EL
ÁRBOL BUENO NO PUEDE PRODUCIR FRUTOS MALOS
En
aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos. Cuidado con los falsos profetas. Se
acercan a ustedes disfrazados de ovejas, pero por dentro son lobos rapaces. Por
sus frutos los conocerán. ¿Acaso se recogen uvas de los espinos o higos de los cardos.
Todo árbol bueno da frutos buenos y el árbol malo da frutos malos. Un árbol
bueno no puede producir frutos malos y un árbol malo no puede producir frutos
buenos. Todo árbol que no produce frutos buenos es cortado y arrojado al fuego.
Así que por sus frutos los conocerán. (Mateo 7, 15-20)
¿Cuáles
son las fuentes de la Revelación? Son dos: las Sagradas Escrituras y la Sagrada
Tradición que viene de la Autoridad que Jesucristo resucitado dio a los
Apóstoles y en ellos a toda la Iglesia en Mateo 28, 18- 20 y en Juan 20, 20. 23.
Autoridad para predicar la Palabra, para administrar los Sacramentos y para
ordenar a los sucesores de los Apóstoles, a los Obispos. Hoy día se ha dado una
tercera fuente de revelación: Lo que el pueblo diga, y aparecen las “ideologías” como palabras de
Dios, gobernantes que se presentan como amos y señores de la verdad, sintiéndose
y sabiéndose como “dioses”, negando a las otras dos fuentes: la Sagrada
Escritura y la Tradición, sáquenlas, están fuera de contexto. Niegan a Jesucristo, su Mensaje, su Misión y
su Destino. Juntamente rechazan a la Iglesia, a los seguidores de Cristo.
¿Qué
nos ha dicho Jesús? Cuidado con los falsos profetas. Se acercan a ustedes
disfrazados de ovejas, pero por dentro son lobos rapaces. Jesús les habla a
judíos que conocían el Antiguo Testamento. Entonces había falsos y verdaderos
profetas. Unos estaban al servicio del Rey, del gobierno. Otros estaban al
servicio de los poderosos, de los ricos. Otros al servicio del Templo, y había
otros que eran laicos, estos eran libres para hablar. Profetas como Jeremías,
Amós, Oseas, y otros. Estaban al servicio de Dios. Cuidado de hablar mal del
Rey, del Templo o de los ricos porque entonces eran enemigos, traidores a la
patria. De ellos hablan muy bonito, habrá muchas bendiciones, todo está bien,
Dios está con nosotros, somos su pueblo. Pero, Dios no los escucha, son falsos
profetas, porque Dios no los ha enviado. Buscaban fama, prestigio y dinero, y
nunca la gloria de Dios y el bien del pueblo. Por eso Amós habla contra el
Culto, los Sacerdotes, el Rey, los poderosos y contra el mismo pueblo por su
ignorancia religiosa.
Jesús
les advierte: “Por sus frutos los conocerán” Hay muchas promesas que no se
cumplen porque son mentirosos. La mentira y el engaño, confunden, engañan y
dividen, oprimen y matan. Son frutos malos. Los frutos buenos son hijos de la
Verdad y son la bondad, la justicia y la libertad que están al servicio del “bien
común”. Tanto la política, como la
educación, como la economía y la religión han de estar al servicio de las
personas y no al revés. Un fruto bueno es la unidad en la diversidad, y nunca
la “lucha de clases” fomentada por el odio, la envidia que son fortalecidas por
la mentira.
Todo
árbol bueno da frutos buenos y el árbol malo da frutos malos. “Por sus frutos
los reconoceréis”. El profeta falso tiene intenciones torcidas, su corazón está
enfermo. (Jer 17, 8) Es falso porque una cosa dice y otra cosa hace (Mt 23, 3) Es
falso porque pone cargas pesadas en los hombros de los demás pero, él ni con el
dedo lo toca (Mt 23, 4) Es falso porque solo busca sus intereses y no los de
Cristo, de la familia y de los demás, especialmente los menos favorecidos: Sólo
busca fama, poder, placer y dinero. (Mt 23. 9) El profeta o servidor falso, su
mensaje nace de un corazón enfermizo de poder y de tener, su mensaje no lo ha
recibido de Dios sino de sus intereses o de sus intenciones o de los demás, de
los grupos de poder.
El
profeta verdadero no está al servicio de la manipulación ni de la mentira, sino
que está al servicio de la Verdad. Por eso ha de ser honrado, honesto, íntegro,
leal y fiel. El profeta veraz, nace de la escucha de la Palabra de Verdad que
lo libera para que sirva a su Pueblo. (Jn 8, 31- 32) Lo único que se le pide es que sea fiel a la
Causa. (1 de Cor 4,1) Su Mensaje no le
pertenece, lo recibió de Dios, por eso sus frutos son la bondad, la verdad y la
justicia, su afán es la gloria de Dios y el bien de los demás. Su trabajo es
anunciar los caminos de liberación, del bienestar común, de la unidad, de la
justicia social, etc. Y como debe también denunciar las injusticias que se
hagan en contra de las personas o de los
pueblos o de las comunidades. Si calla por miedo o por vergüenza, enmudece, no
hace su trabajo. No se mete en problemas, pero camina al margen del Evangelio.
“Un
árbol bueno no puede producir frutos malos y un árbol malo no puede producir
frutos buenos.” El que quiera ser fiel a su servicio, que no se mezcle en los
asuntos de la vida civil, de una vida mundana y pagana. Que como atleta, juegue
limpio para no ser descalificado y como el campesino tiene el derecho a comer
los frutos de la cosecha, así, el servidor no debe mezclar el Evangelio con las
“Ideologías” y debe ser el primero en creer en vivir y en anunciar lo que cree
y lo que vive. (2 de Tim 2, 1- 7)
Sólo
hay dos caminos, el ancho y el angosto, no inventemos otro, este sería el de en
medio. El angosto es el camino del amor que pide esfuerzos, renuncias y
sacrificios. El ancho, es el camino del libertinaje, haz lo que quieras que al
cabo estas perdido. De toda mezcla resulta la tibieza. De la mezcla entre el
bien y el mal, resultan los llamados “tibios” que serán expulsados de la boca
(Apoc 3, 15- 16)
Ahora me dirijo a sus Ancianos, dado que yo
también soy anciano, y testigo de los sufrimientos de Cristo, y espero ser
partícipe de la gloria que ha de manifestarse. Apacienten el rebaño de Dios
cada cual en su lugar; cuídenlo no de mala gana, sino con gusto, a la manera de
Dios; no piensen en ganancias, sino háganlo con entrega generosa;' no actúen
como si pudieran disponer de los que están a su cargo, sino más bien traten de
ser un modelo para su rebaño. Así, cuando aparezca el Jefe de los Pastores, recibirán
en la Gloria una corona que no se marchita. También ustedes, los más jóvenes,
sean sumisos a la autoridad de los Ancianos. Traten de rivalizar en sencillez y
humildad unos con otros, porque Dios resiste a los orgullosos, pero da su
gracia a los humildes. Humíllense, pues, bajo la poderosa mano de Dios, para
que, llegado el momento, él los levante. Depositen en él todas sus
preocupaciones, pues él cuida de ustedes. (1 de Pe 5. 1- 7)
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