¿CON QUÉ AUTORIDAD HACES ESTO? ¿QUIÉN TE HA DADO SEMEJANTE AUTORIDAD?

 


¿CON QUÉ AUTORIDAD HACES ESTO? ¿QUIÉN TE HA DADO SEMEJANTE AUTORIDAD?

En aquel tiempo, Jesús y los discípulos volvieron a Jerusalén y, mientras paseaba por el templo, se le acercaron los sumos sacerdotes, los escribas y los ancianos y le preguntaron: «¿Con qué autoridad haces esto? ¿Quién te ha dado semejante autoridad?» Jesús les respondió« Os voy a hacer una pregunta y, si me contestáis, os diré con qué autoridad hago esto: El bautismo de Juan ¿era cosa de Dios o de los hombres? Contestadme». Se pusieron a deliberar: «Si decimos que es de Dios, dirá: "¿Y por qué no le habéis creído?" Pero como digamos que es de los hombres ... ». (Temían a la gente, porque todo el mundo estaba convencido de que Juan era un profeta). Y respondieron a Jesús: «No sabemos». Jesús les replicó: «Pues tampoco yo os digo con qué autoridad hago esto». (Marcos 11,27-33)

 Se le acercaron a Jesús los amos y señores de la religión y del templo: Los sumos sacerdotes, los escribas y los ancianos y le preguntaron: «¿Con qué autoridad haces esto? ¿Quién te ha dado semejante autoridad?» En sus palabras estaba su enojo, su coraje y su rabia por lo que Jesús había hecho, la purificación del templo. Les había tocado sus intereses, su negocio. Iban muy molestos con deseos de matarlo.

Jesús les responde con la sabiduría del Espíritu para evitar discusiones con gente necia, duros de su mente y de su corazón. Jesús les responde con otra pregunta: El bautismo de Juan ¿era cosa de Dios o de los hombres? “Contestadme.” Se dividen las opiniones, pero llegan a un acuerdo al servicio de sus intereses. Si le  decimos que venía de Dios, nos dirá: ¿Entonces por qué no le creyeron? Y Si decimos que venía de los hombres, entonces nos echamos encima al pueblo, que tenía a Juan por un verdadero profeta. Y con astucia, no con sabiduría, porque les faltaba humildad, le dicen: “No lo sabemos.” Jesús les replicó: «Pues tampoco yo os digo con qué autoridad hago esto».

Jesús podía haberles dicho: por la Unción del Espíritu que recibí en mi Bautismo. Todo poder se me dado en los cielos y en la tierra, pero, ¿para qué? No lo habían creído ni entendido, son necios y tercos, por eso no se los digo. Para entender hay que primero creer en Jesús, la fe abre la puerta del corazón para que Jesús entre y nos abra la mente para que entendamos las Escrituras (Lc 24, 26; Apoc 3, 20) Nunca la fe cómoda y estéril, por lo que Pablo nos dice: Y no os acomodéis al mundo presente, antes bien transformaos mediante la renovación de vuestra mente, de forma que podáis distinguir cuál es la voluntad de Dios: lo bueno, lo agradable, lo perfecto. (Rm 12, 2)   La voluntad de Dios es que creamos en Jesús, que confiemos en él, lo obedezcamos y lo amemos (1 de Jn 3, 23)

En el Apocalipsis encontramos la verdad de Dios: Conozco tu conducta: no eres ni frío ni caliente. ¡Ojalá fueras frío o caliente! Ahora bien, puesto que eres tibio, y no frío ni caliente, voy a vomitarte de mi boca. (Apoc 3, 15- 16) Somos creyentes, pero, hacemos nuestra voluntad, hacemos nuestra gana. Somos como los escribas y fariseos, tibios. Y los tibios son excluidos del Cuerpo de Cristo, por eso el Señor nos llama a la conversión del corazón:

Tú dices: «Soy rico; me he enriquecido; nada me falta». Y no te das cuenta de que eres un desgraciado, digno de compasión, pobre, ciego y desnudo. Te aconsejo que me compres oro acrisolado al fuego para que te enriquezcas, vestidos blancos para que te cubras, y no quede al descubierto la vergüenza de tu desnudez, y un colirio para que te des en los ojos y recobres la vista. Yo a los que amo, los reprendo y corrijo. Sé, pues, ferviente y arrepiéntete. (Apoc 3, 17- 19) El colirio para curar la mirada es la Palabra de Dios y el vestido blanco son las virtudes cristianas, vestiduras de salvación, revestirse de Cristo (Rm 13, 14)

Jesús le dice a sus discípulos: “Porque os digo que, si vuestra justicia no es mayor que la de los escribas y fariseos, no entraréis en el Reino de los Cielos.” (Mt 5, 20) Ellos eran muy religiosos, pero, nada misericordiosos. Entonces Jesús se dirigió a la gente y a sus discípulos y les dijo: «En la cátedra de Moisés se han sentado los escribas y los fariseos. Haced, pues, y observad todo lo que os digan; pero no imitéis su conducta, porque dicen y no hacen. Atan cargas pesadas y las echan a las espaldas de la gente, pero ellos ni con el dedo quieren moverlas. Todas sus obras las hacen para ser vistos por los hombres; se hacen bien anchas las filacterias y bien largas las orlas del manto; quieren el primer puesto en los banquetes y los primeros asientos en las sinagogas, que se les salude en las plazas y que la gente les llame "Rabbí". (Mt 23, 1- 7)

«Vosotros, en cambio, no os dejéis llamar "Rabbí", porque uno solo es vuestro Maestro; y vosotros sois todos hermanos. Ni llaméis a nadie "Padre" vuestro en la tierra, porque uno solo es vuestro Padre: el del cielo. Ni tampoco os dejéis llamar "Directores", porque uno solo es vuestro Director: el Cristo. (Mt 23, 8, 10)

Todos vosotros sois hijos de Dios, hermanos y servidores unos de los otros, es la enseñanza del único Maestro: El mayor entre vosotros será vuestro servidor. Pues el que se ensalce, será humillado; y el que se humille, será ensalzado. (Mt 23, 11- 12)

 

 

 

 

 

 

 

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