El Padre
Nuestro en el Catecismo de la Iglesia
Introducción al Padre nuestro: “Ahora bien, cuando oréis, no charléis mucho, como los paganos, que se figuran que por su palabrería van a ser escuchados. No seáis como ellos, porque vuestro Padre sabe lo que necesitáis antes de pedírselo”
Iluminación: Vosotros, pues, orad así: “Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu Nombre; venga tu Reino; hágase tu Voluntad, así en la tierra como en el cielo. Nuestro pan cotidiano dánosle hoy; y perdónanos nuestras deudas, así como nosotros hemos perdonado a nuestros deudores; y no nos dejes caer en tentación, mas líbranos del mal.” (Mt 5, 7- 13)
Para que nuestra oración sea poderosa debe de ser filial y fraterna.
En el Padrenuestro, las tres primeras peticiones tienen por objeto la Gloria del Padre: la santificación del nombre, la venida del reino y el cumplimiento de la voluntad divina. Las otras cuatro presentan al Padre nuestros deseos: estas peticiones conciernen a nuestra vida para alimentarla o para curarla del pecado y se refieren a nuestro combate por la victoria del Bien sobre el Mal. (2857)
Al pedir: "Santificado sea tu Nombre" entramos en el plan de Dios, la santificación de su Nombre -revelado a Moisés, después en Jesús - por nosotros y en nosotros, lo mismo que en toda nación y en cada hombre. (2858)
En la segunda petición, la Iglesia tiene principalmente a la vista el retorno de Cristo y la venida final del Reino de Dios. También ora por el crecimiento del Reino de Dios en el "hoy" de nuestras vidas. (2859)
En la tercera petición, rogamos al Padre que una nuestra voluntad a la de su Hijo para realizar su Plan de salvación en la vida del mundo. (2860)
En la cuarta petición, al decir "danos", expresamos, en comunión con nuestros hermanos, nuestra confianza filial en nuestro Padre del cielo. "Nuestro pan" designa el alimento terrenal necesario para la subsistencia de todos y significa también el Pan de Vida: Palabra de Dios y Cuerpo de Cristo. Se recibe en el "hoy" de Dios, como el alimento indispensable, lo más esencial del Festín del Reino que anticipa la Eucaristía. (2861)
La quinta petición implora para nuestras ofensas la misericordia de Dios, la cual no puede penetrar en nuestro corazón si no hemos sabido perdonar a nuestros enemigos, a ejemplo y con la ayuda de Cristo. (2862)
Al decir: "No nos dejes caer en la tentación", pedimos a Dios que no nos permita tomar el camino que conduce al pecado. Esta petición implora el Espíritu de discernimiento y de fuerza; solicita la gracia de la vigilancia y la perseverancia final. (2863)
En la última petición, "y líbranos del mal", el cristiano pide a Dios
con la Iglesia que manifieste la victoria, ya conquistada por Cristo, sobre el
"Príncipe de este mundo", sobre Satanás, el ángel que se opone
personalmente a Dios y a Su plan de salvación. (2864)
Con el "Amén" final expresamos nuestro "fiat" respecto a
las siete peticiones: "Así sea". “Hágase su Voluntad” Su “Designio de
Amor en cada uno de nosotros y en cada ser humano. No excluyamos a nadie, porque
Dios no nos excluye a nosotros, a todos ama, perdona, salva y nos da su
Espíritu Santo, sí nos abrimos a su Designio salvífico, Creyendo en Jesús,
nuestra Salvación. Nuestro Hermano y Salvador.
La espiritualidad del Padre Nuestro nos pide caminar en la Luz.
“Y éste es el mensaje que hemos oído de él y que os anunciamos: Dios es Luz, y en él no hay tiniebla alguna. Si decimos que estamos en comunión con él, pero resulta que caminamos en tinieblas, estamos mintiendo y no actuamos conforme a la verdad. Pero si caminamos en la luz, tal como él mismo está en la luz, estamos en comunión unos con otros, y la sangre de su Hijo Jesús nos purifica de todo pecado.” (1 de Jn 1, 5- 7)
Primera condición: romper con el pecado. “Si decimos: «No tenemos pecado», nos engañamos y no hay verdad en nosotros. Si reconocemos nuestros pecados, fiel y justo es él para perdonarnos los pecados y purificarnos de toda injusticia. Si decimos: «No hemos pecado», hacemos de él un mentiroso y su palabra no está en nosotros” (1 Jn 1, 8- 10)
Segunda condición: Guardar los Mandamientos. “Estaremos seguros de conocerle si cumplimos sus mandamientos. Quien dice: «Yo le conozco» y no guarda sus mandamientos, es un mentiroso y la verdad no está en él. Pero quien guarda su palabra tenga por cierto que el amor de Dios ha llegado en él a su plenitud. En esto conocemos que estamos en él. Quien dice que permanece en él, debe vivir como vivió él.” (1 Jn 2, 2- 6)
Tercera condición. guardarse del mundo. Os escribo a vosotros, hijos míos, porque vuestros pecados han sido perdonados en virtud de su nombre. Os escribo a vosotros, padres, porque ya conocéis al que existe desde el principio. Os escribo a vosotros, jóvenes, porque habéis vencido al Maligno. Os escribo, hijos, porque conocéis al Padre. Os escribo a vosotros, padres, porque ya conocéis al que es desde el principio. Os escribo, jóvenes, porque sois fuertes, porque conserváis la palabra de Dios y habéis vencido al Maligno. No améis al mundo ni lo que hay en el mundo. Si alguien ama al mundo, el amor del Padre no está en él. Porque todo cuanto hay en el mundo —la concupiscencia de la carne, la concupiscencia de los ojos y la jactancia de las riquezas— no viene del Padre, sino del mundo. El mundo y sus concupiscencias pasan; pero quien cumple la voluntad de Dios vivirá para siempre. (1 Jn 2, 12- 17)
Cuarta condición: guardarse de los anticristos.
¡Hijos míos, ha llegado la última hora. Habéis oído que vendría un Anticristo; y la verdad es que han aparecido muchos anticristos. Por eso nos damos cuenta que ha llegado la última hora. Salieron de entre nosotros, aunque no eran de los nuestros. Pues si hubiesen sido de los nuestros, habrían permanecido con nosotros. Así se ha puesto de manifiesto que no todos son de los nuestros. Vosotros habéis recibido la unción del Santo, y todos vosotros lo sabéis. No os escribí porque desconozcáis la verdad, sino porque ya la conocéis y sabéis que ningún mentiroso procede de la verdad. ¿Quién es el mentiroso, sino el que niega que Jesús es el Cristo? Ése es precisamente el Anticristo, el que niega al Padre y al Hijo. Todo el que niega al Hijo no posee al Padre.” (1 Jn 2, 18- 23)
Conclusiones
San Pablo, a partir de Romanos 12, nos presenta el “cómo deben vivir las comunidades cristianas:” Leamos y meditemos los 21 versículos de este capítulo doce. Leamos despacio, meditemos cada exhortación, tratemos de vivirlas y compartirlas con los demás para que entendamos la importancia que tiene el orar en Gracia de Dios, en amistad con él.
Ø Ser sacrificio, vivo, santo y agradable a Dios.
Ø Dejarse transformar nuestra manera de pensar por la acción del Espíritu Santo.
Ø No tenernos en demasiada estima sobre los demás.
Ø Vivir en comunión para seguir a Cristo con los demás.
Ø Descubrir el carisma recibido para servir a la Comunidad.
Ø Que nuestros amores no sean fingidos.
Ø Que aborrezcamos el mal y amemos apasionadamente el bien.
Ø Qué nuestra caridad, sea sincera, alegre y hospitalaria.
Ø Que busquemos ser una bendición para los demás.
Ø Que no tomemos la venganza por nosotros mismos.
Ø Que todo lo pongamos en las manos de Dios.
Ø Que con bien vencemos al mal.
Oremos con la Palabra: “Por eso, tampoco nosotros hemos dejado de rogar por vosotros desde el día que lo oímos, y de pedir que lleguéis al pleno conocimiento de su voluntad, con total sabiduría y comprensión espiritual, para que procedáis de una manera digna del Señor, agradándole en todo, fructificando en toda obra buena y creciendo en el conocimiento de Dios. Le pedimos también que os fortalezca plenamente con su glorioso poder, para que seáis constantes y pacientes en todo y deis con alegría gracias al Padre, que os hizo capaces de participar en la luminosa herencia de los santos” (Col 1, 9- 12)
Oremos con el Padre Nuestro,
despacio y meditando cada una de sus palabras.
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