LA LENGUA ES UN MIEMBRO MUY PEQUEÑO PERO MUY PELIGROSO.

 


LA LENGUA ES UN MIEMBRO MUY PEQUEÑO PERO MUY PELIGROSO.

1.- No habléis mal unos de otros, hermanos. El que habla mal de un hermano, o juzga a un hermano, habla mal de la ley y juzga a la ley. Y si juzgas a la ley no eres cumplidor de la ley, sino su juez. Uno es el legislador y juez: el que puede salvar o perder. Pero tú, ¿quién eres para juzgar al prójimo?  (St 4, 11-13ª) El que quiere resaltar su imagen hablando mal de los demás, está vacío de valores, y fácilmente cae en la frustración, en la agresividad y en el aislamiento. Por eso exagera sus virtudes y disminuye sus defectos.

2.- No os hagáis maestros muchos de vosotros, hermanos míos, sabiendo que nosotros tendremos un juicio más severo, pues todos caemos muchas veces. Si alguno no cae hablando, es un hombre perfecto, capaz de poner freno a todo su cuerpo. (Snt 3. 1- 2) Y de esos hombres perfectos hay muy pocos. El hombre más que un ser perfecto , es un ser perfectible. No juzguen y no condenen, que tus juicios sean misericordiosos y generosos. (Mt 7,1) No te sientas superior a los demás (Rm 12, 3) Ni mejor que los otros ni más santo que los demás. Porque también eres pecador y puedes caer. “El que para arriba escupe, de arriba le viene la saliva.” Los juicios malos vienen de la mentira: ¿Cuánto tiene, cuánto vales? ¿Cuánto sabes, cuánto vales?

3.- Si ponemos a los caballos frenos en la boca para que nos obedezcan, dirigimos así todo su cuerpo. Mirad también las naves: aunque sean grandes y vientos impetuosos las empujen, son dirigidas por un pequeño timón adonde la voluntad del piloto quiere. (Snt 3, 3- 4) Animales, naves, vehículos y otros, pueden ser conducidos a donde se quiere, pero la lengua no podemos educarla para que no nos domine, presumimos y nos ponemos por encima de los demás; los desprestigiamos, los manipulamos, los engañamos, según los intereses que nos gobiernan. Pero habla de los pecados de la maledicencia (1 de Pe 2, 1)

4. - Así también la lengua es un miembro pequeño y puede gloriarse de grandes cosas. Mirad qué pequeño fuego abrasa un bosque tan grande. Y la lengua es fuego, es un mundo de iniquidad; la lengua, que es uno de nuestros miembros, contamina todo el cuerpo y, encendida por la gehenna, prende fuego a la rueda de la vida desde sus comienzos. (Snt 3, 5-6) Grandes incendios se han empezado con una pequeña chispa. Incendios que han destruido bosques, casas y hasta ciudades, que han causado muertes de animales y vidas humanas, así lo lengua, miembro pequeño, pero, cuando es mal usada, ha destruido familias, comunidades y países. Una mentira, un chisme, una calumnia, una ofensa, una grosería. La peor es la manipulación inspirando lástimas.

5. - Toda clase de fieras, aves, reptiles y animales marinos pueden ser domados y de hecho han sido domados por el hombre; en cambio ningún hombre ha podido domar la lengua; es un mal turbulento; está llena de veneno mortífero. (Snt 3, 7- 8) Vemos escuelas de animales para educarlos: caballos, perros, gatos y otra clase de animales. Vemos muchos salones de belleza y muchos gimnasios para embellecer rostros y tener cuerpos bonitos, pero, no vemos ningún lugar para embellecer para tener lenguas bonitas que no sean negativas, pesimistas o destructivas, sino que sean lenguas optimistas, positivas y constructivas.

 6. - Con ella bendecimos al Señor y Padre, y con ella maldecimos a los hombres, hechos a imagen de Dios; de una misma boca proceden la bendición y la maldición. Esto, hermanos míos, no debe ser así. (Snt 3, 9- 10) Las palabras de Santiago nos recuerdan las palabras de Jesús: Así, todo árbol bueno da frutos buenos, pero el árbol malo da frutos malos. Un árbol bueno no puede producir frutos malos, ni un árbol malo producir frutos buenos. Todo árbol que no da buen fruto, es cortado y arrojado al fuego. Así que por sus frutos los reconoceréis. (Mt 7, 17. 20) Palabras amables, limpias y veraces, son señales de buenos frutos. “No salga de vuestra boca palabra dañosa, sino la que sea conveniente para edificar según la necesidad y hacer el bien a los que os escuchen. No entristezcáis al Espíritu Santo de Dios, con el que fuisteis sellados para el día de la redención. Toda acritud, ira, cólera, gritos, maledicencia y cualquier clase de maldad, desaparezca de entre vosotros.” (Ef 4, 29- 31)

Las palabras buenas son hijas de la Verdad: Animan, motivan y exhortan para el bien. Consuelan y liberan en momentos difíciles. Enseñan, salvan y corrigen para la vida. En cambio las palabras malas son hijas de la mentira: Engañan, confunden y dividen. Manipulan, mienten, oprimen, aplastan y matan.

7. - ¿Acaso la fuente mana por el mismo caño agua dulce y amarga? ¿Acaso, hermanos míos, puede la higuera producir aceitunas y la vid higos? Tampoco el agua salada puede producir agua dulce. (Snt 3, 11- 12) La mezcla del agua fría con el agua caliente, como la del agua amarga con la dulce resultaría en tibieza. La tibiez espiritual es una modalidad de pecado. Como lo dice el Apocalipsis: Conozco tu conducta: no eres ni frío ni caliente. ¡Ojalá fueras frío o caliente! Ahora bien, puesto que eres tibio, y no frío ni caliente, voy a vomitarte de mi boca. (Apoc 3, 15- 16)

Ni ante Dios ni ante los hombres presumas de tus virtudes o talentos, por que será puesto a prueba, y sólo después de la prueba se sabrá si eres auténtico o falso: Tú dices: «Soy rico; me he enriquecido; nada me falta». Y no te das cuenta de que eres un desgraciado, digno de compasión, pobre, ciego y desnudo. Te aconsejo que me compres oro acrisolado al fuego para que te enriquezcas, vestidos blancos para que te cubras, y no quede al descubierto la vergüenza de tu desnudez, y un colirio para que te des en los ojos y recobres la vista. Yo a los que amo, los reprendo y corrijo. Sé, pues, ferviente y arrepiéntete.(Apoc 3, 17- 19)

8.- En cambio la sabiduría que viene de lo alto es, en primer lugar, pura, además pacífica, complaciente, dócil, llena de compasión y buenos frutos, imparcial, sin hipocresía. Frutos de justicia se siembran en la paz para los que procuran la paz.(Snt 3, 17- 18) La boca habla de los que hay en el corazón (cf Lc 6, 45) Si Cristo habita en nuestros corazón, nuestras palabras y nuestros juicios serán a la luz de la verdad: honestos, sinceros, íntegros, justos, misericordiosos, amables limpios y veraces. (Ef 3, 17;5, 9; Jn 14, 6)

 

 

 

 

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