecismo de la Iglesia, haciéndose eco del Concilia Vaticano, dice que el pueblo de Dios tiene características que lo distinguen de los otros pueblos:

 

1)    Es el pueblo de Dios; Dios no pertenece en propiedad a ningún pueblo. Pero El ha adquirido para sí pueblo de aquellos que antes no eran pueblo: “una raza elegida, un sacerdocio real, una nación santa” (1 Pe 2, 9)

2)    Se llega a ser miembro de esta cuerpo, no por el nacimiento físico, sino por “el nacimiento de arriba”, “del agua y del Espíritu” (Jn 3,3-5). Por la fe en Cristo y el Bautismo.

3)    Este Pueblo tiene por Cabeza a Jesús, el Cristo. “la unción de Cristo, Cabeza fluye de la cabeza al Cuerpo, es el “pueblo Mesiánico”.

4)    La identidad de este Pueblo, es la dignidad y la libertad de los hijos de Dios en cuyos corazones habita el Espíritu Santo como en un templo”.

5)    “Su Ley, es el Mandamiento Nuevo:” Amar como el mismo Cristo nos amó (Jn 13, 34) Esta es la Ley nueva del Espíritu” (Rom 8,2)

6)    Su misión es ser luz, sal y fermento del mundo (cf Mt 5,13-14)

7)    “Su destino es el reino de Dios. Que él mismo comenzó en este mundo, que ha de ser extendido hasta que él mismo lo lleve a su perfección” (LG 9; CATIC 782)

 

El origen de la Iglesia.. La Iglesia se siente asamblea convocada por el Padre, que camina para volver a Él (LG 2) Dios envió a su Hijo a salvar a todos los hombres, ese es su deseo:”Que todos los hombres lleguen a la salvación y al  conocimiento de la verdad (cf 2 Tim 2, 4). La Iglesia es el sacramento de unidad en la que Dios se une íntimamente a los hombres y realiza la unidad de todo el género humano (LG 1) Vino el Hijo enviado por el Padre e instauró en la tierra el reino de los cielos, nos reveló su misterio y con su obediencia realizó nuestra redención. Nuestro Señor Jesucristo con la predicación de la Buena Nueva, milagros y exorcismos comenzó la fundación de su Iglesia.  Siguiendo la voluntad de su Padre llamó  a sus discípulos: “Venid en pos de mí, seguidme, les dice…que os haré pescadores de hombres. (Lc 5,10) De entre el grupo de discípulos  eligió a los Doce (Mt 10,5-7; Mc 3, 13ss; Lc. 6,12-16). Los Doce han sido llamados, elegidos, investidos de autoridad y poder y enviados expresamente por Jesús a predicar el Evangelio, a curar a los enfermos y a expulsar a los demonios.

 

La elección y las promesas de Jesús.Subió al monte y llamó a los que él quiso. Cuando estuvieron junto a él,  creó [un grupo de] Doce, para que estuvieran con él y para enviarlos a predicar  con poder de expulsar los demonios” (Mc 3, 13- 15) Jesús de entre los Doce eligió a Simón  a quien llamó Pedro como cabeza visible de su Iglesia, y le dijo: “Te eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y los poderes del Mal no prevalecerán sobre ella” (Mt 16, 17). El Apóstol Juan ve en la muerte de Jesús, al ser traspasado su corazón por la lanza del soldado, el nacimiento de la Iglesia: “Y al instante salió sangre y agua” (Jn 19,34) Muchos de los Padres de la Iglesia han visto en el agua el símbolo el Bautismo y en la sangre la Eucaristía, y en estos dos sacramentos, el signo de la Iglesia, nueva Eva, que nace del nuevo Adán. Jesús muere, y con su sangre compra para Dios su Padre un Pueblo de su propiedad; con su Resurrección Jesús comienza un “estado nuevo”, que ya no conoce la muerte; El acontecimiento de la Resurrección de Jesús de entre los muertos; es “el centro de nuestra fe” y representa además, la máxima revelación de Dios; la Resurrección de Jesús establece la comunidad apostólica como fundamento y norma de la Iglesia para todas la épocas. En la Resurrección nace el “Hombre Nuevo”, El Cristo total: Cabeza y Cuerpo

 

Después de la muerte-resurrección y ascensión del Señor Jesús, la Iglesia se reúne al alrededor de la María, la Madre de Jesús; estaban los Doce, algunas mujeres, y algunos familiares de Jesús, el número de los reunidos era de unos 120 personas (Hech 1, 12.15) El libro de los Hechos de los Apóstoles nos narra el “Cumplimiento de la Promesa” “Dentro de pocos días recibiréis el Poder de lo Alto (cf Hech 1, 8): En Pentecostés, Jesús bautiza a su Iglesia con el Espíritu Santo, “Y así toda la Iglesia aparece como un pueblo reunido en virtud de la unidad del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo”(LG 4). En Pentecostés, con la Fuerza del Espíritu comienza el crecimiento de la Iglesia.

 

El Gran Envío. Jesús durante su vida terrena llama a sus discípulos, les revela las palabras de su Padre; les llama “pequeño rebaño”, al final da su vida por ellos y en la última cena pone en sus manos el “El Mandato de continuar en la historia “su Pascua, la Eucaristía.”  Después de su Resurrección confirma lo que en vida había prometido. Jesús pregunta a Pedro: “Simón, hijo de Juan, ¿Me amas más que estos?” Le dice él: “Señor tu sabes que te quiero”. Le dice Jesús apacienta mis corderos. Vuelve a decirle por segunda vez: “Simón hijo de Juan, ¿Me amas?” Le dice él: “Señor tu sabes que te quiero” Le dice Jesús apacienta mis ovejas”. Le dice por tercera vez:”Simón hijo de Juan, ¿me quieres? Y le dijo:”Señor, tu lo sabes todo; tu sabes que te quiero” Le dice Jesús: apacienta mis ovejas.” (Jn 21, 15ss)

 

“Me ha sido dado todo poder en el cielo y en la tierra. Id pues  haced  discípulos a todas las gentes bautizándolas en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo y enseñándoles a todo lo que yo os he mandado” (Mt 28, 19-20) “Id por todo el mundo y proclamad la Buena Nueva a toda la creación. El que crea y sea bautizado se salvará; el que no crea, se condenará” (Mc. 16, 15) “Todo poder se me ha dado en el cielo y en la tierra, así cómo el padre me envió, Yo los envió a ustedes. Dicho esto sopló sobre ellos y les dijo “Recibid el Espíritu Santo. A quienes les perdonéis los pecados les quedaran perdonados… ” (Jn 20,21ss)  Razón suficiente para decir que la Iglesia hunde sus raíces  en la  eternidad: El Padre fuente de todo envío, es también la fuente del origen de la Iglesia.

 

Imágenes de la Iglesia (LG 7; Catic 753-757)

 

1)    La Iglesia redil, cuya única y obligada puerta es Cristo (Jn 10, 1-10). Es también una grey, de la que el mismo Dios se profetizó pastor. (Ez 34, 11ss)

 

2)    La Iglesia es labranza o arada de Dios (cf 1 Cor. 3, 9) En ese campo crece el árbol de olivo, cuya raíz santa fueron los patriarcas, y en la cual se realizó y se concluirá la reconciliación de los judíos y de los gentiles (cf Rom 11, 13-26). El Dueño de la “viña” la plantó como “viña escogida” de la cual Cristo es la Vid verdadera, que comunica vida y fecundidad a los sarmientos  que somos nosotros, que permanecemos en Él por medio de la Iglesia, y sin Él nada podemos hacer. (Jn 15, 1-5)

 

3)    La Iglesia construcción y edificación de Dios. (1 de Cor 3, 9) Los Apóstoles y los profetas construyen la Iglesia sobre el “fundamento” que es Cristo (cf 1 de Cor 3, 11; Ef 2, 20). Nosotros entramos como piedras vivas de esa construcción por nuestro bautismo (1 de Pe 2, 5). La “Construcción”, Edificio espiritual cimentado en los Profetas y  en los Apóstoles tiene siempre como fundamento a Cristo, “La Piedra Angular”.

 

Otras imágenes de  la Iglesia según la Biblia: Casa de Dios, fundamento de la verdad (1 de Tim 3, 15)  Familia habitación de Dios en el Espíritu (Ef 2, 19-22) Templo santo, representado en los templos de piedra. Templo que no fue     construido por la mano del hombre, sino, por la acción poderosa de Dios. La Iglesia la Jerusalén de arriba y madre nuestra (Gal 4, 26cf Apoc. 12,17)  San Juan en el Apocalipsis describe a la Iglesia como la esposa inmaculada del Cordero Inmaculado (Apoc. 19, 7; 21, 2-9) “Cristo, la amó y se entregó por ella para santificarla” (Ef. 5,25-26); se unió a ella en alianza indisoluble, “la alimenta y la cuida (Ef. 5, 29) y la cuida sin cesar” (LG 6)

 

Las Propiedades de la Iglesia. De la Iglesia de Cristo que acabamos de describir, afirmamos en el Credo que es Una, Santa, Católica y Apostólica. Se trata de cuatro cualidades o atributos que le concede el mismo Cristo por el Espíritu Santo y que nos permiten profundizar aún más en su naturaleza y misión.

 

La Iglesia es una. La Iglesia de Cristo aunque reúne a diferentes pueblos y culturas, y presenta en sus miembros una gran diversidad en dones, cargos, condiciones y modos de vida, es una y única. Escuchemos a san Pablo decirnos que la Iglesia tiene un solo Señor, confiesa una sola, nace de un solo Bautismo, forma un solo Cuerpo, vivificado por un solo Espíritu, y está orientada hacia una única esperanza (cf Ef. 4, 3-5). Podemos explicitar lo que afirma el Apóstol a través de tres afirmaciones.

 

La Iglesia es santa. Es evidente que todos los miembros de la Iglesia somos pecadores, por lo que, desde este punto de vista, la Iglesia está necesitada siempre de purificación y conversión. A pesar de ello, confesamos que la Iglesia es santa. ¿En qué sentido? La Iglesia es santa porque, unida a Cristo, está santificada por El a través del Espíritu.  La Iglesia es santa porque, por Cristo y con Cristo, es santificadora, es decir, posee los medios por los que Dios nos santifica: el depósito de la fe, los sacramentos, los ministerios. La Iglesia es santa porque produce frutos de santidad, aunque se trate de una santidad que todavía no ha llegado a la perfección, excepto en María, en quien la Iglesia es ya enteramente santa.

 

Iglesia es católica. La palabra católica, que significa universal o total, tiene también un doble sentido: La Iglesia es católica porque posee la plenitud de los medios de salvación que le dado Cristo: confesión de la fe recta y completa, vida sacramental integra y ministerio ordenado en la sucesión apostólica. La Iglesia es católica porque ha sido enviada por Cristo a la totalidad del género humano.

 

La Iglesia es apostólica. Con esto queremos decir que está fundada sobre los Apóstoles, en un triple sentido: Ha sido y permanece edificada sobre el fundamento de los testigos escogidos y enviados por el mismo Cristo. Guardar y trasmite con fidelidad la enseñanza de los apóstoles. Sigue siendo enseñada, santificada y dirigida por los Apóstoles, a través de aquellos que les suceden en el ministerio pastoral: el colegio de los obispos, a quienes ayudan los presbíteros, con el sucesor de Pedro, que es el supremo pastor de la Iglesia.

 

La Iglesia es perseguida. Esta es la quinta nota de la Iglesia de Cristo, ya que si recorremos la historia nos damos cuenta que las persecuciones y los sufrimientos son la herencia que Cristo legó a su Iglesia. “Si a mí me han perseguido a ustedes también los perseguirán” (Jn 15,20) “Os envío como corderos en medio de lobos…,os entregaran a los tribunales y en las sinagogas os azotarán” (Mt 10, 16-18) “Entonces os entregarán a los tormentos y os matarán y seréis aborrecidos de todos los pueblos a causa de mi nombre” (Mt 24, 9) “En el mundo habéis de tener tribulaciones, pero confiad: Yo he vencido al mundo” (Jn 16, 23) “Todos los que quieran vivir virtuosamente en Cristo Jesús sufrirán persecuciones” (2 Tim 3, 12) mi causa os azotarán. Si la Iglesia nunca fuera perseguida dejaría de identificarse con la Iglesia de Cristo. El Señor nos salvó por el camino de la cruz; desde su misma infancia el rey Herodes arremetió contra el Niño para darle muerte; de grande durante su vida pública fue rechazado por los suyos; al final de sus días le dieron muerte, y muerte de cruz. No obstante Pedro y los discípulos no lo entendieron Cristo Resucitado les abrió la mente y les explicó las Escrituras: “¿No era preciso que el Mesías padeciese esto y entrara en su Gloria, según el vaticinio de los profetas” (Lc 22, 25-26) Después de Pentecostés, apenas acaba la Iglesia iniciar la Misión, y ya es perseguida: A Pedro y Juan se les mete en  la cárcel (Hech 4) La dispersión de la comunidad primitiva (Hech 5, 18); Degollación de Santiago el Mayor (Hech 12,1ss) Las persecuciones en Roma contra la Iglesia a partir del año 64 con el emperador Nerón y que culminaron con Juliano el Apóstata dieron a la Iglesia miles y miles de mártires. No hay duda los sufrimientos son pruebas enviadas por Cristo a su Iglesia, pero es bueno también recordar las palabras que Señor dio a su Iglesia por medio del apóstol Pablo: “Los padecimientos del tiempo presente no son nada en comparación con la gloria que ha de manifestarse en nosotros” (Rom 8,18)

La Misión de la Iglesia. La misión esencial de la Iglesia es evangelizar, es decir, hacer que los hombres participen en la comunión (Vida Trinitaria). Pero, ¿cómo se hace esto? ¿Qué tareas o acciones necesita llevar a cabo la Iglesia para evangelizar? Leamos el Catecismo de la Iglesia católica que resume la enseñanza del Concilio en la Constitución Lumen Gentium, afirma: Jesucristo es Aquel a quien el Padre ha constituido Sacerdote, Profeta y Rey. Todo el pueblo de Dios participa de estas tres funciones de Cristo y tiene las responsabilidades de misión y de servicio que se derivan de ellas. (Catic. 733) El segundo planteamiento se fija más en las distintas etapas o pasos que ha de recorrer el hombre para ser evangelizado.. Veamos cómo se encuentra la acción de la Iglesia desde cada uno de estos planteamientos.

 

Las tres funciones. El libro de los Hechos de los Apóstoles, al hablar de la primera comunidad cristiana que surge después de Pentecostés, dice: “Perseveraban en oír la enseñanza de los Apóstoles, en la Comunión, en la fracción del Pan y en la oración.” (Hch 2, 42) Aquí se apuntan las tres grandes funciones que la Iglesia ha de realizar, tanto para mantener la cohesión interna como para conseguir nuevos adeptos:

 

a). La función profética: escuchar y proclamar la palabra de Dios. Esta primera función da lugar a actividades diferentes según sean los destinatarios o las ocasiones en que se tenga que realizar: primer anuncio, catequesis, predicación, reflexión teológica, etc.

b). Función sacerdotal: celebrar la pre4sencia salvadora de Cristo en la Liturgia y en la oración: Eucaristía, Sacramentos, año litúrgico, fiestas, oración, comunitaria y personal devociones…       

c). la función real: vivir el amor como servicio, tanto con los hermanos en la fe como con los que aún no pertenecen a la comunidad: vivir la fraternidad, compartir los bienes, atender a los pobres, hacer inmundo más justo y hermano.

 

“Cuando terminó de lavarles los pies y se volvió y se volvió a poner el manto, se sentó a la mesa y dijo: ¿Entienden lo que he hecho con Ustedes? Ustedes me llaman: Maestro y Señor. Y dicen verdad, pues lo soy: Si yo, siendo el Señor y el Maestro les he lavado los pies, también ustedes deben lavarse los pies unos a otros. Les he dado ejemplo, Para que hagan lo mismo que yo hice con ustedes…” (Jn 13, 13ss)  La Iglesia existe para servir. En el seno de la Iglesia nadie vive para sí mismo. Se vive para el Señor, es decir, la Iglesia es el Sacramento desde donde Cristo santifica, guía, reconcilia y unifica a los hombres, con Dios y entre ellos mismos. La tarea es de toda la Iglesia, de todo bautizado.

 



 

Publicar un comentario

Whatsapp Button works on Mobile Device only

Start typing and press Enter to search