SED COMPASIVOS, COMO VUESTRO PADRE CELESTIAL ES COMPASIVO. (Lc 6, 36)

 


SED COMPASIVOS, COMO VUESTRO PADRE CELESTIAL ES COMPASIVO. (Lc 6, 36)

No juzguéis y no seréis juzgados, no condenéis y no seréis condenados; perdonad y seréis perdonados. (Lc 6, 37; Mt 7, 1- 2)) Jesús no vino a juzgar ni a condenar a nadie (cf Jn 3, 16) Y el apóstol Santiago nos dice quien es el Juez, Jesús: “No os quejéis, hermanos, unos de otros para no ser juzgados; mirad que el Juez está ya a las puertas.” (Snt 5, 9) La verdad es que no podemos ver o escuchar y no hacer juicios. Pero, que nuestros juicios no condenen, que no estén llenos de malicia, mentira o envidia, que nuestros juicios sean generosos, justos y misericordiosos, llenos de compasión. Para que no caigamos en el pecado de soberbia, tomar el lugar de único Juez. Esto sería una usurpación, una inversión de valores.

“Dad y se os dará; una medida buena, apretada, remecida, rebosante pondrán en el halda de vuestros vestidos. Porque con la medida con que midáis se os medirá.” (Lc 6, 38) La medida del perdón que damos es la medida del perdón que recibimos. (Lc 11, 4) Tal como lo dice el apóstol Pablo: Mirad: el que siembra con mezquindad, cosechará también con mezquindad; el que siembra en abundancia, cosechará también en abundancia. Cada cual dé según el dictamen de su corazón, no de mala gana ni forzado, pues: Dios ama al que da con alegría. Y poderoso es Dios para colmaros de toda gracia a fin de que teniendo, siempre y en todo, todo lo necesario, tengáis aún sobrante para toda obra buena. (2 de Cor 9, 6- 8) Recordemos la regla de oro: Y lo que queráis que os hagan los hombres, hacédselo vosotros igualmente. (Lc 6, 31) o con Mateo: «Por tanto, todo cuanto queráis que os hagan los hombres, hacédselo también vosotros a ellos; porque ésta es la Ley y los Profetas. (Mt 7, 12)

Les añadió una parábola: «¿Podrá un ciego guiar a otro ciego? ¿No caerán los dos en el hoyo? No está el discípulo por encima del maestro. Todo el que esté bien formado, será como su maestro. ¿Cómo es que miras la brizna que hay en el ojo de tu hermano, y no reparas en la viga que hay en tu propio ojo? ¿Cómo puedes decir a tu hermano: "Hermano, deja que saque la brizna que hay en tu ojo", no viendo tú mismo la viga que hay en el tuyo? Hipócrita, saca primero la viga de tu ojo, y entonces podrás ver para sacar la brizna que hay en el ojo de tu hermano. (Lc 6, 39- 42)Ciego es el que no ve,  el que no tiene luz en su mirada, no tiene la Palabra de Dios, luz para conocer el camino y luz para discernir entre lo bueno y lo malo. Seguir a un ciego o dejarse conducir por él, es perderse, es caer en el pozo de la deshumanización. No te dejes conducir por el que está lleno de malicia, vive en la mentira, está lleno de envidia, es hipócrita y mal hablado (1 de Pe 2, 12) El discípulo ha de ser como su Maestro, Jesús: Manso y humilde de corazón (Mt 11, 29) Y ha de recibir la formación de Jesús:

Mas Jesús los llamó y dijo: «Sabéis que los jefes de las naciones las dominan como señores absolutos, y los grandes las oprimen con su poder. No ha de ser así entre vosotros, sino que el que quiera llegar a ser grande entre vosotros, será vuestro servidor, y el que quiera ser el primero entre vosotros, será vuestro esclavo; de la misma manera que el Hijo del hombre no ha venido a ser servido, sino a servir y a dar su vida como rescate por muchos.» (Mt 20,  25- 28) Ser formados en el amor para el servicio. Lo que equivale a cultivar el barbecho del corazón (cf Jer 4, 3) para cultivar la justicia y el derecho, la equidad, la lealtad y la misericordia. (Mq 6, 8) El discípulo bien formado de estar unido a Cristo Jesús, en su Palabra, en su Oración, en el Amor y en Servicio (cf Jn 15, 4)

El ciego espiritualmente, ve y aumenta los defectos de los demás y disminuye los propios. Disminuye las virtudes de los otros y aumenta las propias.Ve la paja en el ojo ajeno y no reconoce la viga que lleva en el propio ojo, a eso se le llama hipocresía. 

«Porque no hay árbol bueno que dé fruto malo y, a la inversa, no hay árbol malo que dé fruto bueno. Cada árbol se conoce por su fruto. No se recogen higos de los espinos, ni de la zarza se vendimian uvas. El hombre bueno, del buen tesoro del corazón saca lo bueno, y el malo, del malo saca lo malo. Porque de lo que rebosa el corazón habla su boca. (Lc 6, 43- 45) Por sus frutos los reconoceréis (Mt 7, 20) El árbol bueno es el que está plantado a la orilla del río, sus raíces en el agua, sus ramas estás siempre verdes y ando fruto los doce meses de año (cf Slm 1, 1-3)

«¿Por qué me llamáis: "Señor, Señor", y no hacéis lo que digo? (Lc 6, 46) «No todo el que me diga: "Señor, Señor, entrará en el Reino de los Cielos, sino el que haga la voluntad de mi Padre celestial. Muchos me dirán aquel Día: "Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre expulsamos demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros?" Y entonces les declararé: "¡Jamás os conocí; apartaos de mí, agentes de iniquidad!" (Mt 7, 21- 23) Palabras lapidarias para nosotros, los hombres religiosos que mezclamos la luz con las tinieblas, resultado como fruto la tibieza, y a los tibios los vomitaré de mi boca (Apoc 3, 15- 16)

Jesús pide la obediencia a su Palabra para construir la Casa sobre Roca: la Verdad, el Amor, la Vida, sobre Cristo (J 14,6) único fundamento de la Casa (1 de Cor 3,11) «Todo el que venga a mí y oiga mis palabras y las ponga en práctica, os voy a mostrar a quién es semejante: Es semejante a un hombre que, al edificar una casa, cavó profundamente y puso los cimientos sobre roca. Al sobrevenir una inundación, rompió el torrente contra aquella casa, pero no pudo destruirla por estar bien edificada. Pero el que haya oído y no haya puesto en práctica, es semejante a un hombre que edificó una casa sobre tierra, sin cimientos, contra la que rompió el torrente y al instante se desplomó y fue grande la ruina de aquella casa.» (Lc 6, 47- 49)

Construir la casa sobre la roca, es construirla sobre lo estable, lo seguro, lo firme, lo real y con buen material porque nada de lo que es carne y sangre entra en el reino de los Cielos (1 de Cor 15, 50) Se requiere una fe sincera, un corazón limpio y una conciencia recta ( 1 de4 Tim 1, 5) Y sobre esto, cultivar las virtudes que son hijas de la fe y del amor (Gál 5,6)

Sólo entonces estará libre de los peligros: “Cayó la lluvia, vinieron los torrentes, soplaron los vientos, y embistieron contra aquella casa; pero ella no cayó, porque estaba cimentada sobre roca. (Mt 7, 25)



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