NUESTRA FE ES TRINITARIA Y CRISTOCÉNTRICA, PNEUMANTOLÓGICA Y ECLESIOLÓGICA.
Envió Dios a su Hijo para que recibiéramos el ser hijos por
adopción. Y la prueba de que sois hijos es que Dios ha enviado a vuestros
corazones el Espíritu de su Hijo que clama: «¡Padre!» (Ga 4, 4. 5-6) el Padre,
el Hijo y el Espíritu Santo unidos en la Obra redentora, salvadora y
santificadora.
Nuestra fe Católica es Trinitaria: El Padre es Creador, el Hijo Redentor
y el Espíritu es Santificador: Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor
Jesucristo, que nos ha bendecido con toda clase de bendiciones espirituales, en
los cielos, en Cristo; por cuanto nos ha elegido en él antes de la fundación
del mundo, para ser santos e inmaculados en su presencia, en el amor; eligiéndonos
de antemano para ser sus hijos adoptivos por medio de Jesucristo, según el
beneplácito de su voluntad, para alabanza de la gloria de su gracia con la que
nos agració en el Amado. En él tenemos por medio de su sangre la redención, el
perdón de los delitos, según la riqueza de su gracia que ha prodigado sobre
nosotros en toda sabiduría e inteligencia. (Ef 1, 3- 8) Sabiduría e
inteligencia son dos dones del Espíritu.
Nuestra fe Católica es Cristo
céntrica: Porque
tanto amó Dios al mundo que dio a su Hijo único, para que todo el que crea en
él no perezca, sino que tenga vida eterna. Porque Dios no ha enviado a su Hijo
al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por él. El que
cree en él, no es juzgado; pero el que no cree, ya está juzgado, porque no ha
creído en el Nombre del Hijo único de Dios. (Jn 3, 16- 18) La segunda Persona
de la Santísima Trinidad se hizo hombre para redimirnos y para salvarnos, ofreciendo
un santo sacrificio en ofrenda en el Espíritu Santo al Padre por nuestra salvación.
(Heb 9, 14; 10, 7- 10)
Nuestra fe Católica es Pneumatológica: A
ti, Dios Padre no engendrado, a ti, Hijo único del Padre, a ti, Espíritu Santo
paráclito, santa e indivisa Trinidad, te confesamos con todo el corazón y con
los labios, te alabamos y te bendecimos. ¡Para ti la gloria por los siglos!. Al
recibir el Espíritu Santo en el Bautismo (Gál 3, 26- 27) Nos hace ser hijos de
Dios, hermanos y servidores de Cristo y de los hombres. Somos templos vivos del
Espíritu. “¿O no sabéis que vuestro cuerpo es santuario del Espíritu Santo, que
está en vosotros y habéis recibido de Dios, y que no os pertenecéis? ¡Habéis
sido bien comprados! Glorificad, por tanto, a Dios en vuestro cuerpo” (1 de Cor
6, 19-20) En efecto,
todos los que son guiados por el Espíritu de Dios son hijos de Dios. Pues no
recibisteis un espíritu de esclavos para recaer en el temor; antes bien,
recibisteis un espíritu de hijos adoptivos que nos hace exclamar: ¡Abbá, Padre!
El Espíritu mismo se une a nuestro espíritu para dar testimonio de que somos
hijos de Dios. (Rm 8, 14- 16)
Nuestra fe Católica es Eclesiológica: Esforzaos por mantener la unidad del
Espíritu, con el vínculo de la paz. Un solo cuerpo y un solo Espíritu, como una
sola es la meta de la esperanza en la vocación a la que habéis sido convocados.
Un Señor, una fe, un bautismo. Un Dios, Padre de todo, que lo trasciende todo,
y lo penetra todo, y lo invade todo. (Ef 4, 3-6) Por la fe todos somos iguales
en dignidad, hijos de Dios, hermanos de los creyentes y servidores de todos.
Todos somos elegidos, destinados, redimidos y santificados por la Obra de
Cristo y actualizada en nuestra vida por la acción del Espíritu.
Nuestra fe Católica es
Pascual: Por la Obra
redentora de Cristo y por la acción del Espíritu Santo pasamos de la muerte a
la vida, del pecado a la gracia, de las tinieblas a la luz, de la esclavitud a
la libertad y de la aridez a las aguas vivas ( Col 1,13- 14; Ef 6, 5, 7-9;Gál
5, 1; Jn 7, 37- 38) Pasamos de dueño, ahora somos de Cristo y por lo mismo somos hombres y mujeres nuevas
(2 de Cor 5, 17) Pertenecemos a la Nueva
Alianza: Purificaos de la levadura
vieja, para ser masa nueva; pues sois ázimos. Porque nuestro cordero pascual,
Cristo, ha sido inmolado. Así que, celebremos la fiesta, no con vieja
levadura, ni con levadura de malicia e inmoralidad, sino con ázimos de pureza y
verdad. (1 de Cor 5, 7- 8) Ahora al pasar a la Nueva Alianza podemos amar y
servir a Cristo y a los hombres. En Cristo al Padre en el Espíritu Santo.
Nuestra fe Católica es
Antropocéntrica: Somos
hombres y mujeres nuevas, somos de Cristo, somos una Nueva Creación, lo viejo
ha pasado, el pecado, ahora, poseemos la Gracia, (2 de Cor 5,17) “y la
esperanza no falla, porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros
corazones por el Espíritu Santo que nos ha sido dado.” (Rm 5, 5) Hemos sido
justificados, es decir, nuestros pecados han sido perdonados y hemos recibido
la Vida eterna y el don del Espíritu Santo (Gál 2, 16; Rm 5, 1)
Nuestra fe Católica es
Mariana. María
elegida desde antes de que el mundo fuera creado para ser la Madre del Hijo de
Dios, del Mesías. Dios pudo habernos salvado por cualquier otro camino, pero, no
le dio su gana. Él quiso salvarnos por la Fe de Cristo y quiso darnos a Jesús,
por medio de María. Este es el Plan de Dios. Que su Hijo naciera de una mujer
(Gál 4, 4) Y Lucas dice que esa mujer es María (Lc 1, 26- 27)
Todo creyente que tenga una fe viva, una esperanza cierta y
una caridad ardiente, está sumergido en la corriente de la vida Trinitaria: Revestíos,
pues, como elegidos de Dios, santos y amados, de entrañas de misericordia, de
bondad, humildad, mansedumbre, paciencia, soportándoos unos a otros y
perdonándoos mutuamente, si alguno tiene queja contra otro. Como el Señor os
perdonó, perdonaos también vosotros. Y por encima de todo esto, revestíos del
amor, que es el vínculo de la perfección. Y que la paz de Cristo presida
vuestros corazones, pues a ella habéis sido llamados formando un solo Cuerpo. Y
sed agradecidos. La palabra de Cristo habite en vosotros con toda su riqueza;
instruíos y amonestaos con toda sabiduría, cantad agradecidos, himnos y cánticos
inspirados (Col 3, 12- 16)
Donde está la Palabra está el Padre, está Cristo y está el
Espíritu Santo, hay vida eterna y hay frutos del Espíritu Santo: En cambio el
fruto del Espíritu es amor, alegría, paz, paciencia, afabilidad, bondad,
fidelidad, mansedumbre, dominio de sí; contra tales cosas no hay ley. (Gál 5,
22- 23) Porque en otro tiempo fuisteis tinieblas; mas ahora sois luz en el
Señor. Vivid como hijos de la luz; pues el fruto de la luz consiste en toda
bondad, justicia y verdad. Examinad qué es lo que agrada al Señor (Ef 5, 8- 10)
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